Es la antítesis del histriónico Boris Johnson. Sir Keir Starmer (Southwark, Londres, 1962) es el hombre tranquilo que encarna la esperanza de los británicos. Este jueves 4 de julio le han dado su confianza para que sea su primer ministro. Después de más de 14 años de gobiernos conservadores, los británicos han votado de forma masiva por un cambio de timón. Ahora serán los laboristas quienes tendrán como objetivo que "el Reino Unido vuelva a ser serio de nuevo" (Make Britain Serious Again), como apuntaba Starmer en campaña.

Starmer, que lleva menos de una década en la Cámara de los Comunes, llegó al liderazgo del Partido Laborista después del fracaso cosechado en 2019 por Jeremy Corbyn, un líder más carismático y más escorado a la izquierda. Se considera un outsider en Westminster y dice que detesta "la superficialidad y el tribalismo" de la burbuja política. Lo que sí tiene en común con políticos que han llegado al 10 de Downing Street es la ambición: "Si no puedo ser el mejor, me dedico a otra cosa". Por eso dejó la flauta, aunque ganó varias becas en el Conservatorio. Estudió en la escuela pública, y luego en Leeds y en Oxford, donde se interesó por la defensa de los derechos humanos.

Una madre resiliente y luchadora

Abogado especializado en derechos humanos, fue fiscal general y de ahí le viene su título de Sir. Su origen es humilde, pero hasta esta campaña apenas se conocía. Su padre era un artesano de fuertes convicciones izquierdistas y su madre enfermera. "Nadie te da nada si eres de la clase trabajadora, tienes que pelear por ello, porque no sabes nada de privilegios o riqueza", decía en una entrevista al Financial Times. "La gente necesita esperanza, pero una esperanza realista", confesaba el líder laborista, siempre tan comedido.

Atribuye su resiliencia a su madre, que padecía una enfermedad rara. "Cuando tenía 20 años le dijeron que no sería capaz de caminar ni de tener niños, pero desafió el diagnóstico". Asegura que sus padres estarían orgullosos si le vieran a las puertas del 10 de Downing Street, especialmente imagina a su madre "resplandeciente".

Pero quita importancia al hecho personal, ya que lo que cree que es importante es que haya un gobierno laborista, no que él sea primer ministro. Su ascenso fulgurante ha sido posible gracias a los continuados fracasos de los primeros ministros conservadores, pero también a su templanza. En mayo de 2021 hubo amigos cercanos que le aconsejaron tirar la toalla cuando los laboristas cosecharon un resultado desastroso en Hartlepool. "Fue muy doloroso", reconoce, pero aprendió del golpe.

Sir Keir Starmer dice que los laboristas son "pro trabajadores y pro empresarios", porque sabe que para lograr su objetivo de crear riqueza ha de contar con el sector privado. Su gran mérito es haber llevado el partido al centro, si bien hay una falta de concreción en sus propuestas.

Cuando le recriminan que el Manifiesto Laborista, con el que han seducido masivamente a los británicos es muy pobre para los desafíos que afronta el Reino Unido, casi se ofende. "Tenemos cinco misiones en los próximos cinco años: conseguir el mayor crecimiento del G7, mejorar la atención en el servicio nacional de salud, el reto energético, reducir la violencia contra las mujeres y niñas. Son enormes desafíos", subraya Starmer, quien destaca que el Reino Unido ha de crear riqueza para volver a ser una nación seria.

En política exterior, Starmer no va a diferenciarse de los gobiernos conservadores. Es decir, va a seguir apostando claramente por el apoyo a Ucrania y se declara un convencido atlantista, al contrario que su predecesor Jeremy Corbyn. Sin embargo, aunque él fue partidario de que el Reino Unido siguiera en la Unión Europea, no aboga por un nuevo referéndum, sino por mejorar las relaciones con los Veintisiete. Aún es pronto para volver a abrir esa caja de Pandora.

Es difícil adentrarse en la personalidad de Sir Keir Starmer, como refleja en su perfil Charlotte Edwards en The Guardian. En su primer encuentro, el líder laborista confesaba a la periodista que no se considera ni optimista, ni pesimista, ni extravertido ni introvertido. No recuerda con qué sueña y confiesa que se va a la cama a las 23h y cae como un tronco. No tiene una novela favorita, ni un poema, ni fobias, ni traumas infantiles.

Fan del Arsenal y de Mikel Arteta

Lo que sí despierta su pasión es el fútbol, que ha convertido en un elemento importante en su campaña. Fan del Arsenal y de su entrenador, el español Mikel Arteta, ha celebrado muchos mítines en pequeños estadios. Según ha escrito Tom Baldwin, su biógrafo, "Starmer no solo conoce el deporte, sino que lo practica con cierta obsesión. Antes de los partidos de fútbol 8 que organiza en Kentish Town, suele verse al líder laborista fuera de los vestuarios, paseándose de un lado a otro, esperando impaciente a los que llegan tarde".

De pequeño, cuenta Baldwin, su padre, muy estricto, no le dejaba ver la televisión, con lo que evitaba hablar del tema jugado al balón. De adulto, se liberaba en la alegría colectiva que se genera cuando se da la vuelta al partido en el último minuto.

Recurre a metáforas futbolísticas como "hablar en el campo" cuando da sus mítines y ha pedido consejo al entrenador de la selección británica, Gareth Southgate, sobre cómo llevar un equipo. "Sabe escuchar", dijo Starmer del entrenador.

No es de extrañar que haya hecho propuestas como que un nuevo organismo regulador del fútbol estudiara si la Premier League debería estar autorizada a celebrar partidos a última hora de la tarde, como los sábados a las 20h. Esto encarece los desplazamientos de los equipos visitantes, a juicio de Starmer, para quien el fútbol no es una excusa para parecer un tipo normal, como en el caso de otros políticos.

Está casado con una abogada judía, Lady Victoria Starmer, a quien conoció a principios de los años 2000 y con quien contrajo matrimonio en 2007. Tienen dos hijos adolescentes, niño y niña, de los que se ignora hasta el nombre. Para Starmer hasta ahora era sagrado desconectar los viernes a las seis de la tarde. la familia se reúne a cenar y celebra el sabbat con los padres de ella.

"No creo que seas mejor tomando decisiones por estar todo el rato conectado mientras descuidas tus quehaceres como padre. A mi me ayuda ser padre y divertirme con mis hijos. Me permite liberarme de la presión y relajarme, y además me gusta ser un buen padre", confesaba a Virgin Radio.

Será difícil que pueda hacerlo como primer ministro, pero Sir Keir Starmer es un hombre determinado, que se ve como el entrenador de un buen equipo, pero no como la estrella irremplazable.