Seiscientos dieciséis días ha estado Rishi Sunak al frente del gobierno del Reino Unido. Sunak ha dimitido como primer ministro tras la victoria laborista del jueves, y ha asumido la responsabilidad de esta derrota. También renuncia como líder tory. Tras su anuncio a la puerta del 10 de Downing Street, se ha dirigido al Palacio de Buckigham a informar al rey Carlos III. Son las primeras elecciones de las que es testigo el monarca, que ya fue quien recibió a Sunak hace casi dos años. Poco antes había fallecido su madre, la Reina Isabel, que tuvo tiempo de vivir el relevo de Boris Johnson a Liz Truss.

La derrota de los conservadores, que han perdido 250 escaños, es descomunal. Al avance laborista se ha sumado la irrupción de Reform UK, liderado por Nigel Farage, que por fin, tras ocho intentos, ha conseguido entrar en la Cámara de los Comunes.

Los laboristas han logrado 412 escaños, ligeramente por debajo del resultado que consiguió Tony Blair en 1997. Sin embargo, su porcentaje de votos no es tan espectacular, apenas un par de puntos por encima de lo que tuvo en 2019 y entonces la derrota fue histórica. La participación ha sido la peor desde 2001, apenas un 60%.

Sunak sucedió a la efímera Liz Truss en octubre de 2022, pero fueron los diputados conservadores quienes le eligieron. Estas elecciones eran su prueba de fuego y no la ha superado. Lo tenía muy difícil, dada la herencia recibida por sus predecesores, atrapados en una guerra fratricida que les ha distanciado de los votantes.

A los problemas para poner en marcha el Brexit, que sufrió especialmente Theresa May, hay que sumar la irresponsable gestión de Boris Johnson, que mintió sin rubor sobre la celebración de fiestas en el 10 de Downing Street mientras los británicos estaban confinados. Después Liz Truss, quiso aplicar una política económica descabellada y duró menos de dos meses. Sunak, el primer jefe del gobierno británico de origen indio, parecía la solución, por sus conocimientos y su experiencia como ministro de Economía.

Pero ha seguido escorándose hacia la derecha de la derecha con sus propuestas migratorias y solo ha visto resultados positivos, como la contención de la inflación al final. El 22 de mayo anunció que anticipaba la convocatoria electoral, prevista para fin de año, al 4 de julio. Confiaba que los buenos datos económicos recientes, con la lenta recuperación del crecimiento, ayudara a dar la batalla electoral.

Los sondeos ya anunciaban una debacle. Y para rematar la tormenta perfecta el artífice del Brexit, Nigel Farage, tras negarlo, se lanzó a competir por el mismo espacio electoral hacia el que ha derivado el partido conservador.