Sostiene que le arrebataron todo lo que tenía pero que se resiste a darse por vencido. El 7 de octubre Avichai Brodetz perdió el rastro de su esposa Hagar y de sus hijos Ofri, Yuval y Uriah. Los cuatro figuran entre las 93 mujeres y niños en manos de Hamás. En mitad de la conmoción, Avichai enfiló el camino hacia el ministerio de Defensa israelí. Frente a su sede en Tel Aviv ha protagonizado desde entonces una sentada que lo ha convertido en el líder espontáneo de las protestas de unas familias que esperan ahora con la respiración contenida la liberación de 50 de los rehenes en virtud de un acuerdo que, 47 jornadas después del ataque, comenzará este viernes a desplegarse con la entrada en vigor de cuatro días de tregua en la Franja de Gaza. El proceso se ha retrasado un día en mitad de unas conversaciones sobre detalles logísticos que aún prosiguen.
“Tengo miedo por cualquier cosa. Todos los días me levanto y me acuesto con miedo. Hace demasiado tiempo que lo tengo. Temo por todas las vidas, las de los civiles y los soldados. No quiero matanzas en ningún lugar. Ni en Israel ni en Gaza”, relata a El Independiente Brodetz, el agrónomo y estudiante de enfermería de 42 años que perdió a su familia en el ataque de Hamás al kibutz de Kfar Azza. Mientras el dolor inmovilizada a otros, este padre y marido escribió los primeros renglones de un movimiento que ha resultado vital para el inicio del desenlace de medio centenar de los 236 rehenes. Su presión en las calles ha logrado que un acuerdo que Benjamin Netanyahu rechazó hace una semana saliera adelante el martes tras una maratoniana reunión de su Gabinete.
El "deber moral" del Gobierno de Israel
En su primera reacción tras el anuncio de un pacto con mediación qatarí, el foro de familias de rehenes y desaparecidos -que ha reivindicado ante el Gobierno israelí la prioridad de que sus seres queridos regresaran a casa- instó a “los líderes a hacer todos los esfuerzos posibles para cumplir con su deber moral, poniendo en la balanza la vida de las personas”. “Agradecemos el apoyo del presidente Biden a este acuerdo y su inquebrantable llamado a la liberación de todos los rehenes”, deslizó un escueto comunicado que no mencionó a Netanyahu ni a ningún miembro de su Ejecutivo, con los que las diferencias han sido públicas y notorias.
Sólo miro a mi gobierno porque era el único que se suponía que debía proteger a mi familia y fracasó estrepitosamente
Durante 47 días de ansiedad, Brodetz se ha reunido con la mayoría de los ministros y les ha trasladado el mismo mensaje. “Dicen que el Gobierno de Israel ha estado haciendo todo lo posible para que los rehenes regresen a casa. Han dicho palabras correctas todo el tiempo. Yo solo les he comentado que deberían pensar en mis hijos como si fueran sus propios hijos. He tenido la sensación de que si sus hijos estuvieran allí, esta situación se habría resuelto hace mucho tiempo”, desliza en conversación con este diario, en su camino diario hacia una silla, colocada frente a uno de los accesos del ministerio de Defensa, desde la que lleva semanas elaborando su dolor y también su rabia. “Estar ocupado me ayuda a estar cuerdo”, murmura.
“No tiene ningún sentido que mujeres y niños sean rehenes y el gobierno se centre en solo Dios sabe qué”, agrega quien, desde el primer minuto, ha responsabilizado del ataque a la clase política que decía protegerlos. “No tengo ningún sentimiento de venganza ni de revancha ni de nada parecido. Tengo mucha fe y esperanza en mi familia, pero he sentido rabia porque esta situación ha durado demasiado. Y sólo miro a mi gobierno porque era el único que se suponía que debía proteger a mi familia, y fracasó estrepitosamente en esa tarea, y hasta ahora ha estado fracasando estrepitosamente en arreglarlo”, opinaba Brodetz hace unos días, antes de que el acuerdo se abriera paso.
“Sé que mi ira no resuelve nada pero no es el único sentimiento que tengo a lo largo del día. También albergo esperanza y un deseo enorme de tener a mi familia de nuevo conmigo”, confiesa un hombre anónimo hasta hace mes y medio que ha multiplicado sus apariciones públicas para elevar la presión sobre un Gobierno que, con un número de secuestrados récord, optó por las represalias contra el territorio donde permanecen en cautiverio, primero con bombardeos indiscriminados y más tarde con una operación terrestre. En este tiempo de zozobra, los parientes de los rehenes han desfilado por medios de comunicación; celebrado protestas; organizado reuniones con los políticos a cargo; y liderado junto a miles de compatriotas una marcha de Tel Aviv a Jerusalén para exigir la compasión de unos líderes volcados en la guerra que ha incrementado la angustia por el destino de sus seres queridos.
"Se han centrado en destruir a Hamás y no en devolverme a mi familia"
“Lo que he estado reclamando es que el Gobierno israelí se centre en una sola cosa: que me devuelvan a mi familia y a todos los rehenes. Me parece que hasta ahora se han estado centrando en destruir a Hamás y no lo suficiente en devolverme a mi familia. Creo que es su responsabilidad y que son los únicos que pueden hacerlo. Son responsables de que me arrebataran a mi familia y deberían ser responsables de devolvérmela y no centrarse en otras cuestiones, que quizá crean que son la máxima prioridad, pero no lo son. La única prioridad que deberían tener es arreglar lo que ellos causaron. Provocaron muerte, una carnicería y un secuestro masivo”.
Provocaron muerte, una carnicería y un secuestro masivo
Desde que a finales de octubre el despliegue de tanques y soldados comenzó a avanzar por los confines de Gaza, la determinación de quienes quedaron marcados por el horror del 7 de octubre ha sido incluso mayor. “Tengo que confiar en ellos aunque me cueste. No sé hasta qué punto la ofensiva terrestre pone en mayor peligro a mi familia”, replica Brodetz con la honestidad de quien reconoce no haberse interesado jamás por la política. “Ni siquiera voto. Jamás he protestado contra Netanyahu. Mi televisor sólo está conectado a la Xbox de mi hijo. Nunca miro los medios de comunicación. Siempre he confiado en el gobierno, fuera quien fuera, de izquierdas o de derechas. Y ahora han provocado este gran lío, y confío en que lo arreglen porque no tengo otra opción. No tengo más remedio que confiar en ellos. Netanyahu también es padre y sé que puede sentir lo que yo siento. Así que solo tengo que presionarlo para que haga lo correcto. Eso es todo”.
Ahora, en mitad de la expectación del canje, el hombre que protestó primero y con su gesta logró convencer a otros de sumar fuerzas en la calle dice no tener información de quienes serán los liberados. Tampoco sabe si, entre ellos, están su esposa e hijos. “Solo deseo recuperar esa vida sencilla. Nunca aspiré a nada en la vida excepto a disfrutar de mi familia, mis amigos y mi comunidad. Quiero desayunar, cenar juntos y jugar con mis hijos”.
Una oleada de solidaridad y adhesión
Brodetz admite que una de las fortalezas de estos 47 días a la intemperie ha sido las muestras de solidaridad que ha ido reuniendo. “Han sido inmensas. Personas de todo el mundo que me han escrito o han venido a abrazarse a donde protestaba. Es lo que me mantiene aún fuerte”, arguye. Otro de los asideros que le han mantenido a flote ha sido pensar que su mujer y vástagos permanecen unidos durante su cautiverio. “Creo que Hamás, como organización islámica, está haciendo lo correcto al mantener a los niños con sus madres y mantenerlos a salvo, alimentarlos y cuidarlos. Tengo mucha fe en ello”.
Con la liberación en ciernes, el padre coraje que inauguró la presión popular sobre Netanyahu comparte otros sueños junto al más inmediato del regreso de los sueños y los abrazos interrumpidos: “Puedo decirte que deseo que este conflicto acabe. Cualquier carnicería que cause la guerra para ambos bandos resulta realmente terrible”, explica. Desde la asociación de familiares agregan: “Damos la bienvenida a todos los rehenes que regresan a casa, pero nuestra demanda permanece sin cambios: la liberación inmediata de los 236 rehenes. Garantizar la liberación segura de todos los rehenes es una prioridad nacional. No habrá victoria hasta que todos los rehenes regresen a casa”.
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