La dimensión política de la guerra demostró que la diplomacia occidental era, en general, deficiente. Los diplomáticos y el mundo académico de Estados Unidos y la Vieja Europa ignoraron las advertencias de los países de la Nueva Europa, como Polonia, las repúblicas Checa y Eslovaca y los países bálticos, que por razones históricas conocían mucho mejor la dinámica política interna y los hábitos imperiales de Rusia.
También se ignoraron las repetidas peticiones de Kiev de mejor armamento. Si Ucrania hubiera contado con mejores defensas aéreas, es posible que se hubiera disuadido el ataque de Rusia y, en cualquier caso, las pérdidas militares y civiles habrían sido menores. En cambio, la indecisión de Occidente convenció a Putin de que Estados Unidos y la OTAN no harían nada en caso de invasión de Ucrania, al igual que no habían hecho nada durante la invasión rusa de Georgia en 2008 y la ocupación de territorios ucranianos en 2014.
Si Ucrania hubiera contado con mejores defensas aéreas, es posible que se hubiera disuadido el ataque de Rusia
"Compromiso constructivo"
Al mismo tiempo, los diplomáticos y expertos occidentales proyectaron sobre Rusia sus propios supuestos y valores culturales. Muchos funcionarios y académicos occidentales se consolaron con la idea del "compromiso constructivo", que sostenía que Rusia podía integrarse en la corriente internacional mediante un comercio de petróleo y gas mutuamente beneficioso.
Algunos pensaron que la élite económica rusa frenaría las ambiciones imperiales de Putin porque eran malas para los negocios
Algunos actores occidentales abogaron por el "realismo", argumentando que la OTAN y Occidente habían provocado al presidente ruso Vladimir Putin al presentar un peligro para la seguridad de Rusia. Los realistas ignoraban el hecho de que la OTAN se había vaciado tras el colapso de la URSS. También ignoraron la burla de Putin de que el decadente Occidente "carecía de la voluntad de defenderse". Otros funcionarios occidentales apostaron por modelos de "actor racional", según los cuales se pensaba que la élite económica rusa frenaría las ambiciones imperiales de Putin porque éstas eran malas para los negocios. Los modeladores de actores racionales se lucieron ideando nuevas vías de escape, que Putin se negó repetidamente a aceptar.
Fueron, en gran medida, las acciones insensatas y crueles del propio Kremlin las que volvieron a la opinión occidental más firmemente en contra de Rusia. Fueron el corte de gas a Europa, la amenaza de una fuga radiactiva en la central nuclear de Zaporiyia y el bloqueo de las exportaciones ucranianas de grano, que provocó escasez de alimentos en varios países africanos y de Oriente Medio.
Occidente, amante de la comodidad, no podía ignorar estas escaladas de Rusia. La opinión occidental se volvió aún más en contra de Rusia cuando se descubrieron crímenes de guerra masivos en los territorios desocupados por las Fuerzas Armadas ucranianas, y cuando varios líderes europeos visitaron personalmente zonas residenciales e infraestructuras civiles destruidas por drones y misiles rusos.
Los crímenes de guerra pusieron en minoría a los supuestos apaciguadores del Kremlin. En consecuencia, la provisión de armas ofensivas de Ramstein-8 en enero fue reafirmada por Ramstein-9 en febrero. De hecho, los oficiales de Ramstein-9 fueron más allá, anunciando que el objetivo de Occidente era una victoria ucraniana completa, definida como la liberación de todos los territorios ocupados.
Esta liberación debe incluir Crimea, que es una ostensible "línea roja" para el Kremlin y especialmente para Putin, que apostó su legado político a la "devolución históricamente justificada" de Crimea a Rusia.
Occidente ha demostrado que ha perdido el "miedo a la victoria" de Ucrania
Sin recompensas
Al hacer este anuncio, Occidente ha demostrado que ha perdido el "miedo a la victoria" de Ucrania, que podría provocar una amenaza de ataque nuclear por parte de Moscú. Occidente ha afirmado que no se dejará chantajear por la opción nuclear rusa. Es un mensaje necesario porque la situación es de suma cero. En otras palabras, si el chantaje nuclear tiene éxito, Putin gana, y no hay forma de evitar este claro dilema. La liberación de todos los territorios ucranianos es necesaria para que se preserven los principios de seguridad internacional posteriores a la Segunda Guerra Mundial; y mientras Rusia ocupe un metro cuadrado de territorio robado, no podrá decirse que se le ha negado una recompensa por su mal comportamiento.
Si Rusia retuviera Crimea, podría estrangular el comercio de Ucrania en el Mar Negro y hacer que el país fuera económicamente inviable a largo plazo
La cuestión de los territorios ocupados del Donbás y Crimea es también una "línea roja" para Kiev. Kiev tiene la obligación moral de liberar a su pueblo de una cruel ocupación; y si Kiev no cumpliera con esta obligación, perdería su legitimidad. Los ucranianos afirman que ceder tierras por la paz (en cualquier caso, lo más probable es que sólo sea una paz temporal) sería un sacrilegio para los soldados que ya han caído en defensa de su país. También hay una razón muy práctica para la liberación completa; porque si Rusia retuviera Crimea, podría estrangular el comercio de Ucrania en el Mar Negro y hacer que el país fuera económicamente inviable a largo plazo. Rusia seguiría teniendo su recompensa.
A pesar de todo ello, es ya una costumbre que las democracias occidentales sean lentas a la hora de enfadarse, y lentas a la hora de lograr un consenso. Pero la diplomacia occidental ha conocido un éxito parcial. En primer lugar, el Kremlin no consiguió separar a Estados Unidos de Europa, y no dividió a la propia Europa. Y además, aunque muy tarde, y tras muchas bajas militares y civiles ucranianas que podían haberse evitado, Occidente está proporcionando ahora ayuda militar y económica concreta a Ucrania a una escala adecuada.
Dennis Soltys es un profesor canadiense jubilado de política pública y desarrollo internacional
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