La gobernadora de Massachussetts, la demócrata Maura Healey, ha pedido al presidente de Estados Unidos que "escuche al pueblo" y que evalúe si él sigue siendo la mejor opción del partido para derrotar a Donald Trump en las elecciones del próximo noviembre. Healey se ha sumado a varios congresistas, como Lloyd Doggett, de Texas, que pidió lo mismo el martes, o el latino Raúl Grijalva, quien lleva más de 20 años representando a Arizona, que directamente ha exigido a Biden que abandone. La lista va ensanchándose conforme pasan los días: también la heredera del imperio Disney, Abigail Disney, y el confundador de Netflix Reed Hastings, ambos importantes donantes del Partido Demócrata, han insistido en que Biden debe echarse a un lado e incluso han amenazado con dejar de financiarlo si no lo hace.

Pese a todo el vendaval Joe Biden ha decidido mostrarse más fuerte que nunca y dejar claro que más allá de lo que pasase en el debate electoral de la semana pasada, y más allá de que Trump lidere las encuestas, él no se marcha. Pidan lo que pidan gobernadores y legisladores de su propio partido, en público y en privado, el presidente insiste en que durante el cara a cara tuvo una mala noche y que por una mala noche no pueden tirarse por el retrete tantos años de "duro trabajo" por el país.

"Le gané en 2020 y le volveré a ganar. Esta es mi respuesta", dijo Biden este viernes en un mitin en Madison (Wisconsin), donde resurgió con una fuerza que no había mostrado en los últimos días. Por el momento el líder estadounidense no ha dado muestras de estar pensando en retirarse de la carrera presidencial. Hace unos días The New York Times publicó que así lo había confesado a un "aliado", pero la Casa Blanca lo desmintió. En la entrevista que concedió en la noche del viernes a la cadena ABC insistió en la misma idea: "Nadie está más preparado que yo para ser presidente".

¿Cómo seguir adelante después de la mala imagen que el presidente viene mostrando durante los últimos meses, que se hizo mundialmente visible la noche del debate? Quienes lo siguen de cerca coinciden en señalar el papel vital que está desempeñando su esposa, Jill Biden, quien estaría empujando al mandatario a seguir hacia la victoria electoral.

Jill Biden está animando al presidente a continuar pese a las críticas, y así se ha visto también en público: durante los últimos días, ha dado discursos, intervenido en mítines y concedido la entrevista de portada a la revista Vogue. Incluso al terminar el debate electoral cogió un micro y se dirigió a su esposo con un "¡Contestaste a todas las preguntas! ¿Y qué ha hecho Trump? MENTIIIIR", gritó a modo de dinamizadora del evento. Según contó el New York Times, la primera dama intentaba animar a su marido momentos después de que este se le acercase confesándole que no se había encontrado bien. Ella le contestó que había tenido una mala noche, pero que las malas noches empiezan y terminan. Y que no podían dejar que una mala noche defina cuatro años de mandato: esa es la frase que el candidato viene utilizando todos estos días como barrera defensiva.

Pero "la doctora Biden" -como la llama la prensa estadounidense y como aparece en la web de la Casa Blanca porque es doctora en Educación por la Universidad de Delaware- no está ciega y sabe que los medios la están acusando de forzar a su marido a seguir adelante en una carrera imposible. La sensación que buscan transmitir muchos de ellos, sobre todo algunos de extrema derecha, es que el presidente no estaría siendo responsable de sus decisiones, sino que sería Jill quien habría tomado el mando hace meses, ante la pérdida de capacidades de Joe. Ella no parece darse por aludida.

"Decir que han estado en la guerra juntos ni siquiera sirve para empezar a describir su unión", dijo la directora de comunicación de la primera dama al periódico. En la misma línea muchos otros describen al matrimonio de 47 años como uña y carne, como las personas más importantes de la vida del otro, como amantes apasionados que deciden todo juntos. Por esa razón, muchos de los donantes del Partido pidieron reunirse o hablar con ella después del debate. La primera dama lleva cuatro años detrás del telón, evitando el protagonismo, pero ese momento se acabó.

En la portada de Vogue, Jill Biden lleva un vestido de 5.000 dólares (unos 4.600 euros al cambio actual) y unos pendientes de casi el mismo precio. La cita al pie de la foto es "decidimos nuestro futuro", y en el interior insiste en la misma idea: "Esta campaña es única, la urgencia es diferente. Joe está pidiendo a los estadounidenses que se unan (...). Si la gente supiera lo que Joe ha hecho (...). Pero no saben quién ha conseguido limpiar su agua de plomo. No saben quién ha parado que la tubería pase por el parque. No lo saben. Y por eso estoy ahí fuera. Para decir: 'Esto es lo que hemos conseguido, y así es cómo te afecta a ti y a tu vida'".

Su hijo Hunter Biden también está teniendo un papel clave

Jill no es la única de la familia Biden que ha decidido que lo correcto es seguir adelante. El recién convicto hijo del presidente Hunter Biden es también uno de sus principales apoyos después de la debacle del debate. Desde entonces acude a reuniones en la Casa Blanca junto a sus padres, se reúne con donantes y prepara los discursos del presidente. Pese a que acaba de ser declarado culpable de tres cargos relacionados con la compra y posesión ilegal de un arma, la confianza en él sigue intacta.

La pregunta es cuánto más aguantará la presión esta familia. Este fin de semana Biden tiene citas importantes que podrían empujarlo a continuar o a tener que retirarse, porque no queda mucho tiempo para decidirse antes de la Convención Demócrata de agosto. Su desempeño en ellas será decisivo para decantar la balanza en una u otra dirección.