Surgió hace cerca de siete décadas, pero sigue marcando la narrativa pública al otro lado del Estrecho. El mapa del Gran Marruecos, símbolo de los anhelos ultranacionalistas de un partido que luchaba entonces por la independencia del país, explica la sed anexionista de un régimen que, a juicio de sus opositores, la emplea con cierta elasticidad, al albur de la coyuntura en la que se hallan las relaciones con sus vecinos.
El concepto del Gran Marruecos fue desarrollado en 1956 por Allal El Fassi, presidente del partido Istiqlal (Independencia, en árabe). La cartografía que defendió entonces extendía sus dominios hasta el río Senegal, en la frontera con la república homónima, e incluía la actual Mauritania, el Sáhara Occidental -colonia española hasta 1976 y territorio por descolonizar según la ONU-, el Sáhara oriental -dentro de las fronteras de Argelia- y partes de Mali. “Fue él el inventor del concepto y del mapa, publicado en 1956 por el periódico oficial de su partido”, recuerda en conversación con El Independiente Maati Monjib, historiador marroquí.
"Fronteras históricas"
Marruecos selló precisamente su independencia en 1956. Y entre la élite política de entonces se propagó la idea de que el Gran Marruecos había “una realidad política y geográfica hasta el siglo XIX”, explica Monjib. “Algunos historiadores y líderes nacionalistas consideraban que, tras la independencia, el país debía retornar a sus fronteras históricas. El país había sido gobernado por el sultán de Fez y Marrakech”, agrega.
“Se trataba de demostrar que las tribus y las poblaciones que vivían en estos territorios habían jurado lealtad al sultán y que, por lo tanto, según esa lealtad, estas regiones pertenecen a Marruecos y tarde o temprano deben volver a Marruecos”, evoca en entrevista con este diario la politóloga tunecina Khadija Mohsen-Finan, especialista en el Magreb y miembro del consejo de redacción de la revista Orient XXI. “El problema es que, como ha demostrado la Corte Internacional de Justicia, sólo una parte de esas poblaciones habían jurado lealtad al sultán y, por otro lado, en los años sesenta existía un respeto impuesto por la ONU a las fronteras heredadas de la colonización”, subraya.
Una realidad internacional que sigue desafiando el concepto del nacionalismo marroquí, con la idea de nuevo en primera plana en el país vecino. En marzo el semanario Maroc Hebdo desempolvó el mapa y lo llevó a portada bajo el titular “El verdadero problema está aquí: el Sáhara oriental, la manzana de la discordia entre Marruecos y Argelia”. “Territorio marroquí anexionado por el colonizador a Argelia, entonces departamento francés, el Sáhara Oriental es la razón tácita del conflicto entre Rabat con Argel. Una cuestión que la junta militar argelina intenta enterrar”, explicaba la publicación política editada en Casablanca muy conectada con el poder que rige los designios del país.
“Marruecos ha optado por adherirse al derecho internacional positivo, es decir, el que está en vigor en la ONU. La dificultad de este Gran Marruecos es que Marruecos no puede decir: 'A veces me remito a los derechos históricos y a veces soy miembro de la ONU". “Esta cuestión del Gran Marruecos ha determinado, si se quiere, las fronteras políticas del país, pero ha enturbiado las aguas porque no sabemos a qué se refiere Marruecos”, desliza Mohsen-Finan.
Esta cuestión del Gran Marruecos ha determinado, si se quiere, las fronteras políticas del país, pero ha enturbiado las aguas porque no sabemos a qué se refiere Marruecos
Khadija Mohsen-Finan, POLITÓLOGA especialista en el Magreb
Origen de una vecindad incómoda
La recuperación pública del litigio territorial con Argelia está marcada por las tensiones con el país vecino. En agosto de 2021 Argel dio por rotas las relaciones diplomáticas con Rabat alegando “actos hostiles”, entre ellos, el espionaje a altos cargos argelinos mediante Pegasus. La razón más notoria es, sin embargo, el largo contencioso del Sáhara Occidental.
Argelia es desde 1975 el principal apoyo internacional del Frente Polisario y su lucha por la descolonización de un territorio bajo ocupación marroquí. Desde hace tres años los lazos se han deteriorado sensiblemente, con el cierre del espacio aéreo argelino a los aviones marroquíes, la cancelación del suministro de gas y las continuas disputas en público.
El dossier que ahora vuelve a enfrentar a Marruecos y Argelia parecía saldado. “Algunos lo continúan reclamando pero en la década de los 70 del siglo pasado Hasán II mantuvo varios encuentros con el entonces presidente de Argelia y reconoció las fronteras actuales”, recuerda Monjib. “Fue una decisión muy antipopular en Marruecos, no sólo de movimientos como el partido Istiqlal sino también del propio ejército. Hay historiadores que mencionan ese acuerdo como la razón de las dos intentonas golpistas en 1971 y 1972 contra Hasán II”.
El mapa, no obstante, olvida intencionalmente buena parte del mapa: Mauritania y partes de Mali. “¿Por qué no añaden ya Mauritania? Cuando hay alguien del partido del Istiqlal que habla de Mauritania es laminado por la prensa pro régimen”, señala Ali Lmrabet, periodista marroquí exiliado en España. “Es una manera de meterse con Argelia y ahí vamos a un territorio desconocido. El Sáhara oriental no es ni siquiera un conflicto que figure en la ONU. Es parte de una estrategia que también incluye el intento marroquí de apoyar Cabilia [región histórica del norte de Argelia poblada mayoritariamente por bereberes]. Son pequeñas provocaciones marroquíes para intentar equilibrar el tema del Sáhara Occidental”. Rabat reconoció al estado de Mauritania en 1969, cerca de nueve años después de haber declarado su independencia.
Lo que los marroquíes ven lo reclaman como propio y de lo que han oído, dicen querer la mitad
Abdelmadjid Tebboune, PRESIDENTE DE ARGELIA
En una entrevista reciente, el presidente argelino Abdelmadjid Tebboune resumió las ambiciones de Marruecos: “Lo que ven lo reclaman como propio y de lo que han oído, dicen querer la mitad”. Las relaciones bilaterales, reconoció, se hallan “en un punto de no retorno” y han terminado salpicando por motivos diferentes a España y Túnez. En el caso tunecino, su dependencia del gas argelino y la delicada situación política y económica -agravada ahora por los efectos de la sequía- le han aproximado al vecino. La visita el año pasado del líder del Frente Polisario Brahim Ghali dio la puntilla a las relaciones marroquíes-tunecinas. En el español, el histórico cambio de posición del Gobierno en el contencioso del Sáhara Occidental en respaldo a las tesis de la autonomía marroquí ha provocado la ruptura con Argelia.
Envalentonados por la "nueva hoja de ruta" con España
A juicio de Lmrabet, las decisiones de Madrid han sido vistas como concesiones por Rabat y han terminado envalentonando al poder político y a las teorías expansionistas. Hace semana y media el presidente del Senado marroquí, Naama Miyara, confió en “recuperar las dos ciudades ocupadas de Ceuta y Melilla” mediante negociaciones con España. Una afirmación procedente de la cuarta autoridad del Estado marroquí, de origen saharaui, que ha sido desmentida por su propio partido, el nacionalista Istiqlal, entre órdenes del majzen de evitar las polémicas con España, al menos de momento. Ambos países prometieron evitar los actos unilaterales en relación con la integridad territorial, un compromiso que -sin embargo- no ha impedido declaraciones puntuales llegadas del otro lado del Estrecho.
En el mapa del Gran Marruecos se ha llegado a añadir -“de manera folcrórica”, según algunos- las Islas Canarias como una reivindicación territorial. “Ceuta y Melilla disfrutan de un estatus diferente. Es un error confundirlo todo aunque ha habido intentos de hacerlo”, denuncia Fijan. A propósito de la última polémica, el Observatorio de Ceuta y Melilla insistía en que las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla son españolas desde hace más de 4 siglos. “No se puede 'recuperar' algo que nunca te ha pertenecido”, agregan.
No pocos observadores de la realidad del país magrebí reconocen que esta política exterior cada vez más hiperactiva tiene entre sus detonantes el apoyo que le brindan Estados Unidos e Israel tras el reconocimiento y la normalización de relaciones con Tel Aviv. La reciente filtración de documentos del departamento de Defensa dejó al descubierto que Marruecos recibirá a mediados de este año un avanzado sistema israelí de defensa antimisiles tierra-aire, el Barak MX, mientras no se había decidido si proporcionarlo a Ucrania, un país en guerra con Rusia. Otro de los futuros clientes, Colombia, no recibirá el sistema diseñado para destruir amenazas áreas -entre ellas, drones, helicópteros y aviones- hasta 2026.
Para algunos de los expertos consultados por este diario, las declaraciones que desempolvan el Gran Marruecos forman parte de una estrategia lanzada por medios oficialistas para ocultar las dificultades que atraviesa el país, la verdadera bomba de relojería para la estabilidad interna y de los países fronterizos. A la ausencia cada vez más frecuente de Mohamed VI -el año pasado pasó unos 200 días fuera del país, según la estimación de un ex alto cargo marroquí a The Economist- se suma la crisis económica, con un incremento de los precios de los alimentos por encima del 18%. “El patriotismo es una cortina de humo”, concluyen.
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