Y lo ha vuelto a hacer. “Los palestinos son personas muy difíciles de matar. Lo sé porque estoy casado con una palestina. Lo intenté muchas veces pero no pude. Trato de llegar a ella pero siempre que lo intentó usa a nuestros hijos como escudos humanos”. El sarcasmo incisivo e irreverente de Bassem Youssef, capaz de desenmascarar a un conocido presentador, ha sorprendido a muchos, pero Yusef es un viejo conocido en Egipto. Un héroe que intentó, como ahora, usar el humor para romper estereotipos y, perseguido por islamistas y militares, terminó buscando refugio en Estados Unidos.

“Si tú quieres que condene a Hamás, condenaré a Hamás, al hummus, a lo que quieras…”, le espetó Y0ussef a Piers Morgan en Talk TV. “Por cierto la familia de mi esposa está bien. Le han bombardeado la casa. Mirénlo. Es hermoso. Va ser un buen tema de Halloween”, agregó ante la cara de póquer del presentador, incapaz de encajar “el humor negro” del egipcio. Youssef ni siquiera le da tregua cuando Morgan le desea que la familia de su esposa se encuentre sana y salva en Gaza. “En realidad, no los conozco. Ni siquiera vinieron a mi boda. No pudieron porque están atrapados en Gaza. Y no los he visto porque Gaza no es un buen destino. Escuchamos sus voces. Están bien. Están muriéndose”, concluye.

"Buscar las cosquillas" al poder

Youssef es un experto en “buscar las cosquillas”, como él suele decir, en aquellos asuntos pantanosos que una mente analítica y racional evitaría. Para él, son un aliciente para hacer, o intentar al menos, hacer buen humor. “No me considero un combatiente por la libertad ni siquiera un revolucionario. Simplemente soy un cómico. Alguien que trató de exponer sus opiniones del mejor modo que sabía”, me dijo hace unos años cuando le entrevisté. Yo estaba aún por Egipto; él, en cambio, había emigrado a Estados Unidos.

No me considero un combatiente por la libertad ni siquiera un revolucionario. Simplemente soy un cómico

Hubo un tiempo en Egipto en el que la sátira buscó las cosquillas de los poderosos que hoy, en cambio, desfilan cómodamente por las pantallas. Basem Youssef, un cirujano convertido en estrella del humor más ácido, fue el bisturí de un experimento aplastado por una brutal represión. “Fue una época de la que me siento muy orgulloso. Nuestro programa fue un hito que cambió el panorama mediático”, me reconoció desde su exilio californiano.

Durante los turbulentos tres años que sucedieron al ocaso de Hosni Mubarak, treinta millones de almas acudían cada semana a la cita de “Al Bernameg” (el programa, en árabe), un espacio que fue cambiando de dial hasta que la victoria del actual presidente egipcio, el ex jefe del ejército Abdelfatah al Sisi, precipitó su fundido a negro. “La verdad es que hubo muchos momentos dramáticos. Resultó muy difícil hacer comedia en medio de todos aquellos acontecimientos”, me recordaba el presentador. Sus peripecias y sinsabores protagonizan “Tickling Giants” (Buscando las cosquillas de los gigantes, en inglés), un documental disponible en Netflix que reivindica la carcajada en medio de la desastrosa mudanza política que vivió el país más poblado del mundo árabe.

Bassem Youssef, el cómico egipcio que se ha hecho viral, durante sus inicios en Egipto en 2011.

Empezó en Youtube en mitad de las revueltas contra Mubarak

Su programa, que arrancó como una parodia casera despachada por Youtube en los primeros meses que sucedieron a la espantada de Mubarak, no dejó títere con cabeza. Sus bromas enervaron a los Hermanos Musulmanes, la vieja guardia del dictador, políticos liberales y generales. “Yo era un tipo normal con el humor de cualquier egipcio corriente”, se excusó el doctor que revolucionó la casposa escena mediática de la tierra de los faraones. “Fuimos el primer programa cómico que se reía abiertamente de las autoridades en todo el mundo árabe. Nuestro papel era proponer temas que de otro modo no podían ser discutidos en público”, arguye quien lleva a gala ser el “Jon Stewart” de Egipto.

Sus dianas resultaron tan certeras que el espacio coleccionó advertencias, retrasos de emisión y litigios judiciales. En 2013, meses antes del golpe de Estado que desalojó del poder a los islamistas,  la fiscalía decretó su arresto por blasfemar contra el entonces presidente Mohamed Mursi y la religión. Pero la persecución más atroz acaeció tras la asonada, con los uniformados instalados en el poder. Youssef fue entonces acusado de propagar el caos y perturbar la paz nacional por "insultar a Al Sisi y distorsionar la imagen de Egipto". “Recibí muchas amenazas indirectas a través de los canales que emitían el programa o mediante presiones a miembros de mi equipo que tenían al hermano o al padre entre rejas”, desliza el humorista. “La presión fue mucho más seria tras la llegada de los militares. Hay amigos y familiares que me odian desde entonces porque me burlé del ejército, una institución que en Egipto es más sagrada que la religión. Algunos parientes me consideran un traidor”, confesó Youssef, autor de un ensayo que evoca con sorna algunos de los pasajes de un tiempo vivido peligrosamente.

Episodios tan sombríos como su huida de El Cairo en un avión rumbo a Dubai en noviembre de 2014, horas después de recibir una multa de diez millones de dólares por "violar lo acordado y vulnerar la línea editorial" de la cadena que albergó su espectáculo. “Mi abogado me advirtió de que el siguiente paso sería incluir mi nombre en la lista de personas que tienen prohibido abandonar el país”, relató. Según la clasificación que publica anualmente Reporteros Sin Fronteras, Egipto ocupa el puesto 161 de 180 países, una situación más delicada que la que se padece en Turquía o Venezuela. “No tengo esperanza de volver pronto a casa pero soy optimista. La revolución no es un acontecimiento cerrado. Es un proceso en marcha que lleva su tiempo”.