Casi 100 años después del golpe fallido de Adolf Hitler en Múnich, perpetrado en noviembre de 1923, el aristócrata septuagenario Heinrich XIII fue detenido por estar detrás de los planes de una sublevación en la que participaría un nutrido grupo de Reichsbürger (Ciudadanos del Reich), nostálgicos del káiser Wilhelm II que consideran que Alemania dejó de existir tras la derrota de Hitler en 1945. Este lunes ha comenzado la primera fase del mayor juicio a golpistas en la Alemania de posguerra. En total, son 26 los encausados, tras la muerte de uno de los arrestados.
El presidente del tribunal de Stuttgart, Andreas Singer, antes de comenzar la sesión este lunes, ha remarcado: "No estamos hablado de un grupo de simpáticas figuras aviesas que tuvieron algunas ideas extrañas", según informa The Guardian.
Cuando la trama fue desmantelada, habían comenzado a crear lo que denominaban "empresas de seguridad nacional" y ya contaban con unas 300. Iban a entrar en acción el Día X. Todo comenzaría con un corte de electricidad para crear el caos. Después asaltarían el Reichstag en Berlín y secuestrarían a varias figuras relevantes de la política alemana, entre ellos al canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, y al líder de la oposición, el dirigente conservador Friedrich Merz.
En Stuttgart, en un tribunal construido para procesar a los terroristas de la Facción del Ejército Rojo en los 70, con extraordinarias medidas de seguridad, se va a juzgar a nueve implicados en el golpe, entre ellos Markus L. quien disparó con arma de fuego a los policías que irrumpieron en su vivienda para arrestarlo. Pertenecen al ala militar de los Ciudadanos del Reich y hay quienes formaron parte de las fuerzas de seguridad del Estado.
Están acusados de alta traición, intento de asesinato y militancia en una organización terrorista implicada en un intento de golpe de Estado. Las penas, si son condenados, oscilarán entre el año y los diez de cárcel. Markus L. podría pasar el resto de su vida en prisión.
Contaban con medio millón de euros en efectivo para acometer su plan. Les incautaron de 380 pistolas, 350 armas blancas y unas 150.000 rondas de munición.
"No estamos hablado de un grupo de simpáticas figuras aviesas que tuvieron algunas ideas extrañas"
ANDREAS SINGER, PRESIDENTE DEL TRIBUNAL DE STUTTGART
Un cabecilla de alta cuna
El personaje más exótico de la trama es sin duda Heinrich XIII, de 72 años, empresario del sector inmobiliario, como Donald Trump, que comparecerá el 21 de mayo en Francfort, junto con otros ocho cabecillas del complot. En junio se celebrará un tercer juicio en Múnich.
Heinrich XIII nació el 4 de diciembre de 1951en Büdingen, en el Land de Hesse. Pertenece a la Casa de Reuss, un antiguo linaje que gobernó en algunas zonas de lo que ahora es el Land de Turingia hasta 1918. Todos los herederos varones del trono de Reuss se llaman Heinrich con un número en homenaje a Heirich VI, que fue emperador del Sacro Imperio Germánico hasta su muerte en 1197.
Es el quinto de los seis vástagos, cuarto varón, del príncipe Heirich I Reuss de Köstritz y la duquesa Woizlawa Feodora de Mecklemburgo-Schwerin. Su madre, la duquesa, era prima del Gran Duque Kirill Vladimorovich de Rusia y de la reina Juliana de los Países Bajos, abuela del actual monarca. Fue arrestado en diciembre de 2022 en su lujosa vivienda de Fráncfort y también registraron su castillo neogótico cerca de Bad Lobenstein, en Turingia, del siglo XIX.
Es un viejo confundido que está atrapado en ideas erróneas de la teoría de la conspiración"
Heinrich IV, portavoz de la Casa de Reuss
La Casa de Reuss se mostró muy abochornada por el comportamiento de Heinrich XIII. "Hemos sido una dinastía tolerante y cosmopolita durante 850 años en el este de Turingia, y ahora estamos en todo el mundo, hasta en América, [somos] 'terroristas' y 'reaccionarios' - es realmente horrible", decía el portavoz de la Casa, Heinrich XIV, a finales de 2022, según informó la NBC. "Es un viejo confundido que está atrapado en ideas erróneas de la teoría de la conspiración", añadía el portavoz familiar.
El aristócrata, que se presentaba en su página web como coordinador de intereses empresariales, también habría tratado de conseguir apoyo de la Federación Rusa para lograr su objetivo de derrocar al gobierno federal alemán. En Zurich, en 2019, evocó la Alemania monárquica anterior al fin de la Primera Guerra Mundial. "Si entonces algo no iba bien, acudías al príncipe. ¿Ahora a quién nos dirigimos? ¿A tu parlamentario, a tu alcalde, a tu canciller, a la UE? Buena suerte".
Los Ciudadanos del Reich
Las rocambolescas ideas del príncipe de Reuss son las que defienden los Reichsbürger (Ciudadanos del Reich), nostálgicos de la Alemania imperial de 1871, del káiser Wilhelm II. Para ellos el último vestigio de esa Alemania lo representó Adolf Hitler. Creen que desde que Alemania se rindió el 8 de mayo de 1945, al ser derrotado el régimen nazi por los aliados, el país dejó de asistir y pasó a convertirse en un "Estado vasallo" de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos, Reino Unido y Francia.
Los autodenominados Ciudadanos del Reich son proclives a la violencia. Están arraigados principalmente en Brandemburgo, Mecklemburgo-Pomerania Occidental, Turingia y Baviera. Se niegan a pagar impuestos y han declarado sus propios pequeños "territorios nacionales", que denominan "Segundo Imperio Alemán", "Estado Libre de Prusia" o "Principado de Germania", según informa la Deutsche Welle. En sus páginas web anuncian con orgullo su intención de "continuar la lucha contra la República Federal de Alemania".
La Oficina para la Protección de la Constitución, o agencia de inteligencia federal alemana, calcula que hay unos 21.000 miembros de los Reichsbürger en Alemania. El 5 por ciento de ellos están clasificados como extremistas de extrema derecha. En su mayoría son varones, de más de 50 años, proclives a las teorías de la conspiración.
Durante la pandemia se radicalizaron aún más. En Alemania tuvieron bastante eco los movimientos antivacunas, los llamados Querdenker. A finales de ese momento es cuando se localiza a esos golpistas y se desmantela su complot, que parece un argumento de película de serie B. Pero vivimos tiempos donde la realidad nos sorprende con giros de guion inesperados.
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