Una semana en tierra amiga, en los confines del aliado existencial de Israel. El viaje a Estados Unidos de Benjamin Netanyahu, en mitad de una guerra a punto de cumplir diez meses y sin atisbo de final cercano, se prolongará hasta el domingo. Este viernes el primer ministro israelí se halla en Florida, donde celebra el cumpleaños de su hijo, cuya residencia en el extranjero le ha permitido sortear la llamada a filas del ejército, y se reúne con Donald Trump, a quien elogió profusamente en su discurso ante el Congreso. Su periplo, acompañado por su esposa Sarah, está alimentado las críticas en Israel -desde las familias de los rehenes hasta sus propios socios de Gobierno- y también la incomodidad de sus aliados, incluidas las filas demócratas. Sus detractores, cada vez más numerosos, advierten que su visita, en busca de más entregas de armamento, no contribuirá a ir desatando el nudo gordiano en el que se halla el país desde un ataque de Hamás, el de 7 de octubre, cuya responsabilidad trata de evadir Netanyahu, el eterno superviviente de la política israelí.
Ira de las familias de los rehenes
Le emplazaron a que comenzara su discurso con un frase directa y esperanzadora: “Hay acuerdo”. “Estas palabras contienen todo lo necesario para iniciar un proceso de curación nacional. Encarnan la esencia de la responsabilidad mutua y marcan el fin del abandono y el sacrificio de los ciudadanos cuya seguridad fue violada. Ciento veinte rehenes esperan que el gobierno tome las medidas decisivas y necesarias: firmar un acuerdo para devolver a los vivos para su rehabilitación y traer a los asesinados y caídos a casa para darles la debida sepultura en su patria”, establecieron las familias de los rehenes que, vivos o muertos, permanecen en la Franja de Gaza desde el 7 de octubre. Netanyahu, sin embargo, evitó lanzar cualquier guiño ni muestra de solidaridad a los familiares de las víctimas, provocando la indignación de quienes exigen que Israel firme un acuerdo de tregua que permita el regreso de los rehenes. “45 minutos de discurso y aplausos no borrarán el único hecho triste: las palabras '¡Trato ya!' estuvieron ausentes del discurso del primer ministro. Tampoco se mencionó a los 120 rehenes que, una vez más esta noche, no volverán a casa”, deslizaron tras escuchar su alocución.
Netanyahu, la posibilidad de una victoria total desapareció en el momento en que secuestraron a mi abuelo en su kibutz
Las declaraciones de las familias se han sucedido sin pausa desde entonces, exhibiendo una crisis de desconfianza hacia Netanyahu y su gobierno que se ha ido alimentando de los desagravios públicos del primer ministro. Entre quienes trabajan con las familias y su trauma se ha impuesto la sensación de abandono de un Gabinete que trata de eludir la rendición de cuentas por los fallos de seguridad que llevaron al ataque de Hamás y un premier que mantiene su apuesta por “una victoria total” en la que pocos ya creen a punto de cumplirse diez meses de contienda.
“Netanyahu, la posibilidad de una victoria total desapareció en el momento en que secuestraron a mi abuelo en su kibutz, su lugar seguro, sin que nadie estuviera allí para impedirlo. Mi abuelo y los 120 rehenes son víctimas del mayor abandono que hemos conocido, un abandono que resuena y no se detiene. Exijo que detengan este ciclo de derramamiento de sangre, que los traigan a casa y que nos devuelvan el corazón. Míranos a los ojos, sé humano, ¡firma el trato!”, reclamaron Talya, Eliya y Achinoam Dancyg, nietas de Alex Dancyg cuya muerte en cautiverio se anunció a principios de esta semana.
Camino de los 300 días de cautiverio, las familias -que mantienen sus protestas en la bautizada como Plaza de los rehenes de Tel Aviv- exigen ahora reuniones con los responsables del equipo negociador israelí en las conversaciones indirectas con Hamás por lo que califican de “crisis de confianza”. Acusan a Netanyahu de “sabotear” los esfuerzos para cerrar un trato. “Durante dos semanas, el Primer Ministro se ha abstenido de responder a las preguntas de los mediadores sobre la aplicación del acuerdo. A pesar de las repetidas garantías del equipo negociador de que se enviaría una delegación para avanzar en las conversaciones, ahora se ha puesto de manifiesto que la información facilitada a las familias de los rehenes no reflejaba fielmente la realidad de la situación. Este retraso es un sabotaje deliberado de la oportunidad de recuperar a nuestros seres queridos”. Su propio ministro de Defensa acaba de acusarle de retrasar el acuerdo sobre los rehenes para sus propios fines políticos.
Un aplauso que maquilla las divergencias
El discurso de Netanyahu -en los términos previsibles y nada novedosos, subrayando la amenaza de Irán y la supuesta “guerra de civilización"- fue ampliamente aplaudido por demócratas y republicanos. Pero, más allá de esa supuesta imagen de unidad en torno a su aliado israelí, hay excepciones y muestras de incomodidad por la gestión realizada por los demócratas en esto cerca de diez meses de contienda que se ha cobrado más de 39.000 vidas palestinas y ha reducido a escombros la Franja de Gaza. Varias decenas de cargos de la administración Biden han dimitido en protesta por el apoyo incondicional a la estrategia de Netanyahu, provocando también el debate interno entre los demócratas, preocupados por el efecto entre las nuevas generaciones en la ajustada batalla electoral de noviembre.
“Las perniciosas palabras de Netanyahu -su belicismo, sus mentiras, sus ataques espurios-, tras causar su daño en el tejido de nuestra nación, se desvanecerán en la historia y caerán en el olvido, pero lo que quedará será la cicatriz de este momento singularmente vergonzoso en la historia contemporánea de esta nación bajo el saludo bipartidista de nuestros representantes electos”, opina Josh Paul, quien fue hasta octubre director de Asuntos Públicos y del Congreso de la Oficina de Asuntos Político-Militares del Departamento de Estado, el encargado último de autorizar la transferencia de armas de la administración Biden a los países aliados, entre ellos, Israel.
Lo que Netanyahu ha demostrado es su propio miedo: su miedo a la justicia, su miedo a la rendición de cuentas
“Es cierto que más de 100 miembros de la Cámara de Representantes y del Senado se saltaron el discurso por completo [en su mayoría demócratas]”, subraya. Desde la tribuna Netanyahu calificó a los manifestantes que han tomado universidades y calles en EE.UU. en solidaridad con la causa palestina como “idiotas útiles de Irán”. “Despreciables mentiras y falsos ataques a los millones de estadounidenses que han protestado contra las acciones de Israel, desde los campus universitarios de todo el país hasta las mismas escalinatas del Capitolio. A fin de cuentas, lo que Netanyahu más ha demostrado es su propio miedo: su miedo a la justicia, su miedo a la rendición de cuentas, su miedo a unos Estados Unidos cuyo pueblo está viendo la verdad y está asqueado por su complicidad en su inhumanidad y, sobre todo, su miedo a la propia verdad”, concluye Paul.
Fue a pedir armas para prolongar la guerra; no a buscar la paz
La intención de Netanyahu dirigiendo su alocución a las dos cámaras estadounidenses fue preservar una alianza vital para su propia supervivencia y sortear algunas de las reservas que han puesto los demócratas para el suministro de armas. Para mantener su guerra “en siete frentes” -como reconoció antes de tomar el vuelo en dirección a Washington-, Netanyahu necesita que la administración Biden, en plena recta final hacia las presidenciales, acelere los envíos de material armamentístico. Biden congeló la entrega de bombas de 2.000 libras en mitad de las críticas por su respaldo a una operación militar que la justicia internacinal podría catalogar de genocidio. De ahí la insistencia en su retórica de que Israel está en primera línea contra las ambiciones de Irán de dominar el mundo y que se trata de “un choque entre la barbarie y la civilización”.
"Netanyahu no fue a Washington para poner fin a la guerra de Gaza. Fue a buscar los medios para prolongarla", señala la analista Noa Landau en Haaretz. En su discurso, el premier israelí pretendía unir al Congreso en torno a la agilización de los envíos de armas para "acabar el trabajo más rápido". Un tono belicista que incide en la estrategia de emplear únicamente la solución de seguridad, días después de que la Corte Internacional de Justicia dictaminara que la política de asentamientos ilegales israelíes en Cisjordania y Jerusalén Este no pueden excusarse en la seguridad y vulneran el derecho internacional. Tras quince años dominando la escena política, Netanyahu se muestra ahora contrario al establecimiento del Estado palestino y trata de marginar cualquier solución política al conflicto palestino-israelí que hunde sus raíces en el nacimiento de Israel hace 78 años. La expansión de la ocupación hace cada vez más inviable la solución de los dos Estados que trata ahora de revivir la diplomacia internacional. En mayo Biden trató de hallar una salida a la contienda en Gaza presentando en público una propuesta de tregua que, según él, contaba con el apoyo de Netanyahu. Desde entonces, Netanyahu ha insistido en público que la propuesta no contaba con el plácet israelí en mitad de unas negociaciones indirectas auspiciadas por Egipto y Qatar que han resultado infructuosas.
Un viaje que no cambia la realidad sobre el terreno
Netanyahu concluye este domingo su periplo estadounidense tras su alocución ante los congresistas y encuentros por separado con Biden y los candidatos republicano y demócrata, Donald Trump y Kamala Harris. Sus alabanzas públicas de Trump contrastan con las críticas furibundas que “funcionarios israelíes no identificados” deslizaron al diario británico de The Telegraph, acusando a Harris de saltarse la sesión porque es “incapaz de distinguir entre el bien y el mal” y no era “forma de tratar a un aliado”. En Washington algunos demócratas acusan a Netanyahu de inmiscuirse una vez más en la política partidista estadounidense, en plena campaña electoral. Ya lo hizo en tiempos de Barack Obama en el despacho oval con el pacto nuclear con Irán como trasfondo.
En Washington algunos demócratas acusan a Netanyahu de inmiscuirse una vez más en la política partidista estadounidense, en plena campaña electoral
A su regreso, le aguardan los mismos desafíos: la perspectiva de una guerra abierta con Hizbulá en el Líbano, con repercusiones regionales difíciles de prever; las presiones para que cierre un acuerdo con Hamás para la liberación de los rehenes a pesar de ser contrario a sus deseos de continuar la guerra hasta la “erradicación de Hamás”; o las enormes divisiones internas de su Gobierno, entre la intransigencia de su ala más ultraderechista, con declaraciones incendiarias contra los palestinos, y la de su alma más centrista, que le acusa de torpedear el regreso de los rehenes; o la falta de concreción sobre el día después a la guerra en Gaza, que suscita visiones opuestas en su propio Gabinete. En un ataque de sinceridad, la veterana demócrata Nancy Pelosi, ex presidenta de la Cámara de Representantes y conocida partidaria de Israel, calificó el discurso de Netanyahu como "con mucho, la peor presentación de cualquier dignatario extranjero invitado y honrado con el privilegio de dirigirse al Congreso de Estados Unidos".
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