Periodista y político iraní en el exilio, Taghi Rahmani es conocido ahora como el "marido de" la Premio Nobel de la Paz de 2023, la activista Narges Mohammadi, en la prisión de Evin. Rahmani, exiliado desde 2012 en París, donde vive con sus dos hijos gemelos, Ali y Kiana, ha presentado en Madrid el libro Tortura blanca (Alianza Editorial), que recoge los testimonios de Narges Mohammadi y otra decena de mujeres que han sufrido la represión del régimen de los ayatolás. En su comparecencia ante los medios, Rahmani recuerda que Narges Mohammadi cumple ahora una condena de diez años y tiene abiertos cinco expedientes nuevos por sus críticas al régimen de Teherán. Desde la cárcel, sigue su lucha infatigable, y su precario estado de salud no le impide hacer huelga de hambre o difundir mensajes de protesta que pronto se hacen virales. A pesar del éxito del movimiento Mujer. Vida. Libertad, Irán sigue su represión, y ahora "usa la guerra en Gaza para afianzar la dictadura", en palabras de Taghi Rahmani. "Utiliza lo que ocurre en la región para evitar que la democracia se implante en Irán", añade Rahmani.
"Al principio decían que Irán participaría en la guerra pero cuando EEUU se presentó en la zona Irán dejó de lado esta estrategia. Aprovecha la guerra para presentarse como defensores de los ciudadanos de Gaza, pero Jamenei nunca pondrá en juego lo que tiene. No entrará en guerra directa con Occidente", señala el marido de Narges Mohammadi, en un acto en la Asociación de la Prensa de Madrid, presentado por Alfonso Bauluz, presidente de Reporteros sin Fronteras (RSF).
En Oslo Taghi Rahmani y sus hijos adolescentes, Ali y Kiana, recogerán el Nobel de la Paz el 10 de diciembre en nombre de Narges Mohammadi. Confían en que ella les haga llegar un mensaje a través de terceras personas. Ahora tiene prohibidas las comunicaciones telefónicas, pero su marido, que también pasó ocho años en las cárceles iraníes antes de exiliarse, no habla con Narges directamente desde hace 22 meses.
Nuestro caso, forzados a vivir en países distintos desde hace más de una década, es un ejemplo de cómo la dictadura afecta a la vida personal de los iraníes
taghi rahmani, periodista y político iraní residente en parís
"Es cierto que llevamos muchos años sin estar juntos. Salí de Irán hace más de una década. Ha sido algo impuesto. Cuando fui a pedir la mano de Narges [ingeniera de profesión con estudios de Físicas], su madre me expresó su rechazo. Como era político, me comentó que iba a destrozar la vida de Narges. Pero seguimos queriéndonos. Nuestro caso es un ejemplo de cómo la dictadura afecta la vida personal de los iraníes", señala Rahmani, en farsi. Recuerda el traductor, emocionado, cómo Narges dijo a sus hijos: "Espero que me perdonéis porque no he sido una buena madre, pero lo que hago es por el bien de miles de niños".
Ali y Kiana, que primero se quedaron en Irán con su madre pero luego salieron del país, leerán el discurso del Nobel. "Lo más probable es que haya una condena clara de la dictadura, de la discriminación de género y de otras discriminaciones. También creo que aludirá a cómo confía en que Occidente actúe de forma más eficaz para que Irán deje de reprimir al pueblo, como queda en evidencia en Tortura blanca", indica Rahmani.
Víctima de la 'tortura blanca'
Como señala en el libro la historiadora Shannon Woodcook, "la tortura blanca despoja a los presos de todo estímulo sensorial durante largos periodos y se aplica, junto con el aislamiento y los interrogatorios, a presos políticos y de conciencia". Muchas veces la padecen personas que ni siquiera han recibido una sentencia. La llamada tortura blanca, que se aplica al encerrar al preso en habitáculos mínimos, donde pierden la conciencia del tiempo y siempre están con una luz encendida y sin contacto con nadie, "salvo con su verdugo", dice Rahmani. Provoca una gran ansiedad y muchos son los que acaban firmando cualquier cosa que les ponen delante para salir de ese infierno.
Narges Mohammadi rememora en la obra su primera experiencia, en 2001, cuando la arrestaron tras protestar contra las acciones ilegales de la guardia revolucionaria y el poder judicial en detenciones como la de su marido. Había denunciado el caso ante la prensa y eso no gustó al régimen.
"Era la primera vez que me encerraban en una celda. ¡Qué lugar tan extraño! Una caja minúscula sin ventana ni comunicación con el exterior. Una trampilla de luz muy pequeña en el techo dejaba ver el cielo. Pero estaba a una altura muy elevada... Muy arriba y dentro de un hueco en la pared había una bombilla de 100 vatios que nunca se apagaba", evoca Mohammadi, que acaba preguntándose: "¿Es posible tratar así a un ser humano?"
El régimen ve efectiva la 'tortura blanca'. Te mantiene en aislamiento sensorial hasta que eres capaz de firmar cualquier cosa"
taghi rahmani
Su segunda experiencia, en 2010, fue más dura porque ya había sido madre. Sus mellizos tenían tres años y medio. Tiene que dejarlos cuando es arrestada y no saber de ellos multiplica el dolor del arresto. Ya estaba vinculada al Centro de Defensores de Derechos Humanos. Buscaban que vinculara al centro con potencias occidentales o que colaborara con el régimen. Sus verdugos aludían a la situación de sus hijos, sin su madre cerca, para incrementar su sufrimiento.
"La tortura blanca es una forma de represión que se aplica a todo tipo de disidentes. El régimen lo ve más efectivo. Te mantienen en condiciones de aislamiento sensorial hasta que eres capaz de firmar cualquier cosa. No es historia, aún se lleva a cabo", señala Rahmani, orgulloso de que su esposa esté resistiendo con fortaleza a todas las presiones.
Narges Mohammadi padece problemas respiratorios y cardiacos. Hace un par de semanas Amnistía Internacional se dirigió a las autoridades iraníes para exponer su preocupación por la salud de la Nobel de la Paz, a quien niegan la atención médica adecuada. La activista, de 51 años, ha reiterado que está dispuesta a sacrificar su vida por la defensa de la libertad y la igualdad en Irán.
El régimen quiere evitar que la gente salga a la calle. Narges busca que cada vez salgan más y que la lucha sea cada vez más fuerte"
taghi rahmani, marido de la nobel iraní narges mohammadi
"La voz del pueblo iraní"
"El régimen ha impuesto la discriminación de género, la represión laboral y la discriminación étnica y cultural. Pero el pueblo lleva expresándose en la calle desde 2009. Se calcula que si hubiera elecciones realmente libres el régimen solo tendría un 10% de apoyo. Pero el gobierno utiliza los ingresos de la venta de petróleo para su propio interés y cuenta con unas fuerzas represivas que le ayudan a mantenerse en el poder", señala Rahmani. "Trasladan al pueblo que cualquiera que les critique apoya a Israel".
Entre todos los movimientos de protesta, destaca el que emergió como reacción a la muerte de Mahsa Amini. La joven, que fue detenida por no llevar bien el velo, perdió la vida a manos de sus captores el 16 de septiembre de 2022. El escándalo generó una protesta bajo el lema Mujer. Vida. Libertad, que traspasó fronteras y a la que rinde homenaje el Nobel de la Paz de 2023.
"Hemos sido testigos de un movimiento grandioso. El régimen ha detenido a unas 20.000 personas. Cientos han perdido su vida y otros tantos están heridos, muchos con problemas irreversibles, de visión, por ejemplo. En su nombre, os pedimos que seáis la voz del pueblo iraní. El gobierno quiere evitar que la gente salga a la calle. Narges busca que cada vez más salgan y que la lucha sea cada vez más fuerte", comenta Rahmani, que reconoce que el Nobel de la Paz sirve para que el mensaje de Narges llegue más lejos.
Según el disidente iraní, Occidente no actúa de forma unida y eso lo aprovecha el gobierno iraní. "Para ellos la UE no existe, mantienen relaciones con los países que les interesan. Las políticas que buscan solo recursos baratos pueden ser peligrosas. Las libertades en nuestro país pueden significar más seguridad en los países occidentales".
"Pedimos un cambio de la estrategia de Occidente hacia Irán. Han de exigir libertades y derechos humanos como objetivo principal en un país como Irán. Hasta ahora solo se mencionan de forma superficial. El respeto a los derechos humanos debe ser condición sine qua non para formalizar acuerdos económicos", concluye.
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