Trpezlivosť vždy prináša červené ruže (la paciencia siempre trae rosas rojas). Es el proverbio favorito de Robert Fico (Topoľčany, 1964), el jefe de gobierno de Eslovaquia que ha sufrido el primer intento de magnicidio contra un miembro del Consejo Europeo desde 1950. Carismático y brillante, es uno de los políticos más amados y odiados en Eslovaquia.

Xenófobo, misógino y enemigo de la libertad de prensa, tiene como modelo a Viktor Orban, primer ministro de Hungría. En octubre pasado logró formar gobierno, con apoyo en la extrema derecha, por cuarta vez no consecutiva, tras vencer en las elecciones de septiembre.

Regresaba, gracias a su paciencia y constancia, cinco años después de tener que renunciar en la primavera de 2018 tras las multitudinarias protestas en las calles de Eslovaquia por el asesinato del periodista Jan Kuciak, del digital Aktuality, y su prometida en febrero de 2018. El reportero reveló vínculos entre la mafia italiana y el partido Smer-SD, en origen socialdemócrata y ahora ultranacionalista, del primer ministro Robert Fico.

Tuvo que irse, pero Fico no se dio por vencido. Al contrario, siguió en la brecha y durante la pandemia se convirtió en uno de los estandartes de la campaña antivacunas. Su victoria en septiembre pasado hizo que temblaran las redacciones de los medios eslovacos, que considera "enemigos de la nación". Su modelo político es la Hungría de Orban, donde el primer ministro ha terminado prácticamente con la prensa libre y ha hecho imposible el trabajo de las ONG.

Uno de los objetivos de los ataques de Fico ha sido la presidenta liberal del país, la ex abogada de derechos humanos y activista Zuzana Čaputová, a la que ha calificado de "marioneta de Estados Unidos". Čaputová le demandó el año pasado por difamación.

También ha acusado a varios opositores y ONG de seguir las instrucciones del financiero estadounidense George Soros. Otro objetivo ha sido la comunidad LGBT eslovaca. De los periodistas críticos suele decir que son "idiotas" o "prostitutas antieslovacas".

Alumno aventajado de Orban

Orbanita de manual, es un nacionalpopulista que se nutre del descontento motivado por las desigualdades de los cambios radicales que afronta la sociedad occidental en el siglo XXI. Cuando estalló la pandemia, apenas tenía un 10% de apoyos, pero se erigió en portavoz de los antivacunas y logró ampliar su respaldo electoral hasta llegar al 23% en las parlamentarias de otoño de 2023.

"Fico es un brillante tecnócrata del poder, pero también polariza fuertemente a la sociedad. Por un lado, es el tercer líder político en el que más confían los eslovacos, un 36%, pero por otro un 64% expresa desconfianza hacia el primer ministro", señala en su cuenta de X Krzysztof Dębiec, investigador del Center for Eastern Studies, de Varsovia.

Nació en Topoľčany, una pequeña ciudad del oeste de Eslovaquia, hace casi 60 años (los cumple el 15 de septiembre). Procede de una familia humilde: su padre era conductor de carretilla y su madre empleada en una zapatería.

Tenía tres años cuando las tropas soviéticas aplastaron la sublevación en Checoslovaquia. Hizo el servicio militar como investigador y se doctoró con una tesis sobre la pena de muerte en Checoslovaquia. Parecía que haría carrera académica, pero la caída del Muro de Berlín le permitió hacer realidad su sueño: dedicarse a la política.

En 1994, representó a Eslovaquia en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, donde trabajó hasta el año 2000, un hecho que resulta llamativo al ver su evolución política, similar a la de Orban, desde el liberalismo al nacionalpopulismo.

Tras afiliarse al Partido de la Izquierda Democrática, pasó a fundar Smer - sociálna demokracia. La nueva organización nadaba en la ambigüedad, a mitad de camino entre la democracia y el socialismo, pero sobre todo daba cabida a las ambiciones de Fico.

En 2006, tras siete años en la oposición, el Smer-SD resultó vencedor en las legislativas con una promesa de proteger a los que se habían quedado atrás con el salto al capitalismo. Volvió a la oposición en 2010 pero dos años más tarde regresó al poder.

En 2016, el año del Brexit y de la victoria de Donald Trump, su discurso anti inmigración le permitió ser primer ministro por tercera vez. A mitad de mandato se vio obligado a renunciar por las protestas motivadas por el asesinato de Ján Kuciak, que investigó la corrupción de la élite política. En 2020 Smer perdió las elecciones y el partido se escindió.

Trumpista por electoralismo

Paciente y tenaz, encontró en la narrativa antivacunas la llave para recuperar popularidad. Logró liberarse de cargos penales por creación de grupo criminal y abuso de poder, lo que le permitió volver a intentar un cuarto mandato, que logró.

En la campaña electoral de 2023 no ocultó su simpatía por el líder ruso, Vladimir Putin, y aseguró que Eslovaquia no iba a dar un euro más para ayudar a Ucrania. Vende como pacifista este apoyo al Kremlin.

"Toma prestado el discurso de [Donald] Trump y hará y dirá lo que sea necesario, ya sea de izquierdas o de derechas", decía en The Guardian Milan Nič, investigador principal del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores, poco antes de las elecciones del año pasado. "Ha logrado presentarse como una figura anti establishement, cuando pretende desmantelar los casos judiciales en su contra". Las similitudes con Trump son obvias.

Es contrario a las sanciones a Rusia y asegura que vetará el ingreso de Ucrania en la OTAN. Ha fomentado la división entre los votantes de provincias, más conservadores, y los urbanos, sobre todo de Bratislava, más liberales. Todos se han unido para condenar que haya sido víctima del odio, un odio que, sin embargo, no ha contribuido a acrecentar con fines políticos.