Una de las figuras que más ha sorprendido estas semanas a los observadores de la actualidad internacional ha sido el ministro de Exteriores de Arabia Saudí, Faisal bin Farhan Al Saud. Su omnipresencia en cualquier reunión donde se traten los asuntos sobre Palestina es de especial relevancia, sobre todo si tenemos en consideración que las relaciones entre el reino saudí e Israel iban camino de la normalización absoluta, siguiendo el ejemplo de Bahréin y Emiratos Árabes Unidos. Quizás por ello sorprendió que utilizara el término genocidio para referirse a la operación militar en Rafah en un comunicado del 6 de mayo.

Para entenderlo se hace necesario explicar los principales ámbitos de la diplomacia saudí y los pilares de su política internacional.

Custodio de las Dos Mezquitas Sagradas

El primer pilar, y el más fundamental, es la responsabilidad del soberano saudí como Custodio de las Dos Mezquitas Sagradas. Un título que sustituye en su caso al de Majestad por motivos religiosos: no puede ser mayestático porque solo Dios lo es. Ser custodio de las Dos Mezquitas Sagradas implica ser responsable de gestionar el Hajj, uno de los pilares del islam.

La peregrinación a La Meca, en el Másyid-al-Haram, tiene como consecuencia ejercer una ventaja diplomática que ningún otro Estado musulmán tiene, y al mismo tiempo una de las obligaciones más delicadas. Las tensiones diplomáticas o las buenas relaciones saudíes con otros países encuentran un buen termómetro en las reseñas que hacen los peregrinos. Más de una vez han surgido roces diplomáticos porque se han quejado del trato recibido por las autoridades saudíes. O al revés, los peregrinos han pedido responsabilidades a sus gobiernos por el hecho de que sea más difícil o fácil conseguir visado para el Hajj siendo de un país u otro.

Cuna del wahabismo

El segundo pilar, vinculado al primero, tiene que ver con la importancia de Arabia Saudí para el mundo islámico sunita. El reino es la cuna del llamado wahabismo, una de las corrientes religiosas más estrictas y conservadoras dentro del islam suní. Al mismo tiempo, debemos recordar que el sunismo es la rama del islam mayoritaria, y, por tanto, se podría afirmar que el conservadurismo saudí genera una gran influencia dentro de gran parte de musulmanes.

La vinculación entre el fundador de esta doctrina, Muhammad ibn Abd al-Wahhab, y la Casa Al-Saud en el pacto de Al-Diriyya de 1744, marcaron un punto de inicio. La revolución industrial saudita y la exportación de esta doctrina alrededor del mundo antes de la Segunda Guerra Mundial marcaron el otro. Y de ahí la influencia saudí fuera de las fronteras del reino, pues durante mucho tiempo ha financiado escuelas, mezquitas, formación de clérigos, entre otros aspectos, vinculados a esta doctrina.

Protector de Palestina

El tercer pilar es, precisamente, el apoyo a Palestina. El reino saudí siempre ha sido patrocinador de su causa, destinando recursos económicos y mediáticos contra el establecimiento de un Estado israelí desde antes que existiera Israel como tal. En 1965, el rey Faisal situó la causa palestina como la fundamental de su reino, y advirtió que se podría utilizar la dependencia económica y energética del petróleo saudí como arma si no se apoyaba a los palestinos. En junio de 1967, al segundo día de la Guerra de los Seis Días, Arabia Saudí, Irak, Kuwait, Argelia, Bahréin y Libia suspendieron las exportaciones de petróleo. 

La Resolución de Jartún de septiembre de ese mismo año levantó el embargo. Pero durante la Guerra de Yom Kippur, en octubre de 1973, la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (OAPEC) anunció un embargo contra todo aquel Estado que apoyara a Israel. Hasta marzo de 1974 no se levantó el mismo.

Décadas después, Arabia Saudí financió las ayudas para los palestinos muertos en la Intifada de 2000, de la misma manera que impulsó un fondo para fortalecer el rol islámico de Jerusalén. Asímismo, ha apoyado la reconstrucción de Gaza en diferentes ocasiones, y en 2007 consiguió reunir a Fatah y Hamás, después de una escalada entre ambos que terminó con la desaparición por la fuerza de Fatah de la Franja de Gaza. Pero el Acuerdo de La Meca de febrero de 2007 ayudó a normalizar la situación. Además, continuamente ha colaborado con la UNRWA, la Unesco, el Banco Mundial o la Agencia de Obras y Socorro para los Refugiados de Palestina, entre otros organismos internacionales. De la misma manera, siempre ha apoyado el reconocimiento del patrimonio islámico y árabe en la Unesco.

Guardián de la estabilidad del Golfo

El cuarto pilar es la estabilidad del Golfo Pérsico. En 1981 se creó, para materializar la propuesta del emir de Kuwait Jaber Al-Ahmad Al-Sabah, el Consejo de Cooperación del Golfo. Los diferentes Estados de la región se dieron cuenta de que compartían en aquel momento los mismos problemas, las mismas necesidades y los mismos adversarios. Es por ello que Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos acordaron constituirse en asociación política. El temor a que la Revolución Islámica cruzara el Golfo, junto con la amenaza iraquí de conseguir una salida al mar a través de Kuwait, fueron las grandes preocupaciones diplomáticas. Y no iban mal encaminados. Arabia Saudí ayudó a Bahréin a frenar la primavera árabe en su país, y recordemos que en 1991 Irak invadió Kuwait. Todos estos países son monarquías musulmanas y árabes. Es en este punto donde entraría el conflicto entre Irán y Arabia Saudí, pues más allá del religioso, el reino saudí considera que un Irán fuerte es una amenaza para la estabilidad política del Golfo.

La relación con Turquía

Por último, el quinto pilar es la relación con Turquía. El enfrentamiento entre árabes y turcos no es una cuestión solamente histórica: actualmente define toda la política diplomática saudí. Cuando la relación del reino con Qatar entró en crisis entre 2017 y 2021, con su peor momento como consecuencia de la guerra del Yemen y las acusaciones contra Qatar por financiar grupos armados para desestabilizar la región, Turquía se posicionó a favor del emirato.

El creciente papel de Turquía en el Golfo a través de Irak es una de las cuestiones que pone en guardia la diplomacia saudita, de la misma manera que la guerra civil en Libia puso a Turquía y Arabia Saudí en lados opuestos hasta 2022. 

Recordemos que en la cumbre del G-20 celebrada en Delhi en 2023 se presentaron dos proyectos para conectar India con Europa, uno a través de Arabia Saudí, Israel y Emiratos Árabes Unidos, y otro a través de Irak y Turquía. Finalmente parece ser que el principal proyecto será una unión de ambos, para conectar todo el Golfo desde los puertos de Emiratos Árabes Unidos y los de Arabia Saudí, con Basora en Irak a través de Kuwait, y de allí a Turquía. Hace una semana se firmó el memorando anticorrupción entre Irak y Arabia Saudí, y a pesar de tener una historia tumultuosa detrás, iraquíes y sauditas han logrado entenderse. 

Ahora, con el acercamiento entre los saudíes y los israelíes, Erdogan señaló que era una infamia contra todo musulmán un acuerdo así. Pero debemos recordar que por otro lado Arabia Saudí y Turquía colaboran para frenar el papel de Irán dentro de la política iraquí, han compartido bando en las diferentes primaveras árabes y, al mismo tiempo, han normalizado relaciones con todos los actores implicados. Es cierto que Turquía también pugna por liderar el mundo islámico, y de ahí el esfuerzo por recuperar su pasado otomano. Pero, por otro lado, las últimas encuestas demuestran que Erdogan puede durar una legislatura más, pero la política saudí seguirá siendo la misma.

En conclusión, la diplomacia saudita se fundamenta en el aspecto religioso, como custodia de las Dos Sagradas Mezquitas, hecho que le da relevancia y una voz de autoridad dentro del mundo islámico. También dentro de la rama suní, por su papel financiando el wahabismo como doctrina durante décadas. Y por un factor económico y político, como cualquier otro Estado, con sus áreas de influencia definidas, como son el Golfo, Irak y Egipto, es decir, aquellas zonas que rodean el reino. Debemos ser conscientes que los tiempos en la política saudí son lentos, y a veces sus respuestas diplomáticas son difíciles de comprender, pero acaban marcando una línea de puntos para que el resto de los Estados la sigan. Un hecho que le da especial particularidad.