Los campos de aguacates y plátanos jalonan la autopista que lleva hasta el norte de Israel y la frontera cada vez más caliente con el Líbano. “Era una zona agrícola y turística. Y todo está ahora muerto”, maldice Ishai Efroni, un teniente coronel israelí retirado que ejerce como jefe de seguridad del Consejo regional de Matte Asher. 7.000 de sus 38.000 residentes se hallan desplazados desde el pasado octubre, cuando la milicia chií libanesa de Hizbulá inició el lanzamiento diario de misiles y cohetes y los ataques con dron, cada vez más audaces. El panorama resulta más desolador cuando más se aproxima la frontera.

En total, más de 70.000 residentes en el norte de Israel no han regresado a casa desde octubre, en mitad de la tensión por la operación militar en la Franja de Gaza, en el extremo sur del país. “Pensamos que la guerra no nos llevaría tanto tiempo. Es ya la contienda más larga desde el establecimiento del país. Y, cuando estamos a punto de cumplir nueve meses, no sabemos cuándo terminará”, reconoce Moshe Davidovich, presidente del Consejo Regional de Matte Asher, muy crítico con la falta de ayuda estatal. “El Gobierno se halla en un estado de caos. Ahora, más de ocho meses después, han creado la figura de un coordinador especial para la rehabilitación del norte. Es algo que deberían haber adoptado en el primer mes. El apoyo a los evacuados no es suficiente”.

Escalada de intercambio de fuego

“No vemos la luz al final del túnel”, agrega Efroni. Lejos de atisbar cualquier final próximo, la tensión ha ido in crescendo en los últimos días. A última hora del domingo dos soldados israelíes resultaron heridos, uno de ellos de gravedad, tras el impacto de un misil antitanque lanzado desde el Líbano contra el área de Metula, a unos 150 metros de la frontera norte de Israel. El fuego cruzado ha alcanzado una tensión insólita desde julio de 2006 y la guerra que enfrentó a Israel y Hizbulá durante 34 jornadas.

Ishai Efroni, jefe de seguridad de Matte Asher, una comunidad israelí cercana a la frontera con el Líbano. | FRANCISCO CARRIÓN

Desde octubre las escaramuzas se han cobrado 500 vidas libanesas y 28 israelíes. Y los tambores de guerra han comenzado a sonar con más fuerza. “Tenemos que acabar con la amenaza que representa Hizbulá. Nadie desea una guerra, pero si no paran, no tendremos otro remedio. Así de simple”, comenta Zohar Palti, jefe del buró político militar del ministerio de Defensa israelí y ex jefe del directorio de inteligencia del Mossad. “La operación militar en la frontera del Líbano es cuestión de días o semanas. Tenemos que hacerlo para proteger a nuestros ciudadanos”, agrega el alto funcionario israelí.

El escenario de una guerra casi inevitable, un segundo frente para el conflicto que comenzó en octubre en Gaza, se ha instalado en los despachos israelíes. “Una guerra abierta con el Líbano sería devastadora para un Estado fallido, con una economía arruinada. Beirut podría ser arrasado”, desliza Palti a propósito de las opciones que se manejan en los cuarteles israelíes. “Yo insisto en que hay que intentar prevenirla pero es Hizbulá el que lanza cohetes, drones y misiles de crucero. Hemos sido muy pacientes durante los últimos ocho meses. Hay que empujar a Hizbulá para que no esté en disposición de amenazar a nuestra gente”, arguye el asesor.

Columna de humo tras un ataque desde el Líbano contra las proximidades del Kipputz Snir, en el norte de Israel. | EFE

Tenemos que acabar con la amenaza que representa Hizbulá

Una tesis, la de alejar a los combatientes del grupo libanés de la frontera, que también se barrunta entre los mandos de las unidades del ejército israelí desplegadas en las posiciones más cercanas al Líbano. “En el sur, en la Franja de Gaza, se necesitan un par de semanas más para ir acabando. Y, según se vaya produciendo ese final de los combates, habrá que ir redigiendo unidades hacia el norte”, apunta el teniente coronel Yarden, de 54 años, desde un promontorio de Mitzpe Hila, un asentamiento israelí plantado en las colinas occidentales de Galilea, a 8 kilómetros del País de los Cedros y la misión de la ONU (Finul), con un destacamento del ejército español. “La ONU ha fracasado en la misión de velar por la seguridad en la frontera y la resolución 1701 del Consejo de Seguridad. Tenemos que retirar a Hizbulá a 10 kilómetros hacia el interior y nos hemos entrenado para ese objetivo”, confirma Yarden.

Un propósito que anticipa una operación militar con peligrosas repercusiones regionales, en mitad de las advertencias de Estados Unidos y el escenario de una mayor involucración de Irán. “El conflicto entre Israel y Hizbulá ha llegado a un punto peligroso sin precedentes. La semana pasada, Hizbulá difundió imágenes de un dron sobre el puerto de Haifa y otros lugares críticos de Israel. Es la primera vez que Hizbulá difunde este tipo de imágenes de aviones no tripulados, un vídeo que muestra su capacidad para penetrar en el sistema de defensa de Israel, pero lo que es más importante, busca mostrar a Israel su capacidad y habilidad para atacar infraestructuras críticas, incluidas las militares, en el interior del país y así disuadirles de una declaración de guerra”, explica a este diario Kawa Hassan, experto en Oriente Próximo y norte de África del centro de análisis Stimson.

Blindado en la frontera de Israel con el Líbano. | FRANCISCO CARRIÓN

Un pequeño error de cálculo podría ser fatal

Fuentes militares israelíes aseguran haber golpeado 5.000 objetivos libaneses desde octubre. Hizbulá ha perdido a más de 300 miembros, entre combatientes y altos cargos militares. El domingo Israel liquidó a Ayman Ratma, miembro de Hamás y Jamaa Islamiya. “Ninguna de las partes quiere una guerra total. Así que el ruido de sables actual está dirigido principalmente a disuadir a la otra parte, a lanzar el mensaje de no seguir escalando y evitar una guerra total. Sin embargo, aunque ambas partes no la deseen, pueden encontrarse en una verdadera guerra total”, pronostica Hassan. “Dada la escalada a ambos lados de la frontera -tanto la escalada real como la guerra retórica-, todo lo que hace falta es un pequeño error de cálculo, un misil errante que no alcance el objetivo al que iba dirigido y golpee otro, lo que podría abrir la puerta a esa guerra total”, subraya el analista.

En mitad de esa escalada verbal, autoridades libanesas organizaron este lunes un periplo por el aeropuerto internacional Rafic Hariri de Beirut, con visita incluida a la terminal de exportaciones e importaciones asignada a los aviones iraníes para tratar de desmentir las informaciones que denuncia que Hizbulá usa el aeródromo como almacén de misiles y explosivos.

Terminal de cargo del aeropuerto de Beirut durante la visita organizada por las autoridades libanesas. | EFE

Ninguna de las partes quiere una guerra total. Así que el ruido de sables actual está dirigido principalmente a disuadir a la otra parte

¿Cómo evitar que la mecha prenda en una región altamente inflamable? “La principal cuestión es cómo desescalar la crisis actual. El único país que tiene algún tipo de influencia sobre Israel es Estados Unidos. ¿Podrá Estados Unidos ejercer una presión real sobre Israel para que no aumente la escalada? Es una incógnita. La única forma de rebajar la crisis y también de no llegar al punto de una guerra total es un alto el fuego en Gaza. Si EE.UU. consigue un alto el fuego en Gaza, aunque sea temporal, Hizbulá también lo aceptará. La cuestión es si EE.UU. será capaz y estará dispuesto a presionar de verdad al gobierno de Netanyahu para llegar a ese punto”, apunta Hassan. Las posibilidades de que prospere la propuesta de tregua esbozada hace un mes por Biden, que rechazan el Ejecutivo de Netanyahu y sus ministros más a la derecha, se antojan cada vez más escasas. Este lunes el jefe del Estado Mayor Conjunto del ejército estadounidense, el general Charles Brown, advirtió a Israel del peligro de entrar en guerra contra Hizbulá. A su juicio, podría alentar un ataque iraní a gran escala que Washington sería incapaz de ayudar a repeler.

Iglesia de Saint Georgios en Yaroun, en el sur del Líbano, alcanzada por un ataque israelí. | EFE

En realidad, la guerra total sería el último episodio de una contienda que ya existe. Desde el 8 de octubre, en solidaridad con Hamás, Hizbulá inició unos ataques con cohetes y drones explosivos con comunidades y bases israelíes cerca de la frontera como objetivo. Israel ha respondido con ataques contra objetivos del movimiento de Hasan Nasralá. Pero en el horizonte comienza ahora a despuntar la posibilidad de que ambas partes en liza empleen la munición pesada de largo alcance que podrían sembrar la devastación a ambos lados de la frontera. “La mejor defensa es el ataque”, replica Efroni siguiendo un argumentario que se ha extendido por Israel, reforzado por la lección traumática del 7 de octubre en Gaza. “Vamos a necesitar tiempo. Tenemos que asegurarnos de que se elimina la amenaza antes de poder retornar a casa”, añade.

El arsenal de misiles que ha construido Hizbulá excede con creces el de Hamás en el sur. “Nuestra misión es defender el país. Hay solo dos alternativas: o un acuerdo o una operación militar. Estamos preparados y decididos si se produce el segundo escenario”, apunta el teniente coronel Oren, otro de los oficiales israelíes desplegados en la frontera. “Y con una guerra abierta, el Líbano volvería a la edad de piedra”, concluye.