Unos 750 seres humanos. Es la cifra del horror, el escalofrío sin rostro de la que va camino de ser la peor tragedia migratoria en el mar Jónico, al este de una ruta migratoria, la del Mediterráneo central, que ha cuadriplicado cifras de llegadas desde principios de año. El número de pasajeros es la estimación de Nawal Sufi, la activista que recibió la llamada de auxilio de una de las personas a bordo del pesquero que, procedente del infierno libio, se hundió el miércoles frente a las costas de Grecia, a 47 millas náuticas al suroeste de la ciudad de Pilos.
El centro de coordinación de rescates heleno mantiene la misión de hallar los cuerpos, con esperanzas muy escasas ya de localizar a supervivientes. Hasta el momento, se han recuperado 78 cadáveres y 104 supervivientes, en auténtico estado de shock. El único testimonio es el que durante horas le llegó a Sufi, residente en Catania, en la isla italiana de Sicilia, y acostumbrada a dar aviso a las autoridades de barcos cargados de migrantes a la deriva. Fue precisamente uno de los pasajeros provisto de un teléfono satelital el que narró el camino hacia el desastre.
"Siento que va a ser nuestra última noche vivos"
“Me mantuve en contacto con ellos hasta las 23:00 hora griega, tratando de tranquilizarlos y ayudarles a encontrar una solución. Todo el tiempo me preguntaron qué debían hacer y yo seguí diciendo que el rescate griego llegaría. En la última llamada, el hombre con el que estaba hablando me dijo claramente: 'Siento que ésta va a ser nuestra última noche vivos'”, relata Sufi. La última imagen captada por las autoridades helenas muestra el ajado armazón del barco pesquero abarrotado de personas, hacinadas en una cubierta sin rastro de chalecos salvavidas. Es un fotograma borroso, en pleno drama.
“No es la primera vez que vemos viejos barcos pesqueros como éste procedente de Libia: Tienen unos 30 metros de eslora y pueden transportar entre 600 y 700 personas cuando van llenos. Pero no están en condiciones de navegar. En pocas palabras, son ataúdes flotantes”, declaró un almirante jubilado de la guardia costera griega a la televisión pública ERT. El primer aviso recibido por la activista se produjo en las primeras horas del martes. El destartalado navío, según el testimonio de la persona al otro lado del hilo telefónico, transportaba unas 750 personas y había partido de Libia, un polvorín sumido en el caos tras una larga década de guerra civil donde las mafias campana a sus anchas, rumbo a las costas de Italia.
En tres claves
Una tragedia anunciada. Activistas y expertos atribuyen esta enésima tragedia a incapacidad de la UE para ofrecer alternativas seguras de inmigración a las personas que huyen de conflictos o penurias en Oriente Próximo y África, desde el actual conflicto en Sudán a la guerra en Siria o la crisis económica en Egipto. La Organización Internacional para las Migraciones ha registrado más de 21.000 muertes y desapariciones en el Mediterráneo central desde 2014.
Antecedente dramático. El naufragio más mortífero hasta la fecha sucedió el 18 de abril de 2015, cuando un pesquero abarrotado colisionó frente a Libia con un carguero que intentaba acudir a su rescate. Solo hubo 28 supervivientes. Según los forenses, había alrededor de 1.100 personas a bordo.
Una tarea compleja. El lugar del naufragio se ubica cerca de la zona más profunda de Mediterráneo, con profundidades de hasta 5.200 metros, lo que dificulta los esfuerzos para localizar el buque hundido.
Preguntas sin respuesta
Durante las horas siguientes, la organización Alarm Phone -una red de activistas en Europa y el norte de África que recibe los SOS de barcos de migrantes en apuros- mantuvo contacto con el navío a la deriva. Hacia las 16.13 recibieron la última ubicación: N 36 15, E 21 02. Minutos después, compartieron las coordenadas con las autoridades griegas, Frontex -la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas- y el Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU (Acnur). “Hay muchas preguntas para las autoridades europeas. Entre ellas, ¿por qué no rescataron a cientos de personas que se hallaban en evidente peligro?”, se interroga en conversación con El Independiente Muhammad al- Kashef, activista de Watch-the-Med Alarm-Phone.
¿Por qué siguen restringiendo las rutas migratorias seguras mientras se condena a transitar rutas mortales?
“¿Por qué no hubo suficiente capacidad de rescate a pesar de que se sabía de su angustia desde hacía tantas horas? ¿Por qué prefieren culpar a los que murieron y sobrevivieron en lugar de responder a las preguntas incómodas sobre su fracaso en el rescate?”, agrega Al Kashef. “Es una de las muchas tragedias de la última década. Por desgracia, ni la peor ni la primera”, replica con evidente amargura. “¿Por qué se han dedicado a rechazar y no prestar asistencia durante tantos años? ¿Por qué siguen restringiendo las rutas migratorias seguras mientras se condena a transitar rutas mortales?”.
Esas últimas horas levantan acta de un final agónico, una singladura hacia la muerte que había comenzado la semana previa. “Después de cinco días de viaje, se les había acabado el agua, el conductor de la embarcación los había abandonado en mar abierto y había ya seis cadáveres a bordo. Los migrantes no sabían exactamente dónde estaban, pero gracias a la ubicación instantánea del teléfono de Thuraya, pude obtener su ubicación exacta y alerté a las autoridades relevantes”, narra la activista, que trasladó el aviso a las 9.35 horas del martes. La tragedia se precipitó poco después, cuando un navío mercante se aproximó y se ató con cuerdas a los dos extremos del barco. El movimiento hizo zozobrar a la embarcación.
“Comenzó a arrojar botellas de agua. Los migrantes sintieron un peligro extremo porque temían que las cuerdas pudieran voltear el barco boca abajo y que las peleas a bordo por el agua pudieran causar un naufragio. Por esta razón, se alejaron ligeramente de la nave para evitar un accidente que veían más que probable”. La confusión se apoderó del barco. “No entendían si se trataba de una operación de rescate o una forma de poner sus vidas aún más en peligro”, relata Sufi, que permaneció en contacto con la barcaza hasta las 11 de la noche hora griega.
Cundió la confusión. No sabían si era un rescate o estaban poniendo sus vidas en riesgo
“Cuando los migrantes se alejaron ligeramente del barco, no había intención de proseguir su viaje a Italia, porque no sabrían navegar para alcanzar aguas italianas, ya que el verdadero conductor del barco estaba desaparecido y seguían preguntándose qué hacer. Necesitaban ayuda en las aguas donde se hallaban”, recalca Sufi, tan conmovida como Al Kashef por la ausencia de celeridad en el rescate. La principal hipótesis de su naufragio es que la embarcación se hundió tras quedarse sin combustible o sufrir problemas de motor. El movimiento de unos pasajeros dominados por el pánico hizo que se escorara y acabara volcando.
Una ruta que concentra la mitad de las llegadas
Entre los rescatados con vida, figuran sirios, egipcios, paquistaníes, afganos y palestinos, que tratan de sobreponerse ahora en Kalamata, al suroeste de Atenas. La mayoría son varones y hay al menos ocho menos de edad. “El perfil de migrante en esta ruta es el de familias que buscan un lugar seguro en el que vivir y construir un futuro para sus hijos”, confirma Al Kashef.
Los activistas que monitorean los flujos migratorios desde hace años coinciden en que era un naufragio anunciado, mientras el pacto migratorio de la Comisión Europea lleva años en un cajón. Fuentes del Frontex reconocen a este diario que la ruta del Mediterráneo central -el naufragio se produjo un poco más al este- ha cuadriplicado el número de llegadas irregulares con respecto al mismo periodo del 2022. Concentra casi la mitad de las llegadas en lo que va de año.
“Es el el nivel más alto desde que Frontex empezó a recopilar datos en 2009, a pesar de que las entradas por las demás rutas principales disminuyeron con respecto al año anterior”, advierten. Se trata de un incremento del 292% hasta finales de mayo, a la espera de cifras actualizadas. Son más de 42.000 personas las que arriesgaron la vida en busca de la orilla norte del Mediterráneo, un mar convertido en un cementerio de vidas anónimas.
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