“Me llamo Ricardo Martínez, soy el coordinador logístico de la Unidad de Emergencia.
Todos los días las explosiones eran continuas, pero por la noche más acentuadas. Depende de que días, insoportables.
El ruido, cómo temblaban las paredes y los cristales, los cañonazos del mar, de los barcos que están ahí… como esas cuatro fragatas, que también bombardean.
El día que llegó el anuncio por parte de Israel del [inicio de] la segunda fase, y el anuncio de que Jan Yunis era el nuevo lugar donde iban a buscar a Hamás, esto cambió todo. Fue el desastre. Lo que eran explosiones audibles, pero sabiendo que eran en una zona más al norte, se convirtieron en explosiones cerca..
Israel empezó a emitir estas órdenes arbitrarias de desalojo de zonas, en función de aquel sistema que ellos tienen de informar a través de su página web, [pero] no hay acceso a Internet y no hay energía [eléctrica], [por lo que] la gente [no] tiene [forma de] enterarse de que su barrio se ha convertido en un lugar que tienen que abandonar porque va a ser bombardeado. Cuando nuestro barrio entró en el sistema, tuvimos que evacuar.
Evidentemente, la clínica que estábamos apoyando fue bombardeada
Nos movimos hacia el oeste y en el oeste. Evidentemente, la clínica que estábamos apoyando fue bombardeada. Comenzamos a hacer más evaluaciones en la parte de Rafah, porque Rafah en principio era una zona donde éramos invitados ahí por parte del gobierno israelí, una zona que cada día es bombardeada, a pesar de que [Israel la] denomina una zona segura. Pero eso es mentira.
Encontramos una clínica que estaba cerrada y el Ministerio de Salud nos pidió encarecidamente que la reabriéramos para poder descargar los hospitales. Esta clínica está abierta desde hace cuatro o cinco días y tenemos bastantes pacientes.
Estamos abriendo una maternidad porque se estima que hay 50.000 mujeres que están embarazadas y no hay [ni] una maternidad en Gaza. Vamos a abrir la primera maternidad semipermanente, con capacidad para 18 camas. Y en la pediatría, nueve más. Estos son los planes, que pueden cambiar en función de cómo evoluciona el conflicto.
Hay 1.300.000, 1.500.000 de personas en Rafah, y más que vendrán, porque siguen avanzando del este hacia el oeste, desde Jan Yunis. Todas estas personas que aún están allí, que son cientos de miles, el único lugar al que les queda por ir es a Rafah, que va a ser el fin ya, porque no sé dónde van a meter a tanta gente; no hay cabida para tanta gente, no hay recursos para tanta gente.
Les estamos abocando a una lucha fraticida por recursos. Van a tener que pelear por un pedazo de terreno, van a tener que pelear por comer. He visto peleas entre familias, por ramas de árboles para calentar comida, para calentarse. Ahora hace mucho frío, Está lloviendo. Esa lluvia es una malísima noticia. Los sistemas de canalización de agua están colapsados y están rebosando las aguas negras de las alcantarillas por la calle, con el grave riesgo para la salud pública que esto implica. Las depuradoras no funcionan, con lo cual el agua que llega hasta ellas se ha vertido al Mediterráneo. Cientos de miles de metros cúbicos se están vertidos sin tratamiento a nuestro Mediterráneo.
Y hay peligro de cólera, que nunca ha habido en Palestina, como tampoco lo hubo en Haití… hasta que un día alguien que traía el vibrio lo espació por el país
Las personas que están viviendo en la calle, que son cientos de miles, hacen sus necesidades donde pueden. Estas lluvias van a arrastrar todo y se va a mezclar con todo. Y hay peligro de cólera, que nunca ha habido en Palestina, como tampoco lo hubo en Haití… hasta que un día alguien que traía el vibrio lo espació por el país. Esperemos que no sea el caso en Palestina, pero este hacinamiento y estas condiciones de vida tan inhumanas son un caldo de cultivo. Es un cóctel diabólico para que este tipo de enfermedad aparezca. Ya hay histericia, fiebre amarilla. Ya están aquí enfermedades intestinales por la falta de agua, porque están bebiendo agua contaminada, sin tratar, con gusto a sal insoportable.
Esto solo puede empeorar. Israel no va a respetar, como no lo ha hecho en 60 días, los acuerdos que firmó de Ginebra, el 4º Convenio de Ginebra que protege a los civiles en época de en época de guerra y, como país invasor, tiene la obligación de hacerlo. No lo ha hecho en 60 días. Nos tememos que tampoco lo haga en lo que queda de guerra,
No sabemos lo que pasa en el norte. Estamos temblando por lo que vemos en el sur, [pero] si supiéramos lo que está pasando en el norte… no lo sé, porque no hay noticias. Solo sabemos que hay detenciones. Sabemos que están matando a jóvenes por ser sospechosos de ser de Hamás; arbitrariamente. Si eres joven y estás en un refugio, eres sospechoso de [ser de] Hamás. Tenemos historias de gente que ha escapado por poco y que nos relatan que aquellos hombres que no pudieron escapar fueron asesinados a sangre fría. Tenemos relatos de compañeros que han visto cadáveres tirados en los en las calles, cerca de los de los checkpoints, porque se equivocaron: [por hacer] un mal gesto. [porque] no siguieron una orden, [porque] estaban nerviosos, estresados y, [por] no obedecer una orden, hacer un movimiento extraño. o que ellos consideran extraño, es tu muerte.
Aquella pausa ridícula, de cuatro días, extendidos a dos más, es insignificante, porque lo que es realmente necesario es un alto al fuego ya por las dos partes, para evitar que la catástrofe, que la tragedia humanitaria que se está dando ya desde hace desde hace más de un mes, sea apocalíptica. Y nosotros viéndolo.
Como ciudadano occidental, me siento avergonzado de la nula reacción en contra de esta masacre que está aconteciendo en Gaza
Como ciudadano occidental, me siento avergonzado de la nula reacción en contra de esta masacre que está aconteciendo en Gaza. Es desproporcionada, es injustificada esta matanza de civiles que se está produciendo.
Dicen que 18.000, 20.000 [muertos]… Esto no es cierto. Hay mucho más muertos, no se cuentan cuántas personas han quedado debajo de los escombros; no se cuentan cuántas personas están muriendo por causa de las heridas que se infectan y no se curan; no se cuentan las personas que están muriendo por falta de acceso a enfermedades que había antes del conflicto: había cáncer, había tratamientos de diabetes, por ejemplo, o diálisis.
Todo sistema colapsó. Esta gente se está muriendo y no están contando. Son víctimas de la guerra, no solamente los 18.000 que cuentan, son muchos más. No sabemos la gente que está muriendo en Gaza; son incontables.
Me da vergüenza, me da vergüenza como occidental esta falta de acción por parte de los poderes fácticos para parar esto de una vez tengo.
Tengo que decir que el pueblo gazatí cuando sabían que era español, agradecían la postura de España. […] El poco acceso que ellos tienen a internet -cuando ven la noticia porque están muy preocupados como es la percepción internacional-, saben la postura de España y me daban las gracias. Están muy agradecidos al pueblo español. Es el mensaje que tengo que pasar del pueblo gazatí que agradece a España la postura que está tomando con respecto a la guerra.
Ellos piensan que van a morir. Se sienten tan abandonados que ellos no piensan otra cosa, que al final van a morir.
Se preguntan por qué. ‘¿Qué hemos hecho nosotros para merecer esto? ¿Nos queréis exterminar? ¿Queréis que desaparezcamos? ¿El mundo va a ser más feliz si desaparece Palestina?’.
Ellos piensan que van a morir y te dicen: ‘Quiero una muerte rápida. Prefiero morir por una bomba de Israel que morir lentamente porque estoy bajo los escombros en un bombardeo o yéndome a al sur de la Franja de Gaza a vivir una escuela con 6.000 personas, enfermándome porque no voy a tener acceso a absolutamente nada, compartiendo espacios minúsculos con decenas de personas. Morir lentamente. Prefiero morir de un bombazo y así acabo antes’. Se sienten olvidados y preguntan por qué.
El no haber maternidad es la muerte para mujeres que tengan una mínima complicación en el parto [porque] no van a poder ayudarlas.
Van a morir muchos críos y van a morir muchas mujeres porque no tienen la mínima oportunidad de ir a una maternidad y los hospitales están saturados, están llenos, no hay capacidad.
Hay familias viviendo entre los hospitales, hay gente viviendo en la sala de espera, en los pasillos, en los alrededores. Acceder a hospitales no es fácil por la sobrepoblación que hay a los alrededores y dentro, es como el metro a las 8:00 de la mañana, eso es un hospital.
Los niños, son los más vulnerables cuando hay un bombardeo. Los que llegan vivos.
Los niños que llegan vivos a los hospitales -lo habéis podido ver en las imágenes- desmembrados, pierden extremidades y llenos de sangre. Lo he contado en televisión, [les] impresiona mucho a los compañeros que trabajan en las urgencias como los cadáveres de niños vienen llenos de sangre y de heces, porque del miedo que tienen los pobres antes de morir, sus esfínteres se abren y mueren de esta miserable manera.
Hay un término muy extendido en los hospitales: ‘menor herido de familia no superviviente’.
Hay un término muy extendido en los hospitales: ‘menor herido de familia no superviviente’.
Hay muchísimos casos de niños que han perdido a su familia o no sabemos dónde están. Imaginaros el caos de los bombardeos y la gente huyendo, se pueden perder los contactos, sin teléfono, es difícil.
Todo es un reto. Cualquier cosa que se quiera hacer es un reto, pero en estos casos es más crítico aún porque hay niños que han perdido toda su familia, hay niños que no sabemos dónde están sus familias y la están buscando.
Esperemos poder establecer un sistema cuando acabe la guerra para poder unir a los niños perdidos con, sino con la familia directa, con los familiares”.
Ricardo Martínez es coordinador logístico de la Unidad de Emergencia de Médicos Sin Fronteras.
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