"Höcke oder Solingen". El candidato de Alternativa para Alemania (AfD) en Turingia, Björn Höcke, el líder más extremista y polémico en el partido ultraderechista, lanzó a los votantes este lema después del atentado perpetrado por un sirio que tendría que haber sido deportado en el que murieron tres personas. O me votáis a mi o no habrá quien os garantice la seguridad es su mantra. La ultraderecha alemana instrumentaliza la inmigración descontrolada de tal modo que en las elecciones de este domingo en Turingia y Sajonia, dos Länder del este de Alemania, va a quedarse a las puertas del poder, según los sondeos. En Turingia los ultras van en cabeza y en Sajonia empatados con la CDU. Uno de cada tres alemanes de estos Länder votará a la extrema derecha.

Wir schaffen das (Nosotros lo podemos hacer). Aquel lema de la canciller Angela Merkel, de la CDU, sirvió para catapultar a Alternativa para Alemania en 2015. El partido surgió como escisión de los democristianos (CDU) por las discrepancias de un grupo de académicos con el euro y la UE. Era claramente antieuropeo. Pero fue su rechazo a la aceptación masiva de migrantes sirios y afganos en 2015 lo que les colocó en el mapa político alemán. Sobre todo en el Este.

Merkel lo que hizo entonces fue dejar que casi un millón de personas procedentes de Estados fallidos como Siria o Afganistán entraran en Alemania. No cerró las puertas. En realidad, esas oleadas masivas de refugiados huían de una guerra como la de Siria que Occidente no supo parar a tiempo. Cuando se planteó intervenir contra el presidente sirio Bashar Assad por pasarse todas las líneas rojas imaginables tanto Barack Obama como Merkel miraron a otro lado. Solo el francés François Hollande estaba dispuesto. Putin, aliado de Assad, tuvo otra prueba más de la debilidad de Occidente.

Como consecuencia de ello, cientos de miles de sirios, a los que se unieron afganos, acosados por los talibán, otro caso de país descuajeringado por políticas fallidas de EEUU y sus aliados, buscaron cómo huir de la guerra y el horror. A finales del verano de 2015 llegaron masivamente a Europa, y la mayoría querían establecerse en Alemania. Casi un millón lo hicieron. Aunque se integraron bien, la percepción en el Este no era esa.

Y a partir de ahí Merkel recurrió a pactar con el presidente turco, Reccep Tayyip Erdogan, para que a cambio de millones de euros aceptara quedarse con los refugiados en su territorio. Eternamente condenados a vivir en tiendas de campaña de forma precaria.

AfD aprovecha cada vez que hay casos de criminalidad o terrorismo como Solingen. Así captaron nuevos votantes hace nueve años y siguen en esa línea

PILAR REQUENA, AUTORA DE 'LA POTENCIA RETICENTE'

Soluciones fáciles a problemas complejos

"AfD estaba de capa caída cuando en 2015 se produce la enorme llegada de emigrantes y refugiados a Alemania y Merkel los dejó pasar. Utilizaron ese momento y lograron hacer suyo el tema de la migración. Todos los problemas que se dieron, que lógicamente hubo, los magnificaron. En realidad, Alemania hizo frente bastante bien a la llegada masiva de refugiados. Pero AfD aprovecha cada vez que hay casos de criminalidad o terrorismo como Solingen. Así captaron nuevos votantes hace nueve años y siguen en esa línea", explica Pilar Requena, ex corresponsal en Berlín de RTVE y autora de La potencia reticente: la nueva Alemania vista de cerca.

Requena subraya cómo Alternativa para Alemania no ofrece soluciones a la migración descontrolada, sino que, como todos los populistas, hablan de soluciones fáciles a problemas complejos. "Como no gobiernan no tienen que gestionar y eso les permite convertir el tema migratorio en su tema sin más compromisos. También lo pueden hacer porque los partidos tradicionales, tanto los socialdemócratas como la CDU, no atienden las preocupaciones de los ciudadanos y cuando lo hacen es para copiar el enfoque de la ultraderecha. Esta actitud ha permitido que la ultraderecha se considere ahora salonfähig (presentable), aunque se siga respetando el cordón sanitario", añade Requena.

En Alemania los partidos tradicionales siguen dejando a la ultraderecha fuera de cualquier pacto de gobierno ya sea a nivel federal, regional o local. Si bien las encuestas apuntan que en Turingia el partido de Höcke ganará las elecciones, no tendrá con quien pactar y, a no ser que la sorpresa sea mayúscula, necesitaría socios.

Es un Land con apenas dos millones de habitantes pero el resultado sería un aviso de lo que puede pasar en el resto de Alemania del Este y más allá incluso. Hasta ahora ha gobernado Die Linke en minoría, y su líder regional, Bodo Ramelow, va a pagar en las urnas la inacción por la escasez de apoyos. La CDU parece más dispuesta a apoyarse en la Alianza Sahra Wagenknecht, neocomunista conservadora, un auténtico fenómeno político que puede tener la clave en los dos Länder. En Sajonia, con más de cuatro millones de habitantes, es probable que repita la coalición de CDU, SPD y Verdes, bajo la batuta del democristiano Mario Voigt.

Para Mario Kölling, profesor de Ciencia Política en la Uned, "Merkel fue pragmática y trató de evitar una catástrofe porque la alternativa habría sido impedirles entrar llamando al Ejército a controlar aquello. Hay que recordar que en aquellos momentos hubo una cultura de bienvenida y la sociedad civil era receptiva. Esa crisis se solucionó bien y muchos de esos migrantes están integrados en Alemania".

Sin embargo, apunta Kölling, "a la crisis migratoria se sumaron más crisis y los sucesivos gobiernos no solucionaron problemas básicos. El problema migratorio es un problema no en Alemania sino en la UE. En Alemania no pueden entrar si no pasan por otro país de la UE así que el sistema actual beneficia a Alemania. La cuestión, como ha puesto de relevancia Solingen, es la falta de capacidad de la Administración de devolver a los migrantes cuando al solicitud de asilo es rechazada. Y las deportaciones de afganos y sirios son complicadas porque no hay relaciones diplomáticas con Kabul, por ejemplo".

Crisis de los partidos del gobierno federal

El gobierno federal, empantanado por las diferencias entre los tres partidos que lo conforman, ha tratado de reaccionar de forma rápida. El canciller Olaf Scholz, del SPD, anunció un "paquete de seguridad", por el que se van a "facilitar las deportaciones, se reforzará a las autoridades en la lucha contra el islamismo violento y se endurecerán aún más las leyes sobre armas". Las primeras deportaciones de 28 afganos se han llevado a cabo este viernes. A su vez, Scholz se reunió con el líder de la oposición, el democristiano, Friedrich Merz, para buscar conjuntamente soluciones, y a los dirigentes regionales.

Los partidos que forman la coalición en Berlín están en caída libre en las encuestas, sobre todo en el Este. Los Verdes son el objeto de las diatribas tanto de la ultraderecha como de Sahra Wagenknecht. Los culpabilizan de la crisis económica, de la política sobre Ucrania, y la migratoria. Los describen como unos pijos urbanitas que dan de lado a los que viven alejados de las ciudades, y que no comprenden el sentir de los ciudadanos del Este.

Tanto los Verdes como los liberales están por debajo del umbral del 5%, el mínimo necesario para entrar en el Parlamento regional. Los liberales nunca han tenido mucho éxito en el Este aunque en Turingia entraron en 2019. En Sajonia los Verdes parece que sí lo lograran. El SPD ronda el 6% o 7% en los dos Länder. Sería dramático que los partidos de la coalición en Berlín se quedaran fuera, sobre todo el SPD.

Diferente percepción del extranjero

En Alemania del Este el mensaje anti inmigración cala más que en el oeste por varias razones. "En los 40 años de la República Democrática Alemana no estaban acostumbrados a vivir con extranjeros. En el oeste sí llegaron españoles, italianos, turcos, que se integraron más o menos bien en la sociedad alemana. Pero los trabajadores de países comunistas que se instalaban por temporadas en la RDA hacían vida aparte. Cuando cae el Muro, reciben migrantes o refugiados sin saber muy bien cómo relacionarse con ellos. Y tienen miedo a perder su identidad, su empleo...", señala Pilar Requena, que recuerda cómo en los 90 proliferaron grupos de neonazis violentos en el Este, que fueron controlados por una policía especializada, llamada Mega. Alternativa para Alemania recoge a algunos partidos de ese espectro neonazi y sus seguidores.

Pero Alternativa para Alemania no es el único partido de los que concurren este domingo en Sajonia y Turingia que no quiere más migrantes y refugiados. La Alianza Sahra Wagenknecht es contraria a más llegadas por razones socioeconómicas. No es posible mantener el nivel de vida ni mejoras salariales si hay más personas con necesidades sociales. Ahí según los empresarios se equivoca radicalmente. Los dos Länder necesitan una migración ordenada. Las asociaciones empresariales han advertido del riesgo de que triunfen las tesis de la ultraderecha y se frene la acogida de migrantes.

Hay otra cuestión clave que tienen en común la ultraderecha y la neocomunista Sahra Wagenknecht. Su éxito electoral será bien visto en Moscú. Wagenknecht ha convertido incluso en una línea roja para eventuales pactos el apoyo militar a Ucrania. Está en contra de que se siga ayudando a Kiev en nombre de "la paz". Una paz que convendría a Putin, ya que es el agresor y si se le solicita negociar va a establecer sus condiciones. A ello se suma que Putin, que por cierto se formó en la KGB en Dresde, capital de Sajonia, no respeta sus compromisos.

En Alemania occidental está creado después de la II Guerra Mundial mientras que en el Este se implementa a partir de 1989 el que había en el oeste y las raíces con la sociedad no existían"

MARIO KÖLLING, UNED

Las heridas de la unificación

¿Por qué votan a los extremos, a la derecha y a la izquierda, en el Este? Hay quienes incluso se plantean que esta disonancia tiene que ver con los déficits de la unificación. Si bien Alternativa para Alemania y BSW lograron buenos resultados en las europeas, y se colocan bien de cara a las federales del 28 de septiembre de 2025, sus resultados son realmente muy llamativos en el Este.

"En primer lugar, hay que aclarar que el sistema de partidos es distinto. En Alemania occidental está creado después de la II Guerra Mundial mientras que en el Este se implementa a partir de 1989 el que había en el oeste y las raíces con la sociedad no existían. Muy pocos ciudadanos en el Este participan en los partidos. Hay una distancia muy grande entre partidos y ciudadanos. También se ve en la sociedad civil", indica Mario Kölling. A su vez "la implementación del sistema democrático en el Este no va acompañado de una gran prosperidad, sino que muchos se sienten marginados, en comparación con el oeste".

Hay otros dos factores relevantes: en el Este no hubo un proceso de revisión de la historia como en el Oeste. Siempre se consideraron antifascistas y no se vacunaron contra la ultraderecha. Para Requena, la unificación ha sido un éxito político, incluso económico, pero no social.

"No se escuchó a los ciudadanos de la antigua RDA, se sentían ciudadanos de segunda clase. Pasaron de una economía en la que el Estado te da todo a una de libremercado. Sufrieron sentimiento de pérdida, de desesperación… Viven mejor pero su percepción es que no han recibido todo lo que deberían", señala la autora de La potencia reticente. "Faltó corazón. Así me lo reconoció Wofgang Schäuble, ex delfín de Helmut Kohl", concluye Pilar Requena.

Ese corazón roto de muchos alemanes del Este es lo que explotan los extremos. Ahondar en la herida de los que se perciben como desclasados es una fórmula que funciona al populismo de todo pelaje, a este y el otro lado del Oceáno. Que se lo diga a Trump.