En los compases iniciales de la invasión rusa a gran escala en Ucrania, el jefe del servicio de inteligencia militar de Putin urde una estrategia para herir a la OTAN a las puertas de Europa y desviar el foco de la guerra. La artimaña pasa por agitar el avispero del Magreb con el envío de cincuenta millones de dólares en armas al Frente Polisario usando los servicios de un traficante iraquí. Es la operación ficticia que ha ideado el ex embajador español y director del CNI Jorge Dezcallar con los ecos directos de la guerra en suelo europeo y el cambio de posición español en el conflicto del Sáhara Occidental.
“Es ficción pero podría ser plausible”, desliza Dezcallar (Palma de Mallorca, 1945) en conversación con El Independiente. “Juego con un contexto muy real, como es la guerra en Ucrania y la lucha por la hegemonía en el norte de África entre Argelia y Marruecos. Todo lo demás es ficción”, advierte el veterano diplomático, ya jubilado, que fue durante doce años jefe de Gabinete del ministro de Asuntos Exteriores además de embajador en Estados Unidos o Marruecos y director del CNI. En Operación Falsa Bandera: Del Kremlin a Tinduf (La Esfera de los Libros), Dezcallar fantasea incluso con una conversación de Pedro Sánchez sobre el cambio de posición en el Sáhara y un diálogo de Mohamed VI y su ministro de Exteriores celebrando, entre carcajadas, la cesión del socialista.
“Me divierte jugar con esa especie de realidad y ficción. Hay personajes reales, como Putin, y otros que no lo son, como el ministro de Exteriores marroquí”, comenta mientras reconoce que su novela de espionaje y operaciones encubiertas se nutre de su dilatada experiencia. “No hubiera escrito esto jamás si no hubiera pasado por dónde he pasado. He visto muchas negociaciones; he estado mucho con jefes de Estado y presidentes; sé cómo se mueven y cómo reaccionan”.
Pregunta.- El Sáhara es uno de los escenarios en los que sucede la novela. 47 años después, ¿es el talón de Aquiles de España?
Respuesta.- Sí, porque hemos cometido un error muy grande. Hasán II aprovechó con inteligencia la muerte de Franco para lanzar la Marcha Verde. Fue un momento de debilidad de España. La salida de las tropas españolas del territorio fue una mala retirada, porque dejó cabreada a la derecha, que pensó que el Ejército salía mal parado y también a la izquierda porque pensó que los saharauis habían sido abandonados. Pero, al mismo tiempo, hicimos algo bien: ponernos bajo el paraguas de la ONU. Lo que la ONU decía, nosotros decíamos amén. Estábamos cómodos hasta que, de repente, este gobierno, sin explicar por qué y sigue sin contar las ventajas que obtenemos, se salió de la protección del paraguas de las Naciones Unidas y se colocó en mitad de la pelea que en el Magreb protagonizan Argelia y Marruecos. Y en esa posición llueve mucho. En Argelia, donde se nos llama “traidores, canallas o sinvergüenzas”, se ha perdido todo el comercio español.
P.- ¿Cómo se revierte ahora una decisión así?
R.- Es muy complicado, porque cuando se da un paso así, la rectificación es muy compleja. Si el PP llega a gobernar España, no lo tendrá nada fácil. Habría que volver a insistir en lo que diga las Naciones Unidas y refugiarse bajo su paraguas. Rectificar ciertas decisiones no es sencillo. Sería deseable recuperar un cierto equilibrio. No creo que sea bueno estar peleado con la que además es una gran potencia energética [Argelia]. Eso va a tener un coste. Los supuestos beneficios del cambio de posición es haber rebajado la cifra de inmigrantes ilegales, que es una obligación de Marruecos o la recuperación del Paso del Estrecho, que es un beneficio para ellos porque son los emigrantes marroquíes los que lo usan. Las aduanas de Ceuta y Melilla siguen cerradas a día de hoy.
P.- En un capítulo del libro, recrea la conversación de Mohamed VI con su ministro de Exteriores tras el giro español en el Sáhara. “Doblegar a un socialista español hasta el punto de obligarle a copiar a Donald Trump es para nota”, se jacta el jefe de la diplomacia alauí…
R.- Sí. Es divertido. Yo he estado en entrevistas con el rey de Marruecos; he estado en ese palacio con una fachada muy bonita pero con un interior hortera. Sé cómo son esas reuniones. Eso me da la ventaja para escribir estas cosas, porque también es así como funciona el servicio de inteligencia.
He estado en entrevistas con el rey de Marruecos; he estado en ese palacio con una fachada muy bonita pero con un interior hortera
P.- ¿Es el júbilo el clima que domina hoy en el poder alauí?
R.- No me cabe duda. A mí lo que más me preocupa es que en Marruecos están satisfechos hasta no poder más. En Argelia están cabreados hasta no poder más. En Marruecos ven debilidad en la posición de España y eso es preocupante. Si Marruecos ve debilidad, es el anuncio de problemas a corto y medio plazo.
P.- ¿Acaso no la veían también antes?
R.- No. Antes nosotros estábamos muy cómodos. Teníamos una relación fuerte. Junto a Moratinos inventamos la teoría del colchón de intereses en la relación con Marruecos y Argelia. Nuestras relaciones con Marruecos son siempre pasionales, en dientes de sierra. Y la idea era desarrollar algo que a Marruecos le saliera caro pelearse por razones de política interna para ellos. Y lo conseguimos. Somos el primer socio comercial de Marruecos y el tercer inversor. Somos una potencia económica. Esto le causa un problema de cuernos terrible a los franceses, porque consideran que es su terreno.
Necesitamos un Marruecos estable, desarrollado, socialmente en paz y democrático
P.- Ahora, en cambio, Rabat vende que tiene la sartén por el mango…
R.- Sí. A España le interesa que a Marruecos le vayan bien las cosas. Si a Marruecos no le van bien, tendremos problemas. Necesitamos un Marruecos estable, desarrollado, socialmente en paz y democrático. Hasán II decía aquello de que no hay que insultar al futuro porque lo vamos a compartir. Pasarán muchas cosas, pero dentro de mil años España y Marruecos seguirán uno al lado del otro, salvo que exista un desastre telúrico. Un golpe de Estado en Marruecos provocaría una oleada de emigración hacia España. Es perfectamente compatible con una política firme, en la que no se cede permanentemente porque así no se consigue el respeto de la otra parte.
P.- En otro de los pasajes, retrata al presidente del Gobierno español firmando el cambio de posición en el Sáhara, que califica de “prodigio de autismo político”…
R.- Es la visión de los personajes aunque soy yo el que los crea. La ficción te permite decir cosas que de otra forma no podrías decir. Yo pongo en boca de personajes cosas que pienso. Y yo pienso que fue un ejercicio de autismo político porque tomó esa decisión en compañía de dos o tres personas. No sé quiénes son, pero el ministro de Exteriores no lo conocía ni la parte socialista, tampoco Podemos ni el resto de los grupos parlamentarios. La medida rompe un principio básico que es que la política exterior es una política de consenso. Una política exterior depende de los intereses del país y los intereses del país no dependen del inquilino de la Moncloa.
P.- Esa falta de transparencia ha dejado un poso de duda y sospecha sobre la actuación del Gobierno…
R.- Así es. Da pie a que surjan todo tipo de teorías conspirativas y cosas absurdas. [¿Alimenta la percepción de chantaje?] Lo alimenta y es muy malo.
La buena relación con Marruecos es perfectamente compatible con una política firme, en la que no se cede permanentemente porque así no se consigue el respeto de la otra parte
P.- ¿Pesan mucho los secretos en la relación con Marruecos?
R.- Hay cosas que no se pueden poner en los periódicos, pero creo que son muy pocas. Y en segundo lugar, no veo qué razones puede haber para no ser más transparente. Y como no se entiende, eso es lo que da pie a que la gente piense que aquí hay algo que no nos quieren contar. En Francia se ha investigado y se ha establecido que Marruecos espió al presidente y de ahí la frialdad brutal entre Francia y Marruecos. Aquí, sin embargo, no se ha investigado nada ni se ha pedido explicaciones a nadie por el espionaje del móvil con Pegasus.
Un sistema de partido único como el del Polisario es algo que responde a otra época
P.- En la novela hay una conversación entre un padre y un hijo saharauis en El Aaiún. El progenitor es un empresario que apoya la ocupación y el hijo es militante del Polisario. Intuyo que su opinión sobre el movimiento está más cercana a la del padre…
R.- Creo que los saharauis tienen una personalidad y una identidad pero también creo que quienes viven en los campamentos en Tinduf lo están pasando muy mal y también creo que un sistema de partido único es algo que responde a otra época. Se trata de un hándicap grande aunque sé que muchos partidarios del Polisario se me echarán encima. Cuando el gobierno dice que apoyar la autonomía propuesta por Marruecos es la base más seria, creíble y realista, yo respondo que serio y creíble es un acuerdo entre las partes; realista sí que es. La autonomía puede ser una solución con ciertas garantías de Marruecos.
Esa conversación entre padre e hijo revela un poco el desgarro que los propios saharauis sienten y las distintas percepciones y sensibilidades que hay entre ellos. Algunos miran la independencia por encima de todo, algo que veo muy difícil, y otros que piensan que hay que buscar acomodo y efectivamente El Aaiún es hoy un paraíso comparado con lo que era en términos de inversiones, infraestructuras y atracción de dinero. La independencia no la veo, primero por Marruecos y segundo porque las grandes potencias no la quieren. Un Sáhara independiente sería un país de 200.000 kilómetros cuadrados con 100.000 habitantes y sería un Estado fallido frente a Canarias con una vía comercial tan importante. Eso no lo quiere nadie. Me gustaría que los saharauis se pudieran reconciliar y encontrar una fórmula que permitiera a los de Tinduf vivir mejor.
Un Sáhara independiente sería un Estado fallido
P.- ¿Es la autonomía una quimera con la situación actual de Marruecos?
R.- Marruecos está evolucionando. No es el país de los años de plomo. Ha habido un desarrollo económico que, en el caso espaol, trajo el político. En China, en cambio, el capitalismo de Estado no ha traído el fin de la dictadura del Partido Comunista. Pero no sé lo que puede pasar en Marruecos.
P.- Marruecos se ha convertido en un tema de política nacional, con los políticos discutiendo, por ejemplo, si es o no una dictadura. ¿El ruido molesta a los diplomáticos?
R.- Ciertamente complica nuestro trabajo, pero yo quiero dejar claro que soy un firme partidario de una relación fuerte, estrecha y sólida, con un Marruecos estable, desarrollado, democrático. Lo que es bueno para España es bueno para Marruecos, pero eso no se puede conseguir a cualquier precio.
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