Pavel Rubtsov. Era uno de los nombres que la web The Insider incluía el pasado 1 de agosto entre los canjeados con varios países occidentales por opositores rusos como Vladimir Kara-Murza o Ilya Yashin. El nombre era conocido para el Centro Nacional de Inteligencia español: es el que figura en el pasaporte ruso de Pablo González, el ciudadano español, periodista freelance, que había sido apresado en Przemysl en la madrugada del 28 de febrero de 2022, por cargos de espionaje. ¿Es Pablo o Pavel un agente ilegal al servicio del Kremlin o un reportero que estaba en el lugar equivocado el día equivocado? ¿Por qué aceptó Putin incluirlo en un canje tan excepcional? ¿Qué hará a partir de ahora?

Hasta su detención en la frontera entre Polonia y Ucrania Pablo, como era conocido, había desarrollado su carrera como freelance especializado en Europa del Este sin problemas. Estudió Filología Eslava en la Universidad de Barcelona y realizó un master en periodismo audiovisual en El Correo. Cubría el espacio postsoviético para medios como Público, La Sexta y el diario Gara. En ocasiones había trabajado e la agencia Efe (sobre Nagorno Karabaj) y en Voice of America, que ha borrado todas sus colaboraciones.

Pavel Alekseevitch Rubtsov nació en Moscú en 1982 y vivó en Rusia hasta los nueve años. Su padre es ruso, Alexei E. Rubtsov, y sigue residiendo en la capital rusa. Hasta hace una década trabajaba en un conglomerado mediático. Alexei habría pedido que incluyeran a su hijo en el canje de forma insistente.

La madre es María Elena González, hija de un niño de la guerra, Andrés González Yagüe, que llegó a la URSS en plena guerra civil, en 1937. Cuando los padres se divorcian, Pavel se traslada a Bilbao con su madre, quien le inscribe como Pablo González Yagüe, los apellidos del abuelo materno. Sin embargo, para las autoridades rusas sigue siendo Pavel Rubtsov, como consta en su pasaporte ruso. El documento español se quedó en Polonia, de modo que si quiere volver a España tendría que volver a solicitarlo, o bien pedir un visado con los papeles rusos.

En España se investigan sus movimientos al menos desde 2016, cuando participó en una mesa redonda con el opositor ruso Iliá Yashin, organizada por el ECFR. Yashin, uno de los liberados en el canje, decía a El Mundo que en algún momento se dio cuenta de que Pablo González era un informante que estaba dando cuenta la Kremlin de sus actividades y las de otros opositores.

Con un pie en en Polonia

Frecuentaba Polonia desde al menos 2019. Entre los fotógrafos y periodistas freelance de Varsovia era conocido por su desparpajo en las salidas nocturnas. Tatuado, corpulento y extravertido son muchos los que le recuerda de fiestas o cenas en la capital polaca. Aunque dice manejarse en polaco, con quienes coincidió en la noche varsoviana le recuerdan desenvolverse en inglés.

Le ayudó a introducirse una mujer polaca con la que tenía una relación sentimental. "Se creyó mi leyenda", decía en una conversación interceptada por los servicios de inteligencia polacos.

También parece que convenció de su interés por la disidencia rusa a la periodista Zhanna Nemtsova, hija del disidente ruso Boris Nemtsov, asesinado en plena calle en 2015. Con ella tuvo una relación sentimental: segúnla web Agentsvo aprovechó la circunstancia para extraer información de su entorno. Los defensores de Pablo insinúan que Nemtsova se habría vengado de él al romper la relación acusándole de espionaje.

La leyenda es la historia que se inventan los informantes o espías sobre su vida. El líder ruso, Vladimir Putin, que acudió a recibir a Pablo/Pavel y a los otros canjeados, como el asesino convicto Vadim Krasikov, en el aeropuerto de Moscú, elogió a los recién llegados horas después y les prometió condecorarlos por los servicios prestados.

Para Sir Richard Moore, jefe del MI6 británico, Pablo González es un "ilegal" que fue arrestado en Polonia cuando "aparentaba ser un periodista español". Los ilegales son los que operan como informantes pero sin cobertura diplomática. "Intentaba llegar a Ucrania para desestabilizar", añadía Moore. Otras fuentes apuntan que su intención era desvelar las vías por las que iba a llegar la ayuda occidental a Ucrania.

"Recuerdo la cena en la que conocí a Pablo porque mi mujer tenía relación profesional con su pareja polaca. Fuimos a un restaurante ruso, pero fue porque yo lo elegí. Allí contó que era medio ruso y sabía el idioma perfectamente, pero conversamos en inglés. Sabía español. Por eso y por su aspecto le comenté a mi mujer que podría ser espía. Nos quedamos helados cuando escuchamos que había sido detenido por sospechar que efectivamente lo era", nos relata una de las personas que se encontró con Pablo enVarsovia.

El relato suele coincidir en todos los casos, que prefieren quedar en el anonimato. Pablo González parecía ganarse bien la vida, ya que disponía de dispositivos de última generación, tanto que algunos de los colegas se sorprendían de su solvencia económica. Es el caso de Jaap Arriens, con quien coincidió poco antes de su arresto en la frontera polaca, pero antes se habían visto en Varsovia y Kiev.

En declaraciones a Associated Press, Arriens recordaba a Pablo González por su desparpajo y sus modales de machito. En un bar se quitó la camiseta para mostrar sus tatuajes. También añade que le sorprendió que gastaba en bares sin mirar el zloty y que derrochaba optimismo: "La vida es buena, casi demasiado buena". Eso extrañó al fotógrafo: "Ningún freelance tiene esa visión".

Sin embargo, su esposa, Oihana Goiriena, justificaba las transferencias mensuales que recibían desde Moscú del padre de Pablo, algo que pareció sospechoso a los Servicios de Seguridad del Interior de Polonia, como una ayuda para mantener a la familia. Tampoco veían justificado que tuviera tarjetas de crédito rusas, lo que González atribuía a que su padre vive en Moscú y a sus viajes frecuentes.

Pablo González y su esposa tienen tres hijos y el domicilio familiar se encuentra en Navárniz, una localidad de apenas unos cientos de habitantes a los pies del monte Iluntzar. Su pareja polaca ignoraba que tenía familia, según sus conocidos. Llegó a pagarle la asistencia legal al principio.

Cargos de espionaje

El 28 de abril pasado Pablo González cumplió 42 años en la cárcel de Radom, a 70 kilómetros de Varsovia. En una carta a sus allegados, Pablo González lo llama "el Guantánamo polaco". Decía estar incomunicado pero sí podía escribir cartas a su familia y recibir visitas consulares, y de sus abogados. Sin embargo, él se quejaba de pasar la mayor parte del día, al menos en los primeros meses de su detención, incomunicado.

Los cargos eran "gravísimos", en palabras de las autoridades polacas: se trata de espionaje a favor de una potencia extranjera, es decir, Rusia, según el artículo 130.1 del Código Penal. La pena podría elevarse a diez años. Así dice el artículo: "Quien participe en las actividades de un servicio de inteligencia extranjero o actúe en su nombre, contra la República de Polonia, será castigado con la pena de privación de libertad por un período no inferior a cinco años".

Una reforma legal reciente podría haberle afectado porque el artículo 130.2 es aún más severo y estipula una pena máxima de cadena perpetua. La Fiscalía no había presentado aún la acusación, pero el caso sigue abierto. Llevaba dos años y cinco meses en prisión provisional, una situación legal en Polonia, pero criticada por organismos de defensa de los derechos humanos en la UE.

Lo curioso es que Pablo González estaba sobre aviso. A principios de febrero fue interceptado por el Servicio de Inteligencia ucraniano después de grabar imágenes con militares de fondo para una conexión televisiva. Le interrogan, le acusan de ser un espía ruso y le copian los datos de su teléfono. Le instan a salir del país de inmediato.

Los servicios de Inteligencia ucranianos avisan a los españoles y posiblemente a los polacos. Agentes del CNI interrogan a la familia y amigos cercanos de Pablo González. Según la asociación #FreePabloGonzález, tras esperar dos semanas en su casa en el País Vasco sin tener noticias sobre lo ocurrido y consultar al cónsul español en Ucrania, decide volver a Polonia. Había empezado la invasión rusa el 24 de febrero y le llovían las propuesta de coberturas, tanto que algunas las rechazó.

Ahora Pablo González acaba de dar una entrevista al medio ruso RT donde asegura que en la cárcel en Polonia nadie le explicaba por qué le habían arrestado. Están realizándole pruebas médicas y por ello aún no regresa a su casa, según su esposa. Tras el canje en Ankara, compartió viaje con agentes del GRU de primera fila y fue recibido con todos los honores en Moscú. Musculado y con semblante serio, se ve a Pablo/Pavel con una camiseta negra con la inscripción: "Tu imperio te necesita".