“Mi abuela solía contarme la historia de cómo el coche de palacio, un Mercedes negro, venía a recoger a mi madre y, antes de subir al vehículo, descargaba cajas de carne, fruta y verdura porque procedía de una familia bastante pobre”. Durante décadas Jane Benzaquen se hizo preguntas y, aconsejada por sus más allegados, mantuvo las respuestas en secreto. Hoy, camino de los 71 años, Jane ha emprendido la batalla de su vida: reconocer en los tribunales belgas que el padre que nunca conoció es el mismísimo Hasán II, el difunto rey de Marruecos.
“Estoy bien, con la esperanza de que el proceso legal avance. La decisión de llegar hasta aquí no ha sido sencilla, pero me siento con fuerzas. Estoy convencida de que la verdad saldrá a la luz”, relata Jane con un exquisito francés a El Independiente. Su entereza impresiona, habida cuenta la magnitud del envite legal y también del tamaño de su rival, la todopoderosa Casa Real marroquí, una de las principales fortunas de África. Si los tribunales belgas le acaban dando la razón, será reconocida como la primogénita de Hasán II, la hermanastra mayor del actual rey Mohamed VI, fruto de una relación que se remonta a la década de 1950, cuando Hasan II era simplemente un príncipe de 21 años que disfrutaba -como hoy su nieto- al volante de coches de lujo.
Su madre Freha, en cambio, ayudaba a su hermana mayor en una exclusiva tienda de ropa de Casablanca y apenas tenía 17 años. Según la investigación realizada por su familia, la relación entre el príncipe y Freha debió prolongarse durante dos años: desde 1951 hasta agosto de 1953. Jane nació el 14 de noviembre de 1953. El amor debió surgir precisamente en la visita del entonces príncipe Moulay Hasan al establecimiento. Una de las tías de Jane rememora en un testimonio en vídeo aquel “affair”. “La hermana pequeña de Anita describe con todo lujo de detalles la visita del príncipe heredero a su casa, cómo un Mercedes negro de palacio venían a recoger a su hermana. Anita salvó a la familia gracias a aquella relación. Era una familia pobre y sin padre, y gracias a la historia de amor de Anita conseguían carne, verduras y frutas”, narra Eldad Sela, uno de los hijos de Jane, que la acompaña en su periplo judicial.
Anita y Hasán II
Décadas de silencio
El silencio contra el que por fin se ha rebelado Jane ha marcado su biografía. “Mi infancia fue bastante difícil. Primero, intenté vivirla sin hacer preguntas. Sólo sabía un poco de lo que me decían mi abuela y mis tías, pero jamás mi madre”, rememora la mujer. Pasó sus primeros años de vida con una familia de acogida cristiana en un pequeño pueblo flamenco de Bélgica y, cuando se reencontró con su progenitora, la convivencia no resultó cómoda. Su madre tenía ya un hijo, nacido tres años antes, cuando apenas contaba con 18 años.
“Durante años estuve muy enfadada con mi madre; ya la he perdonado. En cierta manera he llegado a comprenderla. Tampoco tuvo una vida muy fácil, porque tener una relación con el príncipe de Marruecos y ser recibida en palacio debió ser algo muy bonito. El hecho de que yo naciera le impidió seguir con su vida. Tal vez, no lo sé, pero creo que debió enfadarse conmigo. La prueba es que no quería criarme. No quería ser mi madre. Así que supongo que también tiene algo que ver el hecho de que se quedara embarazada cuando no quería y que tuviera que irse de Marruecos cuando no quería hacerlo”.
El asunto quedó durante décadas apartado, como quien envía al sótano un regalo que revuelve recuerdos pesados. Jane nació en un discreto hotel materno-infantil de Casablanca. Diez meses después de dar a luz, madre e hija se trasladaron a Bélgica. Su madre, expulsada de Marruecos, trabajó como actriz bajo el nombre de Anita Benzaquen. En la operación para ocultar su origen, se dispuso que el belga Raoul Jossart apareciera como su progenitor en el certificado de nacimiento. Pero ni siquiera los hechos más sencillos casan en la ficción: cuando supuestamente se celebró la boda, en agosto de 1949 en Casablanca, Raúl, marino de profesión que tenía veinte años más que Anita, se hallaba faenando por Países Bajos y Escandinavia.
Cuando tuvo conciencia de vivir en “una gran mentira”, optó por poner tierra de por medio. “Toda mi infancia fue una gran mentira. Todo el mundo intentó ocultarme quién era. Quise romper con todo y me fui a vivir a Israel. Tenía 18 años y me alisté al ejército. Allí no tenía familia, ni padres. Siempre he vivido mi propia vida”, rememora.
Toda mi infancia fue una gran mentira. Todo el mundo intentó ocultarme quién era
Jane, que comenzó su carrera como recepcionista de hotel y fue escalando hasta posiciones directivas, se creó una nueva existencia. “Me casé y tuve hijos. La verdad es que para mí era más fácil no hablar de ello. Así que lo dejé todo a un lado y no se lo conté a nadie, ni siquiera a mis hijos”. La suya, advierte, no es una biografía tan singular. “Hay muchos niños no deseados que han pasado por esa misma situación. No tiene nada que ver con ser la hija de un rey o la hija de un padre que no te dio su nombre o la hija de una madre que no quiso criarte. Hay muchos niños en el mundo así y todos tienen una vida complicada”, murmura esta madre de tres retoños y abuela de seis. “En cuanto me hice un poco mayor y mis hijos crecieron, me hicieron más preguntas. Así que quise darles la oportunidad de entender de dónde vengo y cómo fue mi infancia”.
El funeral que despertó la búsqueda
La “gran revelación” -el hito que abrió “la caja de Pandora”, como ella misma describe- se obró durante el funeral de Hasán II, en julio de 1999. “Cuando vi su foto, me di cuenta de que era exactamente igual a mí. Y entonces, pensando en todo lo que me habían contado mi abuela y mis tías, entendí que era mi padre. Para entonces mi madre, que nunca me habló del tema, me había dicho que Raoul no era mi progenitor”. Con el apoyo de sus descendientes, inició una batalla legal para hallar sus raíces que suma ya más de dos décadas.
“Mis nietos tienen derecho a saber de dónde venimos, de dónde vengo yo. No basta decir que soy hija del rey. Indagué en el lugar donde había nacido; confirmé que mi madre jamás había estado casada con Raoul...”. Una tarea detectivesca que se desarrolla hoy en los juzgados. Las pruebas de ADN a las que se ha sometido Jane han confirmado que Raoul carece de parentesco con ella. Parte de sus ancestros proceden del norte de África y Oriente Próximo. El examen genético ha avalado, además, que su padre biológico no es ni europeo ni judío. La demanda, con tres años ya de recorrido, sigue su curso.
La audiencia para escuchar al letrado de la Casa Real está fijada para el tercer trimestre de este año y la vista oral será a principios del próximo año. “La audiencia para el procedimiento de paternidad tendrá lugar el primer trimestre de 2025 y la fecha para la vista oral será probablemente en la primavera de 2025”, detalla su abogada Nathalie Uyttendaele. El bufete que la asesora tiene como antecedente de éxito el de Delfina de Sajonia-Coburgo, una artista que fuera reconocida como hija extramatrimonial del rey Alberto II de Bélgica. El equipo legal considera que se trata de “un caso muy bien fundado, extremadamente denso, que permitirá demostrar jurídicamente que es efectivamente la hija del rey Hasán II”.
“Nadie en el mundo llevaría a juicio a una familia real si no estuviera completamente seguro de que la verdad está con él”, señala a este diario Eldad. “Así que cuando la culpan de que lo único que quiere es dinero, nadie entiende de verdad que ni por dinero nadie haría una 'locura' como ésta. Es un movimiento que sólo una hija que quiere a su padre haría. Si Hasán II viviera hoy, no me cabe duda de que la reconocería como su hija”, agrega.
La negativa de la Casa Real marroquí
El principal escollo para el reconocimiento lo sigue planteando la Casa Real alauí y su negativa a someterse a pruebas de ADN. Su abogado ya ha avanzado que los hijos de Hasán II tienen inmunidad procesal. “Nunca han negado realmente la relación. No están contentos pero yo solo pido ser aceptada. Me podrían llamar mañana e invitarme a tomar un café en París y reconocer que soy su hermana. Con eso basta. No voy a irme a vivir a palacio ni seré una princesa marroquí. Tengo 70 años y he hecho mi vida. No creo que me queden muchos años y solo quiero saber a qué pertenezco y acabar con la sensación que he arrastrado toda la vida de que no me contaron la verdad”.
Su madre, que falleció en 1996 a los 65 años, jamás regresó a Marruecos. “Ni siquiera cuando mi abuela murió. Fue la única que faltó al funeral. Debió tener una razón de peso para no retornar”, sopesa Jane. Tampoco ella ha pisado el país árabe. “Nunca he estado. Quiero ir algún día, pero solo cuando me reciban como es debido”, esboza sin ocultar ciertas cautelas. “Me encantaría viajar a Marruecos. Allí está la tumba de mi abuela y mi abuelo. Nací en Marruecos y es un país que forma parte de mí”.
Creo que, como niña que fui, no debería haber sido castigada porque mi madre tuviera una relación con el que luego sería rey de Marruecos
Jane, que abandonó Israel y reside actualmente en Bélgica, no titubea cuando se le pregunta por el final de la historia. “Vamos a ganar. Ya hemos llegado muy lejos. Hemos recorrido un largo camino y la verdad acabará prevaleciendo”, recalca. “Pueden rechazar la prueba de ADN pero deben llegar a un acuerdo. La justicia belga es muy favorable a los derechos del niño. Y nuestro abogado Marc Uyttendaele siempre dice que todo niño tiene derecho a saber quiénes son sus padres y de dónde vienen”.
Que sea judía y Hasán II un rey musulmán, príncipe de los creyentes, “no cambia nada”. “Eso no me importa ni me interesa. A los ojos del judaísmo, soy judía por madre. Y a los ojos del islam, musulmana por padre. Y crecí hasta los 13 años en un pueblo cristiano belga, con visitas incluidas a la iglesia. Ésta es mi vida, a la sombra de las tres religiones. Creo que, como niña que fui, no debería haber sido castigada porque mi madre tuviera una relación con el que luego sería rey de Marruecos. Solo quiero saber que tengo un padre”.
Jane reconoce que es tarde para hacer las preguntas que nunca formuló a su progenitora. “¿Por qué me mentía siempre y por qué no me quería? Son las preguntas que me gustaría hacerle a mi madre”, desliza. “He intentado vivir mi vida y lo he hecho a veces sola. Creo que siempre he sido una mujer bastante fuerte. Tengo una buena familia: tres hijos y seis nietos y buenos amigos, tanto en Bélgica como en Israel. No me voy a rendir ahora”.
El caso Hicham Mandari
Hay al menos otros tres casos de personas que reclaman ser hijos de Hasán II. El más sonado es Hicham Mandari. En 2004 Mandari, ex asistente de la familia real marroquí, fue asesinado a tiros en el sur de España. Había abandonado Rabat en 1999 mientras Hasán II agonizaba y, tras amenazar con desvelar secretos palaciegos, fue acusado de fraude. Mandari aseguraba ser hijo ilegítimo Hasán II, fruto de su relación con una asistente de palacio, Farida Cherkaoui.
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