En octubre de 2018 Jamal Khashoggi acudió al consulado saudí de Estambul. Hatice Cengiz, su prometida, le esperó en la calle. Debía ser una cita rápida para obtener un certificado de divorcio, pero nunca volvió a salir del edificio. Cinco años después de su asesinato y descuartizamiento por una cuadrilla de funcionarios enviada desde Riad, el paradero de su cuerpo sigue resultando un enigma. La condena internacional que suscitó la agonía y muerte del periodista saudí ha ido diluyéndose. El aniversario está marcado por la rehabilitación pública de Mohamed bin Salman, el todopoderoso príncipe heredero cuya sombra ha sobrevolado siempre sobre un crimen sin castigo.
“Todo cambió dramáticamente aquel día. Jamás pensé que aquello pudiera suceder”, reconoce Cengiz. “Asesinaron a Jamal pero no podrán matar lo que él representaba: sus aspiraciones de democracia, libertad y derechos humanos para Oriente Próximo. A pesar de todo, creo que la justicia terminará prevaleciendo”, explica su prometida, convertida en la portavoz del hombre que durante años desfiló por los pasillos del poder saudí hasta que el meteórico ascenso de Mohamed bin Salman le llevó a optar por el exilio en Estados Unidos.
Se instaló lejos del reino en 2017 y comenzó a publicar artículos muy críticos con el joven heredero. Los cuatro hijos de Khashoggi han guardado silencio tras decidir permanecer en el reino y aceptar las millonarias compensaciones económicas ofrecidas por el régimen. A pesar de que en los últimos años ha mantenido un perfil bajo, Hatice sigue defendiendo el legado del hombre con el que una vez planeó una vida truncada. "El mundo quedó consternado por los detalles de lo que había sucedido, pero cinco años después ni hay justicia ni se ha esclarecido nada", desliza
Sin rendición de cuentas
“Cinco años después de su asesinato, no se ha logrado la rendición de cuentas. El príncipe heredero ha sido rehabilitado. Arabia Saudí sigue atacando y persiguiendo a los defensores de derechos humanos y amenazando la seguridad global”, denuncia Abdalá Alaoudh, hijo de un conocido clérigo encarcelado y una de las principales voces de la disidencia saudí en el extranjero.
El homenaje de quienes lo conocieron han marcado la efemérides de su muerte. Varias vigilias le han recordado y en Los Ángeles la plaza en la que está situado el consulado saudí ha sido renombrada con su nombre. “Periodista y defensor de los derechos humanos y la democracia asesinado por el gobierno saudí”, reza la placa recién colocada.
"Cinco años después de este atroz crimen, seguimos exigiendo justicia y rendición de cuentas al gobierno saudí y nos conmueven los esfuerzos mundiales para conmemorar la vida y el legado de Khashoggi", apunta a El Independiente Sarah Leah Whitson, directora ejecutiva de DAWN, (Democracia para el Mundo Árabe Ahora por sus siglas en inglés), una organización fundada en memoria del reportero y volcada en la promoción de la democracia en Oriente Próximo. "Si el gobierno saudí invirtiera una fracción de los miles de millones que está gastando para lavar su desastroso historial de derechos humanos en reformas reales y rendición de cuentas, todos -desde los ciudadanos saudíes hasta las personas de todo el mundo- estaríamos mejor”, agrega.
"Resulta vergonzoso, pero también doloroso, que el gobierno saudí no haya tenido la dignidad de entregar los restos de Khashoggi y permitir a sus amigos y familiares darle un entierro digno", arguye Raed Jarrar, director de Incidencia Política de DAWN. “Independientemente de las ganancias políticas por las que MBS y el régimen saudí crean que valió la pena matar a Khashoggi, al menos deberían tener una pizca de ética para permitirle un funeral de verdad”, añade.
Resulta vergonzoso, pero también doloroso, que el gobierno saudí no haya tenido la dignidad de entregar los restos de Khashoggi y permitir a sus amigos y familiares darle un entierro digno
Ejecución extrajudicial
Tras un lustro de activismo, los interrogantes siguen rodeando el asesinato de Khashoggi. En diciembre de 2018, tras un juicio a puerta cerrada, Arabia Saudí condenó a muerte a cinco personas por su homicidio y encarceló a otras tres entre siete y diez años. Posteriormente, las penas de muerte fueron conmutadas por 20 años de cárcel y las autoridades saudíes dieron por cerrado el caso sin proporcionar información de la identidad de los condenados.
Bin Salman negó siempre cualquier implicación con el escuadrón que se desplazó a Estambul, aunque las agencias de inteligencia de EEUU y Turquía y la relatora de la ONU sobre ejecuciones extrajudiciales le señalaron como el autor de la orden de acabar con él. "El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, aprobó una operación en Estambul para capturar o matar al periodista saudí Jamal Khashoggi", estableció el director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos en 2021. Resulta "altamente improbable que funcionarios saudíes llevaran a cabo una operación de esta naturaleza sin la autorización del príncipe heredero”, subrayó.
Es terrible que, en lugar de presionar en favor de la justicia por su asesinato, la comunidad internacional siga desplegando la alfombra roja para los dirigentes de Arabia Saudí
Los otros intentos de arrojar luz al asesinato tampoco han cosechado avances. En 2020 Turquía juzgó a 26 ciudadanos saudíes en rebeldía, pero hace un año el caso se cerró alegando la imposibilidad de proseguir ante la negativa de Riad a entregar a los acusados. Como trasfondo, las organizaciones de derechos humanos apuntaron a la recomposición de las relaciones entre ambos países. Una demanda civil presentada en EEUU por DAWN y su prometida turca fue desestimada a finales de 2022 tras dictaminar Washington que Bin Salman gozaba de inmunidad judicial al ser jefe de Gobierno. Había sido nombrado primer ministro en septiembre de aquel año.
“No ha habido una investigación penal independiente e imparcial sobre el papel desempeñado por altos cargos sino que, en su lugar, las autoridades saudíes continúan con su implacable represión de la libertad de expresión con total impunidad”, apunta Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional que como relatora de ejecuciones extrajudiciales de la ONU investigó minuciosamente el crimen. “La desaparición forzada, tortura y ejecución extrajudicial de Khashoggi constituyen crímenes de derecho internacional que deben ser investigados con urgencia y que podría enjuiciar cualquier Estado en virtud de la jurisdicción universal. Es terrible que, en lugar de presionar en favor de la justicia por su asesinato, la comunidad internacional siga desplegando la alfombra roja para los dirigentes de Arabia Saudí en cualquier oportunidad, anteponiendo los intereses diplomáticas y económicos a los derechos humanos”.
Bin Salman es muy bueno limpiando su imagen. Ha aprendido nuevas técnicas de relaciones públicas, pero nosotros vamos a seguir luchando
Rehabilitación internacional
A pesar de las muestras de consternación que el asesinato despertó entre los mandatarios internacionales, la realpolitik ha terminado abriéndose camino. Joe Biden, que prometió convertirlo en “paria” si llegaba a la Casa Blanca, negocia ahora un pacto de seguridad con la contrapartida del reconocimiento saudí de Israel. “Lo de Khashoggi fue horrible, una auténtica tragedia, pero no resulta viable ni sensato ni aconsejable tratar de aislar internacionalmente a Mohamed bin Salman”, señala a este diario David Roberts, profesor de la escuela de estudios de seguridad del King’s College de Londres. “Tentemos que vivir en el mundo real tal y como es, no como a algunos les gustaría que fuera. Tenemos que ser realistas y seguir adelante, por muy duro y sombrío que pueda sonar”, apunta.
Cinco años después, Arabia Saudí ha reanudado sus esfuerzos internacionales por lavar su imagen y abrirse paso en la escena internacional. Alberga grandes eventos deportivos; atrae a golpe de talonario a estrellas del fútbol; construye ciudades futuristas; y diversifica su economía invirtiendo en empresas occidentales. Intramuros del reino, la represión que ahogó a Khashoggi no ha cesado. El 9 de julio, las autoridades condenaron a muerte a un profesor retirado a raíz de que protestara contra las políticas gubernamentales en la red social X, antes conocida como Twitter.
“Hemos seguido escuchado las denuncias de gente que es arrestado, torturada y asesinada por el gobierno saudí. Bin Salman es muy bueno limpiando su imagen. Ha aprendido nuevas técnicas de relaciones públicas, pero nosotros vamos a seguir luchando”, promete Omar Abdelaziz, un disidente saudí y amigo del periodista. “Khashoggi escribió: Arabia Saudí no fue siempre lo que es ahora. Como saudíes merecemos algo mejor”, concluye.
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hace 1 año
Las sociedades actuales, casi todas olvidan pronto «estas cosas». Se habló de hacer un mundial de futbol allí… y a muchos países les falto tiempo para enviar sus selecciones.
Hace poco el gobierno saudí metió capital comprando casi el 10% de Telefónica y creo que se saldrá con la suya. El mundo es muy falso y más triste aún que estos personajes hagan y deshagan a su conveniencia. No existe la ética cuando hay dinero por delante. Es el mundo que nos ha tocado vivir, o hemos permitido que así sea. Triste.