Fue la primera y última ministra de Educación de Afganistán. Ocupó la cartera durante 14 meses, en las postrimerías del régimen que construyó Estados Unidos y que -tras largas negociaciones con la comunidad internacional- cayó hace ahora tres años para dejar paso a los talibanes. Los traumas del pasado reciente han vuelto a Rangina Hamidi profundamente escéptica con la comunidad internacional, a la que responsabiliza en mitad de la promulgación de una nueva ley que condena a las afganas a la invisibilidad.

“La falta de oportunidades educativas para las futuras madres es una forma maravillosa de mantener viva la ideología de los talibanes”, denuncia Hamidi en una extensa entrevista con El Independiente. La ex ministra, afincada ahora en Estados Unidos, sigue haciendo viajes periódicos a Afganistán, donde mantiene una iniciativa social encaminada al empleo de las mujeres. Licenciada en estudios religiosos y género por la Universidad de Virginia, Hamidi regresó a Afganistán en 2003. “Todo el mundo nos ha utilizado y ha abusado de nosotros, pero al fin y al cabo, nosotros, los afganos, hemos sido desleales con nuestra tierra, nuestro pueblo y nuestros hijos”, desliza.

Pregunta.- En las últimas semanas los talibanes han convertido en ley, la de Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio, las restricciones que sufren las afganas. Entre las prohibiciones, la de la que las mujeres hablen en voz alta en público. ¿Cómo se ha recibido en Afganistán?
Respuesta.- He hablado con mujeres sobre el terreno, tanto en Kabul como en Kandahar. Es interesante ver que todas las personas con las que he hablado son conscientes de esta novedad. La aplicación de la ley está en proceso en toda la geografía afgana, a través de ciudades y pueblos. La diferencia interesante entre Kandahar y Kabul es que en Kandahar, incluso durante los 20 años de la república y los últimos tres años, las mujeres nunca se descubrían la cara en público. Las mujeres de Kandahar, Helmand, el sur y las comunidades tradicionales conservadoras de todo Afganistán, incluso en Jalalabad, que no es el sur, incluso en distritos de Mazar Sharif, las mujeres que se descubrían la cara residían predominantemente en el centro de las ciudades. En los pueblos, el burka seguía prevaleciendo. Así que para las mujeres que siempre han llevado burka y se han cubierto la cara, este decreto no es nada nuevo. Pero, por supuesto, para las mujeres que estaban en los principales centros urbanos es algo de lo que preocuparse e inquietarse. Uno. En cuanto a que las mujeres hablen, todas las personas con las que me he puesto en contacto me han dicho que va a ser extremadamente difícil ponerlo en práctica, porque cuando las mujeres van de compras, la mayoría de los tenderos en Afganistán son hombres. No hay forma de que una mujer no pueda preguntar por un producto o por el precio de un producto y demás. Y por último, en lo que respecta a la cuestión del mahram (tutor masculino), ha sido una orden desde el principio. Ahora está sobre el papel, pero su aplicación aún no ha sido tan severa ni tan estricta. Las mujeres de todas las provincias y del centro siguen recorriendo solas distancias cortas para sus compras diarias. Pero eso no significa que no vaya a cambiar en el futuro.

Siguen planteando estas restricciones sobre las mujeres como represalia contra la comunidad internacional por no reconocerles

P.- ¿Y cómo lo ve usted?
R.- La autonomía y la política hacia las mujeres es una moneda de cambio entre la comunidad internacional y los talibanes. Creo que la razón por la que se siguen planteando y poniendo sobre la mesa estas estrictas restricciones y normativas es casi una forma de represalia contra la comunidad internacional por no reconocer a los talibanes. Lo que ocurrió en Doha, lo que supusieron las negociaciones, es un misterio para muchos de los ciudadanos afganos, tanto dentro como fuera del país. Sólo aquellos que participaron directamente de la administración Trump en ese momento, así como las entidades talibanes en Doha, sólo ellos saben lo que se prometió y qué promesas se han hecho, qué promesas no se han cumplido. Resulta muy difícil hacer una evaluación de por qué los talibanes, después de tres años en el poder, vienen con tal regulación. Mi opinión es que probablemente sea su forma de mostrar al mundo que no están recibiendo nada del mundo, y que están mostrando su versión más estricta de sí mismos para volver a la versión de los talibanes de los años noventa.

Si el acuerdo al que llegaron en Doha se materializara y actualizara, es posible que viéramos algo diferente. Históricamente las sociedades patriarcales, o cualquier sociedad en realidad, siempre han utilizado y abusado de la autonomía de las mujeres para la política de la sociedad. Y esto no es más que una continuación de ese principio, pero de una manera diferente. Es lamentable porque como mujer, como madre, me duele saber que toda la política de Afganistán gira hoy en torno a las niñas y las mujeres. Y es triste que la atención de las atrocidades de Afganistán se centre principalmente en los problemas de las mujeres, que es muy importante y crítico, pero está sucediendo otras coasas en asuntos regionales y globales como economía, desarrollo, infraestructuras, fronteras o seguridad de las que nadie quiere hablar. El tema principal, interna y externamente, es el cuerpo de la mujer y su autonomía Y a veces me pregunto si la política actual en Afganistán está utilizando o cubriendo todos los demás temas bajo el nombre de derechos de las mujeres y de las niñas, de los que tampoco gozábamos mucho en el pasado. Me gustaría recordar al mundo que la situación de las mujeres y las niñas afganas no era antes un camino de rosas. Obviamente, con el regreso de los talibanes ha empeorado mucho.

P.- ¿Qué otras razones tienen los talibanes para centrarse en las mujeres y sus cortapisas?
R.- Estratégica. Una madre sin educación y sin información no criará a niños con la capacidad de cuestionar y plantear preguntas ante la injusticia o las atrocidades. Creo que se trata de un movimiento bastante estratégico para mantener a las mujeres dentro de sus casas, analfabetas, inconscientes de cualquier proceso de pensamiento o de cualquier otra idea que no sea lo que se les ha dicho que crean. Y ese hecho permite a la sociedad controlar el destino de sus hijos. Es lo mejor para que la ideología de los talibanes sigan reproduciéndose en Afganistán, como lo han hecho durante más de cuatro décadas; ideologías de guerra y destrucción y de reclutamiento de hombres jóvenes para luchar.

P.- Usted fue ministra de Educación. Entiendo que es ese campo el que más le preocupa…
R.- Tuve poco tiempo para evaluar lo que heredé. Y con todos los problemas y las dificultades que teníamos como ministerio, diseñamos una agenda estratégica para reformar el ministerio y poder construir una identidad nacional para todas las generaciones futuras. Durante 45 años, Afganistán había estado sumido en la guerra, la destrucción y el caos. Nunca habíamos compartido una identidad nacional. Crecí como refugiada afgana en Pakistán. Sabía que el enemigo de mi país en ese momento era Rusia porque nos había invadido. Se consideraba a los comunistas como las marionetas de Rusia en aquella época. Los rusos se fueron y los comunistas cayeron. Luego vinieron las facciones muyahidines que luchaban contra los rusos, y luego lucharon entre sí por el poder y destruyeron aún más Afganistán. Cuando los talibanes llegaron, dijeron: Somos mejores musulmanes y vamos a cuidar de este país. Y vimos lo que pasó. Desde 2001 hasta 2021 la supuesta democratización, inspirada por Estados Unidos, nos hizo pensar que éramos mejores. Todo el mundo nos ha utilizado y ha abusado de nosotros, pero al fin y al cabo, nosotros, los afganos, hemos sido desleales con nuestra tierra, nuestro pueblo y nuestros hijos. El sistema educativo a lo largo de estas más de cuatro décadas ha sido responsable de crear personas divisivas.

El pueblo de Afganistán no eligió a un régimen llamado talibán para que llegara al poder. Responsabilizo de ello a la comunidad internacional

P.- Fue ministra durante 14 meses, los últimos antes de que Kabul cayera en manos de los talibanes…
R.- El 15 de agosto de 2021 estaba en mi ministerio pensando que seguía trabajando. Ese día terminé el borrador final de la primera política nacional de educación, redactada y escrita y compuesta por afganos. No necesité para ello la ayuda de ningún experto internacional. Al principio, pensé que no necesitaba irme. Pero después de ocho días, teniendo una hija de 12 años y con las informaciones insistentes de que eran las últimas oportunidades para salir, somos seres humanos. Tenía pasaporte. Así que me pregunté como madre que, si no escuchaba esta señal de advertencia y las cosas se ponían realmente tan mal, si me lo perdonaría alguna vez. Tenía la oportunidad de irme, sabiendo que millones no. En esos momentos, tus instintos te dominan. Así que decidí marcharme a los ocho días de que los talibanes hubieran entrado en Kabul.

P.- Sigue viajando a Afganistán…
R.- Sí. Algún enemigo dice que estoy tratando con los talibanes. Y no es cierto. No me reúno con ellos. Lo que estoy haciendo es volver a una tierra con la que me comprometí y a la serví más de 20 años de mi vida laboral adulta. Voy a un hogar que me arrebató a mi padre, que está enterrado en esa tierra. Todos mis antepasados están enterrados en esa tierra llamada Afganistán. Así que voy a casa y tengo una entidad social que está dando trabajo a mujeres en Kandahar y que lo llevaba haciendo desde 2003. Y voy a apoyarla.

P.- ¿Cómo es hoy Afganistán en términos educativos?
R.- Las niñas a partir de sexto de primaria no van a la escuela. Las mujeres están en la calle. Kabul sigue siendo Kabul. Algunas mujeres llevan burka, otras no. Algunas llevan ropa relativamente occidental con un pañuelo en la cabeza. Otras lo hacen de forma más conservadora. Hay mujeres en los centros comerciales, en las tiendas y caminando por las calles, mujeres que van a casa de otras. Ese nivel de movimiento femenino se da tanto en Kabul como en Kandahar, los dos lugares a los que he ido. Ahora, por supuesto, hay restricciones en el acceso a los tipos de trabajo que tenían. Ya no se ven mujeres sentadas en las oficinas gubernamentales, salvo en los controles de seguridad femeninos. Cuando fui a renovar mi pasaporte, hombres y mujeres juntos hacían cola para conseguirlo porque tienes que presentarte para que te tomen las huellas dactilares y te hagan una foto.

P.- ¿Han cambiado los talibanes respecto a su anterior etapa en el poder?
R.- Los conceptos conservador y radical con subjetivas. ¿Dónde está el listón? Ellos dicen ser afganos y musulmanes y muchos hablan pastún. Son tradicionales en el uso de la vestimenta pero utilizan la tecnología. Están sentados en oficinas que heredaron de una estructura de gobierno y la están utilizando. Hay sistemas que están operando de cómo solían aunque las personas han sido reemplazadas. No estuve en Afganistán en el período previo. Es una gran pregunta para hacérsela a estos talibanes de ahora. El mundo necesita comprometerse con ellos a ese nivel para entender cómo han cambiado porque eso es lo que se nos dijo cuando el mundo estuvo negociando con ellos en Doha durante tres años. Se nos dijo que los talibanes permitiirían que las escolares siguieran yendo a la escuela y que las mujeres no tuviéramos miedo, algo que no está sucediendo. Ahora esos mismos actores nos comentan que hicieron todo lo que pudieron. Pues bien, el pueblo de Afganistán no eligió a un régimen llamado talibán para que llegara al poder. Y la razón por la que estoy siendo combativa es porque es doloroso vivir esta realidad. Cuando la gente no asume la responsabilidad de algo que ha hecho activamente, ¿se culpa a la comunidad internacional? Yo no la culpo, la responsabilizo.

P.- La comunidad internacional es responsable del resultado…
R.- Yo les hubiera pedido que no hicieran que la población afgana de 40 millones de personas, en particular sus mujeres y niñas, pagara el precio de decisiones que quizá no sean las mejores que ha tomado la comunidad internacional.

P.- ¿Qué sentimiento le suscita recordar aquel proceso y la toma final? ¿Abandono?
R.- Si me sintiera abandonada significaría que me aferraba a Estados Unidos para que fuera mi salvador, y de repente me abandonó. Así que no. Para mí personalmente, habiendo trabajado con el gobierno que fue apoyado, respaldado y financiado por la comunidad internacional durante más de 20 años, creía de verdad que la comunidad internacional iba a estar con nosotros. Y ahora sé, en retrospectiva, que tal vez esa confianza no valía la pena.

P.- ¿Y que ésta haciendo ahora la comunidad internacional?
R.- No sé lo que están haciendo. Esa es la ambigüedad que siento. Es así de confuso y opaco. Como ciudadana afgana, ya no estoy seguro de quién hace qué. No formamos parte de la conversación. Hemos estado escuchando comentarios muy ambiguos acerca de que nos estamos comprometiendo con los talibanes más intensamente pero no está pasando nada.

La presión de la comunidad internacional obviamente no está funcionando. Y la sociedad afgana está pagando el precio

P.- Países como Qatar han reconocido haber tratado de convencer al liderazgo talibán de la necesidad de otorgar derechos a las mujeres, sin mucho éxito…
R.- Lo están intentando, pero tenemos un dicho en Afganistán: “Ardes en la tierra que arde”. Nadie puede entender el dolor de las afganas y del pueblo afgano mejor que los propios afganos. Los actores internacionales no arden en este fuego.

P.- ¿Pueden los talibanes cambiar de opinión?
R.- Como pedagoga, siempre espero que se pueda cambiar la mentalidad y la percepción de la gente. Pero ahí está la advertencia: si se hace bien y no hay otras agendas políticas entre bastidores que desconocemos. Nos hemos convertido en personas muy escépticas; no nos culpen por ello.

P.- ¿La presión internacional funciona con los talibanes?
R.- La presión de la comunidad internacional obviamente no está funcionando. Y la sociedad afgana está pagando el precio. Ahora que están en el poder, la comunidad internacional no parece tener ninguna influencia real sobre ellos, incluso sobre esta cuestión de la educación. ¿En quién se supone que debo confiar ahora? ¿En Unicef que firmó un acuerdo con los talibanes, cuando mi Ministerio aún estaba intacto, y yo era ministra, para dar dinero a los talibanes para que proporcionaran educación a los niños en las zonas que ellos controlaban? El Ministerio de Educación funcionaba en todo el país, excepto en las zonas donde había combates. Cuando la gente está preocupada por la vida de su hijo y por si va a morir en un combate, no me importa en qué parte del mundo estés, no vas a enviar a tu hijo a la escuela. Que Unicef hiciera ese acuerdo a nuestras espaldas, cuando pensábamos que eran nuestros socios…

P.- ¿Se siente traicionada?
R.- Me resulta muy difícil tener confianza, después de lo que he visto, después de lo que ha pasado y después de lo que estoy oyendo. Pero como ser humano, como persona de fe, tengo que tener esperanza, y la esperanza requiere confianza.

La corrupción fue un error pero también la desunión. Demasiados poderes fraccionados sobre líneas étnicas, lingüísticas y lealtades a otros países vecinos

P.- Una de las razones que alegan para su retorno es la corrupción del Gobierno previo…
R.- De eso no hay duda. Soy la primera en aceptar esa crítica. No cabe duda de que hubo personas limpias, buenas, honradas y patriotas que trabajaron para cambiar el sistema. Espero poder considerarme entre ellas. Pero a diestro y siniestro, no se podía cerrar los ojos ante funcionarios corruptos. Y aquí es donde viene lo divertido. Recuerdo a los parlamentarios corruptos que llegaban a mi despacho para hablar de recursos de niños. Ni un solo día en los 14 meses que estuve allí vino un parlamentario a decirme: ¿Qué vamos a hacer con el futuro de Afganistán a través de esta educación? El 40% de nuestras escuelas en el país no tenían edificios. ¿De dónde vamos a sacar recursos para invertir en la construcción de estas escuelas? Nos faltan profesores. ¿Qué podemos hacer desde el punto de vista político para contratar más profesores en el sistema? En cambio, cada uno de ellos venía con el mismo sermón: contrata a mi hermano, a mi hijo, a mi hija, constrúyeme una escuela en mi pueblo para que en la próxima campaña electoral pueda decir que he construido una escuela. Todo era egoísta. Esa es una forma de corrupción peor que la malversación de dinero que muchos hicieron también. Es una cuestión de integridad y de buscar el interés común.

P.- ¿Cómo aguantó?
R.- Resistí. Me vi obligada a construir nervios de acero porque de lo contrario, a veces miro hacia atrás y pienso que debo arrastrar alguna locura de todo aquello. Ni la persona más cuerda no podría sobrevivir a un sistema así.

P.- ¿Cuáles fueron los otros errores?
R.- La desunión. Demasiados poderes fraccionados sobre líneas étnicas, lingüísticas y lealtades a otros países vecinos. El Presidente tenía una visión para Afganistán. Las personas que compartían el poder con él no mantenían esa visión. Así que estaban en dos bandos opuestos. ¿Cómo esperaba el mundo gobernar un país con dos cabezas? El gobierno estaba dividido. A todo el mundo le encanta culpar al presidente, convertido en el chivo expiatorio. No digo que sea un ángel, pero no es el único mal líder responsable de Afganistán. Hemos tenido muchos malos líderes, y seguimos teniendo muchos malos líderes que ahora están sentados en la diáspora y siguen pidiendo a gritos una solución que matará de nuevo a los niños inocentes de Afganistán, destruirá el país y lo poco que construimos durante 20 años.

A menos que haya una alternativa viable que no sea la violencia, ¿qué otra opción tenemos que trabajar con la gente que está en el poder?

P.- ¿Cuál es el futuro?
R.- No queremos más guerras. La guerra civil o la guerra desde el exterior son algo que los afganos, por unanimidad, con la excepción de algunos señores de la guerra, no queremos. Afganistán no puede ser ignorado como lo fue hasta 2001. La comunidad internacional no puede permitirse dejar de lado a Afganistán. Así que debe comprometerse y seguir trabajando con la gente, apoyando a la gente y manteniendo una relación. En tercer lugar, creo que a menos que haya una alternativa viable que no sea la violencia, ¿qué otra opción tenemos que trabajar con la gente que está en el poder?

P.- ¿Hay posibilidad de que los talibanes aceptan algo similar a un régimen democrática?
R.- Ahí es donde la comunidad internacional tiene que despertar un poco. Los proyectos de democracia que se han ejercido en todo el mundo, no sólo en Afganistán, desde hace décadas no han funcionado. Seamos un poco honestos y hagamos una evaluación de que quizás la versión de la democracia que Occidente está tratando de imponer podría no ser la mejor solución para todas las naciones en todos los contextos. Es evidente que Afganistán ha demostrado que fracasó. Fue una imposición externa sin ninguna preparación adecuada ni educación para que la gente entendiera lo que iban a hacer. Un día se levantaron por la mañana y dijeron: Ahora todos sois demócratas y vais a elegir a vuestro líder.

Los líderes mundiales no tienen coraje. Por desgracia, el coste humano de estas crisis ni siquiera forma parte de la ecuación de los debates

P.- Defiende entonces cooperar con los talibanes…
R.- No. No hablo a favor o en contra de los talibanes. Estoy siendo pragmático en el sentido de que estamos en una situación real, que no es el mejor de los casos. Pero como persona culta y educada que ve y entiende la política y las realidades mundiales, tenemos una guerra en Ucrania en la que el mundo está involucrado. Tenemos un genocidio en Palestina en el que el mundo está involucrado. Tenemos Sudán del que ya nadie habla, pero en el que el mundo está implicado o debería estarlo. ¿Quién sabe qué otras cosas pequeñas hay? Tenemos Yemen, por ejemplo; Siria, Irak… De Afganistán ni hablamos. Hay muchos incendios y puede que vengan más.

P.- ¿El mundo no hace lo suficiente?
R.- Los líderes mundiales no tienen el valor de hacer lo suficiente. Los desafío a todos. Están tratando estas crisis como oportunidades políticas y de negocios. Por desgracia, el coste humano de estas crisis ni siquiera forma parte de la ecuación de los debates. La generación joven está despertando a las realidades de los líderes políticos a nivel mundial que son viejos, están anticuados y están haciendo estrategia de hace un siglo. La juventud quiere y exige algo diferente. Así que espero que, a medida que evolucione el futuro, estos sistemas obsoletos y estas mentes anticuadas se vayan y que mentes más jóvenes, más globales y más conscientes ocupen estos puestos de liderazgo para abordar los problemas mundiales de forma diferente a como lo están haciendo estos tipos.