El papa comienza la entrevista respondiendo con la voz, pero le toman la delantera con rapidez sus ojos y también sus manos. No hay cuestiones prohibidas ni vetos durante nuestro diálogo, y Francisco completa todo el cuestionario de un tirón, en menos de dos horas. “Tranquilo, preguntá, preguntá”, insiste cuando intuye que me puedo estar mordiendo la lengua.
Si una pregunta le parece importante, se incorpora en su asiento y se pone casi al borde. Otras veces, también abre un poco los brazos, extiende las manos y mueve los dedos mientras habla. “Esto quiero que lo subrayes”, dice. También repite algunas palabras clave sobre Benedicto: “gentileza”, “nobleza”, “bondad”. O las subraya con un gesto de hombros, con una especie de suspiro o con una risa que desdramatiza.
Es una entrevista importante, mantuvimos una relación muy profunda y quiero que se sepa, quiero que se conozca sin intermediarios —asegura.
Pregunta: Cuando le propuse esta entrevista, sus primeras palabras fueron ya un resumen de los casi diez años de convivencia entre los dos papas: “Para mí Benedicto fue un padre, ¡con qué delicadeza me acompañó en este camino!”.
Respuesta: Y es verdad... Es un hombre que, al principio, venía acá a comer conmigo. Venía acá o yo iba a comer con él al monasterio. Su cocinera hacía unos bifes argentinos bien jugosos; con demasiada pimienta, pero muy buenos. En los primeros consistorios él estaba presente, me acompañó hasta en eso. Él venía a las ceremonias. Pero después, lentamente, se fue enfermando y se fue clausurando, y ya no podía salir de su residencia.
P: Usted lo describió con tres palabras que considero muy significativas: “padre”, “delicadeza”, “me acompañó”. ¿En qué sentido Benedicto XVI fue un “padre” para usted?
R: Me dejó crecer, me dio paciencia. Y, si no veía clara alguna cosa, pensaba tres o cuatro veces antes de decírmelo. Me dejó crecer y me dio libertad para tomar decisiones.
P: Ese “dar libertad” es un rasgo de los gigantes de la historia. Entiendo que usted no se sintió coartado ni presionado por el papa emérito.
R: Daba libertad, nunca se entrometió. Por ahí, en una ocasión en que hubo una decisión que no entendía, me preguntó al respecto con mucha naturalidad. Me dijo: “Mire, yo no entiendo esto, pero la decisión está en sus manos”, y yo le expliqué los motivos y quedó contento.
P: ¿Benedicto se opuso a alguna de sus decisiones?
Él nunca me quitó el apoyo. Quizá hubo alguna cosa que hice con la que él no estaba de acuerdo, pero nunca lo dijo. Actuaba como diciéndome: “Lo apoyo. Quizá no lo entiendo, pero lo apoyo”.
P: Usted mencionaba también que Benedicto le trató estos años con gran “delicadeza”.
R: No permitió que se hablara mal de mí si no se aclaraban las cosas. Luego te contaré despacio una vez en la que fueron a solicitarle casi que me procesara. Fue cuando hablé de las “uniones civiles” para personas homosexuales.
P: Si le parece, comentemos antes la tercera expresión que usted utilizó. Dice que el papa emérito le «acompañó» a lo largo de estos años. ¿En qué sentido?
R: Rezaba conmigo. Cuando iba a verle —iba siempre por Navidad y por Pascua o en alguna otra ocasión—, le brillaban los ojos y rezaba por mí. La última vez que nos vimos, unos días antes de su fallecimiento, ya no tenía fuerzas para hablar. En ese momento no estaba su secretario, Georg Gänswein, que es quien sabía leerle los labios. Pero créeme que, aunque no logró articular palabra, su gesto era tan expresivo, tan bondadoso que fue suficiente para expresarlo todo.
P: También en la entrevista con el diario ABC de diciembre de 2022, pocos días antes de su fallecimiento, dijo que le impresionaba cómo miraba Benedicto XVI.
R: Miraba más allá, ciertamente. Eran unos ojos preciosos, brillantes. Ojos con grandes horizontes. Vos ves personas que saben mirar y personas que son cerraditas, que miran solo el detalle. Él era un grande. Esos ojos a mí siempre me daban esperanza. Además, eran ojos alegres. Siempre encontraba el chiste... Tenía un gran sentido del humor.
P: ¿Se acuerda de alguna broma de Benedicto?
R: No, no me acuerdo en este momento de ninguna broma concreta, pero sí del buen humor durante los encuentros que mantuvimos. Yo siempre salía de ellos muy alegre.
P: ¿Qué veían los ojos de Benedicto?
R: Creo que no era ningún ingenuo. Veía la situación actual, iluminada por su experiencia. A mí esos ojos me recordaban a la contemplación de los místicos.
P: Y después del fallecimiento de Benedicto, ¿usted ha cambiado algo en su modo de vivir o de ejercer el papado?
R: No, seguí exactamente igual. Siempre recordándolo.
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Este texto es un extracto de El sucesor. Mis recuerdos de Benedicto XVI (Planeta Testimonio) un libro en el que Javier Martínez-Brocal, periodista vaticanista de ABC y La Sexta entrevista en profundidad al pontífice argentino con el foco puesto en la relación entre los dos papas.
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