Claudio Adrián Zuchovicki es uno de los referentes en los medios de comunicación argentinos cuando se trata de explicar la economía. Zuchovicki, que es analista económico y financiero, con experiencia como gerente de Desarrollo de Mercado de Capitales de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y como docente en universidades argentinas y extranjeras, destaca por ser tan agudo en sus diagnósticos como didáctico. Sus intervenciones en radio y televisión, así como sus artículos, ahora en La Nación, abordan asuntos complejos con ejemplos de la vida cotidiana o metáforas diáfanas. No es infalible y recuerda haberse equivocado antes, debido a que confunde la esperanza con expectativa.
Está convencido de que Argentina se encaminaba a una hecatombe, es decir a la hiperinflación, de haber ganado Sergio Massa en la segunda vuelta el 19 de noviembre. No sabe si ahora el país con Javier Milei al frente saldrá adelante, pero al menos tiene alguna posibilidad. Confía en que eso ayude a que sus hijos y otros jóvenes argentinos se queden en el país. Coincide en que no había alternativa al ajuste drástico y sabe que los argentinos sufrirán al menos seis meses por las medidas que ha empezado el gobierno de Javier Milei. Será un calvario, sobre todo para algunos, y está por ver si la sociedad sigue entendiendo que es necesario este sacrificio.
Pregunta.- En España nos preguntamos cómo puede ser que un país como Argentina, que lo tiene todo para ser una gran potencia, recursos naturales, gente formada, no tiene conflictos fronterizos, vaya de suspensión de pagos en suspensión de pagos? ¿Qué falla en Argentina?
Respuesta.- Es una mezcla de un montón de cosas. Quizá porque tienes todo eso. Creo que el fundador de Abu Dhabi decía que su abuelo andaba en camello, su papá también, y él por suerte, tuvo auto, incluso un Mercedes Benz, su hijo tendría un gran Land Rover y el nieto volvería al camello. Sociedades fuertes hacen hombres débiles y hombres débiles hacen sociedades fuertes. Y creo que a veces esto de tener recursos naturales, recursos del capital, la soberbia de sentir que somos el ombligo del mundo, nos hacen pensar o tomar atajos. Perdimos la cultura del trabajo, la cultura del esfuerzo, la cultura del inmigrante que hizo nuestro país, a base de esfuerzo y trabajo. Nos hicieron creer durante mucho tiempo que teníamos más derechos que obligaciones. Los derechos hay que pagarlos y hay que esforzarse. Lo que vivimos ahora, más que liberalismo, socialismo, comunismo, derecha o izquierda, es una batalla cultural: si hay que hay que hacer méritos o todos deberíamos ser iguales.
P.- Insiste en que no es un problema económico el que tiene Argentina.
Argentina confundió movilidad social con distribución. Sacó a unos para darles a otros. Eso no genera riqueza
R.- Es un problema cultural. Mi calidad de vida fue mucho mejor que la de mis padres y la de mis padres mucho mejor que la de mis abuelos. Y eso se explica porque había una cultura del esfuerzo, del trabajo, del mérito. Había educación pública, y la educación era la que nivelaba: yo iba con el hijo del médico, del portero o del albañil. Había movilidad social. Argentina confundió movilidad social con distribución. Empezó a sacarles a unos para darles a otros, y eso no genera nueva riqueza, sino egoísmo por un lado, del que se lleva el dinero o no lo declara fuera para defender su propiedad privada, y también desigualdad y una pelea entre nosotros. Es un país con recursos naturales, humanos, de capital. De hecho, somos el tercer país con más cantidad de dólares físicos en el mundo, después de Rusia y de China.
P.- ¿Quiénes son los responsables de que Argentina esté al borde de la hecatombe?
R.- Finalmente, si le echamos la culpa a un político… ganaban por mayoría salvo las interrupciones militares muy agresivas. A veces la abundancia es un problema, y si yo no hago nada y no me tengo que forzar para obtener las cosas básicas, entonces se pierde ese interés por el esfuerzo. Hay un historiador argentino que se llama Pablo Gerchunoff que explicaba en un texto que cuando conquistaron Estados Unidos se encontraron con búfalos y si querías comer, tenías que pelear con búfalos. En Argentina había vacas y era más fácil. Eso socavó la cultura del esfuerzo.
P.- ¿Coincide con el diagnóstico que hace el presidente Milei de la situación económica?
R.- Sí, siempre en Argentina hubo una alternancia. Creo que en España también. Hay épocas de más abundancia donde se subestima la macro. La macro se deja de mirar y a la micro le va muy bien. Muchos dicen que con ese gobierno les va bien y ganan plata, porque distribuye, porque da a los de abajo y consumen hasta que se deteriora la macro, de tal manera que se quedan sin reservas, con default, sin energía, sin infraestructura. A continuación llega un gobierno que viene a ordenar la macro y se resiente la micro, pero eso conlleva que las empresas se resientan, porque el país empieza a tratar de bajar su déficit fiscal y entonces restringe el gasto y eso hace que la sociedad se enoje contra quien hace el ajuste. Es como que tu vives con una familia y a tus hijos le diste de todo y viajaste por el mundo y usaste la tarjeta de crédito hasta que el banco te corta el grifo. Entonces te conviertes en una traidora, una mala madre. Es la historia de la vida. Son los ciclos.
P.- ¿No había alternativa al ajuste drástico, a su juicio?
Argentina tuvo avisos de paro cardíaco pero nadie los prestó atención. Seguíamos gastando más de lo que ingresábamos y nos quedamos al borde de la hiperinflación"
R.- O se hacía o lo haría el mercado. Es como la salud. O aplicas ajustes si te pasas o será la vida la que lo haga. Yo soy gordo y no por lo que comí anoche sino por los desajustes alimentarios en mi vida. Para hacer los ajustes, el médico me va a recomendar caminar, comer más sano, no tomar alcohol, que todo será muy aburrido y costoso, pero si no lo hago el corazón me va a explotar y entonces tendré que hacerlo a la fuerza. Argentina tuvo avisos de paro cardíaco y nadie le prestó atención. Seguíamos gastando más de lo que ingresábamos y tuvimos un paro cardíaco, que es la descripción de Milei. Paro cardíaco significa que estamos casi en hiperinflación. Los precios en Argentina corren a un ritmo que la pobreza aumenta todos los días porque los salarios están por debajo de la inflación.
P.- ¿Ve entonces apropiadas las medidas de urgencia, sobre todo reducción del gasto público y devaluación del peso, anunciadas por el ministro Luis Caputo?
R.- Son medidas financieras, no un plan económico. No son medidas estructurales a largo plazo. Es un ayuno por un día: no resuelve el problema. Hizo un ajuste fiscal, monetario, que le permitirá recaudar más y gastar menos. Reducir algunos gastos. La reforma estructural es la que anunció en el DNU (Decreto de Necesidad y Urgencia) y parece que hay más que van a venir. Se trata de que sea sostenible en el largo plazo. Una política de shock tiene que perdurar en el tiempo, ha de tener consenso, y que no cambie si hay un nuevo gobierno. Si hay algo que aprendí en economía es diferenciar cuando algo es temporal o cuando algo es permanente. Cuando es temporal, resistís. Cuando es permanente, hay que cambiar la actitud, la estructura del país. Eso es lo que se plantea: si es temporal o un cambio de cultura permanente. Si es así, yo lo aplaudo.
P.- Los argentinos parece que lo entendieron al votar a Milei, que lo decía claramente.
La pregunta más difícil es si la gente está dispuesta a perder los privilegios que tiene
R.- La respuesta sobre el estado de la sociedad argentina ha sido unánime: había que cambiar y cambiar rápido, dado el estado de la sociedad argentina. Milei lo decía en campaña. No mentía y explicó con detalle lo que iba a hacer y la gente lo votó. La pregunta más difícil es si la gente está dispuesta a perder los privilegios que tienen. Tocar intereses es bueno mientras que no sean lo mismo. La tecnología nos expone y veremos si se lucha por los intereses de quién. Es la primera vez que escucho sobre el privilegio del consumidor, que el usuario es el que decide. Hasta ahora hay monopolio de la oferta. El Estado tiene el monopolio de un montón de servicios y el consumidor tiene que adaptarse. ¿Y si no quiero? Dame la opción de decidir. Y si es un buen negocio, habrá más. Si quiero informarme mejor y que no desaparezca la revista que me gusta como consumidor he de adquirirla. Obviamente hay que asistir a los que no tienen. Y que haya educación pública que nivele, una sanidad pública, pero sin coartar lo privado para igualar a todos. En Argentina se coartaba al privado. Es la batalla cultural que se está librando.
P.- ¿Está de acuerdo con las medidas desreguladoras porque critican que suprime derechos a los trabajadores y más los empresarios?
R.- Hay puntos mejorables. Se discute la forma si fue constitucional o no. En Argentina somos 28 millones de argentinos entre 18 y 65 años para trabaja. Con contrato privado hay más o menos seis millones de personas, 4,8 millones son empleados públicos y después hay 13 millones de personas que están fuera del sistema, que no tienen ningún contrato social. ¿Entonces, los derechos de quién estoy protegiendo? Los que están en la selva no pueden entrar. Porque quien está dentro del sistema vive bien. ¿No es mejor abrir la puerta que entremos todos y todos paguemos menos impuestos, menos cargas que proteger? Porque si no, el riesgo de un despido es lo que me puede arruinar la compañía y no contrato más a nadie. Los que trabajan en la industria de conocimiento trabajan aquí y facturan fuera. Dos mil jóvenes se van al mes de Argentina. Más de 20.000 por año. Háblales de derechos a ellos o a sus padres.
P.- Ahora afronta Argentina una etapa muy dura. ¿Cuánto puede durar esta fase más sacrificada? ¿Quiénes serán los más perjudicados?
Si sale bien, y la población aguanta, la peor etapa será de unos seis meses y la más perjudicada será la clase media... Será duro porque hay que pagar la fiesta
R.- Si seguíamos como estábamos, había 100% de probabilidad de hiperinflación. La hiperinflación es gravísima, porque que deja al 80% en la pobreza, con problemas sociales muy graves. Al adoptar las decisiones que han adoptado, hay 50% de posibilidades de que salga bien y 50% de que vaya mal. Acepto el desafío. Si sale bien y la población aguanta y pasa este tramo, para mí son seis meses. La más afectada será la clase media porque el más pudiente tiene capacidad para resistir. Va a haber negocios que van a andar muy bien en Argentina con este tipo de cambio: la industria del conocimiento, la minería, la energía. Argentina va a tener una balanza comercial, no por este gobierno, sino por una cuestión climática, fenomenal. Nunca lo viví: hay dos guerras simultáneas en dos continentes distintos. ¿Cuánto vale vivir lejos de la zona de conflicto? Exportamos lo que el mundo compra, que justo los países que están en conflicto que les resulta más difícil exportar como energía, alimentos. Hay cisnes blancos. Si sale bien son seis meses, pero también puede salir todo mal y eso sería hiperinflación, porque la gente no aguantó el cambio, porque no lo apruebe Lo tomó como algo temporal. Nos vamos a enterar en dos o tres meses. Entonces Argentina es muy probable que termine en una dolarización, pero con otros precios relativos a los de ahora. Serán meses duros porque hay que pagar la fiesta. Y hacer los cambios estructurales para que lo pague el político, la casta, es lenta, y no resuelve el problema de las reservas.
P.- Milei proponía la dolarización.
R.- Sí, pero no se daban las condiciones por los precios relativos de la Argentina. Para dolarizar no puedes tener déficit fiscal. Si lo tienes, al otro día tienes que emitir. España tiene un duro déficit fiscal. Tiene la suerte de tener el euro como moneda. Lo financian con deuda. Y en algún momento llegará la factura de la deuda. Eso le pasó a la Argentina hasta que un momento te dicen no te presto más. Es fácil vivir con el dinero de otro pero no dura para siempre lo de financiarse con el resto. Tarde o temprano hay que pagar. Eso le pasó a la Argentina de ser uno los países más grandes del mundo, donde veían emigrantes españoles, italianos, o en mi caso lituanos, a que ahora nuestros hijos se quieren ir.
P.- Pero también esos jóvenes que han votado ahora a Milei puede que sean los primeros en marcharse cuando vean que las medidas son muy duras.
Argentina tiene el mayor gasto público en la historia con el mayor nivel de pobreza
R.- A ver, ¿en serio que el problema es una persona? No todo depende de una persona. Los jóvenes acabaron votando porque estaban enojados con el presente. Van a Uruguay, donde la vida es cuatro veces más cara. No es cuestión de plata solamente. Es de seguridad. Pero sobre lo que puede pasar, yo no echaría la culpa a quien lleva 12 días en el gobierno. Cuando yo era chico, Argentina tenía una pobreza que era del 5%. Ahora es del 40%. Argentina tiene el mayor gasto público de la historia con el mayor nivel de pobreza. ¿El Estado estuvo presente con la gente que lo necesita? Mira como vive un pobre en Argentina, ¿tiene cloacas? ¿Tiene seguridad, tiene atención sanitaria? ¿En serio creen que tuvimos un Estado eficiente?
P.- Argentina está reubicándose en el mundo: está cambiando de alianzas. ¿Cree que este factor es clave también?
R.- Yo tengo una carga ideológica. Es lo que más festejé en estos días: el cambio en las relaciones internacionales. Argentina empezó a abrazar a democracias. Argentina peligrosamente abrazaba a países que maltratan a su gente internamente, donde se avasallaban los derechos de quienes no pensaban igual que los dirigentes. Argentina abrazaba dictaduras y ahora no.
P.- Usted destaca el factor prestigio de un país, la credibilidad, para ser atractivo para los inversores. La imagen de ese Milei con la motosierra en campaña y sus excentricidades no ayuda. ¿Se verá de otra forma cuando empiecen a entrar en vigor sus medidas?
Hasta ahora Milei eligió por curriculum, no tiene compromiso político. Y en el fondo no puede hacer locuras porque tiene en contra al Congreso
R.- Es un buen punto. ¿Qué es lo que molesta? ¿Cómo se peina o las ideas? Está pasando mucho en el mundo con los outsiders que captaron la atención. En el gobierno de Macri, como era una coalición de gobierno repartieron puestos con gente que pensaba distinto y que creían que tenían que hacer una política monetaria distinta. Con Alberto Fernández ponían a un ministro con unos planteamientos y a su segundo con otros. Así paralizaron el país. Aunque no lo conozco bien, también me sorprenden los pactos en España porque parece difícil que puedan hacer algo cuando se odian. Hasta ahora mi punto de vista es que eligió por curriculum, no tiene compromiso político, no fue una coalición. Y en el fondo no va a poder hacer locuras porque tiene en contra al Congreso. Y Argentina es una democracia imperfecta, pero es una democracia y eso a mí me deja tranquilo. ¿No era peor tener un presidente que tiene el 80% del Congreso y lo que diga palabra santa? El Decreto de Necesidad y Urgencia quizá se lo paren en la Justicia. La institucionalidad es lo que cuenta, no la imagen solo del presidente.
P.- Usted es un optimista, ¿cree que sus hijos van a ver una Argentina mejor?
R.- No sé, no sé. Me equivoqué varias veces, sobre todo en 2016 y 2017. Cometo un error. Confundo esperanza con expectativa, lo que quiero que pase con lo que puede pasar. Quiero que no se vayan mis hijos. Es la última oportunidad que tenemos de no tener que pedirle permiso al Estado para importar, para exportar, para ver qué vacuna nos damos, si tengo que pedir permiso para poner un precio... Que el burócrata que nunca trabajó en su vida me diga a qué precio puedo vender o reponer cuando nunca arriesgó su propio capital. Hay una oportunidad. Puede fallar, pero vale la pena pelearla. Vale la pena tener la libertad. ¿Cuánto vale tener la libertad de decisión?
P.- ¿Sería que podemos aprender de Argentina?
R.- Tenemos mucho para aprender y está bien ver modelos. Hemos fracasado siendo un país que no tiene problemas fronterizos, ni religiosos, ni étnicos, con recursos naturales, humanos, y con un 40% de pobreza. No podemos enseñar nada. Es imperdonable. En todo caso, podemos enseñar lo que no hay que hacer.
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