“Fundador del Marruecos moderno”, artífice del “milagro económico” o “motor del crecimiento del país”. La prensa oficialista marroquí lleva días festejando con su fanfarria habitual los 25 años del reinado de Mohamed VI que se cumplen este martes. El cuarto de siglo de un monarca que llegó al trono tras el óbito de su padre Hasán II con las promesas de modernizar la monarquía y alejar los años de plomo de su progenitor. Un compromiso que se antoja una completa utopía en las bodas de plata de su reinado, con una agenda pública reducida a la mínima expresión y un círculo palaciego que, en sus prolongadas ausencias, ha impuesto el silencio a golpe de represión y cibervigilancia sobre una sociedad herida por los niveles de pobreza, los abismos sociales y la falta de servicios públicos.

“Un cuarto de siglo de expectativas frustradas”, replica sin titubeos el economista marroquí Fouad Abdelmoumni, director de la oficina marroquí de Transparencia Internacional, en conversación con El Independiente. La radiografía con la que disecciona cinco lustros de Mohamed VI en palacio carece de anestesia y resulta desoladora: “un nivel de empleo muy bajo y en constante descenso; una clase media cuyo nivel de vida ha caído en picado; un sistema educativo y sanitario en situación desesperada; niveles de depredación y captura del Estado sin precedentes; impunidad a toda costa para los hombres del régimen; y una monopolización del poder y la riqueza sin precedentes”, detalla.

Abdelmoumni -una de las decenas de víctimas locales del espionaje con Pegasus que el aparato policial marroquí ha empleado también contra mandatarios internacionales, incluidos ministros españoles- es una de las contadas voces que rompen su silencio entre los muros de Marruecos. Está dispuesto a pagar el precio en medio de un panorama incompatible con el optimismo, marcada por "la avanzada castración de las élites del régimen y la represión desenfrenada de las voces críticas”. “No existe ninguna perspectiva más allá de un cambio cosmético”, esboza.

Un nivel de empleo muy bajo y en constante descenso; una clase media cuyo nivel de vida ha caído en picado; un sistema educativo y sanitario en situación desesperada...

Pobreza y desigualdad

Los datos corroboran su falta de esperanza. Según un informe del Instituto Real de Estudios Estratégicos hecho público a finales de 2023, la tasa de pobreza se cuadriplicó en dos años, impulsada por la pandemia del coronavirus y el cierre del mercado turístico. Casi una quinta parte de la población vive cerca del umbral de pobreza. Hace un lustro, los datos globales sobre pobreza en el país la situaban por el 16% de la población: el 6,4% de la población considerada pobre en todos los indicadores y un 10,9% adicional clasificado como vulnerable a la pobreza multidimensional. Más de seis millones de personas en un país que tiene un 13% de paro, especialmente alto entre los jóvenes (35,8%), los titulados universitarios (19,7%) y las mujeres (18,3%).

Un balance que Pierre Vermeren, profesor de historia de las sociedades árabes y bereberes contemporáneas en la Universidad de París 1 Panthéon-Sorbonne, considera “desigual” en declaraciones a este diario. “Resulta innegable que Marruecos ha cambiado: el PIB se ha multiplicado por 3 -incluyendo la inflación-, la población ha aumentado casi un tercio pero la demografía está bajo control, el paso del Marruecos rural, que ahora sólo representa el 30% del empleo, al sector terciario, la urbanización de casi dos tercios de la población… Las grandes ciudades se han embellecido y modernizado, y las infraestructuras han mejorado. Pero el reino no ha puesto fin a sus males de siempre: un crecimiento insuficiente e irregular; un sector industrial manufacturero que ha evolucionado pero que está estancado en un nivel bajo; la dependencia de las asociaciones exteriores; un bajo índice de desarrollo (ocupa el puesto 120 del mundo) y una población pobre y muy poco formada, sobre todo para responder a las exigencias de una economía moderna, mientras que un gran número de titulados de vanguardia (ingenieros, informáticos, médicos) siguen abandonando el país”.

El reino no ha puesto fin a sus males de siempre: un crecimiento insuficiente e irregular o un sector industrial manufacturero que ha evolucionado pero que está estancado en un nivel bajo

Un informe encargado por el monarca hace un lustro detectaba las vastas desigualdades que separan a ricos y pobres al otro lado del Estrecho. “El 10 por ciento de los marroquíes más ricos todavía posee 11 veces más riqueza que el 10 por ciento más pobre”, esbozaba el documento. Las manifestaciones de profesores o médicos ofrecen el termómetro de la indignación popular por el deterioro de la calidad de vida. La diáspora marroquí, en su mayoría emigrantes económicos que desde hace décadas abandonan el país rumbo a Europa, supera los 4 millones de personas.

La crisis sanitaria y la guerra en Ucrania también alimentaron el rápido incremento de la inflación, ahogando a las clases más humildes. En 2022 se situó en el 6,6% y el año pasado en el 6,1%. En la primera mitad de este año descendió hasta el 2,1% por el alivio de las presiones exteriores y el descenso del precio de los productos alimentarios. A pesar de la mejora de los indicadores, el déficit del país aumentará hasta el 1,7% por el incremento de las importaciones energéticas.

Una historia de "dos Marruecos"

El terremoto del pasado septiembre, que tuvo como epicentro el Atlas y se cobró 2.960 vidas, exhibió con crudeza las diferencias que separan al Marruecos urbano -que ha concentrado las inversiones en infraestructuras e inversiones en sectores como el automovilístico- del rural, víctima de la negligencia gubernamental. El devastador temblor desnudó “los dos Marruecos” y las grietas del modelo de desarrollo que la propaganda del régimen presenta como obra de Mohamed VI, otrora apodado “el rey de los pobres” y una de las mayores fortunas de África. “Hoy en día, a las afueras de Marrakech -la cara turística de Marruecos ante gran parte del resto del mundo-, grandes sectores de la población luchan contra la pobreza extrema como lo han hecho durante décadas, con un acceso limitado a los servicios básicos, incluidos hospitales, escuelas, saneamiento, agua corriente o electricidad”, señala Intissar Fakir, directora del Programa sobre el Norte de África y el Sahel del Middle East Institute.

"Es cierto que Marruecos ha escapado a numerosas crisis repetidas, ya sea en el mundo (el 11 de septiembre y sus consecuencias, la gran crisis de 2008-2010, la guerra de Siria, el Covid...) o en el Magreb (primaveras árabes, crisis con Argelia, guerra en el Sahel y Libia, Hirak...) pero no ha remediado sus desequilibrios internos (regiones pobres en crisis en las montañas y periferias). En cuanto a la naturaleza del régimen político, al final ha cambiado poco en comparación con las esperanzas y promesas iniciales", desliza Vermeren, autor de Le Maroc en 100 questions. Un royaume de paradoxes (Texto, 2024).

Mohamed VI con Abu Azaitar, uno de los hermanos que conforman hoy su compañía.

A ese Marruecos invertebrado, un modelo sobre el que Mohamed VI no ha aplicado cambios de calado, se suma el férreo control de la escena pública, con una represión que ha asfixiado cualquier ejercicio de periodismo independiente y ha impuesto una implacable persecución a la disidencia. El sábado un tribunal impuso cinco años de cárcel a Mohamed Ziane, ex ministro de Derechos Humanos en la última época de Hasán II en palacio. A sus 82 años y con una sentencia previa de tres años de cárcel, el apodado “preso más viejo del mundo” simboliza el castigo que merecen quienes desafían la narrativa oficial.

“La situación en Marruecos sigue empeorando. El país está controlado por los compañeros de clase del rey, como si se tratase de un partido de fútbol: el primer consejero; el jefe de la seguridad exterior, el tesorero general, el director de los impuestos, el director de la radiotelevisión pública... ¿Cómo se puede entregar un país a tus 15 o 20 colegas de clase? ¿Qué sistema político es éste? Esto no es un régimen político. Esto es puramente compañerismo, pero se olvidan de que esto no es una sociedad comercial privada. Esto es algo mucho más serio: es un pueblo, una nación”, denunció Ziane en una conversación en exclusiva con este diario a principios de este año.

El país está controlado por los compañeros de clase del rey, como si se tratase de un partido de fútbol

A juicio de Vermeren, "las luces para el régimen son el triunfo de la monarquía, que ha vencido a todos sus adversarios y silenciado a sus opositores, tanto dentro como fuera del país". "Lo que también se ve con cierto triunfalismo, aunque sea causa de debilidad, es el hundimiento de los organismos intermediarios y mediadores entre Palacio y el pueblo: partidos, prensa, sindicatos, ulemas, instituciones políticas, asociaciones y ONG: ¿quién puede hablar con el Rey en nombre del pueblo marroquí? Nadie lo sabe, y la crisis del Rif ha demostrado los riesgos de este fracaso", advierte.

Despliegue policial en una manifestación de profesores en Rabat. | EFE

Una sucesión que despierta ruido palaciego

Una crítica al nepotismo alauí que enfurece en los pasillos del poder en Rabat, donde Mohamed VI está ausente. Enfermo y a punto de cumplir los 61 años, pasa largas temporadas entre su palacete de París y Gabón y hace un año adelgazó el número de discursos oficiales en Marruecos para reducir al máximo su agenda pública. Su última aparición programada se produjo a mediados de junio con motivo de la festividad musulmana del Aid al Adha, cuando presidió la oración en la mezquita Hasán II en Tetuán y sacrificó el primero de los corderos. El considerado “príncipe de los creyentes” -por su supuesta descendencia directa del profeta Mahoma- ni siquiera estaba en el país cuando se produjo el terremoto y tardó casi un día en regresar a casa.

Alejado de la imagen de monarca modélico que la prensa estatal trata de propagar, ni siquiera la sucesión es un terreno que ofrece certidumbres. “No es definitivamente la solución. Nadie sabe cómo actuarían y cuál sería el resultado de las guerras palaciegas”, responde Abdelmoumni a propósito de las tensiones internas que subyacen entre el príncipe heredero Moulay Hasan, de 21 años, y el hermano del rey Moulay Rachid, de 54 años, y sus tres hermanas.

En los últimos años el régimen de Mohamed VI ha aplicado una agresiva política exterior en la que sus relaciones han estado supeditadas al prisma del Sáhara Occidental, “a través del que Marruecos ve su entorno internacional”. La ex provincia española, ocupada en 1976 por Rabat a través de la conocida como Marcha Verde, se ha convertido junto al rey y la religión en pilares de la monarquía alauí. Discutirlos se ha vuelto tabú. Hace dos años Mohamed VI se apuntó el tanto del apoyo del Gobierno español al plan de autonomía y ha ganado lealtades en África junto a la normalización con Israel y el reconocimiento recíproco en el contexto de la ocupación del Sáhara y Palestina. Una rentable relación -también para su escalada armamentística con Argelia- que ha tratado de preservar desde octubre a pesar de ser el país árabe donde han tenido lugar las manifestaciones más multitudinarias contra Israel.

Las disparidades sociales nunca han sido tan grandes en Marruecos

¿Qué deparará a Marruecos en el futuro? "Las disparidades sociales nunca han sido tan grandes en Marruecos, a pesar de que el Palacio promueve la cultura y la religión en su justa medida", responde Vermeren. "Es probable que el sistema actual satisfaga a las élites que gobiernan Marruecos, pero ¿cuál será el futuro del país y de su sociedad si surgen nuevos desafíos: un mayor cierre de Europa o una crisis imprevista del euro; un cierre de las economías; el hundimiento de las economías y los estados del Sahel; una desestabilización de Argelia y, más ampliamente, un debilitamiento de las potencias petroleras árabes? Marruecos debe poder contar con sus propias fuerzas internas, pero ¿apoya la sociedad el régimen de dominación no compartida que ha construido en los últimos 25 años?", concluye.