Vivir en la misma calle, en el mismo bloque de pisos, pero a dos horas distintas, con 60 minutos de diferencia. Es la condena que arrastran los libaneses desde que se despertaran el domingo. Desde entonces algunos padres se enfrentan al dilema de llevar a sus hijos al colegio con el lapso de una hora, dependiendo de si estudian en centros públicos o instituciones privadas. “Mis empleados me preguntan a qué hora deben entrar”, reconoce a El Independiente un importante empresario beirutí.
“Es como vivir en una película surrealista. Es todo tan kafkiano en este país”, se queja el magnate. La controversia arrancó el pasado jueves cuando el primer ministro en funciones, el musulmán suní Najib Mikati, anunció que el país de los cedros no adoptaría el domingo el horario de verano y retrasaría su inicio durante un mes en un movimiento considerado como una concesión a los musulmanes, que celebran desde mediados de la semana pasada el mes sagrado de Ramadán. Con la hora congelada, los creyentes podrían celebrar antes el iftar, la comida que al atardecer rompe el ayuno diario.
La medida concitó la oposición inmediata de la Iglesia maronita -la rama con más feligreses entre la vibrante comunidad cristiana del Líbano, que representa en torno al 33 por ciento de los libaneses residentes en el país-, que optó por sumarse al cambio de hora internacional. Le siguieron otras confesiones cristianos e incluso departamentos ministeriales, que advirtieron del caos que se avecinaba.
El órdago dejó al país, otrora apodado la “Suiza de Oriente Próximo” y hoy sumido en una grave crisis económica, social e institucional, obligado a vivir con dos relojes, con escenas dantescas en el aeropuerto internacional de Beirut y vuelos partiendo en horarios dispares. El Gobierno llegó a recomendar a los ciudadanos que cambiaran manualmente sus dispositivos.
Una capa más en la fragmentación del país
“Añade una nueva capa más a la fragmentación del país”, se queja el empresario que pide anonimato. El desafío se mantiene este martes a pesar de que a última hora del lunes el primer ministro anunciara que revierte la decisión, negando que la medida para aliviar el Ramadán tuviera “motivaciones sectarias”. “Una decisión como ésta no debería haber desencadenado respuestas tan sectarias”, lamentó quien pidió un margen de 48 horas para adoptar el horario de verano. El tictac, al menos el gubernamental y seguido por la mayoría musulmana, volverá al redil este miércoles.
Un acuerdo que resulta inédito en la historia reciente del país, arrasado por la corrupción, la devaluación de la libra y la negligencia de la élite que heredó el país tras los 15 años de guerra civil que concluyeron en 1990. El país no ha levantado cabeza desde la explosión del puerto de Beirut, acaecida en agosto de 2020 y que exhibió las costuras sociales del país. “Lo más preocupante es que la única vez que la clase política y financiera libanesa se puso de acuerdo sobre una política fue para abordar una cuestión muy trivial: el tiempo”, señala a este diario Hussein Cheaito, economista del centro de estudios The Tahrir Institute for Middle East Policy.
La "Suiza de Oriente Próximo", a la deriva
Su radiografía sobre su país no es menos sombría. “Es vergonzoso. El Líbano se enfrenta actualmente a una de las crisis económica y financiera más severas de las últimas décadas. Tenemos más de dos tipos de cambio, distorsiones del mercado, una moneda sin valor, un desempleo desorbitado que supera el 35% y más del 80% de la población en situación de pobreza. Llevamos 3 años en crisis y el gobierno ha adoptado cero políticas para poner en marcha la recuperación. El Fondo Monetario Internacional acaba de confirmar lo costosa que es esa inacción”, replica.
El Líbano se enfrenta actualmente a una de las crisis económica y financiera más severas de las últimas décadas
Un análisis en el que coincide Albin Szakola, ex reportero y analista libanés. “Es uno de los ejemplos más ridículos de la incapacidad de la clase política libanesa para gobernar de forma coherente o sensata. La decisión ha sido arbitraria, no ha sido meditada, se ha emitido de forma abrupta y no de manera que permitiera a la gente planificar en consecuencia, y ha sentado las bases para una retórica divisoria y de distracción sobre un asunto absurdo”, arguye, aliviado -reconoce- porque su vida actual está desligada de “tiempos y calendarios”.
“Si no se puede confiar en la clase política para manejar un asunto tan ridículo, entonces resulta obvio que no pueden manejar ningún tipo de gobierno, y sólo pueden tratar de dividir y confundir en su propio beneficio”, concluye.
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