¿Sabía usted que los italianos no solo tienen que escribir en sus papeletas electorales el nombre de los candidatos, sino que Meloni les ha animado a anotar su nombre de pila, 'Giorgia', pese a que no pretende ocupar ningún escaño? ¿Y que en Estonia llevan votando desde el pasado lunes? Son algunas de las curiosidades que este domingo revoloteaban por el Parlamento Europeo en Bruselas, saltando de periodista a periodista, prácticamente los únicos que se encontraban en la gigantesca sede a la espera de los primeros resultados de las elecciones.

Porque aunque los comicios de este 9J son comunitarios, se vota en clave nacional, y la última prueba de ello es que en la tarde de ayer no era posible encontrar a ningún candidato español en los pasillos de la institución. Tampoco había sedes de partidos a las que acudir para seguir el recuento, como suele ser habitual en España cuando tienen lugar cualquier tipo de votaciones. La única excepción era Junts, que, con Puigdemont como prófugo de la justicia al menos por un par de días más -se espera que la ley de amnistía se publique este martes-, ha preferido establecer su sede en la capital belga en lugar de en la ciudad francesa de Colliure, a 200 kilómetros de Barcelona, donde ha centrado su campaña electoral. Bonus track: el local escogido ha sido el mismo en el que Puidgemont dio su primera rueda de prensa recién fugado de España en octubre de 2017.

Pero la ausencia casi total de candidatos no convertía en fantasmagórico el Parlamento este domingo, ni mucho menos. Con más de mil periodistas acreditados, el centro neurálgico de las elecciones bullía desde la primera hora de la tarde. No en vano el personal de la sede ha pasado los últimos días convirtiendo el hemiciclo en una enorme sala de prensa con 600 sitios de trabajo, un enorme y deslumbrante escenario desde el que anunciar los resultados de los sondeos a cada tanto y gradas para que los periodistas de televisión entren a sus directos, más decenas de otros puestos de trabajo en los pasillos, los halls, cada rincón que ha sido posible habilitar.

En medio de un edificio y otro, improvisados platós de televisión, y en los baños femeninos, compresas y tampones gratuitos. En los pasillos, los ujieres, con chaqué, camisa blanca y cadena con reloj son los más elegantes del lugar, por encima incluso de los entrajetados presentadores de la tele, y controlaban los accesos a las diferentes zona. Todo reluce, salvo la comida -o sí, por su ausencia-. En la sala que hace las veces de sede de Los Verdes corre la cerveza y el vino, en una celebración que puede ser la última para muchos. Una asesora confiesa que teme perder su puesto de trabajo: en las proyecciones de las ocho de la tarde, el grupo pierde 20 escaños, un resultado mejor que el que apuntaban las encuestas, pero muy por debajo de los 71 de la última legislatura. En cambio, la sala-sede del PP europeo permanece vacía a media tarde, y en la de los socialistas no permiten entrar a prensa.

"En las últimas elecciones la gente estaba ilusionada, hoy aquí se masca la tragedia", cuenta una periodista francesa. La noticia de que la formación de ultraderecha Alternativa para Alemania podría quedar en el segundo puesto recorre como un escalofrío a otra de ellas. Unos minutos antes, Macron ha disuelto la asamblea y convocado elecciones anticipadas. Fuera tiene lugar un flashmob de la organización civil Avaaz, en el que decenas de personas entonan el Bella Ciao y portan pancartas con mensajes como libertad sobre mi cuerpo, libertad para amar, libertad de movimiento, y unámonos contra la ultraderecha. Después suena el Himno de la Alegría, hurras enfervorecidos y todo el mundo de vuelta a los focos del interior.

"Chicos, va a salir Metsola", avisa una trabajadora del Parlamento. Unos minutos después, luces, cámaras y en el colosal escenario aparece la presidenta saliente de la Cámara para contar los resultados de los últimos sondeos. Aunque a las seis de la tarde ya habían cerrado los colegios de Bélgica, República Checa, Alemania y otros nueve países más, los primeros datos oficiales no se conocerán hasta que no lo hagan los últimos colegios electorales, así que será necesario esperar a los italianos, que terminan de votar a las once de la noche. Cuando termina de comunicar los primeros sondeos, una inexplicable oleada de aplausos recorre la sala de los periodistas. "¿Qué es esto, una rueda de prensa de fútbol?", se oye.

Después, una cena rápida en la cafetería de la duodécima planta, la que no solo tiene bocadillos fríos. Las opciones son pavo -seco- con salsa de roquefort para amenizarlo y patatas tipo airfrier -mira que es complicado que unas patatas fritas sepan mal, pero que lo hagan en Bélgica debería ser delito-, un arroz al wok con gambas del que me llevo el último plato y una carne en salsa con las mismas patatas infectas. Las vistas, al menos, son de las mejores que he visto de Bruselas, y aún no ha anochecido.

"La mayoría de los países ya han comunicado sus resultados", anuncia desde el escenario el director de comunicación del Parlamento, Jaume Duch. "Los resultados aún tenemos que confirmarlos, pero esta es la primera imagen del Parlamento que empezará ya a funcionar mañana", le sigue de nuevo Metsola, avisando de que los grupos tendrán que conformar mayorías para avanzar acuerdos. A estas alturas solo se escucha el tecleo de los periodistas, que gritan al portavoz cuando repite los datos de los sondeos en lugar de los del recuento. Sale la todavía presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, que quiere repetir en el cargo: "Somos de lejos el partido más fuerte".

Casi ha terminado la noche, pero nunca es demasiado tarde para descubrir que las palabras de quienes salen en el escenario pueden escucharse interpretadas en más de 20 idiomas diferentes -¡¿hay tantos en la UE?!- con solo darle a un botón, a través de unos auriculares enchufados a las mesas del hemiciclo. Es casi la una de la madrugada y la sala sigue llena, con muchos aún pendientes de la enorme pantalla que llevan siguiendo desde mediodía, donde en un rato se publicarán los últimos datos de la jornada. Los hay decepcionados, los hay ilusionados, los hay pasotas, pero si algo comparten todos son las ganas locas de apagar el ordenador y volver a casa. Mañana será otro día.