"Con miedo por nuestra democracia, disiento". Así cerraban este lunes las juezas progresistas del Tribunal Supremo su opinión particular sobre la sentencia de la inmunidad de Trump. Es habitual que los jueces del Supremo que no están de acuerdo con un fallo lo justifiquen y cierren con un "con respeto, disiento", pero en este caso las tres magistradas han querido que quedase claro que esta no es una sentencia cualquiera. Que supone un antes y un después en la historia de Estados Unidos, que supone un peligro para el sistema político que sus compañeros dejen en mano de los jueces cuándo un presidente es inmune ante la ley y cuándo no, y que abre la puerta a un sinfín de problemas que serán palpables en las próximas décadas.
"Porque los riesgos (y el poder) que esta Corte ha asumido son intolerables, injustificados y contrarios a las normas constitucionales, disiento", ha escrito la jueza Ketanji Brown Jackson en su propia opinión particular. "La decisión de hoy de dar a los expresidente inmunidad criminal reconfigura la institución de la presidencia. Es una burla al principio fundacional de nuestra Constitución y sistema de Gobierno de que ningún hombre está por encima de la ley", firman las tres.
Las opiniones de las tres juezas progresistas Sonia Sotomayor, Ketanji Brown Jackson y Elena Kagan provocaron este lunes un enorme revuelo en Estados Unidos, donde todas las televisiones, los periódicos y las radios se volcaron en explicar por qué la decisión del Supremo es histórica y un regalo para Donald Trump, pero especialmente qué ha llevado a las tres magistradas a mostrarse tan fervientemente en contra del fallo de sus seis compañeros.
Sin embargo, en España las magistradas podrían no ser tan conocidas. Entonces, ¿quiénes son Sotomayor, Jackson y Kagan? ¿Por qué no están de acuerdo con sus compañeros del Alto Tribunal? ¿Cómo han llegado hasta allí?
Sonia Sotomayor, la jueza latina hecha a sí misma
Sonia Sotomayor y Ketanji Brown Jackson son dos de las cinco juezas más progresistas que ha tenido el Tribunal Supremo de Estados Unidos, según un análisis que ha llevado a cabo The New York Times -Elena Kagan es la novena-. Las tres han votado juntas el 80% de las veces, más que ninguna otra combinación de tres jueces.
Antes de entrar en la biografía de Sotomayor hay que explicar algunas cosas sobre el Tribunal Supremo de Estados Unidos. A diferencia del español, aquí los jueces son nombrados directamente por el presidente del país, pero como los cargos son vitalicios eso no sucede demasiado a menudo. La Corte actual se compone de nueve jueces: una fue nombrada por Joe Biden, dos por Obama (las tres progresistas), tres por Donald Trump y otros tres por George Bush (que conforman el bloque conservador).
En este país, y especialmente en la ciudad de Washington, la gente conoce bien a los jueces del Supremo. De hecho, la muerte de la jueza Ruth Bader fue llorada en la ciudad como si se tratase de la de una alcaldesa muy querida. Y estas tres juezas progresistas son consideradas las herederas de Bader, lo que da una idea de su nivel de popularidad.
Volviendo a Sonia Sotomayor (70 años), fue la primera latina y tercera mujer en servir en la Corte Suprema de EEUU. Se incorporó al tribunal en 2009 tras ser nombrada por el expresidente Barack Obama, pero su historia es mucho más larga. Nació en el Bronx, en Nueva York, en el seno de una familia puertorriqueña. Su padre era alcohólico y murió cuando tenía poco más de 40 años, y su madre tuvo que hacerse cargo de una familia en un barrio donde la violencia era frecuente.
Con todo, Sotomayor accedió a Princeton con una beca y se graduó con cum laude. Después hizo un posgrado en Derecho en Yale, trabajó como fiscal en Nueva York y también como abogada de grandes empresas. El expresidente George Bush la designó para la Corte de Distrito de EEUU, por el Distrito de Nueva York, y el resto es historia. Esa historia de mujer hecha a sí misma conquistó a Obama, que se vio reflejado en ella.
Sotomayor es conocida por disentir de la opinión de sus compañeros y enfatizarlo con creces. "La conclusión de la corte… es una ficción", escribió en un caso sobre el derecho al voto en Carolina del Norte en 2016. La jueza viene destacando por encima de sus colegas, tanto progresistas como conservadores, desde hace 15 años. La prensa la ha llamado "la conciencia del Tribunal Supremo", "la que dice la verdad" del tribunal, o incluso "la verdadera reina progresista" de la corte. Pero la jueza también es famosa por mantener, y así lo ha expresado en diferentes charlas y conferencias, que las historias personales afectan a la visión de los jueces, y de ahí su deseo de trasladar sus experiencias, y su condición de latina y mujer, a su trabajo.
"La relación entre el presidente y los ciudadanos a los que sirve se ha dado la vuelta de forma irrevocable", escribió Sotomayor este lunes en su opinión particular sobre la sentencia de Trump, que también firman las otras dos juezas progresistas. "El presidente ahora es un rey por encima de la ley" ha sido otra de sus frases, quizá la más comentada en los telediarios. La jueza considera que sus compañeros han creado una "zona libre de leyes" alrededor del presidente, que seguirá ahí para futuros habitantes de la Casa Blanca y que podría provocar "escenarios de pesadilla". "¿Ordenar al equipo 6 de los Navy SEAL que asesinen a un rival político? Inmune. ¿Organizar un golpe de Estado militar para mantener el poder? Inmune. ¿Aceptar sobornos a cambio de un indulto? Inmune, inmune, inmune".
Ketanji Brown Jackson, la primera jueza negra del Supremo
Ketanji Brown Jackson (53 años) es la última jueza que se ha incorporado al Tribunal Supremo, y la primera negra en hacerlo de toda la historia de la Corte (233 años). En el cargo desde 2022, es la única que ha sido nombrada por Joe Biden. Curtida por una larga experiencia como abogada criminalista, antes del Supremo servía en la Corte de Apelaciones de Washington DC. Tiene dos carreras en Harvard, y ha sido editora de la revista Harvard Law Review. Pero como en el caso de Sotomayor, su brillante carrera esconde un pasado complicado en Miami, donde su tío fue condenado a cadena perpetua por traficar con cocaína.
Jackson es especialmente conocida por algunas de sus sentencias. En 2017 condenó a un hombre a cuatro años de cárcel por dispara en una pizzería de Washington tras creerse la famosa teoría conspiranoica del Pizzagate, que mantenía que Hillary Clinton dirigía una organización pedófila desde ese restaurante. También invalidó varias órdenes ejecutivas de Trump que iban contra los derechos de los trabajadores, y posiblemente su decisión más famosa sea la que tomó contra el exasesor de la Casa Blanca Donald F. McGahn II, al exigirle que declarase por el papel de Trump durante la investigación del Rusiagate, sobre la posible injerencia rusa en las elecciones de EEUU en las que Donald Trump llegó a la Presidencia.
"Los presidentes no son reyes", escribió entonces, frase a la que este lunes hacía referencia en su opinión sobre la sentencia de sus compañeros, con un "el presidente ahora es un rey por encima de la ley".
Elena Kagan, la rectora de Harvard convertida en jueza
Kagan (60 años) fue nombrada por Obama, al igual que Sotomayor, pero entró en el Supremo un año después, en agosto de 2010. Fue la cuarta mujer de la historia en convertirse miembro del Tribunal. Ella también nació y se crio en Nueva York y estudió historia en Princeton, filosofía en Oxford y derecho en Harvard, de donde fue rectora. Después ostentó otros logros como ser la primera Procuradora General de los Estados Unidos, uno de los puestos más importantes del Departamento de Justicia.
Antes había pasado años como profesora de universidad, lo que para Obama fue clave a la hora de escogerla: decía que para él era esencial tener experiencia en el "mundo real", haber salido de los juzgados. De hecho, Kagan nunca había trabajado en un juzgado hasta que Obama la nombró fiscal general de EEUU, y hasta que no llegó al Supremo no tenía experiencia previa como jueza.
En una de sus opiniones más sonadas, Kagan explicó por qué el Supremo no debía ejecutar a un preso en Alabama, ya que no podía entender su pena de muerte porque sufría demencia. La jueza explicó que un preso que sufre una enfermedad mental no puede ser ejecutado si no entiende por qué lo castiga así el Estado, ya que el objetivo en estos casos es que el criminal entienda las razones por las que se le condena a pena de muerte.
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