“Mi experiencia militar fue un descenso a partir de aquella noche”, escribe Paulina Tuchschneider. “Podía arreglármelas en ciertas cuestiones, como ponerme el uniforme y los cordones elásticos en los borceguíes, comer fideos diminutos y formar de tres en tres, pero en cuanto al resto, no había la menor esperanza. Todo me parecía una idiotez, una farsa. A la luz del sol, se veía el acné de las comandantes, con sus enormes cabezas sobre cuerpos aniñados”, recuerda Tuchschneider de su "mili" en un cuartel israelí cercano a la frontera con Líbano.

  • La Soldada
  • Editorial Periférica, 2024

Su primera novela La soldada, publicada ahora en español por Periférica y cuya adaptación cinematográfica se halla en preparación, rememora su fugaz experiencia castrense con el trasfondo de la guerra contra Hizbulá de julio de 2006. Duró 34 días y dejó decenas de muertos en cada bando. El de Tuchschneider (Polonia, 1987) es un relato catártico que rezuma angustia, ironía y sinceridad y se mueve incluso entre lo escatalógico. Una suerte de apología sobre la absurdez del ardor bélico en un país que mantiene el servicio militar obligatorio y la salud mental de los reclutas es aún una epidemia silente. Según datos del propio ejército israelí, al menos 14 uniformados -la mayoría reclutas- se quitaron la vida en 2022. Este martes el estamento castrense anunció la muerte de 21 soldados en un ataque reivindicado por Hamás.

Montadora de vídeo de un programa de investigación de la televisión israelí, Tuchschneider emigró con dos años a Tel Aviv. En La soldada, la autora retrata a la fauna del cuartel y registra, como un eficaz inventario, hasta los instantes que podrían resultar más nimios, desde la pila en la que eran arrojadas las armas antes de enfilar el camino a las duchas hasta los flirteos con los camaradas masculinos, los encuentros lésbicos, la batalla perdida contra las cucarachas resistentes y los olores, desde el del período de las compañeras de habitación al de la fritanga de la cantina.

Cuando un soldado tiene que sacar a su mejor amigo de un tanque en llamas es un trauma obvio del que se habla, pero hay muchos otros incidentes "menores" que causan una amplia variedad de traumas que mucha gente arrastra consigo

Pregunta.- La publicación de "La Soldada" en España coincide con una nueva guerra en Gaza. ¿Qué recuerdos le produce este nuevo episodio bélico?
Respuesta.-  Las alarmas de los cohetes. Las odio. No saber dónde te pueden pillar los cohetes, evitar estar fuera en horas exactas porque Hamás prefiere disparar a Israel en esas horas o a las 20:00, justo para las noticias. Las sirenas solían paralizarme, este año hemos tenido ataques dos o tres veces al día. Así que aprendí a funcionar con ello, aprendí a seguir yendo a trabajar (aunque de repente prefiero el metro, que es más seguro) y a seguir reuniéndome con mi editor en el centro de Tel Aviv (aunque cada vez que nos reunimos hay un atentado terrorista o un gran ataque con cohetes, así que empecé a ir allí con algo de Sage en los bolsillos para que me diera suerte).

He ascendido en la vida y ahora por fin tengo un apartamento con sala de seguridad incorporada (es una habitación con acero reforzado y hormigón construido para resistir cohetes). Los apartamentos más antiguos no lo tienen y solía tener que bajar corriendo al sótano del edificio, y eso es más estresante, porque si una alarma te pilla en la ducha, tienes que ver a todos tus vecinos con una toalla envuelta alrededor de tu cuerpo. Ah, y el miedo a morir con jabón en el pelo, claro.
No recuerdo haber sentido tanto miedo cuando estalló la segunda guerra del Líbano.

Paulina Tuchschneider

Esta vez fue mucho más aterrador, realmente sentí que era el fin, que el Estado israelí estaba a punto de ser destruido y aniquilado; preparé mi pasaporte polaco, pensando, bueno, ya están acostumbrados a los refugiados de guerra, ¿quizá no les importe? Temía que Hamás estuviera a mi puerta y que fueran a secuestrarme o asesinarme. Pensé dónde me escondería en mi apartamento, en qué armario, o qué podría servirme de arma. Descubrí que sólo tengo un extintor y, como no me gusta cocinar, no tengo buenos cuchillos en mi cocina. Sí me gusta limpiar, así que tal vez tirar en Hamás algunos líquidos blanqueadores. A ellos les gusta venir con rifles y RPGS, así que realmente no tengo ninguna posibilidad.

P.- La novela aborda el tema de la salud mental. ¿Sigue siendo un tema tabú en el ejército israelí?
R.-
 Creo que con los años la concienciación del ejército sobre la salud mental está mejorando, sí, pero no se destinan suficientes recursos a ello y no hay suficiente apoyo para los traumas de combate. En 2021 hubo un caso de un soldado veterano que se prendió fuego frente a las oficinas del departamento de rehabilitación del ejército, como protesta por el trato que reciben los soldados. Fue un caso que causó indignación aquí, y resulta horroroso que hayamos llegado a medidas tan extremas para que un Estado se ocupe de quienes merecen tratamiento. Lo absurdo en Israel es que el ejército es en realidad un indicador más de izquierdas que el gobierno. Ahora mismo está al mando el peor gobierno de la historia de Israel, que comete un sinfín de errores, como recortar drásticamente los presupuestos del Ministerio de Sanidad, cuando más falta hace.

Está al mando el peor gobierno de la historia de Israel, que comete un sinfín de errores como recortar drásticamente los presupuestos de Sanidad, cuando más falta hace

P.- ¿Ha contribuido la publicación de su novela a romper el silencio público sobre esta cuestión?
R.- Hay un largo y abierto discurso público sobre el trastorno por estrés postraumático causado por el combate directo, pero muy poco sobre los traumas del ejército que no son causados directamente por el combate. Cuando un soldado tiene que sacar a su mejor amigo de un tanque en llamas es un trauma obvio del que se habla, pero hay muchos otros incidentes "menores" que causan una amplia variedad de traumas que mucha gente arrastra consigo. Como el ejército recluta a todo el mundo, hay mucha gente poca apta para el ejército. La publicación del libro provocó algo hermoso: muchas mujeres y hombres me escribieron con sus historias militares personales, me enviaron mensajes y compartieron lo difícil que fue para ellos, o cómo se sintieron exactamente igual a como se describe en el libro. La heroína del libro está terriblemente sola, la sensación que la acompaña es que "todo el mundo sabe algo", "todo el mundo forma parte de algo", mientras que ella es incapaz de encontrarse a sí misma y sólo lucha por su espacio personal y privado. Me sorprendió descubrir la cantidad de personas que realmente sentían que no pertenecían, exactamente de la misma manera. Tal vez exista un gran temor a hablar de ello en tiempo real.

P.- El libro retrata con detalle escenas de la vida diaria…
R.- Se basa en lo que ocurre en el ejército, pero podría ocurrir fácilmente en cualquier lugar en el que de repente te encuentres encerrado con otras personas. Es la experiencia de una invasión masiva del espacio personal, a la fuerza. La heroína se encuentra de repente en una habitación con otras chicas y ahora forma parte de todos los actos que hacen. Si alguien está hablando por teléfono, si alguien se está pasando el hilo dental, si alguien se está quitando los pantalones y el olor de su periodo se extiende desde su ropa interior por toda la habitación. Todo se comprime, todo se hace junto. Lo mismo en las duchas, lo mismo en los aseos. Como dijo Sartre: "El infierno son los demás". En el libro ocurre otra cosa: la heroína se desmorona, pero el ejército no es malo con ella, al contrario, el ejército se entrega a ella, e incluso con una mirada compasiva. A veces una mirada de compasión, la comprensión de que uno es el loco que no encaja, es algo mucho más complejo y aterrador que un comandante malvado.

P.- En mitad de un amplio apoyo popular a la guerra en Israel, no sé si considera su libro como una reivindicación antibelicista…
R.-
La guerra es un infierno, y desde luego no hay glorificación de la guerra en el libro, pero el término antibelicista me parece un poco reductor. Pero, sinceramente, no es un libro con grandes pretensiones, sino que busca dibujar un microcosmos. Quería contar una pequeña historia, una historia personal de una chica de dieciocho años. Es imposible hablar en términos generales y es más interesante fijarse en la persona. También me niego a que las fuerzas políticas en liza pisoteen la historia femenina que quería contar. Quería hablar de las que no saben muy bien cómo funcionar, de las que quizá son soldados "perdedores", de las que están en guerra constante con su cuerpo ansioso que sólo quiere huir y simplemente estar en silencio, a solas. En realidad quería hablar del derecho de toda mujer a un retrete limpio y privado, y no tratar de resolver los problemas de todo Oriente Medio.

En realidad quería hablar del derecho de toda mujer a un retrete limpio y privado, y no tratar de resolver los problemas de todo Oriente Medio

P.- ¿Le preocupa la falta de disidencia en la opinión pública israelí?
R.-
Sí, definitivamente me preocupa. Antes del 7 de octubre, había transitado por un año difícil y tormentoso: llegó al poder un gobierno de derechas, extremista, mesiánico y ultraortodoxo, encabezado por un primer ministro sentado en el banquillo. Aquí fue un año de protestas, de comunidades enteras y grandes que salieron a la calle y protagonizaron manifestaciones, acciones de agitación civil de forma constante y a escala cada vez mayor. Asistí a manifestaciones todas las semanas, estuve en bloqueos de carreteras. Tenemos un primer ministro cuyo país no ocupa la prioridad en su cabeza, y su interés personal está por encima de todo. No confío en el gobierno en un momento tan difícil como el actual. Quiero creer que la división en nuestro pueblo no es tan grande como conviene a los mercaderes.

P.- El servicio militar es obligatorio en Israel. ¿Está a favor de abolirlo?
R.-
Me temo que no es un lujo que este país pueda permitirse.

Nuestros políticos son un circo de sinvergüenzas, el gobierno de derechas es peligroso para Israel, y la situación parece extremadamente sombría

P.- ¿Hacia dónde se dirige su país? ¿Cuál debería ser el futuro de Israel?
R.-
La situación es muy preocupante, todavía tenemos 136 secuestrados en Gaza, hay un bebé llamado Kfir Bibas, que celebró su primer cumpleaños en pleno cautiverio de Hamás. Son cosas que no me permiten seguir viviendo con normalidad. Nuestros políticos son un circo de sinvergüenzas, el gobierno de derechas es peligroso para Israel, y la situación parece extremadamente sombría, por supuesto, también para la parte palestina. Siento no ser portadora de buenas noticias, pero ahora temo una guerra regional, que implicará a Hizbulá e Irán.

P.- ¿Cómo resolver 75 años de conflicto?
R.-Es una pregunta un tanto rimbombante, que no puede definirse en una o dos líneas. Hay gente en ambos bandos a la que le gustaría dar grandes pasos para poder vivir en paz, pero parece más difícil, complicado y desalentador que nunca.