La portada de The Sun sentencia a los conservadores con la gracia que siempre caracteriza al diario sensacionalista. "Cuando el Reino Unido va las urnas, es el momento para un nuevo entrenador (y no estamos hablando de echar a Southgate)". El tabloide conservador del magnate Rupert Murdoch, como ya hizo en 1997, ha apostado por el cambio en las elecciones que se celebran este jueves en el Reino Unido. El nuevo entrenador sería Sir Keir Starmer, líder de los laboristas, quienes acarician con los dedos la que puede ser la mayor de sus victorias desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
La última encuesta de YouGov se ha conocido este miércoles y confirma la arrolladora victoria de los laboristas que conseguirían 431 diputados del total de 650 del Parlamento británico. La mayoría son 326, así que la sobrepasaría con creces. Los conservadores se quedarían con 102, es decir, perderían 263, una auténtica debacle. Los nacionalistas escoceses también perderán la mitad de su representación en Londres.
Los liberaldemócratas, que han realizado una campaña atrevida y refrescante, ganarían 61 y tendrían 72, un importante empujón a este tercer partido que estuvo en el gobierno de David Cameron, con Nick Clegg como viceprimer ministro entre 2010 y 2015.
Reform UK, el partido de Nigel Farage, supera el 15%, pero el sistema electoral británico hace que el ganador se lleve todo, de modo que la representación en el Parlamento británico se limitará a tres diputados. Nigel Farage, que anunció por sorpresa que competía en los comicios, va a dar guerra en la Cámara de los Comunes.
Los conservadores en caída libre
El declive conservador es tal que incluso el primer ministro, Rishi Sunak, se arriesga a perder su escaño en Richmond y Northallerton. Sería la primera vez que un jefe del gobierno recibiera un castigo similar. Su tasa de desaprobación es la mayor de un primer ministro en los últimos 50 años: un 75% de electores cree que no ha hecho un buen trabajo, según una encuesta de Ipsos. Es el quinto primer ministro que han tenido los conservadores en los más de 14 años que llevan en el 10 de Downing Street, y el primero de origen indio.
Sunak anunció el 22 de mayo que anticipaba las elecciones legislativas, previstas a final de año. Con las encuestas en contra, Sunak convocaba a las urnas el 4 de julio bajo un chaparrón. Aquello era una metáfora de lo que se avecinaba. Es posible que Sunak temiera que si esperaba a finales de año el resultado podía ser aún peor, dado que ahora al menos podía presumir de los buenos datos de inflación. La inflación ha bajado del 11% al 2%, pero los tipos de interés aún no se han reducido significativamente. O bien, una vez asumida la derrota, prefiere irse a su mansión de dos millones de libras cuanto antes.
En las últimas horas ha recibido el apoyo de Boris Johnson, que solo ha participado en un mitin electoral en el National Army Museum, en el que ha atizado el miedo a los laboristas como recurso a la desesperada. Ha dicho que Starmer encabezará el gobierno más izquierdista desde la Segunda Guerra Mundial y que acabará cediendo anti Putin. Los británicos saben que lo dice alguien capaz de defender el Brexit y el Remain, y que mintió sobre las fiestas que se organizaban en el 10 de Downing Street mientras ellos estaban confinados.
Boris Johnson es uno de los responsables del hundimiento tory, que se aceleró con la malograda convocatoria del referéndum del Brexit en junio de 2016. David Cameron empezó el calvario de los conservadores, escorados hacia la derecha, siguió Theresa May, se agravó con Boris Johnson y su Partygate, fue a más con la disparatada y brevísima Liz Truss hasta llegar a Rishi Sunak hace algo menos de dos años que no ha podido remontar el desastre.
En el último debate en la BBC, hace una semana, Sunak estuvo combativo y marcó el ritmo, pero ya son pocos los que creen en los tories. En los últimos mítines, Sunak ha pedido a los votantes que faciliten que los conservadores sean una oposición fuerte y no den un cheque en blanco a los laboristas. "Está todo perdido", sentenciaba la ex ministra del Interior, Suella Braverman, horas antes de la jornada electoral.
Fin de ciclo
Ningún partido político británico ha conseguido nunca un quinto mandato consecutivo. Los tories gobernaron de 1980 a 1997, los laboristas de 1997 a 2010 y los tories desde entonces. Es decir, el ciclo conservador tocaba a su fin, pero es cierto que su gestión económica se percibe como desastrosa. El 75% de los británicos asegura que vive peor que en 2010.
En los últimos cinco años, los salarios reales han caído como consecuencia del triple golpe del Brexit, la pandemia y la guerra de Ucrania, que han disparado los precios de la energía y la inflación. Desde las últimas elecciones, los ingresos reales de los hogares han caído: es la primera vez desde que se tiene constancia en 1955 que los hogares británicos son más pobres de media tras una legislatura, según la Resolution Foundation, un think tank londinense.
Para proteger a la economía del doble impacto de la pandemia y la guerra, el gasto público y los impuestos se dispararon, y la recaudación fiscal británica está en sus niveles más altos desde la década de 1940.
La inmigración ha alcanzado niveles récord: 700.000 personas entran cada año en el Reino Unido de forma ilegal. Hay 7,5 millones de personas a la espera de tratamiento en el Servicio Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés). La sensación es de abandono total.
La esperanza laborista y la dura realidad
Los laboristas cambiaron de estrategia electoral en 2020, cuando a Jeremy Corbyn, del ala izquierdista del partido, le reemplazó Sir Keir Starmer, diputado desde 2015 cuya aspiración era ser fiscal general. Starmer se ha esforzado por convencer a los líderes empresariales y a los votantes de que se puede confiar a su partido la gestión de las arcas del país.
El líder laborista asegura que su gobierno impulsará el crecimiento económico y dice que no recurrirá a aumentar los impuestos, como aseguran los tories que hará al tiempo que le acusan de falta de concreción en su programa.
Los expertos en fiscalidad han advertido de que cualquier partido que gane las elecciones tendrá que subir los impuestos o recortar el gasto público de forma significativa, ya que el Reino Unido se enfrenta a unas finanzas públicas deficientes.
Sin embargo, Starmer y quien será la ministra de Economía, la primera mujer en el cargo en el Reino Unido, Rachel Reeves, han logrado el apoyo explícito de una serie de profesores y economistas, entre ellos Richard Layard, Mariana Mazzucato y David Blanchflower, quienes señalan, en una carta publicada en The Guardian, que "el cambio en Reino Unido es desesperadamente necesario".
En la misiva apuntan: "Uno de los principales problemas está relacionado con los numerosos errores políticos, los cambios de rumbo y la alternancia en el liderazgo, que han contribuido a crear una enorme incertidumbre a la hora de invertir. En segundo lugar, se necesitan reformas estructurales para impulsar las infraestructuras nacionales y la vivienda, especialmente en torno al sistema de planificación. En tercer lugar, debemos mejorar nuestra relación con la Unión Europea, nuestro socio comercial más cercano. Por último, la transición hacia un crecimiento neto cero y sostenible necesita una nueva urgencia". Y pedían el voto para los laboristas.
El plan económico de los laboristas se centra en la creación de riqueza. Será "favorable a las empresas y a los trabajadores" e introducirá una nueva estrategia industrial, que acabará con la política económica a corto plazo.
Starmer asegura que no va a subir los impuestos "a los trabajadores", sin aumentar los tipos básicos, superiores o adicionales del impuesto sobre la renta, la Seguridad Social o el IVA. Limitará el impuesto de sociedades al 25% actual.
En lo que se refiere a la atención sanitaria, los laboristas se proponen reducir los tiempos de espera añadiendo 40.000 citas más cada semana. También quieren duplicar el número de escáneres realizados a pacientes que pueden tener cáncer.
El partido quiere reformar el sistema por puntos de inmigración, introduciendo restricciones a los visados y formando a los trabajadores allí donde haya escasez nacional. En cuanto a la inmigración ilegal, descarta el plan del gobierno para Ruanda y se centrará en detener a las bandas de traficantes de personas y reforzar la seguridad fronteriza.
En cuanto al Brexit, no se plantean revertirlo, pero quieren profundizar y mejorar la relación con la Unión Europea. En este sentido, son más valientes los liberaldemócratas, más claramente europeístas. Los laboristas saben que los británicos no están para más humillaciones.
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