Se cuenta entre quienes conocen de cerca a Benjamín Netanyahu, el primer ministro de Israel que resiste en el cargo a pesar de la creciente presión popular para que haga mutis por el foro de una escena política que ha monopolizado durante más de tres lustros. Camino de cumplirse cuatro meses de contienda, las familias de los rehenes han trasladado sus protestas a las puertas de la residencia de Netanyahu en mitad de las dudas crecientes sobre su capacidad para liberar al más del centenar de israelíes que siguen en manos de Hamás, sometido además a una operación militar a gran escala israelí.
Aviv Bushinsky fue portavoz de Netanyahu a finales de la década de 1990, durante su primer mandato como jefe del Ejecutivo. Cuando le sucedió Ehud Barak, le siguió en la sombra y más tarde fue el jefe de gabinete de Nentayahu en el ministerio de Finanzas. Alejado ahora de un premier en horas bajas y reconvertido en empresario y analista político, Bushinsky -que empezó su carrera como periodista- reconoce que su ex superior se halla "en una gran paradoja", tal vez las más complicada y laberíntica de su biografía de resistente. "Netanyahu sabe cómo recuperarse y reinventarse", advierte en una entrevista con El Independiente en mitad de las voces que pronostican que sus días políticos se agotan.
Pregunta.- Benjamín Netanyahu centra todas las miradas. La presión crece sobre él…
Respuesta.- Netanyahu está librando la batalla de su vida después de 16 años en el poder. Durante su mandato Estados Unidos ha tenido cinco presidentes: Clinton, Bush, Obama, Trump y Biden. Netanyahu se ve a sí mismo como un maestro capaz de lucha. Incluso antes de entrar en la política, después de que su hermano fue asesinado en combate, fundó una institución y escribió libros sobre cómo luchar contra el terror. La manera en la que se hizo con el liderazgo de la derecha israelí fue a través de prometer dureza con los palestinos y con el terror iraní, de Hizbulá a Hamás.
La mayor tragedia del Estado de Israel desde su creación hace 75 años ha ocurrido bajo su mandato. Está luchando por conservar algún tipo de credibilidad y por preservar un legado. ¿Qué se terminará recordando de Netanyahu cuando se marche, dentro de un año o cinco? Por desgracia, todos vamos a recordar el 7 de octubre más allá de los acuerdos de Abraham que él quiere atribuirse aunque fue más un empeño de Trump y Kushner o de las reformas que llevó a cabo cuando fue ministro de Economía. A ello se suma que es una persona pendiente de juicio. Si terminan condenando, ni siquiera tendrá el legado de una calle ni un mísero puesto de falafel a su nombre. El fundador de Israel tiene toneladas de calles a su nombre, incluido el aeropuerto.
P.- ¿Cómo es Netanyahu en la distancia corta?
R.- Hay un detalle que lo describe. Tras el ataque de octubre fue el primer miembro del gabinete que se recompuso y empezó a trabajar. Otros altos cargos, incluidos de las Fuerzas de Defensa de Israel, se hallaban en shock. En los momentos difíciles, Netanyahu sabe cómo recuperarse y reinventarse. He compartido con él grandes fracasos y vi cómo no se hunde en la miseria. Pero ahora Netanyahu se encuentra ante una gran paradoja. Netanyahu quiere destruir realmente la capacidad armamentística de Hamás pero sin acuerdos para exiliar a sus líderes. Imagino que cree en ello y ha interiorizado que es la misión de su vida. Pero existe un dilema: a medida que pasan los días, las voces que piden la liberación de los rehenes son cada vez más fuertes y la gente está perdiendo la paciencia.
He compartido con Netanyahu grandes fracasos y vi cómo no se hunde en la miseria
La retórica en Israel se vuelve cada vez más extrema, incluso hasta el punto de que algunas familias de los rehenes apuntan a Netanyahu como el principal culpable cuando hay otras responsables en la inteligencia, la seguridad y el ejército. Hay voces que piden deshacernos de Netanyahu con la esperanza de que llegue alguien capaz de alcanzar un acuerdo para liberar a los rehenes. No hay ningún acuerdo tangible sobre la mesa en este momento. La otra parte en liza [Hamás] pide el fin de la guerra, una situación que no creo que Israel pueda permitirse porque si detienes la guerra, no sólo estás invitando a futuras guerras o a un nuevo ciclo de violencia, sino que es un mal mensaje para nuestros otros enemigos.
Al mismo tiempo, hay que entender que hay muchos israelíes que tuvieron que abandonar sus casas desde el 7 de octubre. Y si Hamás permanece en el terreno y acaba ganando, ¿qué pasará con los israelíes que viven en la frontera? Netanyahu está acorralado. Por un lado, está siendo sometido a una enorme presión: le piden que haga algo por los rehenes y que deje de ignorarlos. Y por otro lado, terminar el trabajo con Hamás. Una misión que algunos consideran imposible porque advierten de que, una vez que abandonas los lugares que más o menos has limpiado, van a volver y reanudar el fuego. Es muy fácil organizar esos misiles caseros y lanzarlos sobre Israel. Netanyahu también sabe que, mientras dure esta guerra, no puede centrarse en el norte por falta de fuerzas militares y por la presión de la administración estadounidense.
En estos momentos, además, no existe presión interna en la sociedad israelí para poner fin a la guerra en Gaza, pero aún así Netanyahu se halla en el punto de mira. En octubre de 2022 publicó su autobiografía con la intención de resumir lo que hizo en la vida, sus servicios a Israel. Ahora el libro es irrelevante porque los verdaderos restos son los de hoy.
P.- ¿Qué responsabilidad tiene Netanyahu en lo que sucedió el 7 de octubre?
R.- Ese día aproximadamente 3.000 militantes de Hamás penetraron en Israel, no bajo tierra sino por la superficie. Para el ejército israelí, provisto de F35, submarinos y la mejor tecnología hubiera sido pan comido impedir que penetraran en Israel. Y sin embargo, resultó un gran fracaso. Si los errores fueron tan básicos, ¿por qué se culpa al primer ministro? Creo que se consolidó la creencia de que Hamás no tenía una motivación real para hacer algo así, por el alto precio que pagarían, y que sus líderes se habían acomodado a una situación en la que Israel permitía que llegara el dinero desde Qatar. Y la segunda razón es que Netanyahu estaba preocupado por la reforma judicial y descuidó lo más esencial: la seguridad y existencia de Israel. Como líder debía asumir su responsabilidad.
No estoy seguro de que las Fuerzas de Defensa de Israel estén plenamente convencidas de que puedan ganar la guerra contra Hamás
P.- ¿Cuánto tiempo puede sobrevivir Netanyahu?
R.- Es la pregunta del millón. Le han preguntado si está dispuesto a convocar unas elecciones anticipadas. Pero no tiene incentivo para hacerlo. Desde su punto de vista, lo que quiere es lograr una gran victoria tangible contra Hamás. Si no lo hace, es carne muerta. Un político muerto, también la historia de Israel.
P.- ¿Puede ganar la guerra?
R.- Es incierto. No estoy seguro de que las Fuerzas de Defensa de Israel están plenamente convencidas de que pueden hacerlo, de que pueden cumplir. Es cuestión de tiempo. Tenemos superioridad sobre Hamás: mejor munición y entrenamiento. A diferencia de otros escenarios del pasado, el ejército al que nos enfrentamos es pequeño pero, con el componente de los túneles, es una fortaleza muy bien equipada. Pero tal vez no llevará meses sino años. Después de tres meses, no hemos llegado a los líderes de Hamás y el reloj está corriendo. Está la presión internacional, el peligro de una crisis humanitaria…
P.- Y, entretanto, su gobierno da signos de división entre sus miembros, también por la ausencia de consenso sobre qué hacer el día después de la guerra en Gaza…
R.- Cierto. Los socios originales de coalición, los partidos religiosos, siguen apoyando a Netanyahu. Saben que si él fracasa, ellos también. Lo más probable es que algunos de ellos no vuelvan a ser elegidos, por lo que no les conviene la caída del gobierno y unas elecciones. Después del 7 de octubre, la percepción de la mayoría de los israelíes se desplazó más a la derecha. Si la extrema izquierda se fue un poco al centro, el centro se fue un poco a la derecha, y la derecha se fue más a la derecha, porque la gente está enfadada. La gente no cree en los palestinos y quiere venganza. Así que Netanyahu sabe que tiene el apoyo de su electorado, el apoyo total. No veo su caída cercana. Como poco, resistirá medio año. Netanyahu sabe que su única carta en la baraja es la victoria real contra Hamás. Ni siquiera una victoria a medias, liberando a la mitad de los rehenes, será suficiente.
No veo su caída cercana. Como poco, resistirá medio año. Netanyahu sabe que su única carta es la victoria real contra Hamás
P.- ¿Tiene Netanyahu líneas rojas?
R.- Netanyahu no puede decidir y hacer las cosas por sí mismo. El ejército es una institución muy fuerte y tiene la última palabra. Si no lo ven, no lo harán. No está politizada y la gente confía en el ejército.
P.- En los meses previos al 7 de octubre Netanyahu se enfrentó a las críticas de algunos de sus colegas de partido. ¿Dónde están ahora?
R.- Netanyahu ha aprendido un par de trucos en política. Deliberadamente no nombró a ningún adjunto, por lo que no señaló un sucesor natural. En la historia del Likud, hubo muchos sucesores naturales y es como el partido funcionó en el pasado. Se conocía el siguiente en la línea. Además, el Likud tiene en su ADN que si uno va contra el líder los electores castigarán al rebelde, señalado como un traidor. En tercer lugar, nadie está rompiendo filas ahora porque, si falla, estará condenado. Están esperando a que Netanyahu se marche, ya verán. Y como cuarto elemento, hay mucho ego. Muchos miembros del Likud se ven a sí mismos como sucesores. Aquí todos creen ser Ronaldo o Mesi.
P.- Así que están aguardando su mejor momento…
R- No tienen más remedio que sentarse y esperar a ver si Netanyahu se salva. Otro posible escenario es que, incluso cumpliendo lo que ha prometido, la gente le diga: “gracias pero ahora debe irse a casa y ocuparse de sus problemas judiciales”.
P.- Pero lo que muchos se preguntan es si podrá llegar a algún consenso dentro del Gabinete de guerra…
R.- Es cierto que tiene en su seno a los de extrema derecha, a los que Netanyahu no solo no quiere sino que desprecia. Netanyahu dijo en alguna ocasión que no los quería en su gabinete pero tuvo que aceptarlos. Sabe que no puede echarlos. Y, en cuanto a los que se sumaron a su gabinete de emergencia, Benny Gantz es hoy el político más popular de Israel, pero pueden hacer poco. Ni siquiera marchándose se disolverá la coalición de derechas. Políticamente Netanyahu sigue siendo muy fuerte; pública y mediáticamente está más débil que nunca.
Netanyahu rehuye la pregunta sobre el día después en Gaza porque sabe que desestabilizará a su coalición
P.- La incógnita es qué piensan hacer en Gaza cuando la guerra acabe…
R.- Es otra de las preguntas de las que hablan los israelíes. ¿Cuál es la estrategia de Israel para el día después? ¿Será la autoridad palestina la que gobierne Gaza? ¿Se quedarán allí las fuerzas israelíes? ¿Habrá algún tipo de coalición internacional? ¿Vendrán los saudíes, vendrá Qatar? ¿Acaso la ONU o la OTAN? Netanyahu está tratando de rehuir la pregunta porque sabe que desestabilizará a su coalición. Tome el camino que tome, resulta controvertido. Y, segundo, considera que tratar eso ahora le desviará del objetivo que es ganar a Hamás, porque es como mostrar las cartas del juego y decir que vas a hacer las maletas e irte. Y eso no es lo que quiere hacer Netanyahu. Tiene como propósito controlar la ruta de Filadelfia, en la frontera de Gaza con Egipto y por donde se cree que llega la munición de contrabando a Gaza. Es prematuro para hablar de la estrategia aunque existe presión interna para hacerlo.
P.- ¿Se está quedando solo?
R.- Sí. Es que todo gira en torno a él. No es el Gobierno, es Netanyahu. Pero a él no le preocupa estar solo. Es de los que se llevan todo el mérito cuando hay un éxito y, cuando hay un fracaso, se lo echa a otros. Netanyahu cree que es el único que puede gobernar y enfrentarse incluso a Estados Unidos si hace falta. Es el único tipo duro del vecindario. Es el único que puede resistir cualquier presión de los palestinos. Tiene una gran confianza en sí mismo. Y son creencias que ha reforzado en los últimos meses.
P.- Netanyahu se niega a reconocer el Estado palestino y dijo aquello que nunca sería una realidad mientras él siguiera en el poder…
R.- Es una respuesta complicada y larga. Netanyahu sabe adaptarse a las circunstancias, se auto enmienda según el tiempo que sea. Cuando fui su asesor, llegó a estrechar la mano de Yaser Arafat, al que considera un terrorista. Puso en práctica los acuerdos de Oslo. En 2012 dijo aquello de que los palestinos merecen un Estado propio. Y luego volvió a cambiar. Ahora está en contra porque dice que no hay líderes capaces de sacar adelante ese Estado.
Hablar hoy de la solución de los dos Estados es políticamente incorrecto en Israel. Incluso un ex director del Mossad como Yossi Cohen, que aspira a entrar en política, evitó pronunciarse recientemente cuando se le preguntaron. “No lo he pensado”, dijo. ¿Se imagina una respuesta así a un tema fundamental? Es un tema que se evita porque los israelíes son más escépticos que nunca sobre esa posibilidad. Aunque sea la solución definitiva y todos queramos vivir en paz. Todos sabemos que es la única solución pero no es tiempo de hablar de eso en este momento.
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