Partieron el 10 de julio de Fass Boye, un pueblo pesquero a 145 kilómetros al norte de Dakar, la capital de Senegal, pero jamás llegaron a su destino, las Islas Canarias. Durante más de un mes, un cayuco con un centenar de personas a bordo permaneció a la deriva hasta que esta semana el Zillarri, un pesquero español con bandera de Belice, halló a los 38 supervivientes, entre ellos 4 menores de edad. Los últimos náufragos con vida se hallaban a unos 300 kilómetros de la isla caboverdiana de Sal y tratan ahora de sobreponerse al enésimo trauma de la peligrosa ruta canaria.
La primera señal de que la precaria embarcación de madera debía hallarse en apuros la recibió la activista Helena Maleno, fundadora de la ONG Caminando Fronteras. Está fechada el 20 de julio, diez jornadas después de iniciar la travesía. “Los familiares nos contactaron ese día porque la embarcación había salido de la zona de Fass Boye el día 10 de julio y no tenían noticias de ellos”, rememora Maleno en declaraciones a El Independiente. Tras las primeras llamadas, la ONG -que alerta de que la cifra de fallecidos podría llegar hasta las 92 personas- informó a las autoridades españolas y marroquíes y “a todos los países a los que concierne esta ruta migratoria”.
Las travesía y sus incógnitas
“Sabemos que alguna búsqueda se hizo pero en esa zona resultan bastante insuficientes. Se necesitan más medios y la coordinación entre países es un horror”, denuncia la activista. Durante el último mes la ONG ha seguido buscando pesquisas del paradero del cayuco hasta que el lunes la rudimentaria barcaza fue avistada por el Zillari, un pesquero de 27 metros de eslora construido hace 16 años en unos astilleros de Navia (Asturias) que faenaba por la zona. El Centro de Coordinación de Rescate de la Guardia Costera de Cabo Verde recibió entonces una llamada telefónica informando de que el buque español se había dado de bruces con el cayuco. Los 38 supervivientes fueron trasladados a tierra firme junto a siete cadáveres.
Querían ir a España, explica un familiar de los desaparecidos
Fueron los que lograron superar todas las vicisitudes quienes informaron a las autoridades de Cabo Verde de la procedencia del cayuco y de su itinerario truncado hacia las puertas de Europa. Fuentes de la Organización Internacional de las Migraciones han indicado a este diario que se desconocen aún las circunstancias que llevaron al barco a “quedar atrapado durante tan prolongado periodo de tiempo en el mar exponiendo a sus ocupantes a los riesgos de la hipotermia o la deshidratación, incluido el naufragio”. Entre los supervivientes, figuran cuatro menores de entre 12 y 16 años.
56 desaparecidos
Según los datos de la organización, habría hasta 56 desaparecidos que junto a los siete cadáveres hallados en el cayuco elevarían a 63 el balance de muertos. A excepción de un ciudadano de Guinea-Bissau, el resto de los migrantes procedían de Senegal y escapaban de la pobreza, la violencia, las turbulencias políticas y los estragos que causa el cambio climático. “Hemos visto muchos casos de embarcaciones varadas durante días y semanas, y estas tragedias se han vuelto más frecuentes en los dos últimos años con el aumento de las salidas desde África Occidental", advierten.
Las autoridades caboverdianas mantienen a los siete cuerpos en la morgue del Hospital Regional Ramiro Figueira a la espera de las tareas de identificación mientras negocian con Senegal la repatriación de los supervivientes. “Debemos abrir nuestros brazos y recibir a los supervivientes y enterrar a los muertos con dignidad”, ha declarado la ministra de Sanidad caboverdiana, Filomena Goncalves, en el muelle de Palmeira, en la isla de Sal, al que fue trasladada la tripulación del cayuco por el pesquero español. “En este momento, la consigna es la solidaridad”, agregó.
Con los pormenores de la accidentada travesía aún en sombra, el destino cierto y al que nunca arribaron eran las Islas Canarias. “Querían ir a España”, ha manifestado Cheikh Awa Boye, presidente de una asociación local de pescadores de la localidad senegalesa de donde partió la embarcación. El vecino tiene a dos sobrinos entre los jóvenes a los que se tragó el mar. El miércoles, después de que la noticia de la tragedia se extendiera por Fass Boye, la rabia de los familiares de los fallecidos desató una oleada de incidentes. Algunos vehículos fueron dañados y el fuego alcanzó la casa del alcalde.
El regreso de los cayucos a la ruta canaria
Su tragedia está jalonada de meses marcados por el incremento del número de cayucos que llegan hasta el archipiélago canario. Una treintena de este tipo de embarcaciones llegaron a las islas entre junio y julio pasados. En lo que va de 2023 el 35 por ciento de los migrantes asistidos a su llegada -alrededor de 3.000- procedían de Senegal, por delante de Marruecos, con 2.199 y el 25,3 %, y Costa de Marfil, 871 personas y un 10 %.
Uno de los últimos cayucos desembarcó con 138 migrantes a bordo en el puerto de La Restinga, en la isla del Hierro, a finales de la semana pasada. Durante los días previos habían sido rescatado hasta cinco cayucos, una embarcación de gran capacidad que ha reaparecido en los últimos meses en una Ruta Canaria copada en el último año por trayectos de menor distancia a bordo de pateras y neumáticas desde las costas del sur de Marruecos o los territorios del Sáhara Occidental ocupados por Rabat. Otra de las embarcaciones detectadas recientemente procedía de Gambia, de donde había partido siete días antes. Las 120 personas a bordo, entre ellas cuatro mujeres, se hallaban en buen estado de salud.
Quienes proceden de Senegal o Gambia suelen llegar a las islas de Tenerife o El Hierro. “Es una tendencia al alza bastante significativa”, subraya el experto en migraciones, Txema Santana, en declaraciones a este diario. “La situación socioeconómica en Senegal y la incertidumbre ante una situación política tensa han hecho que los cayucos regresen a la ruta canaria”, apunta. “Además de transportar a más gente hacen una ruta más larga y son autoorganizados. Los cayucos cambian la morfología de la ruta porque llegan más a la isla de Tenerife y El Hierro”.
Las características de esta ruta migratoria hacen que estas embarcaciones puedan perderse fácilmente o quedar a la deriva si se produce un fallo en el motor
Entre los cayucos que han vuelto a asomar por las islas canarias, figuran dos tipos: los mauritano, de menor tamaño y generalmente de color blanco; y los senegaleses, que son barco de pesca de mayores dimensiones y decorados con diferentes colores. En este último caso, son barcos capaces de albergar hasta 200 migrantes enrolados en una aventura sin éxito garantizado, con el riesgo siempre presente de ser empujados océano adentro lejos del destino buscado.
El pasado enero los equipos de rescate de Cabo Verde lograron llevar hasta tierra a unos 90 migrantes que trataban de evitar el naufragio de su cayuco. Según datos de la Organización Internacional de Migraciones, 324 personas fallecieron o permanecen desaparecidas en lo que va de este año frente a los 327 que se contabilizaron en el mismo periodo de 2022. El pasado año el balance definitivo alcanzó los 559 muertos, incluidos 22 niños.
Una sucesión de muertes en alta mar que Maleno considera evitables. “Si hubiera habido más búsqueda, en esta embarcación no hubiese muerto esta gente. Estarían vivas si se hubiera dado mayor colaboración. Por desgracia es lo que sucede con este tipo de políticas”, lamenta la activista. “Las características de esta ruta migratoria hacen que estas embarcaciones puedan perderse fácilmente o quedar a la deriva si se produce un fallo en el motor". Cerca de un millar de personas murieron en la primera mitad de este tratando de alcanzar España. De ellas, 778 fallecieron en la ruta migratoria canaria. Cinco personas al día a bordo de pateras, cayucos o lanchas neumáticas. Una persona cada cuatro horas y media.
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