Había mil temas que tratar en el primer debate presidencial de cara a las elecciones estadounidenses del próximo 5 de noviembre. De la frontera a la sanidad, la crisis del fentanilo o la asfixiante desigualdad. Pero todos se esfumaron como la llama de una vela ante un niño en su cumpleaños conforme el actual presidente, el demócrata Joe Biden, se trababa, cerraba los ojos buscando las palabras, perdía la mirada o balbuceaba un "todo lo que has dicho es mentira". El debate lo ganó el expresidente republicano Donald Trump, pero no tanto por sus propios méritos sino por el desastre de las intervenciones del actual dirigente, que ni siquiera pudo hilvanar los dos minutos finales sin perderse.

Para Biden una buena actuación en el debate era clave. Necesita mejorar en los sondeos ante las críticas sobre su edad (81 años, frente a los 78 de Trump) que ponen en duda que esté capacitado para seguir cuatro años en el cargo. El fracaso fue flagrante. Los días previos al debate, las encuestas daban a ambos candidatos un empate en intención de voto (41%), pero después del encuentro de hora y media, los primeros sondeos daban un 67% a Donald Trump frente al 33% de Biden, según una encuesta flash de CNN, lo que ha llevado a que su propio partido ponga en duda su continuidad.

Un debate inédito

Ha sido la primera vez que un presidente de Estados Unidos en ejercicio y un exmandatario del país se enfrentaban en un cara a cara, y lo han hecho solos, ya que Robert Kennedy Jr., el sobrino del expresidente John F. Kennedy, no ha conseguido cumplir con los requisitos que exigía el canal organizador para participar. Con todo, ni Biden y Trump han sido todavía nominados formalmente como los candidatos del Partido Demócrata y del Republicano, que celebrarán sus convenciones nacionales en agosto en Chicago y en julio en Milwaukee, respectivamente. Ambos partidos consideraban que les favorecería empezar a calentar el terreno con más antelación de la habitual.

Sin embargo, el enfrentamiento en la sede de CNN de Atlanta (Georgia) ha sido una sucesión de anécdotas inconexas por parte de Biden, quien ha intentado contar historias sobre víctimas de la sentencia contra el aborto, de veteranos de guerra y de madres negras que le piden más ayudas para criar a sus hijos. Sus dificultades para vocalizar, para dotar de emoción sus frases e incluso para darles el volumen necesario, o para explicar por qué estaba contando cada una de ellas -en repetidas ocasiones se le terminó el tiempo antes de que pudiese acabar- las llevó al traste. El encuentro se ha saldado con ningún momento memorable del lado del presidente.

Un Trump presidencial

"No sé qué ha dicho al final de esa frase y él tampoco lo sabe", ha arremetido Trump contra las frases deslavazadas que acababa de pronunciar Biden, en uno de los pocos momentos en los que cargó contra el estado de su contrincante. Pese a todo, el candidato republicano dejó de lado el papel faltón, altanero y engreído que le caracteriza para adoptar un papel más comedido de lo habitual. Hizo gala de su buena relación con Vladimir Putin, el presidente ruso; aseguró varias veces que Biden ha llenado el país de inmigrantes ilegales y prometió bajar los impuestos, pero no intentó interrumpir –lo hizo unas 200 veces en el primer debate de cara a las elecciones de 2020– ni ensalzó su papel como instigador del asalto al Capitolio.

El candidato republicano dejó de lado el papel faltón, altanero y engreído para adoptar un papel más comedido de lo habitual

"Presidente Trump, ¿aceptará el resultado de las elecciones?", le ha preguntado la presentadora Dana Bash. "Si es justo y legal, por supuesto", ha respondido el republicano, que también ha asegurado que le parece "inaceptable" cualquier tipo de violencia política. El Tribunal Supremo aún debe decidir si Trump será o no juzgado por animar a tomar el Congreso estadounidense el 6 de enero de 2021, cuando debían certificarse los resultados de las elecciones presidenciales, y cuando murieron cinco personas.

A ratos parecía impensable que el debate estuviese enfrentando al actual presidente con un delincuente convicto por 34 delitos –la condena está aún por conocerse– ligados a su aventura con la actriz porno Stormy Daniels y cómo le pagó para ocultarlo, que además está siendo juzgado por otros tres casos: por presuntamente llevarse documentos clasificados a su mansión de Florida, por intentar interferir en el resultado de las elecciones en Georgia y por el ya mencionado asalto al Capitolio.

Mentiras sin respuesta

Biden le echó en cara que hubiese "tenido sexo con una estrella del porno" mientras su mujer estaba embarazada, Trump lo negó y la discusión siguió adelante. Para el republicano, no hay diferencia entre él y Biden en este sentido, puesto que "en cualquier momento" el presidente podría ser condenado por todo tipo de hechos, de su papel en el conflicto israelí a la guerra de Ucrania. "Este hombre es un criminal, yo no he hecho nada malo", aseguró el magnate.

Los minutos pasaban lentamente, pese a que cada candidato solo tenía dos para contestar a las preguntas de los presentadores, y uno extra para rebatir al contrario. Los "no tengo el número exacto" de Joe Biden se repetían, y de la misma manera se sucedían las mentiras de Trump, que llegó a afirmar que Biden está a sueldo de China, que el déficit es ahora el mayor de la historia –no es cierto– y que él redujo la deuda mientras estaba en el gobierno, pese a que subió en todos los ejercicios.

Para la desesperación de los periodistas que seguían el debate, los moderadores Jake Tapper y Dana Bash no intervinieron para matizar ni desmentir ninguna de las afirmaciones, limitándose a abrir nuevos bloques y a lanzar preguntar a los candidatos. El actual presidente ostenta los datos de desempleo más bajos en décadas, el mayor crecimiento económico del G7, y ha conseguido que los crímenes estén por debajo 2019, pero esas cifras no destacaron en el encuentro.

La inmigración, la gran arma de Trump

Si esta semana planeaba por Washington la idea de que Biden podía dar la sorpresa e impulsarse en las encuestas gracias a su papel en el debate, después de siete días encerrado con sus asesores en Camp David (Maryland) y tras una larga vida ligada a la política, en la noche del jueves cundía el pánico. Biden hizo gala de ser el sexto senador más joven de la historia del país, tratando de bromear con que en su momento lo criticaban por ser un político demasiado joven y ahora por ser demasiado mayor, pero no pudo presumir de mucho más.

Trump cargó con todas sus fuerzas contra la inmigración, insistiendo una y otra vez en que los únicos puestos de trabajo que Biden creó fueron para migrantes ilegales, en que ha permitido que miles de personas salgan de la cárcel y de instituciones mentales, en que la frontera "está peor que nunca en la historia" y en que solo podrá arreglarlo él. Lo llama "la mayor deportación" del país y asegura que tendrá como mayor objetivo reducir el crimen y evitar "que toda esa gente siga viviendo en hoteles de lujo en Nueva York". "Todo lo que ha dicho es mentira", le rebatía el actual presidente, sin ahondar en datos, hechos o contraargumentos.

El aborto era otro de los temas en el que los demócratas esperaban que Biden pudiera diferenciarse de Trump. En este bloque, Trump defendió la sentencia del Supremo que devolvió a los estados la potestad para legislar sobre el aborto, y aseguró que está de acuerdo con interrumpir el embarazo en casos de violación o en los que esté en juego la vida de la madre. Y cargó contra los demócratas, afirmando que no les importa acabar con una vida que lleva nueve meses desarrollándose. En su tema estrella, Biden aseguró que no está a favor del aborto en los últimos meses del embarazo y se mostró a favor de la sentencia Roe versus Wade, la que el año pasado tumbó el Supremo y que hasta entonces y desde 1973 garantizaba el derecho al aborto.

Quedan cuatro meses para las elecciones. En la noche de este jueves –madrugada del viernes en España–, la duda que el debate deja es si los demócratas aguantarán hasta entonces con Joe Biden como candidato, una vez ha pasado el periodo establecido para llevar a cabo unas primarias y a dos meses de la convención del partido en Chicago. Todo dependerá de las encuestas, de cómo reaccionen en las próximas semanas los votantes y de si han cambiado de opinión después de ver a dos casi octogenarios en pantalla.