Han transcurrido 271 días desde el primer y último alto el fuego entre Israel y Hamás. Duró una semana y obró la liberación de 105 rehenes israelíes y 240 presos palestinos en cárceles israelíes. Desde entonces, la guerra ha seguido su curso con repetidos esfuerzos de la mediación de Qatar, y Egipto, con apoyo de Estados Unidos, por arrancar un alto el fuego. Todos han resultado infructuosos, también el que durante los últimos días ha tratado de cerrarse en El Cairo.
Más de 40.000 muertos gazatíes después, el acuerdo para poner fin a 11 meses de contienda resulta esquivo para desgracia de las familias de los rehenes israelíes y la población civil gazatí. La última ronda de conversaciones indirectas, celebrada este domingo en la capital egipcia, ha terminado con la delegación israelí del Mosad y el Shin Bet abandonando la urbe. A rehenes y gazatíes se les acaba un tiempo que parece el único arma en manos de los líderes de los bandos rivales, Benjamin Netanyahu y Yehia Sinwar. La semana pasada, tras reunirse con el primer ministro israelí, Ella Ben Ami, hija de un rehén israelí, contó que había mirado a los ojos a Netanyahu para pedirle que hiciera todo lo posible para que regresaran a casa. “Me marché con la pesada y difícil sensación de que esto (el acuerdo de alto el fuego) no va a ocurrir pronto, y temo por la vida de mi padre, por las niñas que están allí y por todos”.
¿En qué estado se encuentran ahora las negociaciones?
Fuentes implicadas en las conversaciones señalan a El Independiente que las conversaciones a alto nivel celebradas en El Cairo en los últimos días, con representantes de Hamás e Israel, “se desarrollaron con ánimo constructivo por todas las partes para alcanzar un acuerdo definitivo y aplicable”. “El proceso continuará en los próximos días a través de grupos de trabajo de mediadores para seguir abordando las cuestiones pendientes y los detalles a partir de la propuesta puente presentada en Doha la semana pasada”, deslizan.
¿Cuáles son los motivos de fricción?
El principal punto de la discordia es la insistencia de Israel de mantener sus tropas en el corredor de Filadelfia, el pasillo que discurre a lo largo de la frontera de Egipto con Gaza. Israel lanzó una operación en mayo censurada por la comunidad internacional para controlarlo al coste de condenar a la población gazatí a la enésima evacuación y con un elevadísimo precio para los civiles palestinos que han muerto desde entonces.
Hamás se niega a aceptar la presencia israelí en ese pasillo fronterizo con Egipto porque sería aceptar volver al bloqueo que ha sufrido el territorio desde 2006 con la complicidad egipcia. Fuentes conocedoras de las conversaciones señalan a este diario que, en este asunto, “no se han producido avances ni grandes progresos”.
Tel Aviv insiste en mantener ocho de sus posiciones militares en el corredor de Filadelfia en una primera fase aunque estaría dispuesta a aceptar la presencia de empleados de la Autoridad Nacional Palestina en el cruce de Rafah, cerrado desde mayo, aunque sin rastro de la bandera palestina en el paso.
No es solo la dirigencia de Hamás la que se opone a la permanencia de los uniformados israelíes en el corredor de Filadelfia. El régimen egipcio también reclama una salida completa del ejército judío de la zona fronteriza, en cumplimiento de los acuerdos de Camp David que sellaron la paz entre ambos países. El Cairo insiste en que su intención es coordinar la gestión de la frontera exclusivamente con las autoridades palestinas. El país árabe es más flexible en cuanto a aceptar una retirada por fases condicionada al cumplimiento de la liberación de los rehenes israelíes y los presos palestinos.
Por su parte, Hamás exige que Israel cumpla el borrador presentado el pasado 2 de julio que desarrolla la propuesta defendida en mayo por el presidente estadounidense Joe Biden, que incluía el fin de las hostilidades y la retirada total de las tropas israelíes de Gaza en una segunda fase. El movimiento islamista palestino insiste en que "cualquier acuerdo debe incluir un alto el fuego permanente" y la retirada completa de las tropas israelíes de Gaza.
No es solo la dirigencia de Hamás la que se opone a la permanencia de los uniformados israelíes en el corredor de Filadelfia. El régimen egipcio también reclama una salida completa del ejército judío de la zona fronteriza
¿Queda alguna esperanza?
De los pocos elementos que pueden jugar a favor es la sensación de que estamos en el tiempo de descuento si lo que se busca es rescatar a algún rehén con vida, aunque incluso las familias de los rehenes ponen en duda desde hace semanas la voluntad política de Benjamin Netanyahu de poner fin a la operación militar a cambio de salvar a los últimos rehenes con vida. En dos semanas se cumplen 11 meses de cautiverio y las condiciones en las que se encuentran los rehenes son extremadamente duras.
Como el resto de la población de Gaza han sufrido 11 meses de continuos bombardeos israelíes. Permanecen 109 rehenes en la Franja. Se desconoce el número de supervivientes pero fuentes estadounidenses calculan que más de la mitad podría haber perdido la vida. La semana pasada se recuperaron los cuerpos de seis rehenes y las primeras informaciones apuntan a que al menos cinco pudieron morir asfixiados tras un ataque aéreo cerca del túnel en el que se encontraban. Como bien dice Blinken podemos estar ante “la última oportunidad” de un alto el fuego.
También para proporcionar a la población gazatí cierto alivio. Se ha superado ampliamente el umbral de los 40.000 muertos -sin contar los miles de cuerpos que permanecen bajo los escombros- y se acaban de registrar los primeros casos de polio. La mediación de Qatar y Egipto reclama de manera inmediata una tregua de entre 5 y 7 días para transportar ayuda médica y vacunas.
La situación humanitaria y la destrucción son sencillamente desgarradoras. Y a esa situación hay que contar con el escenario de la escalada regional si no se llega a un acuerdo, con la respuesta de Iran al asesinato del líder político de Hamás en stand by y la amenaza de una guerra abierta con Hizbulá en el Líbano más real tras el ataque israelí de este domingo.
El presidente estadounidense sospecha -como muchos dentro y fuera de Israel- que Netanyahu no desea un acuerdo por cálculos políticos y personales: tras meses a la baja, vuelve a subir en los sondeos
Una de las claves es la presión que se ejerce sobre ambos actores en liza. Hasta ahora, Estados Unidos ha recibido las críticas de sus socios árabes. Consideran que podía haber ejercido mayor presión sobre Netanyahu -censurado por una parte de su propia opinión pública y también de su estamento militar- para forzarle a un acuerdo que también le interesa a Biden y a la ahora candidata demócrata, su vicepresidenta Kamala Harris, si quieren convencer a algunos indecisos de que están haciendo lo suficiente para llegar a un acuerdo, por precario que resulta, para cesar la violencia en Gaza. La continuación del status quo favorece a Donald Trump. Según filtraciones publicadas en prensa, en una conversación telefónica reciente, Biden le pidió al primer ministro israelí que “dejara de mentirle”. El presidente estadounidense sospecha -como muchos dentro y fuera de Israel- que Netanyahu no desea un acuerdo por cálculos políticos y personales: tras meses a la baja, vuelve a subir en los sondeos.
¿El incremento de las hostilidades complican aún más las negociaciones?
En realidad ese escenario de aumento de las hostilidades en Gaza y Cisjordania pero también con otros países como Líbano o Yemen ha sido la tónica desde octubre. La única tregua que se ha alcanzado hasta ahora, una semana a finales de noviembre, no tuvo un contexto de menor violencia. El panorama es ahora mucho más sombrío. Las familias de los rehenes acusan a Netanyahu de sabotear cualquier intento de acuerdo y estar obsesionado con una “victoria total” contra Hamás. Para el “premier”, cualquier otro escenario que no sea la derrota definitiva de Hamás -un escenario utópico, para expertos y el propio ejército israelí- será interpretado como un triunfo de Irán y Hizbulá y una muestra de debilidad del Estado judío.
En el otro lado el asesinato de Ismail Haniyeh ha dejado paso a un perfil más duro como el de Yehia Sinwar. Su propia situación, en un túnel en Gaza y con un sistema de comunicación con el exterior muy complicado, no anima a ser optimistas. Sinwar podría optar por mantener la guerra con la ilusión de que desate una escalada regional que ponga contra las cuerdas a Israel.
Las posturas siguen estando muy alejadas y en ambos casos se mueven en máximos. El escenario regional tampoco ayuda. Teherán ha aplazado, que no cancelado, su ataque contra Israel por la humillación que sufrió con el asesinato de Haniyeh y en cuanto al Líbano el poder israelí está convencido de que la guerra abierta es inevitable para rebajar las capacidades de Hizbulá y acabar con su presencia en la frontera. Con todos estos elementos la cautela y el pesimismo se imponen.
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