Magen Inon perdió a sus padres en el ataque terrorista de Hamás que el 7 de octubre segó la vida de más de un millar de civiles en el sur de Israel. Apenas han transcurrido dos semanas y Inon, profesor y doctor en filosofía de la educación, elabora aún el duelo. Sus álbumes familiares guardan las instantáneas felices de su padre Yakov, de 78 años, y su madre Bilha, que habría cumplido los 76 a finales de este mes. Son instantes fotográficos de viajes recientes a Londres, donde Magen reside, o vacaciones familiares en Israel.
“Intentamos llevarlo día a día. Es que la pérdida es realmente difícil de afrontar. Y encima, es una de tantas”, replica Magen en conversación con El Independiente. La conversación se desarrolla en dos actos. La primera llamada, a última hora del jueves, queda interrumpida por los llantos de un bebé. “Lo siento. Tengo que ocuparme de mi hijo”, dice antes de colgar. La segunda y definitiva tiene lugar a media mañana de este viernes. “Cuando hicimos el 'shiva' [período de luto de siete días para la familia inmediata de un ser querido que ha fallecido, en el judaísmo], oímos historias muy bonitas sobre mis padres, pero la mayor parte de la semana giró en torno al suceso y a lo que ocurrió exactamente y a compartir el dolor de los demás. Fue una semana muy intensa y difícil. Ahora cada hermano está pasando tiempo con su familia”, explica.
Una herida abierta
El testimonio de Magen, que ha regresado ya a Londres y trata de recomponer las piezas rotas, es similar al de otros cientos de familias israelíes y está lleno de dolor por la pérdida, una herida abierta que tardará tiempo en restañar. En los días que han pasado desde los ataques terroristas que se llevaron por delante a sus progenitores y les robaron esos instantes de reunión y esos paseos en común, Magen y sus cuatro hermanos han podido hablar y consensuar un mensaje antibelicista, en tiempos de despliegue militar en la frontera de Gaza y de las arengas plagadas de ardor guerrero que lanzan los ministros israelíes.
Cuando digo que pare la guerra, me refiero a todo el mundo: no sólo a los ataques israelíes; también los ataques de Hamás
“Que paren la guerra. Es un mensaje general. Creo que quizá la gente lo lea en función de su lugar de origen. Pero cuando digo que pare la guerra, me refiero a todo el mundo: no sólo a los ataques israelíes; también los ataques de Hamás”, desliza el joven. “No sé exactamente cómo hacerlo. Creo que no estamos recibiendo mensajes claros de los dirigentes israelíes sobre lo que intentan conseguir con todo esto. Y por eso temo que entremos en una guerra mucho mayor y sin objetivos claros. La Historia nos debe enseñar algo”, murmura al otro lado del hilo telefónico.
“No quiero que dentro de 20 años pensemos que cometimos un error similar al que cometieron los estadounidenses en Afganistán. Así que espero que de verdad no sea así. Pero mi llamamiento es para que todo el mundo: la comunidad internacional debe presionar a todas las partes implicadas para que cesen los combates; para que las personas secuestradas sean devueltas a sus hogares”, comenta Magen. “No estoy seguro de que Israel logre lo que se propone por la fuerza. No veo que eso sea posible, pero tal vez con presión internacional haya una forma de lograr algún tipo de acuerdo para detener los combates y devolver a sus hogares a los secuestrados”, insiste.
Recuerdos de una infancia feliz
Magen creció en Netiv Haasara, uno de los pueblos israelíes más próximos a la Franja de Gaza. De su infancia recuerda horas de juegos deslizándose sobre las dunas o los baños en el Mediterráneo. Su padre era agrónomo profesional y trabajó en el campo hasta el trágico final. Bilha, en cambio, era una educadora infantil que, tras jubilarse, hizo construir un taller junto a la casa donde pasaba las horas pintando.
Nos enviaron un mensaje corto diciendo que podían oír disparos. Dijeron que estaban a salvo dentro de la casa y que habían cerrado las puertas
El último mensaje que Magen y sus hermanos recibieron de sus padres fue la mañana de ese 7 de octubre. “Nos enviaron un mensaje corto diciendo que podían oír disparos. Dijeron que estaban a salvo dentro de la casa y que habían cerrado las puertas. Fue la última vez que supimos de ellos”. Poco después, la comunicación se cortó para siempre. Una hora después, una vecina que se había escondido con sus hijos en un armario de su hogar les comunicó que la vivienda familiar había sido arrasada por el fuego. Tardaron mucho más en conocer los detalles sobre su óbito. “Al parecer, la casa de mis padres fue alcanzada por un potente cohete y murieron en el acto. El dolor es insoportable. Mis padres eran una roca estable en mi vida y en la de mi familia, y el único consuelo que tengo es que murieron juntos. Inseparables en la vida y en la muerte”, comenta Magen.
Un luto que la familia Inon trata estos días de reconducir para alzar la voz y reclamar que, en medio de la conmoción y la rabia, impere la humanidad. “Creo que mi familia está intentando hacer lo que puede. Queremos transmitir el mensaje de que no buscamos venganza. Esperemos que la gente escuche ese mensaje, aunque se está creando más motivación para la próxima ronda de ataques en lugar de tratar de ver cómo podemos prevenirla”.
Con la experiencia traumática de las dos últimas semanas, los Inon han optado por romper el silencio que ha sepultado a los sectores de la sociedad israelí que observan alarmados el rumbo de los acontecimientos. “El panorama político general en Israel es que llevamos un año manifestándonos contra el actual Gobierno. Es un Ejecutivo de extrema derecha. Y por el otro lado tienes a Hamás, una organización muy extrema y asesina. No estoy comparando, pero definitivamente no ayuda que Israel tenga el Gobierno más escorado hacia la extrema derecha que jamás ha tenido. Y creo que eso demuestra que la fuerza no es la respuesta”.
"Palestinos e israelíes queremos sentirnos seguros"
“En primer lugar, la gente está muy asustada tras el atentado. Las sirenas suenan con cierta frecuencia en Tel Aviv y en otros puntos del país. La gente quiere recuperar su seguridad. Se oyen algunas voces que hablan de venganza, pero creo que la mayoría de la gente diría simplemente que quiere sentirse segura. Y no estoy seguro de cómo se puede conseguir, pero ese es el sentimiento de la gente en Israel: queremos sentirnos seguros a largo plazo. Y eso es, creo, algo que comparten también los israelíes con los palestinos de Gaza. Todos queremos sentirnos seguros. Y la cuestión es cómo conseguirlo”, responde con franqueza Magen.
La única solución es encontrar alguna forma de compartir una existencia común
El padre de tres pequeños, que acaba de quedarse huérfano en circunstancias dramáticas, titubea cuando se le pregunta por soluciones a un conflicto que arrastra una estela de 75 años de sangre y desgarros. Se halla en búsqueda de certezas. “No lo sé, pero creo que, a muy largo plazo, la única solución es encontrar alguna forma de compartir una existencia común. A corto plazo, la situación es muy complicada. Creo que no tengo una visión clara de lo que hay que hacer. Así que no lo sé. Creo que hay voces, bastantes, en Israel que apuestan por ejercer más fuerza”.
Frente a ese presente turbador, Magen evoca estos días sus memorias infantiles. “El mejor sitio era el viejo puente del ferrocarril, que formaba parte de las vías que conectaban Gaza con otras ciudades bajo dominio otomano y británico. Tirábamos una rama al agua y veíamos cómo desaparecía bajo el puente, la volvíamos a ver al otro lado y la seguíamos en la corriente hasta que desaparecía. Ahora, parece como si un torrente de sangre inundara el paisaje y mi dolor fuera una pequeña rama atrapada en la corriente. Todas las personas que conozco de mi infancia tienen una historia de terror que contar. Durante el atentado, recibí gritos de socorro de amigos que se aferraban a las puertas de sus habitaciones seguras mientras los terroristas intentaban abrirlas. Todos estábamos asustados, heridos y angustiados”, escribe en un artículo publicado este jueves en The Guardian.
Un futuro de paz
Magen no rehuye las preguntas. Habla de su biografía, la de un israelí crecido en una familia que mantenía el contacto con palestinos con nacionalidad israelí. “Son los palestinos que viven en Israel desde 1948 [la creación del estado de Israel]. Y tenemos muchos amigos entre esa comunidad. Muchos vinieron a la semana de luto para pasar tiempo con nosotros y contarnos, compartir nuestro dolor. Tenemos buenos amigos entre la comunidad beduina que también sufrió pérdidas humanas”.
“Mi padre tenía un muy buen amigo palestino con el que se reunía dos veces por semana. Estamos muy unidos. Creo que es algo que no se comenta tanto, pero los terroristas de Hamás mataron a palestinos que estaban en Israel y a beduinos y la violencia fue completamente ciega hacia los trabajadores tailandeses. No comprobaron los papeles de a quién disparaban”, rememora.
Mis padres jamás creyeron en los estereotipos, nunca trataron a alguien según su identidad
- ¿Hay espacio para la coexistencia entre palestinos e israelíes?
- Es un poco complicado. Hay palestinos con ciudadanía israelí que tienen una existencia compartida. Y creo que deberíamos aprovechar esas buenas conexiones e intentar fomentar esa vida compartida. Y con los palestinos que no tienen ciudadanía en los territorios palestinos, es una gran cuestión. Espero que podamos encontrar una manera de vivir en paz. Ese debería ser el objetivo, aunque sea dentro de 20 o 50 años. La gente de ambos lados de la frontera tiene buenas razones para odiarse. De ello se aprovechan quienes se alimentan de odio. Pero ésta no puede ser la única opción. Usted es de España, ¿verdad? ¿Cuánto tiempo necesitó España para ser un país pacífico? Le llevó años, imagino. Aunque ahora parezca que Oriente Próximo nunca será pacífico, espero que si miramos lejos en el futuro, podamos encontrar una forma de vivir pacíficamente unos con otros. Es algo en lo que ahora, justo después del atentado, resulta muy difícil pensar. Pero espero que quizá dentro de diez, veinte o treinta años podamos tener ese proceso de reconciliación y vivir juntos. Hay muchas similitudes entre las comunidades. Este es el futuro que quiero imaginar.
Mientras litiga aún con los recuerdos, el sufrimiento y la angustia de las conversaciones que dejó interrumpidas para siempre, Magen se ha propuesto cuidar de los suyos, como una legado heredado de sus padres. “Tengo un hijo de siete años que sabe lo que pasó, pero es muy difícil tener una larga conversación con él sobre ello. Así que realmente pensamos en él e intentamos protegerle lo mejor que podemos en la escuela y en otros lugares”, explica.
- No sé si en estas jornadas que han pasado se ha preguntado qué habrían dicho o hecho sus padres si hubiera sobrevivido a este horror...
- Puedo decirte lo que sé con certeza. Mis padres trataban a todas y cada una de las personas según sus capacidades y acciones individuales. Nunca creyeron en los estereotipos, nunca trataron a alguien según su identidad. Nuestra casa siempre estuvo abierta a personas de diferentes etnias y religiones. Y mi padre trabajaba realmente con todo el mundo. Mi madre tenía un carácter muy solidario y se preocupaba por los desfavorecidos. Y, de nuevo, sin pensar realmente en qué idioma hablaban o de qué etnia procedían. Así que para mí es obvio que ese sería su mensaje. Incluso en este caso, tratar de ver más allá de si soy israelí y él es palestino. ¿Es esa persona una buena persona con la que puedo compartir un futuro? ¿Puede ser mi amigo? Y esa sería la forma en que mis padres reaccionarían ante esta situación.
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hace 1 año
Hay hechos dignos de admiracióny respeto, pero de difícil comprensión, por como se han desarrollado.
hace 1 año
Producto del shock, este chico sufre del síndrome de Estocolmo, sin duda.