Han sucedido esta misma semana, con el intervalo de apenas 24 horas. El lunes la Casa Real marroquí aireó una carta de Benjamin Netanyahu en la que Israel reconocía la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Un día después el presidente argelino, de visita oficial en Pekín, exhibió el apoyo de China a la autodeterminación del Sáhara. Ambas escenificaciones, con la implicación de terceros estados, tienen un leitmotiv: la lucha que ambos países libran por el dominio en el Magreb con el trasfondo de la ex colonia española.

En un caso y otro, el porvenir del Sáhara Occidental -un territorio no autónomo, según la ONU- es una causa sagrada sobre la que descansa la legitimidad de sus respectivos regímenes. Además de ser combustible para una tensión al alza que excede sus límites geográficos. Una "Guerra Fría" a las puertas de España en la que nuestro país ha apostado por una de las partes en liza. "La relación especial entre Marruecos e Israel y el intento de Argelia de aumentar su cooperación con China lo que reflejan es ese mayor nivel de hostilidad, competencia, inestabilidad en el que se halla instalado el Magreb desde hace unos años", reconoce a El Independiente Eduard Soler, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Barcelona.

La voluntad de cooperación que en 1989 vio nacer la Unión del Magreb Árabe se ha desvanecido por completo. La alianza, integrada por Marruecos y Argelia junto a Mauritania, Libia y Túnez, no celebra un encuentro de alto nivel desde 2008. Sus jefes de Estado no se reúnen desde 1994. Y en los últimos años las viejas rencillas que enfrentan a marroquíes y argelinos han ido en aumento, con una escalada armamentística que amenaza con ir consolidando una dinámica de bloques y conducir al choque de trenes.

Los factores -advierte Haizam Amirah Fernández, investigador del Real Instituto Elcano- son diversos: "algunos de ellos han tensado las relaciones regionales durante décadas, mientras que los más recientes han agravado las tensiones ya existentes". "Las tres principales fuentes de tensiones regionales son: el conflicto del Sáhara Occidental; la brusca entrada de Israel en el Magreb a través de su relación con Marruecos; y la mentalidad de suma cero que guía los procesos de toma de decisiones y el activismo diplomático de cada país, según la cual la debilidad o la vulnerabilidad percibida del vecino se consideran siempre en beneficio propio", agrega.

Trump alimentó la hoguera

El reconocimiento de Donald Trump en diciembre de 2020, en sus últimas semanas en la Casablanca, de la soberanía marroquí sobre la ex colonia española, a cambio de la normalización de relaciones entre Rabat y Tel Aviv, sirvió para echar leña al fuego de la disputa por la hegemonía regional. "La relación Marruecos-Israel retroalimenta este ciclo de tensión porque es vista desde Argelia como un movimiento que busca de forma muy explícita mejorar las ventajas estratégicas de Marruecos en relación a Argelia y como una amenaza para su seguridad nacional", sostiene Soler. "El movimiento de Trump no ha contribuido a avanzar en la solución del conflicto. Al contrario, ha endurecido las posiciones de todas las partes implicadas", comenta Amirah Fernández.

El movimiento de Trump ha endurecido las posiciones de todas las partes implicadas

Desde aquella carambola, que Joe Biden no ha revertido aunque sí atemperado, se aguardaba al movimiento de Israel, dado finalmente esta semana, con 950 días de retraso. En este lapso de tiempo -recalca Alberto Bueno, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Granada- se ha consolidado "un movimiento ya de largo plazo" representando en "el respaldo diplomático, exterior, económico y por supuesto militar". "La decisión de Israel resulta de calado por el apoyo simbólico a la política exterior marroquí", comenta el académico.

Un acto de reconocimiento mutuamente beneficioso. "En Israel reafirma esa política de apertura y relaciones con determinados países árabes. A Marruecos le sirve para consolidar un aliado de peso internacional como es Israel y que en el ámbito militar le supone acceder a tecnología y plataformas de mucho nivel que en la carrera armamentística que mantiene abierta con Argelia le puede dar una diferencia cualitativa y sustantiva, sin lugar a dudas", detalla. En el caso marroquí, la sintonía con Israel le ha brindado herramientas de espionaje como Pegasus, manufacturado por una empresa israelí, y drones con el que bombardear posiciones del Frente Polisario en una guerra asimétrica y de baja intensidad.

Argelia, en busca de un nuevo equilibrio

Un matrimonio de conveniencia y altura que ha lanzado a los generales argelinos a reforzar los acuerdos ya existentes, buscar otros y sacudir a su diplomacia del letargo de los últimos años. "Desde hace tiempo Argelia busca reequilibrar su presencia internacional, toda vez que Rusia se ha comprometido en la guerra de Ucrania a nivel internacional, perdiendo mucha de su fortaleza y arrojando serias dudas en el plano militar", esboza Bueno. "Argelia persigue diversificar sus alianzas, buscando a otras potencias. Tampoco tiene demasiado a donde dirigirse: busca el respaldo de países como India, Rusia o Brasil para contrarrestar y ganar una posición de contrapeso". Y ha jugado, además, la baza de su importancia como proveedor de gas con Europa -especialmente Italia o Alemania- en plena búsqueda de alternativas al suministro ruso.

Argelia busca el respaldo de países como India, Rusia o Brasil para ganar una posición de contrapeso

Una necesidad de sumar y ampliar amistades que explica el viaje esta semana del presidente argelino Abdelmadjid Tebboune a Pekín. Tras su encuentro con su homólogo chino Xi Jinping, ambos países acordaron intensificar su cooperación económica. Para el gigante asiático, Argelia es "un socio natural". Fue el primer país árabe en firmar en 2014 una asociación estratégica integral. "Argelia está dispuesta a trabajar estrechamente con China en la cooperación estratégica en asuntos internacionales y regionales", manifestó Tebboune. Como ya hiciera hace un mes durante su visita a Moscú, el argelino presentó sus credenciales para adherirse al BRICS, el club de mercados emergentes formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.

En la declaración conjunta de China y Argelia, el litigio del Sáhara Occidental -el último territorio por descolonizar de África- mereció una mención. "Las dos partes afirmaron su apoyo a los esfuerzos encaminados a alcanzar una solución permanente y justa en el marco de la legalidad internacional, especialmente las resoluciones de las Naciones Unidas, de manera que garantice la libre determinación del pueblo de Sáhara en el contexto de los arreglos consistentes con los principios y propósitos de la Carta de la ONU. Las dos partes también expresaron su apoyo a los esfuerzos de las Naciones Unidas en este sentido", reza el texto.

El ministro de Exteriores marroquí, Naser Burita, comparece en una rueda de prensa en Rabat.
El ministro de Exteriores marroquí, Naser Burita, comparece en una rueda de prensa en Rabat. | EFE

A juicio de Soler, "la relación entre Argelia y China están en el mismo contexto pero no puede ponerse en el mismo cajón" que la que mantienen Marruecos e Israel. "El elemento diferencial es que desde Marruecos no se percibe a China como un enemigo", arguye. Rabat, al igual que Argel, recibió vacunas chinas y coopera con Pekín en el sector de las infraestructuras, vital para los chinos y su estratégica Ruta de la Seda. "A Marruecos le preocupa mucho no enemistarse con China porque no deja de ser un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y cuestiones fundamentales para Marruecos, especialmente las del Sáhara, se abordan ahí".

Argelia, en cambio, carece de lazos con Israel e integra esa lista cada vez más exigua de países árabes que continúan siendo inflexibles con el Estado hebreo. Los Acuerdos de Abraham, iniciados por Emiratos Árabes Unidos y secundados por Bahréin y Marruecos, ha abierto una senda a la que parecen tentados otros estados de la región.

Argel, sin embargo, ha convertido la causa palestina en otra de sus razones de ser en política internacional, patrocinando los esfuerzos de reconciliación entre las facciones palestinas. El pasado noviembre, durante la deslucida cumbre de la Liga Árabe en Argel, Tebboune tildó la palestina de “la causa central” de los árabes. "Nuestra principal y primera causa, la madre de todas las causas, la cuestión palestina, estará en el centro de nuestras preocupaciones y nuestra principal prioridad", indicó.

Un seísmo que alcanza a España

En palabras del presidente argelino, las relaciones entre ambos países se hallan "en un punto de no retorno". En agosto de 2021 el régimen argelino dio por rotas las relaciones diplomáticas con Rabat alegando “actos hostiles”, entre ellos, el espionaje a altos cargos argelinos mediante Pegasus. La razón más destacada es, sin embargo, el largo contencioso del Sáhara Occidental. Argel es desde 1975 el principal apoyo internacional del Frente Polisario y su lucha por la descolonización de un territorio bajo ocupación marroquí. Desde hace dos años los lazos se han deteriorado sensiblemente, con el cierre del espacio aéreo argelino a los aviones marroquíes, la cancelación del suministro de gas y las continuas disputas en público.

Esas hostilidades han acabado contagiándose a Túnez, a propósito de la visita al país del líder del Polisario Brahim Ghali, el acercamiento del régimen de Kais Saied a Argelia en busca de gas y en una coyuntura económica y política extremadamente compleja y las represalias de Marruecos, que retiró a su embajador. Y también salpica a los países del otro lado del Mediterráneo, con especial impacto en España.

Desde el giro en el contencioso del Sáhara, respaldando las tesis del plan de autonomía marroquí, Madrid ha quedado atrapada en el fuego cruzado. Mientras el movimiento restableció las relaciones con Marruecos, muy dañadas tras la acogida por motivos humanitarios de Ghali, hizo saltar por los aires la interlocución con Argel. "El cambio, cuyas razones profundas el gobierno de España no ha querido explicar, ha supuesto acompasar su política exterior a los intereses marroquíes y, a la vez, debilitar sus relaciones con Argelia", opina Bueno.

España no debería buscar el alineamiento con ninguno de los dos bloques

El debate sobre el futuro de los lazos con ambos países ha estado presente en la campaña de las elecciones de este domingo. "Por razones de muy distinta índole, España tendría que mantener buenas relaciones tanto con Marruecos como con Argelia", destaca el analista, quien alerta también de cómo el apoyo israelí a Marruecos y su suministro en materia de Defensa debería llevar a nuestro país a "analizar sus capacidades militares en disuasión que podrían verse comprometidas" por el vecino del sur.

A su juicio, el nuevo Gobierno debería contar entre sus objetivos con evitar quedar atrapado en uno de los bloques. "España no debería buscar el alineamiento con ninguno de los dos bloques, aunque la idea de bloque quizás no sea del todo precisa porque existen relaciones mucho más flexibles y más abiertas entre los países y sus posibles aliados", sostiene Bueno. "España debería cuidar sus intereses a largo plazo y no parece que la situación actual responda a tal propósito".

Carrera armamentística

La reanudación de la guerra en el Sáhara tras el fin del alto el fuego decretado en noviembre de 2020 ha añadido nuevas capas de fricción a una larga historia de disputas y recelos. "Las diferencias ideológicas entre Marruecos, una monarquía conservadora, y Argelia, una república socialista, han estado en el centro de las crisis bilaterales. Sin embargo, las tensiones entre ambos países tienen su origen en diferencias que son profundas y van más allá de la ideología", advierte Amirah Fernández. A ellos contribuyen la teoría expansionista del Gran Marruecos -trufada de declaraciones de funcionarios marroquíes y el ruido mediático- y "el intento de Marruecos de apoderarse de parte del territorio argelino en 1963, un año después de independizarse de Francia, un enfrentamiento militar conocido como la Guerra de la Arena".

En 2023 se prevé que el presupuesto de defensa de Marruecos alcance el 5,2% del PIB mientras que Argelia casi duplicará el suyo

Una génesis de suspicacias sobre las que se han ido sumando otros episodios, entre hechos propios y ajenos. El reconocimiento de Trump envalentonó a la diplomacia marroquí, que en marzo de 2022 logró el trofeo de la carta de Pedro Sánchez y ahora se jacta del movimiento israelí, pero también ha abonado la frustración "al hacerse evidente que ningún otro gran país u organización internacional -la ONU, la UE, la UA o la Liga Árabe- seguía los pasos de Trump", subraya Amirah Fernández. La medida del republicano "alteró el inestable equilibrio entre los dos competidores por la hegemonía regional en el Magreb", añade.

En ambos países la escalada ha alimentado el nacionalismo y se ha propagado a todos los ámbitos. Los presupuestos militares pulverizarán registros este año. "En 2023 se prevé que el presupuesto de defensa de Marruecos alcance el 5,2% del PIB, mientras que Argelia casi duplicará el suyo hasta los 18.000 millones de dólares", apunta el investigador del Real Instituto Elcano. Una carrera que propulsa el "dilema de seguridad": los dos estados, que se sienten amenazados, compiten por incrementar su poder para sentirse más seguros, con el horizonte posible de una guerra.

A un lado y otro de la frontera, la pugna es un rentable modo de distraer a sendas opiniones públicas de los enormes problemas internos que padecen. Y los nubarrones se proyectan sobre el futuro de una región cada vez más deshecha. "Las noticias de los últimos días no cambian el panorama de los últimos meses ni la evolución que estamos apreciando, sino que viene a consolidar esta tendencia", advierte.