Desde 2011 Reino Unido no había vivido disturbios como los registrados los últimos días. La sociedad multirracial ha estallado y el país parece haber caído en manos de la ultraderecha. El detonante ha sido el ataque de un trastornado nacido en Gales de padres ruandeses que mató con un arma blanca a tres niñas en un centro de baile en Southport, una localidad costera cerca de Liverpool. No hay indicios de ataque terrorista y el joven no era musulmán. Estaba desequilibrado.

Los supremacistas blancos y grupos antimusulmanes difundieron que el autor era un refugiado musulmán recién llegado en patera. Hasta dieron el nombre: Ali Al Shakati. Nada que ver con el autor: Axel Rudakubana, que no es musulmán. Fue como prender una llama: se han registrado disturbios violentos en pueblos y ciudades por todo el país, incluso en Irlanda del Norte. Hay al menos 420 detenidos y una decena de policías heridos.

"Llamemos a las cosas por su nombre. Esto es un ataque de matones de extrema derecha", ha dicho Keir Starmer, primer ministro laborista, que enfrena su primera crisis desde que subió al poder tras las elecciones del pasado 4 de julio.

Los manifestantes, muchos envueltos en la bandera inglesa, intentaron prender fuego a un hotel donde se alojan solicitantes de asilo en Rotherham, al sur de Yorkshire. Antes de la muerte de las niñas, habían alentado ataques violentos pero ese suceso desencadenó una furia salvaje. Cientos de radicales, muchos procedentes de otros lugares de Inglaterra, irrumpieron en Southport en plenos funerales y marcharon amenazantes cerca de la mezquita. Más de 50 agentes resultaron heridos.

No es de extrañar que el primer ministro, que como fiscal general en 2011 fue duro con los provocadores, hable de "matones". Ha prometido que todo el peso de la ley caerá sobre los que están detrás de la violencia callejera.

El atizador-en-jefe del fuego racista es conocido como Tommy Robinson, aunque su verdadero nombre es Stephen Christopher Yaxley-Lennon, de 41 años, con más de 800.000 seguidores en la red social de Elon Musk. Ex propietario de un centro de bronceado, es fundador de la extinta Liga para la Defensa Inglesa. A principios de junio, Tommy Robinson encabezó una marcha de la extrema derecha en Londres: corearon consignas anti inmigración y se quejaron de que la policía aplicaba un doble rasero con los musulmanes. A su juicio, no se atrevía a pararles los pies.

El propio Musk, incendiario máximo, ha dicho que el Reino Unido está "al borde la guerra civil". El líder de Reform UK, Nigel Farage, promotor del Brexit, ha pedido que intervenga el Ejército y que vuelva a reunirse el Parlamento. Farage logró por primera vez su acta de diputado en las últimas elecciones legislativas.

En sus redes, Robinson ha dicho que los alborotadores tienen "preocupaciones legítimas" y ha pedido "deportaciones masivas". Acusa a la policía de estar atemorizada ante los musulmanes y denuncia que les pongan en el punto de mira. Pide la dimisión de Keir Starmer por culparle a él "y otros individuos" de la violencia.

Tommy Robbins denuncia constantemente cómo la población blanca es víctima del acoso y de los ataques de los musulmanes. Asegura que el Reino Unido está siendo invadido por la comunidad islámica. Ha recibido varias condenas de cárcel y pasa temporadas en el exilio. Ahora está en un resort de lujo en Chipre, desde donde ha teledirigido los disturbios. Hace una semana tenía que rendir cuentas por difamar a un refugiado sirio de 15 años.

De gamberro a agitador anti musulmanes

Nacido en la ciudad de Luton en 1982, de madre irlandesa y padre inglés, Robinson fue condenado a los 21 años a 12 meses de cárcel por agredir a un agente de policía fuera de servicio en una reyerta. Empezó a hacerse llamar Tommy Robinson, en homenaje a un miembro de una banda de hooligasn de Luton. Solía ocultar su identidad bajo una máscara decorada con la bandera inglesa.

Flirteó con grupos de extrema derecha como el Partido Nacional Británico y luego fundó la Liga de Defensa Inglesa en 2009 como un movimiento contra la Yihad. La islamofobia era su leit motiv. La amenaza, a juicio de Tommy Robinson, proviene de la inmigración musulmana, o de la inmigración e general. "Queremos recuperar los centros urbanos de los extremistas yihadistas que operan en las comunidades musulmanas", decía en 2009. Después del 11S, y los atentados de Londres de 2005, su mensaje no caía en el vacío.

También es un sionista acérrimo: considera que Israel marca la línea que habría de seguir contra el terrorismo islámico.

La actual crisis de refugiados no tiene nada que ver con los refugiados. Es una invasión musulmana de Europa"

Tommy Robins, en 2016

Tommy Robinson no se considera de extrema derecha, sino contrario al Islam. "Es retrógrado y fascista", apuntaba en 2016, según recuerda un perfil publicado en Middle East Eye. "La actual crisis de refugiados no tiene nada que ver con los refugiados. Es una invasión musulmana de Europa", decía en plena crisis migratoria, cuando cientos de miles de sirios y afganos huyeron de guerras alentadas por Occidente para poner a salvo su vida y buscar un futuro mejor para sus hijos.

En la Liga de la Defensa Inglesa había neonazis confesos, supremacistas blancos, fundametalistas cristianos y miembros varios de la extrema derecha. En 2013 dejó la Liga de la Defensa Inglesa por discrepancias con estos sectores.

Pero su discurso no se moderó e intentó crear una franquicia del movimiento alemán Pegida, claramente antimusulmanes. Aboga por una Europa "libre de comida halal", "libre de bandas de violadores musulamnes" y "libre de las cicatrices visuales de los minaretes", o de "personas que se cubren la cara y se niega a integrarse".

Desde 2003 ha sido condenado a penas de prisión y a trabajos en beneficio de la comunidad, entre otras cosas, por peleas futbolísticas, viajar a Estados Unidos con pasaporte ajeno, fraude hipotecario, posesión de drogas, comportamiento amenazador e incumplimiento de una orden judicial.

También ha recibido sentencias por desacato al tribunal en 2017 y 2019, en esta última fue encarcelado durante nueve meses después de filmar a personas involucradas en un juicio penal y difundir las imágenes en las redes sociales.
En 2021, perdió un juicio por difamación por sus calumnias contra un escolar sirio que fue filmado siendo agredido en la escuela.

Junto a los seguidores de Tommy Robinson, también ha alentado la ira contra los musulmanes Alternativa Patriótica, un grupo supremacista blanco cuyos dirigentes han elogiado abiertamente a Adolf Hitler.

En el Reino Unido, tras el Brexit, la inmigración europea se ha cortado pero sigue aumentando la extracomunitaria. Por un lado, la inmigración es necesaria, ya que los que llegan de fuera realizan los peores trabajos, muchos empleos que no quieren los británicos, aunque estén en la pobreza.

Una bomba de relojería

Por otro lado, las ciudades británicas cada vez albergan más musulmanes que no se llegan a integrar y de los que desconfían esos blancos como Tommy Robbins. Esta dinámica la hemos visto en otros países. En Estados Unidos, Donald Trump equipara a migrantes del Sur y delincuentes.

En 2014, el primer ministro David Cameron prometió reducir la llamada inmigración neta (la diferencia entre los que se instalan y los que abandonan el reino) a menos de 100.000 personas al año. Más tarde, fue el Brexit el que supuestamente permitiría a las autoridades de Londres "retomar el control de las fronteras".

Sin embargo, en 2023 la cifra seguía siendo de 685.000. Los comunitarios dejaron de llegar y en su lugar se instalaron muchos procedentes de países como Nigeria o la India: la mitad de los 423.000 que fueron a trabajar el año pasado.

Tras llegar al poder, Starmer anuló la ley sobre el envío de solicitantes de asilo a Ruanda, aprobada con el conservador Rishi Sunak, aunque no llegó a ejecutarse. La cuestión migratoria sigue siendo un problema para el Reino Unido, aunque ya no esté en la Unión Europea. El control de las fronteras es cosa suya, pero no saben cómo lidiar con una migración necesaria pero que difícilmente se integra, y unos extremistas que aprovechan cualquier situación para sembrar el caos.