Sir Max Hastings (Londres, 1945) es un auténtico caballero. Cuando recibe elogios por su apabullante trayectoria como historiador y periodista, contesta rápidamente: "Seguro que habrá muchas cosas que usted hará mejor que yo". Hijo y nieto de periodistas: su madre Anne Scott-James abrió camino a las mujeres en Fleet Street y su padre, Macdonald Hastings destacó como corresponsal de guerra en la Batalla de Normandía. Hastings fue corresponsal en decenas de países, entre ellos Estados Unidos, cubrió la guerra de las Malvinas, ha escrito 30 libros (La derrota de Alemania, La guerra de Churchill, La guerra de Vietnam, entre otros) y es fellow de la Royal Society of Literature y honorary fellow del Kings College. Fue designado Sir por su contribución al periodismo en 2002. Acaba de publicarse en español La crisis de los misiles de Cuba 1962 (Editorial Crítica), un detallado relato de los 13 días en los que el mundo estuvo a punto de precipitarse al abismo (título en inglés) nuclear. A sus 77 años, realiza su gira virtual con la destreza de un joven reportero multimedia.
"En 1962, el mundo tuvo suerte. Nuestra esperanza de evitar una catástrofe futura depende de que los líderes nacionales del siglo XXI no pierdan de vista ni un momento la magnitud de los peligros que conllevan las armas que tienen a su disposición”, puede leerse en la obra, de 563 páginas. Dependemos del coraje y buen juicio de nuestros líderes, que son quienes en último término han de tomar decisiones trascendentes. Así fue tanto en 1962 como ahora. Es una sola persona quien finalmente pulsa o no el botón nuclear: antes fueron Kennedy y Jrushchov, hoy puede ser Putin, Biden o Xi. Y resulta preocupante dado el depauperado liderazgo actual, especialmente si nos fijamos en casos como el de un Putin desconfiado y obsesionado con el pasado imperialista ruso.
Sostiene Hastings que entre el 16 y el 28 de octubre de 1962 fue crucial el papel que desempeñaron tres personalidades: John F. Kennedy, Nikita Jrushchov y Fidel Castro. Lo evitamos, sobre todo, gracias al coraje del presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy, que se enfrentó a sus generales, que le alentaban a invadir Cuba al descubrir que la Unión Soviética estaba emplazando misiles en la isla. "Ken, nunca sabrás cuán malos consejos recibí", le dijo JFK a John Kenneth Galbraith.
También el presidente soviético, Nikita Jrushchov, tuvo el coraje de dar marcha atrás al ser consciente de que cualquier enfrentamiento derivaría en guerra nuclear. Sin embargo, el líder cubano, el único de los tres que sobrevivió en el poder durante décadas, era el más belicoso y si por él hubiera sido, la historia se habría escrito de otra forma. O directamente no se habría escrito. Sin temor a la invasión de EEUU, alentó a Jrushchov a que siguiera con sus planes y no cediera ante Kennedy.
"Creo apasionadamente que las personalidades son de enorme importancia en momentos clave de la historia y en particular en la crisis de los misiles de Cuba. Ha sido fascinante escribir sobre los tres: Fidel Castro, que independientemente de lo que se pueda pensar de él, fue un gran personaje y el revolucionario más famoso del siglo XX; Nikita Jrushchov, el campesino que sin leer un libro en su vida se alzó hasta la cúspide del poder en la URSS; y John F. Kennedy, un privilegiado desde la niñez, tan rico en carisma como en demonios, desde sus dolores físicos como consecuencia de la guerra y su enfermiza relación con las mujeres”, señala Max Hastings, que nos cuenta cómo recibe cartas de estadounidenses a quienes les sorprende que admire tanto a un hombre tan abusador con las mujeres como fue JFK. "Por supuesto que no defiendo su persecución de veinteañeras, algo que le habría destrozado en dos minutos actualmente, pero creo que todos los que vivimos aquella época de la crisis de los misiles estamos en deuda con él por su manera de conducirla. Hemos de recordar que estuvo rodeado de lunáticos que querían una guerra nuclear con la URSS porque pensaban que la iban a ganar. Nunca debemos olvidar que Kennedy desafió a sus generales".
Fue JFK quien después de seis días de deliberaciones secretas decidió no invadir Cuba y buscar la manera y dar tiempo a que Jrushchov retrocediera. "La primera reacción de Kennedy al saber que los soviéticos habían colocado misiles en Cuba es que había que bombardear. Y eso querían los generales. Pero tras las conversaciones durante días vio claras las nefastas consecuencias de una invasión. Decidió obrar con cautela y se dirigió a los americanos para revelar los hechos y anunciar un bloqueo naval a Cuba. Hoy habría sido imposible mantener en secreto esos encuentros y tomarse tiempo para deliberar", indica el historiador.
No podemos infravalorar el coraje de Kennedy y dudo que muchos de sus sucesores hubieran tenido el valor de enfrentarse a los 'halcones'"
Relata Max Hastings, y dan escalofríos al reflexionar sobre ello, cómo los generales querían a toda costa invadir, incluso aunque manejaron el escenario de que la URSS tomara represalias con armas nucleares en Berlín occidental, entonces un enclave en la República Democrática Alemana. "No podemos infravalorar el coraje de Kennedy y dudo que muchos de sus sucesores hubieran tenido el valor de enfrentarse a los halcones, como Maxwell D. Taylor, a quien el eventual bombardeo de Berlín no le hizo desistir en su empeño. Ni Bush junior, Reagan, Nixon y mucho menos Trump. Kennedy dejó claro que aunque hubiera invasión había que minimizar los daños".
Y añade que lo que no sabían era que había más de 40.000 soldados soviéticos en Cuba. "Si hubieran invadido, estoy convencido de que los generales soviéticos en Cuba habrían respondido con armas nucleares tácticas y la escalada habría sido inevitable. La decisión más sabia fue dar tiempo a Jrushchov. Resulta inquietante que ahora, debido a los avances tecnológicos, ese tipo de decisiones se toman en horas".
No podemos usar palabras como victoria absoluta cuando tratamos con potencias nucleares"
SIR MAX HASTINGS
Foto: fidel abraza a jrushov / underwood archives / getty
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Guerra en Ucrania sin Kennedy a la vista
Sesenta y un años después no hay un Kennedy a la vista tampoco. Al contrario, vivimos un momento de gran tensión internacional y uno de los líderes decisivos es Vladimir Putin, quien ha mostrado que no se atiene a las reglas del orden internacional y adopta decisiones tan imprudentes como imprevisibles. Max Hastings cree que en términos generales el peligro de una guerra nuclear entre Occidente y Rusia es menor que en 1962, ya que está claro que conduce a la destrucción mutua, pero reconoce que la calidad del liderazgo es peor.
"Putin es mucho más peligroso que Jrushchov, aunque el líder soviético cometió un grave error al colocar misiles en el patio trasero de EEUU. Pero era más racional y además tenía que contar con el Politburó. Por lo que sabemos Putin no responde ante nadie. Como consecuencia de la crisis de los misiles, no murió casi nadie. La invasión rusa de Ucrania ya ha provocado decenas, quizá cientos, de miles de muertos y una gran devastación. Kennedy siempre tuvo en mente que tendría que hacer concesiones. Y las hizo: se comprometió a no actuar militarmente sobre Cuba y en secreto retiró los misiles de Turquía. Hubo un acuerdo. Muchos dicen que la guerra en Ucrania solo terminará cuando haya una victoria de Ucrania y Rusia haya dejado todo el territorio ucraniano, pero creo que no podemos usar palabras como victoria absoluta cuando tratamos con potencias nucleares", señala Hastings.
Putin no recurrirá a las armas nucleares para ganar en Ucrania pero puede verse tentado a usarlas si se ve a punto de perder o los ucranianos amenazan Crimea"
El autor de La crisis de los misiles de Cuba 1962 diferencia entre realidad y deseo, de modo que no ve posible que los rusos se vean obligados a dejar parte del Donbás o Crimea. "Como la mayor parte de las guerras, salvo la Segunda Guerra Mundial, habrá que buscar un acuerdo, aunque ahora no será porque las dos partes creen que pueden vencer. Para ganar en Ucrania Putin no recurrirá a las armas nucleares, pero si se ve a punto de perder, por ejemplo si los ucranianos amenazan Crimea, entonces sí puede verse tentado de recurrir a las armas nucleares tácticas. Muchos dicen que será una fantasmada de Putin, pero en la era nuclear hay que tener cuidado con el lenguaje. La lección de 1962 es que hay que tener miedo y ponerse en lo peor".
A Max Hastings le irrita el lenguaje belicoso que emplean algunos politicos y comentaristas británicos, especialmente cita al ex primer ministro Boris Johnson. "No son sus vidas las que están en juego", apunta. En el libro señala cómo Kennedy siempre tuvo en mente a su adversario, cómo pensaba y cómo facilitarle una salida. "Rusia es una realidad, aunque no nos agrade cómo es, como China también lo es. Leo y escucho a muchos analistas británicos que dicen que no se puede recompensar a Rusia con una parte de Ucrania después de lo que han hecho. Pero la política, en guerra y en paz, es el arte de lo posible. Al final, todo trata sobre lo que es posible".
Peores políticos, mejores diplomáticos
Sorprende leer en el libro cómo en todo momento se mantuvieron abiertos los canales de comunicación entre EEUU y la URSS. Sin embargo, ahora no sucede así. "Incluso antes de la invasión rusa de Ucrania el nivel de comunicación era menor que en la Guerra Fría. Es un error terrible. Es vital que haya diálogo aunque las discrepancias sean enormes. Creo apasionadamente en la diplomacia. Aunque parezca que no estás logrando nada, hay que mantener las vías diplomáticas abiertas. Es muy difícil. Me cuentan lo complicado que es con China, por ejemplo, pero hay que seguir intentándolo porque China es una realidad gigantesca. Y no conseguimos nada si no hablamos”, indica el periodista.
Como vivimos en un mundo muy peligroso, con la invasión rusa de Ucrania, la consolidación de China como potencia y su reclamación sobre Taiwán, es más preocupante que nunca la cuestión sobre el liderazgo, el tema de fondo de la última obra de Hastings. "No tenemos líderes como Kennedy ni tampoco destacan los diplomáticos. Afortunadamente los generales en la actualidad son más racionales, como Mark Milley, el jefe del Estado Mayor de EEUU, que saben que no puedes hablar en términos de victoria sobre los rusos con tanta frivolidad", señala.
Los votantes se rebelan cada vez que se adoptan decisiones que no les gustan y no tratan con respeto a los políticos. Tenemos los políticos que nos merecemos"
Sir Max Hastings admira a los políticos que se atreven a tomar decisiones complicadas, que son tan necesarias como impopulares. Cita el ejemplo del presidente Macron y la reforma de las pensiones. "Le respeto por atreverse a tomar esta decisión", afirma. Por un lado, considera que muchos de nuestros líderes en Europa "solo piensan en el día siguiente, mientras que necesitamos gente que vaya más allá de asegurar su reelección". Por otro, reconoce que los ciudadanos tratan cada vez peor a los políticos y no los respetan. "Los votantes se rebelan cada vez que se adoptan decisiones que no les gustan y no tratan con respeto a los políticos. Así que tenemos los políticos que nos merecemos. En Reino Unido se cita como ejemplo a Winston Churchill, pero él tomó decisiones muy incómodas y reconocía los hechos sin eufemismos. Pero le respetaban. Por el contrario, Boris Johnson cuando era primer ministro decía a cada audiencia lo que quería escuchar sin relación alguna con la verdad. Hemos de recuperar el respeto por la verdad, que es básico en política".
La verdad mutilada
No vamos a recuperar los valores de la democracia si no recuperamos el valor de la verdad"
Esa búsqueda de la verdad también se ha pervertido en el periodismo. Y Max Hastings, que tiene el periodismo en su ADN, observa con preocupación esta deriva. Así volvemos a la guerra en Ucrania, donde no sabemos mucho de lo que ocurre. "No creo que se esté haciendo buen periodismo porque por razones militares los ucranianos están manejando la información hasta el punto de que sabemos más sobre lo que hacen los rusos que sobre lo que hacen los ucranianos. Tenemos que recordar que somos periodistas. Como en Occidente apoyamos a Ucrania, tendemos a creer todo lo que dice el presidente Zelenski y no lo ponemos en cuestión en ningún caso. Demanda los F-16 para lograr la victoria, y no me extraña que lo haga pero sí que lo creamos al pie de la letra. No creo que eso ayude. Los periodistas que informan sobre Ucrania han de tratar de que su simpatía por los ucranianos no distorsione su misión de contar lo que ocurre”.
Lo cierto es que desde Rusia la campaña de desinformación es imparable. “Sabemos que Putin miente, pero en nuestro mundo la verdad está devaluada. No es el único que recurre a las falsedades. También mienten Boris Johnson o Donald Trump. Y la gente quiere creerles. No vamos a recuperar los valores de la democracia si no recuperamos el valor de la verdad”.
En el caso de Putin, muchos rusos le creen porque se sienten agraviados. Putin ha sabido explotar en su beneficio esa queja por no ser respetados. "Hemos de entender la cultura de Rusia. Está muy arraigada esa creencia de que no son respetados por Occidente. Consideramos que Rusia solo sabe producir gas, petróleo y violencia extrema. Lo extraordinario es que en el siglo XIX ya se escribía de Rusia de la misma forma. Demandan ese respeto, aunque ahora no nos dan muchas razones para merecerlo. Y la invasión de Ucrania hace más difícil la solución".
Combina Hastings realismo con ciertas dosis de esperanza a la hora de mirar al futuro. Cree que hay que seguir apoyando a Ucrania, pero siempre tener en cuenta que el riesgo de escalada está ahí, y que si desapareciera Putin, su sucesor probablemente no sería mejor. "Alguien como yo, que soy ya muy mayor, debe a las generaciones futuras transmitir esperanza. Hemos de acostumbrarnos a vivir con una Rusia hostil y una China muy peligrosa. La gran lección que debemos a Kennedy y Jrushchov es que hemos de tener miedo. A los dos les guiaba una prudente obsesión sobre las consecuencias de sus decisiones. Necesitamos líderes valientes y prudentes".
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