Olaf Scholz respira aliviado de momento. La victoria del socialdemócrata Dietmar Woidke en las elecciones en Brandemburgo supone un alivio para el canciller federal alemán. El efecto Woidke funcionó. El jefe del gobierno de Brandemburgo planteó la votación como un órdago: si ganaba la ultraderecha, no seguiría en el gobierno. Y los alemanes de Brandemburgo han preferido la estabilidad que ofrece Woidke, a pesar de su hartazgo con los políticos de Berlín. Sin embargo, Scholz era una rémora y por ello Woidke le instó a no aparecer en su campaña. Difícilmente puede ser el candidato en 2025.

Ha sido una carrera contrarreloj. En verano los socialdemócratas estaban en un 20% de los apoyos, por lo que la remontada ha sido histórica. Diez puntos en dos meses. En un ambiente de polarización extrema, el SPD ha mantenido su liderazgo en este Land donde gobiernan desde la unificación. Pero la ultraderecha de AfD se ha quedado muy cerca del SPD, a 1,2 puntos.

El SPD ha conseguido un 30,9% de los votos (32 escaños), AfD el 29,2% (30 diputados), y en tercer lugar se ha quedado la Alianza Sarah Wagenknecht (BSW) con un 13,5% (14 representantes). En cuarto puesto, la CDU ha obtenido el 12,1% (12 diputados), su peor resultado en un Land del este de Alemania, según los resultados provisionales.

Quedan fuera del Parlamento de Potsdam los Verdes y Die Linke. Woidke tendrá que gobernar en gran coalición con la CDU, y con apoyos puntuales externos de BSW, ya que la mayoría son 45 diputados. Antes contaba también con los Verdes en su gabinete.

Woidke, lejos de Scholz

Como ha dicho, Woidke hay que "poner frenos" a la euforia, sobre todo si nos fijamos en los que votan por primera vez que se inclinan claramente por la ultraderecha (31% frente al 18% que lo hace por el SPD). El voto también tiene género: los hombres de Brandemburgo se inclinan por AfD, mientras que el partido con más apoyo entre las mujeres es el SPD con el 33%.

Para ganar Woidke, que lleva a cargo del gobierno de Brandemburgo desde 2013, ha centrado el debate en su continuidad y en su persona. "Wenn Glatze, dann Woidke (si quieres calvos, vota a Woidke)" decía uno de sus lemas de campaña, en un guiño ciertamente arriesgado con las cabezas rapadas de la ultraderecha.

Su popularidad es alta no solo entre los votantes socialdemócratas, sino también entre los democristianos e incluso entre los seguidores de Sarah Wagenknecht. Juega a su favor ser un político nacido en el este de Alemania, que conoce bien los sentimientos de los germano orientales, que siguen sintiéndose ciudadanos de segunda clase. Ha insistido en cómo el Land está atrayendo inversión con proyectos como un nuevo complejo de ocio en Cottbus.

Woidke ha evitado la presencia del canciller Olaf Scholz en su campaña. Scholz tiene las tasas de aprobación más bajas desde la reunificación. Según una encuesta de Infratest dimap, el 61% de los votantes socialdemócratas cree que no está a la altura del cargo. Las divisiones en la coalición con verdes y liberales, junto con la inflación, hacen que a Scholz se le percibe como un líder débil.

Los últimos resultados del SPD en las europeas, Turingia y Sajonia, hacían prever que el debate sobre el próximo candidato del SPD a la cancillería se precipitaría con una derrota en Brandemburgo.

En Turingia, donde la ultraderecha ganó por primera vez en un Land desde la Segunda Guerra Mundial, los socialdemócratas solo tuvieron un 7,4% de apoyos y en Sajonia aún peor, un 6,1%. En las europeas de junio el SPD se hundía con un 13,9%, el peor resultado de su historia en unas elecciones en todo el país. La ultraderecha quedó en segundo lugar, con más del 15%, y ganó claramente la CDU con el 30%.

Con esta victoria in extremis, el debate se pospone. "Las aguas estarán más calmadas en la Willy-Brandt-Haus", explica en Der Spiegel Christian Teevs. Habría sido su sentencia de muerte política en caso de derrota, ya que nadie iba a culpar a Woidke. Pero la discusión se planteará en 2025, antes o después. Será en el verano cuando se decida quién será el candidato a canciller del SPD, y suena con fuerza el ministro de Defensa, Boris Pistorius, quien es el político más popular del gobierno federal.

La ultraderecha domina en el Este, aunque no gobierne

Las elecciones federales ya tienen fecha: se celebrarán el 28 de septiembre de 2025, salvo cataclismo. Los alemanes no adelantan convocatorias tan fácilmente como otros europeos. Todo lo que signifique inestabilidad les da pavor. La coalición de SPD, Verdes y Liberales es muy frágil pero los tres partidos tienen unas perspectivas muy malas, e incluso los liberales podrían quedarse fuera del Parlamento federal, así que se impone cierta calma.

Los democristianos (CDU) son los claros favoritos en los sondeos. Friedrich Merz, su candidato a canciller, lograría el sueño que le arrebató Angela Merkel hace dos décadas. Sin embargo, las elecciones en Brandemburgo, donde la CDU ha logrado su peor resultado en un Land del este, muestran que el partido conservador depende del oeste del país para gobernar pero no convence en el este.

Es Alternativa para Alemania (AfD) el partido que no deja de crecer en los llamados nuevos 'Länder', es decir, las cinco regiones federadas que formaban la República Democrática Alemana (RDA). En Turingia lograron ser la fuerza más votada, se quedaron segundos en Sajonia y han mantenido un pulso hasta el final con los socialdemócratas para quedar segundos pero por encima del 30%.

Los alemanes del este se sienten representados por este partido de ultraderecha, con un fuerte discurso anti inmigración (en regiones donde la inmigración es mucho menor que en el oeste). De momento no gobiernan por el cordón sanitario (veto de los partidos a pactos con AfD), pero poco a poco las mayorías alternativas son más exiguas y se hace difícil la gobernabilidad.

En Brandemburgo vuelve a lograr un extraordinario resultado la Alianza Sarah Wagenknecht, liderada por esta ex diputada de Die Linke que comparte el discurso anti inmigración con la ultraderecha y aboga por forzar a los ucranianos a negociar la paz. Si resulta clave en las elecciones federales, forzará un cambio de política sobre Ucrania. Eso sí que será un terremoto.