La muerte de Ebrahim Raisí abre un período de incertidumbre en Irán en uno de los tiempos más convulsos y tensos de la historia reciente de Oriente Próximo, con la guerra en la Franja de Gaza internándose en su octavo mes y sin visos de un final cercano. La desaparición repentina de Raisí, el hombre que ha sido el rostro de la teocracia iraní durante los últimos tres años, es un golpe que el establishment iraní trata ahora de minimizar.
En medio de las muestras de duelo público, el primero de los funerales será celebrado este martes en Tabriz, la ciudad a la que se dirigían Raisí y su comitiva cuando las condiciones meteorológicas y el fallo del aparato provocaron un accidente bajo investigación. Tras las exequias, los cuerpos serán trasladados a Teherán y, una vez rendidos los homenajes, serán conducidos a la ciudad santa de Mashad, de donde era oriundo el presidente difunto.
50 días de plazo constitucional
En mitad del luto oficial, la sucesión cumple sus primeros pasos. El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jameneí, ha hecho recaer en el hasta ahora vicepresidente Mohamed Mokhber las funciones interinas. “De acuerdo con el artículo 131 de la Constitución iraní, Mokhber es el encargado de dirigir el poder ejecutivo», declaró Jameneí en un comunicado, añadiendo que Mokhber deberá trabajar con los jefes de los poderes legislativo y judicial para preparar las elecciones presidenciales “en un plazo máximo de 50 días”. La fecha elegida es el próximo 28 de junio.
La celebración de los comicios plantea un desafío para la élite política iraní. “El régimen sabe lo impopular que es entre la población. Saben que cualquier signo de debilidad será utilizado por el pueblo para crear un malestar masivo en el país. Al mismo tiempo, Irán acaba de celebrar hace unas semanas elecciones parlamentarias con una participación electoral récord. La misma baja participación dentro de unos 50 días, cuando el país acuda a una nueva elección presidencial, puede ser una enorme desgracia para el régimen”, advierte en conversación con este diario Ardavan Khoshnood, experto en Irán y afincado en Suecia.
Los presidenciables
La mayor incógnita es ahora quién aspirará a suceder al octavo presidente de la República Islámica de Irán, a quien -en contra de lo que ha marcado la tradición reciente- el accidente ha arrebatado la posibilidad de competir por la reelección y disfrutar de un segundo mandato. Todas las miradas están puestas en el Consejo de Guardianes, encargado de aceptar las candidaturas. “La gran pregunta será si permiten que se presenten destacados moderados y reformistas, cosa que no hicieron en las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias”, señala a El Independiente Sina Toossi, investigador del Center for International Policy, un think tank de Washington DC. “La decisión de permitir su competición podría aumentar la participación, pero los conservadores quieren mantener el control y tener la mayor influencia sobre la sucesión de Jameneí, por lo que es posible que esto no ocurra”, advierte.
Entre los posibles candidatos, figuran entre los moderados “Ali Larjani, ex presidente del Parlamento; Ishaq Jahangiri, ex vicepresidente; Hasan Rohani, ex presidente; o Abdolnaser Hemmati, ex jefe del Banco Central”. Mohammad Bagher Ghalibaf, del lado conservador, también podría volver a presentarse. Khoshnood tiene también su propia apuesta: “Es una gran pregunta, pero difícil porque corresponde plenamente al Consejo de Guardianes aprobar a los candidatos. Pero por nombrar algunos, creo que Mohamed el actual vicepresidente Mokhber, Saeed Jalali, Hossein Dehghan, y no me sorprendería que Mohamed Jatamí o Hasán Rohani volvieran a entrar en escena”.
La abrupta salida de escena de Raisí abre otra guerra por el poder más importante: la del relevo del líder supremo
No obstante, la abrupta salida de escena de Raisí abre otra guerra por el poder más importante: la del relevo del líder supremo. Jameneí tiene 85 años y Raisí, un clérigo con un largo recorrido en el sistema judicial iraní, era uno de sus principales sucesores. “La cuestión más profunda de la sucesión del líder supremo sigue siendo un asunto crítico. Se consideraba a Raisi un posible sucesor, pero su desigual actuación como presidente ya había puesto en duda esta perspectiva. La competencia por la sucesión de Jamenei se intensificará, con distintas facciones compitiendo por la influencia. La facción conservadora más leal a Jameneí, que Raisi reforzó durante su presidencia, tratará de mantener su influencia en este proceso”, vaticina Toossi. Para Khoshnood, “la pérdida de un pilar muy importante del régimen y uno de los candidatos para tomar el relevo de Jameneí cuando éste muera” podría allanar el camino a otro contendiente, el propio hijo de Jameneí, Mojtaba.
La lección de Raisí
En plena conmoción por el suceso, no son pocos los que se interrogan por el simbolismo del helicóptero que los transportaba y que fue protagonista del siniestro, un Bell 212 que tenía entre 40 y 50 años de antigüedad. Las sanciones occidentales que sufre desde hace décadas Irán ha complicado su acceso a los repuestos para reparar una flota aérea que, en algunos casos, data de la época del Sha.
Precisamente la falta de poderío aéreo llevó a su ejército a optar por el desarrollo de drones y misiles. “Lo que es realmente importante de lo ocurrido, el hecho de su muerte, la forma en que murió en el incidente en sí, y la cuestión sobre lo ocurrido, la cuestión de la seguridad de su helicóptero, y cuál es el impacto de las sanciones en la industria de la aviación en Irán, y en qué medida esto contribuye a la seguridad del presidente y a lo que le ocurrió a él y a su ministro de Asuntos Exteriores”, subraya a este diario Mahjoob Zweiri, profesor de la historia del Oriente Próximo contemporáneo de la Universidad de Qatar.
El legado de Raisí
El fallecido presidente procedía del establishment religioso y ostentó los principales cargos judiciales del país. Durante sus cerca tres años en el poder, Raisí trató de reducir al mínimo las tensiones con sus países vecinos. “La última visita a Azerbaiyán para inaugurar la presa entre los dos países fue quizás un paso para resolver algunos de los problemas entre Irán y Azerbaiyán. Así que su política exterior era clara en el sentido de que quería una política exterior más tranquila con los países vecinos, incluidos los árabes. Durante su presidencia, el mundo fue testigo de la normalización entre Irán y Arabia Saudí con la mediación de China. Y también este puede ser uno de los principales elementos del legado del presidente Raisí”, esboza Zweiri.
Su administración luchó contra las sanciones económicas, el descontento público y las continuas protestas contra las políticas del gobierno
En el plano interno, Raisí trató de mejorar la vida económica de los iraníes. “No fue tan fácil como se esperaba debido a las sanciones. Tenía muchos proyectos de desarrollo económico para ayudar a enclaves de las zonas rurales donde había más pobreza”, señala el experto de la universidad qatarí. A la vez que intentaba reanimar la economía local, Raisí reivindicó las esencias del régimen. “Era conocido por sus estrictas políticas conservadoras y su controvertido pasado como juez implicado en las ejecuciones masivas de presos políticos en la década de 1980. Su presidencia estuvo marcada por los esfuerzos por consolidar el poder entre las facciones de línea dura y aplicar un programa social y económico conservador”, comenta Tossi.
“Su mandato no estuvo exento de dificultades. Su administración luchó contra las sanciones económicas, el descontento público y las continuas protestas contra las políticas del gobierno. A pesar de sus intentos de reforzar la línea dura, su presidencia se vio empañada por dificultades económicas y una creciente crisis de legitimidad de la República Islámica en su conjunto, como puso de manifiesto la baja participación electoral en las últimas elecciones y el extendido movimiento de protesta de 'Mujeres, Vida, Libertad' entre 2022 y 2023”, añade.
Los retos de Irán
Sin Raisí en la presidencia, como alumno aventajado y disciplinado de Jameneí, Irán debe gestionar ahora su traumática caída. El reto más inmediato, según Toossi, es “administrar la dinámica de poder interna en el bando conservador”. “Es probable que las distintas facciones compitan de forma más agresiva por la influencia, sobre todo de cara a las próximas elecciones presidenciales. El papel del Consejo de Guardianes en la aprobación de los candidatos será crucial, y podría haber una decisión estratégica de permitir que se presenten candidatos más moderados y reformistas para hacer frente a la crisis de legitimidad e impulsar la participación electoral”, arguye.
“El presidente interino, Mohamed Mokhber, aporta un enfoque tecnocrático y de gestión al cargo, que puede ayudar a estabilizar el gobierno durante este periodo de transición. La amplia experiencia de Mokhber con las instituciones económicas iraníes y sus estrechos vínculos con el círculo íntimo del líder supremo le sitúan en una buena posición para mantener la continuidad. Sin embargo, su condición de interino significa que se centrará más en garantizar una transición fluida que en aplicar nuevas políticas”, asevera Tossi.
Intramuros, los achaques económicos son el principal escollo. “El presidente interino y su sucesor tendrán que abordar las dificultades económicas de Irán. El impacto de las sanciones, unido a la mala gestión interna, ha creado importantes dificultades económicas para la población iraní. La experiencia de Mokhber en gestión económica podría resultar beneficiosa para superar estos retos, pero es probable que para lograr mejoras sustanciales se requieran reformas políticas y estructurales más amplias que van más allá del alcance de una presidencia interina”, sopesa Toossi.
El impacto de las sanciones, unido a la mala gestión interna, ha creado importantes dificultades económicas para la población iraní
En el escenario internacional, la desaparición de Raisí y de su ministro de Asuntos Exteriores es especialmente sensible. “Es un momento de gran incertidumbre y de grandes apuestas políticas entre Irán e Israel. Se produce en un momento en el que, todavía hay posibilidades de error de cálculo entre Irán e Israel”, alerta en conversación con este diario Kawa Hassan, experto en Oriente Próximo y norte de África del centro de análisis Stimson. “¿Esta muerte creará más riesgos de error de cálculo? Aún es pronto para saberlo. Tenemos que esperar y ver en las próximas semanas y meses cómo conducirá Irán su política con respecto a Israel”.
La apuesta de los expertos consultados es que la política exterior iraní de larga data seguirá invariable. “Resulta poco probable que la política exterior iraní cambie de forma significativa, en particular su postura hostil hacia Estados Unidos y su apoyo a grupos como Hamás. Estas políticas están profundamente arraigadas en el marco estratégico establecido por el líder supremo. Aunque Mokhber pueda aportar un estilo diferente a la presidencia, la dirección general de la política exterior iraní seguirá siendo la misma, dirigida a contrarrestar la influencia estadounidense y mantener el apoyo a los grupos de poder en la región”, pronostica Toossi. Y Hasan agrega: “La política exterior de Irán se establece en el Consejo Supremo de Seguridad Nacional y también por el líder supremo, por lo que estas muertes no tendrán un impacto en la dirección de la política exterior de Irán”.
“Si Jameneí hubiera estado a bordo de ese vuelo, habrían cambiado muchas cosas en Irán, porque se habría creado una enorme incertidumbre, aprensión y preocupación por la sucesión de Jamenei. Ahora la gran pregunta es qué pasaría en el Irán post-Jameneí en lo que respecta a la política exterior. Lo que es importante tener en cuenta es que el Irán posterior a Jamenei tendrá dos componentes clave: en primer lugar, ¿quién será el sucesor? Y, además, la influencia de la Guardia Revolucionaria también es un factor clave en la configuración de la política exterior de Irán después de Jameneí. Por ahora, no habrá cambios”, concluye Hasan.
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