Arranca Mira Milosevich (Belgrado, 1966) su último libro El imperio zombi. Rusia y el orden mundial con menciones a Hannah Arendt y Henry Kissinger, dos intelectuales judíos exiliados en EEUU que demostraron que es posible migrar y ser bueno en tu profesión en otro idioma. Milosevich también lo ha hecho, a pesar de que hasta los 27 años no hablaba una palabra de español. De Hannah Arendt evoca su pasión por "comprender" y de recurrir a la escritura como una guía fundamental en ese proceso que ha de estar desprovisto de prejuicios y justificaciones. Es lo que intenta Mira Milosevich, investigadora principal en el Real Instituto Elcano, al descifrar en qué consiste el "imperio zombi" en el que se ha convertido la Federación Rusa con Vladimir Putin al frente.
Sostiene Milosevich que Rusia tendría vocación imperialista con o sin Putin al frente, ya que al no haber podido constituirse como Estado nación busca su razón de ser como potencia en esa voluntad de controlar zonas de influencia. Sobre la guerra contra Ucrania está convencida de que fue posible debido a que Ucrania no está en la OTAN. Cree que "perdimos el momento de ganar a Putin: en 2022 Rusia fue humillada pero no derrotada", cuando Ucrania logró parar los pies al Kremlin que daba por descontado que colocaría un gobierno títere en Kiev en poco tiempo.
Pregunta.- ¿Por qué Rusia es un imperio zombi? Es lo primero que hay que aclarar al lector.
Rusia es un post imperio que ha fracasado a la hora de convertirse en un Estado nación
Respuesta.- No es una novela de terror. Un zombi es un muerto que intenta volver a la vida. Rusia es un imperio zombi por dos razones. En primer lugar, porque Rusia es un post imperio que ha fracasado a la hora de convertirse en Estado nación. Y en segundo lugar porque ya Lenin en 1921, aunque defendía incluso en la Constitución el derecho a la autodeterminación, buscaba establecer un imperio comunista. Hoy en día es un imperio nacionalista. No busca necesariamente restaurar la URSS, porque no tiene dinero para mantenerlo, pero sí mantener las zona de influencia y tener el estatus de gran potencia para tener autonomía en política exterior y no subordinarse a lo que llama Liberal Internacional, liderada por EEUU. En tercer lugar, en un imperio no hay integración, sino que se fomenta política de diferenciación, como se refleja en el caso de Chechenia.
P.- ¿Está consiguiendo su objetivo de reimperializarse Rusia?
R.- En ese proceso son fundamentales los compatriotas, los rusos que se quedaron fuera de Rusia, esos 25 millones de personas que, según suele repetir Putin, "se acostaron en un país y se despertaron en otro". Ya en 1994 Henry Kissinger advirtió de que Rusia intentaría restablecer su imperio con zonas de influencia para protegerse frente a un enemigo potencial. Hay que recordar que Putin llegó al poder como consecuencia del fracaso de la democracia en Rusia y del fracaso a la hora de convertirse en un Estado nación.
Boris Yeltsin nombró a dedo a Vladimir Putin, que estaba en el KGB. Y fue Boris Yeltsin en los 90 quien primero adoptó la idea de que los compatriotas rusos fuera del país pueden ser un elemento de influencia. En 1993 se aprueba la primera ley sobre los compatriotas. Y Rusia entra en ese proceso de reimperialización cuando ataca Georgia en 2008 para proteger a los rusos en Osetia y Abjasia del Sur. Invoca el derecho de proteger, lo que hizo la OTAN en Kosovo. Pero cuando se desmorona la URSS, Rusia tiene problemas económicos, territoriales con Chechenia, que quiere independizarse, de estatus internacional... Estos problemas trascienden a Vladimir Putin, van más allá de Putin, que heredó esas cuestiones. Putin ofrece revisionismo de la identidad nacional, de las fronteras, del papel de Rusia en e mundo y una revisión del orden mundial. Son sus respuestas y otro dirigente habría dado otras, pero no necesariamente mejores.
La guerra en Ucrania una guerra existencial para Rusia y para Putin porque es ahí donde se pone en cuestión su visión el orden internacional
mira milosevich, investigadora principal en el real instituto elcano
P.- Rusia libra una batalla existencial en Ucrania.
R.- Efectivamente así se percibe. El régimen cree que se puede mantener si gana. Es una lucha existencial. También que la Rus de Kiev es el embrión de su Estado, lo que no es así. Creen que es una guerra contra Occidente, y creen que no quiere permitir a Rusia que tenga sus zonas de influencia. Esto se asemeja a la doctrina Monroe, de principios de siglo en EEUU. Es decir, no permitir a nadie que actúe en tu zona de influencia, pero de ahí a entrar en otro país y derrocar un gobierno hay distancia. Es una guerra existencial para Rusia y para Putin, porque precisamente ahí es donde se pone en cuestión, donde se enfrenta la visión que tienen del orden internacional.
P.- ¿No ha conseguido Putin lo contrario a lo que pretendía al reforzar la identidad de los ucranianos?
La guerra en Ucrania ha creado una identidad nacional ucraniana con sangre y hierro
R.- Absolutamente. La guerra en Ucrania ha creado una identidad occidental, que comparten los países de la relación transatlántica más los democráticos del Pacífico, y ha creado una identidad nacional ucraniana con sangre y hierro, como diría Bismarck. Las naciones suelen crearse durante las guerras: el enemigo hace la cohesión social. Ucrania existía como nación pero estaba muy dividida, entre la parte prorrusa y la prooccidental. Desde 2014, y sobre todo, desde 2022, la identidad ucraniana se ha fortalecido muchísimo.
P.- ¿Y eso no tiene vuelta atrás?
R.- Yo creo que no. El odio que existe allí es terrible. Como identidad nacional no tiene vuelta atrás. A muy largo plazo en algún momento se reconciliarán, como Francia y Alemania. Otra cuestión es la parte oriental que está ocupada y siempre ha sido prorrusa. Hay algo que pasa en los países comunistas, que tenían fronteras administrativas. Cuando son internacionalmente reconocidas surgen problemas. Crimea era parte de Ucrania por cuestiones administrativas. Ucrania quiere decir "en el límite". Y estos Estados en el límite del imperio son escenario de luchas entre diversos imperios, en este caso, el principado polaco-lituano, el ruso y el otomano. Siempre ha tenido que luchar por su identidad nacional.
P.- ¿Diferencia entre Rusia y Putin?
El apoyo a la guerra no es necesariamente apoyo a Putin; la gente se adapta a la guerra, una vez empezada la quieren ganar
R.- Desde Pedro el Grande hay una identificación entre la figura del zar y del Estado. Hay dos modelos: el moscovita y el peterburqués. Pedro el Grande suprime el Patriarcado y subordina la Iglesia al Estado. Y también introduce una tabla de rangos. El poder supremo es del zar y se define como padre de la nación. La figura del zar se identifica con el Estado. Desde entonces hay una fuerte identificación entre Rusia y sus gobernantes. Son modelos autocráticos con un círculo pequeño alrededor del zar. Rusia no es Putin. No coincido con esa visión de que no hay Rusia sin Putin. Pero hay una identificación mayor entre el Estado y el gobernante que en un país democrático. Entre un 70 y u 80% apoya a Putin. Pero, por ejemplo, el apoyo a la guerra no es necesariamente apoyo a Putin. La gente se adapta a la guerra: los rusos no quieren perder la guerra, una vez que ya empezó. Incluso el rival de Putin, Boris Nadezhdin, propone que se haga un referéndum en las regiones anexionadas.
P.- ¿Y Putin se ve a sí mismo como un zar?
Putin es ante todo un espía, entrenado para manipular a la gente y quiere que Rusia vuelva a ser una gran potencia
R.- No, no eso forma parte del folklore occidental. A Putin le han llamado de todo: Stalin, Hitler, Nicolás I, Nicolás II, Ivá el Terrible... Putin es ante todo un espía, un hombre entrenado para manipular a la gente y conseguir lo que quiere. Es un gran patriota. A Putin le importa Rusia pero su concepto de Rusia no encaja con el nuestro. Lo que le importa es que Rusia vuelva a ser una gran potencia. Pensemos que Rusia perdió en 20 días lo que construyó durante 300 años. Se desintegró la URSS y perdió influencia en gran parte del mundo debido a la pérdida de crédito del comunismo en gran parte del mundo. Solo en España todavía se puede seguir siendo comunista. Putin justifica todo por convertir a Rusia en gran potencia. Y también es revanchista. Rusia fue un actor clave en la arquitectura de seguridad y ahora no tiene relevancia. Gracias a Rusia y a la URSS, Napoleón y Hitler no lograron dominar Europa. Rusia es el país que más guerras ha empezado en Europa, pero que también más ha contribuido a la estabilidad europea. Sin embargo, significa una amenaza a la estabilidad europea porque no renuncia a ser imperio, y por eso es un imperio zombi.
P.- Ese imperio zombi, ¿está más debilitado que hace dos años o más fuerte?
R.- Rusia está debilitada económicamente, más que hace dos años, pero no lo suficiente como para parar la guerra. El poder de Putin se ha consolidado por el terror, las circunstancias de la ley marcial, y porque un país en guerra siempre refuerza a su dirigencia. Pero el pensamiento mágico de que Rusia iba a colapsar, habría un golpe palaciego contra Putin y Ucrania iba a ganar la guerra es eso, mágico. Pero Putin va a ser elegido para seis años más, la guerra está estancada y los golpes palaciegos son cada ve menos posibles. Nadie tiene capacidad.
P.- ¿Y cómo interpreta lo que ha pasado con Navalni? Dijo que si le mataban era un síntoma de debilidad.
R.- Admiro ese gesto de sacrificarse, un sacrificio por la patria, algo que es un valor supremo en la cultura rusa. Es una señal de desesperación, de nihilismo, muy propio de Dosteivski. Es sabido que Navalni es una figura controvertida, muy nacionalista. Navalni ha llamado mucho la atención más en Occidente que en Rusia. Ya cuando fue envenenado un 43% de los rusos no sabía quién era. Cuando se presentó a las elecciones, solo le apoyó un 5%. Navalni desafiaba a Putin pero de forma personal. No tenía detrás un partido. Promovían que se votara "de forma inteligente", es decir, que se votara a cualquiera que no fuera Putin. Cuando se entregó ya sabía que iba a morir. Pero también creo que sabía que su sacrificio no iba a producir un cambio extraordinario.
P.- ¿Qué escenario ve en Ucrania? ¿Hacia dónde va el imperio zombi?
R.- Un escenario es la contención, y podemos extraer muchas lecciones de la guerra fría. Desgraciadamente, hemos perdido el momentum para vencer a Putin, cuando Rusia fue humillada, porque fracasó en su intento de imponer un gobierno títere, pero no derrotada. Hemos sido tímidos a la hora de entregar el armamento, Ucrania estaba eufórica por el éxito, y ahora estamos en la realidad. La guerra da para largo. Rusia ha preparado su defensa y los expertos militares dicen que es muy complejo penetrar en ellas. Ahora Rusia tiene éxito táctico, gana terreno, tiene iniciativa estratégica porque ha adaptado su industria militar a esta guerra, pero no ha conseguido su objetivo político, es decir, derrocar al gobierno de Zelenski y convertir a Ucrania en una zona de influencia rusa. Aunque lo cierto es que toda esta guerra viene porque Ucrania no es miembro de la OTAN.
No imagino a soldados españoles luchando contra Rusia. Ni franceses ni alemanes
En esta situación vamos a un dilema claro: aceptar la finlandización de Ucrania a cambio de ser un país democrático. O eso o tendremos que contemplar lo que dijo Macron: no excluir la posibilidad de una guerra entre Occidente y Rusia, que sería muy rechazada por la opinión pública. No imagino a soldados españoles luchando contra Rusia. Ni franceses ni alemanes. Otra opción sería la guerra permanente pero sería una sangría para la economía europea y la ucraniana. Pero no es una guerra fría clásica: entonces no había interdependencia. Ahora sí, España compra más gas licuado que nunca, porque no está bajo sanciones. De un día para otro no se puede acabar con esta interdependencia. Y muy importante: China no va a dejar que colapse Rusia. Están alineados en contra de EEUU con Irán. Soy pesimista: esta guerra va para largo, y los rusos se han preparado para ello, mientras que los políticos europeos no han explicado bien que será prolongada y lo que hay que invertir en la contención.
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