Cada presidente del gobierno de España desde la democracia ha marcado su impronta en la política exterior. Felipe González se ganó el aprecio del gigante alemán Helmut Kohl, a quien llamó el día que cayó el Muro de Berlín para exponer su apoyo incondicional a una Alemania unida. José María Aznar se acercó tanto al coloso americano que pasará a la Historia por su foto junto a Bush en las Azores. ¿Qué pasará con Pedro Sánchez? En los últimos tres años ha chocado con Marruecos por la acogida por razones humanitarias al líder saharaui Brahim Gali, con Argelia por su cambio de posición sobre el Sáhara, con Israel por el reconocimiento del Estado palestino y los gestos previos, y con Argentina por las críticas cruzadas con el presidente Javier Milei que han derivado en la retirada de la embajadora española.
Cuando empezó su mandato, tras la moción de censura contra Mariano Rajoy, justo ahora hace seis años, Pedro Sánchez destacaba por su perfil internacional. Es el primer presidente del gobierno español que habla inglés con fluidez y con experiencia laboral en el exterior: fue asesor en el Parlamento Europeo y miembro del gabinete del Alto Representante de la ONU en Bosnia, Carlos Westendorp durante la guerra de Kosovo, de la que ahora se cumplen 20 años.
Sin embargo, Sánchez no ha gozado en la Unión Europea del protagonismo que tuvo Felipe González, a pesar de su clara vocación europeísta. La agresión rusa en Ucrania ha dejado a España fuera de foco. El Zeitenwende (cambio de era) del que habló el canciller federal, el socialdemócrata Olaf Scholz, apenas tres días después de la invasión, no ha llegado a España. El apoyo a Ucrania no ha llevado a aumentar el presupuesto de defensa hasta superar el mínimo del 2% del PIB exigido por la OTAN. Alemania cumple con esta premisa por primera vez este año.
Sufrimos una pérdida de influencia preocupante porque somos la cuarta economía de la eurozona"
JORGE DEZCALLAR, DIPLOMÁTICO Y AUTOR DE 'EL FIN DE UNA ERA'
"El centro de gravedad de Europa se ha movido a la zona de Polonia y Bálticos. Eso nos ha dejado desplazados en el Sur. Se ha visto en las reuniones con los americanos donde se convoca hasta a los italianos, pero no a nosotros. Es una pérdida de influencia preocupante porque somos la cuarta economía de la eurozona. Eso es malo. Teníamos esa influencia con González y con Aznar", explica el diplomático Jorge Dezcallar, que acaba de presentar El fin de una era: la guerra que lo acelera todo.
Es cierto que España se ha convertido en el noveno país europeo que firma un acuerdo de seguridad con Ucrania, y el presidente Zelenski visita España de forma bilateral por primera vez este domingo. También es verdad que Sánchez ha tenido gestos destacables con Ucrania, al arrancar desde Kiev la presidencia rotatoria del Consejo de la UE, el pasado 1 de julio. Sánchez no escatima en gestos pero no ha hecho ese Zeitenwende, y el presupuesto destinado a defensa es uno de los más bajos de la OTAN.
Mientras tanto, el Triángulo de Weimar, formado por Alemania, Francia y Polonia, se refuerza. Para el primer ministro polaco, Donald Tusk, es incompresible que España no adopte una política de defensa más decidida.
El peso de la política nacional
Pero a Sánchez, que encabeza un gobierno de coalición con fuerzas situadas a su izquierda como Sumar, le condiciona la política nacional. Sus socios de Sumar, como antes Unidas Podemos, son reticentes a aumentar los recursos de Defensa y a incrementar la ayuda militar a Ucrania. También para lanzar un guiño a su izquierda ha llevado la iniciativa junto a a Noruega y a Irlanda en el reconocimiento del Estado palestino, que se hará realidad el 28 de mayo.
"Un gobierno de coalición no son dos gobiernos, es un gobierno que habla con una sola voz. No puede hablar Yolanda Díaz del genocidio de Israel y reconocer el Estado palestino entre el río y el mar: ¿qué hacemos con Israel entonces? Esto provoca desconfianza. Fuera no saben muy bien qué posición tiene España", añade Dezcallar.
La crisis con Israel
Para Rafael Calduch, profesor honorífico de la Facultad de CiencIas Políticas y Sociología y catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales (retirado), "el reconocimiento del Estado palestino es una medida que debería tomarse más tarde o más temprano, pero se ha adoptado en el momento y del modo más perjudicial para los intereses de España y para el futuro de las relaciones no sólo con Israel, también para la propia Autoridad Nacional Palestina como Gobierno del nuevo Estado que se reconoce".
El reconocimiento del Estado palestino se ha adoptado en el momento y el modo más perjudicial para los intereses de España"
RAFAEL CALDUCH, CATEDRÁTICO DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO Y RRII (RETIRADO)
Calduch destaca que "a partir de ahora, la cooperación bilateral española con los palestinos de Gaza y Cisjordania, en la medida en que necesita la autorización israelí para su entrada, tránsito y distribución en esos territorios se verá dificultada o directamente prohibida".
De hecho, el ministro de Asuntos Exteriores israelí, Israel Katz, ha anunciado este viernes que su país prohibirá a partir de ahora que el consulado de España en Jerusalén preste servicio a los palestinos. La embajadora de Israel en España, Rodica Radian-Gordon, ha tenido que regresar por segunda vez en seis meses a su país por el conflicto diplomático con Madrid.
De crisis en crisis
En los últimos tres años son cuatro las crisis diplomáticas relevantes que ha tenido que afrontar el gobierno de Pedro Sánchez. Su primer ministro de Exteriores fue Josep Borrell, que dejó el cargo para asumir el cargo de Alto Representante de la Política Exterior y de Seguridad. El puesto es de los importantes en la Comisión Europea, si bien como la política exterior y de seguridad requiere unanimidad y sigue siendo competencia de los Estados en realidad es un cargo con poca capacidad de acción real.
A Borrell le sucedió Margarita Robles que luego pasó a hacerse cargo de Defensa. En enero de 2020 asumió como jefa de la diplomacia de España Arrancha González Laya. Apenas un año y medio después, González Laya era sacrificada por Sánchez por las presiones de Marruecos.
El dossier más complicado en la política exterior español es el de su vecindad sur. Y es donde la estrategia del PSOE ha cosechado menos consenso interno. La controvertida apuesta por el plan de autonomía marroquí para el Sáhara Occidental, explicitado por Sánchez a través de una carta a Mohamed VI filtrada en marzo de 2022 por la Casa Real alauí, trató de cerrar la crisis diplomática con Marruecos tras sucesivos encontronazos, desde la llegada masiva a nado a Ceuta de 12.000 migrantes a la sospecha del espionaje a varias ministros a través de Pegasus en represalia por la acogida por razones humanitarias de Brahim Ghali.
Según el relato socialista, el movimiento abrió "una nueva era de las relaciones hispano-marroquíes" a costa de su eterno rival Argelia, con el que Rabat litiga por la hegemonía del Magreb. Argel, el principal suministrador gasista de España, respondió rebajando relaciones diplomáticas y castigando el comercio bilateral. El régimen argelino ha cumplido su promesa de mantener los contratos de gas, pero la desconfianza perdura.
La negativa de Albares de abordar el contencioso del Sáhara Occidental frustró en el último minuto el viaje a Argel que el pasado febrero debía escenificar el deshielo de los lazos. En Argelia no confían ya en un pronto regreso a la normalidad.
Sánchez cambió a González Laya, una experta en comercio independiente, por José Manuel Albares, un diplomático con carné socialista, que anteriormente había trabajado como asesor en Moncloa y luego había sido embajador en París. Ha sobrevivido desde la caída de Laya, en julio de 2021. Al contrario que Laya, que aún hoy defiende la acogida de Ghali por razones humanitarias, Albares ha sido más sanchista que Sánchez sobre Marruecos, y no ha encontrado la vía de solucionar el despropósito con Argelia.
Talón de Aquiles del PSOE
El asunto se ha convertido en el talón de Aquiles del PSOE en materia internacional. Su socio de coalición Sumar mantiene la defensa del derecho de autodeterminación de la ex colonia español que los socialistas desterraron de su programa electoral en 2023.
El jueves el movimiento de Yolanda Díaz, PNV, ERC, Bildu, Podemos y el BNG apoyaron en el Congreso de los Diputados un moción del PP que exige al Ejecutivo "recuperar la posición histórica de neutralidad activa de España respecto al contencioso del Sáhara Occidental, rechazando así y dejando sin efecto el posicionamiento unilateral adoptado por el presidente del Gobierno en marzo de 2022".
Aparte de haber sacrificado la postura tradicional, el resto de partidos le afea al PSOE no haber logrado ningún rédito destacado como la reapertura de las aduanas de Ceuta y Melilla, "sin fecha" ante el bloqueo marroquí. El PP desliza, además, de manera reiterada la sospecha de que el espionaje que sufrió el móvil de Sánchez mediante Pegasus pueda explicar el giro copernicano.
A juicio del diplomático Jorge Dezcallar, "cuando el presidente del gobierno se va a ver a Mohamed VI y el jefe de la bancada del Partido Nacionalista Vasco le recuerda que nadie que no sea de su partido en el Parlamento le avala, debilita a España y al presidente del Gobierno".
Latinoamérica, desatendida
Europa, el Magreb y América Latina son los puntales de la política exterior de España. Hay un gran agujero negro en la política de Sánchez sobre Latinoamérica. "España tiene una gran influencia en Latinoamérica, sobre todo influencia política. Todo lo que sucede en España tiene gran influencia en América Latina. Si se utiliza bien, es un activo. Pero ni Sánchez ni Albares lo han sabido utilizar", afirman fuentes diplomáticas.
Y la última crisis sonada ha sido con Argentina, uno de los países con más inversión española. Las relaciones con el presidente Javier Milei, ultraliberal y aliado de Vox, en lo personal eran distantes, pero han pasado a enemistad declarada.
Primero fue el ministro de Transportes del gobierno de Sánchez, Oscar Puente, quien dijo que Milei debía de tomar algún tipo de droga para decir lo que dice. Y Milei, de naturaleza incendiaria, mentó a Sánchez y dijo que su mujer era corrupta y por eso se había tomado esos cinco días de reflexión. La respuesta del gobierno de España, que al contrario del caso del Sáhara, fue pedir respaldo a las fuerzas parlamentarias. Al no haber rectificación de Milei, el ministro de Exteriores anunció la retirada de la embajadora en Buenos Aires.
Retirar a la embajadora deja el control de la crisis en manos de Milei: es un error de principiante"
JORGE DEZCALLAR, DIPLOMÁTICO
Según Jorge Dezcallar, "lo que ha hecho con Milei es un error de principiante. Milei es un mal educado. Pero retirar a la embajadora deja el control de la crisis a Milei: será quien decida aceptar o no al proximo embajador. Pero el ministro de Exteriores tiene poca experiencia y el presidente del gobierno tampoco es un estadista".
En realidad, Sánchez ha hecho lo que sabe hacer. Aprovechar la arremetida de Milei para convertirlo en munición electoral en las elecciones europeas en unas elecciones europeas marcadas por la polarización. Queda claro con mensajes en las redes sociales del PSOE en el que señalan: "Ante la alianza del odio que representan Abascal, Milei y Le Pen, ahí estamos nosotros: el PSOE. Y en estas elecciones europeas los vamos a parar como ya hicimos el 23J".
Primero Sánchez ha visto condicionada toda su política por la necesidad de amarrar sus apoyos para mantenerse en la Moncloa. Y a partir de ahí ha recurrido a la política exterior, ya sea en el caso del reconocimiento del Estado palestino o en la pelea con Milei, para huir hacia adelante. "Le mueven razones cortoplacistas, sin calibrar las consecuencias a medio o largo plazo para España y los españoles", concluye Calduch.
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