La vicepresidenta Kamala Harris es la candidata con más probabilidades de ganar las elecciones presidenciales que se celebrarán en Estados Unidos en justo un mes, el próximo 5 de noviembre. O al menos eso es lo que apunta la media de encuestas, a lo que hay que añadir una consideración importante: la candidata demócrata saca a su rival, el expresidente Donald Trump, menos de tres puntos, con lo que es muy poco más probable que gane ella frente a la posibilidad de que gane él.

Ni la condena criminal de Donald Trump ni la retirada de la candidatura de Joe Biden han conseguido desempatar con claridad una carrera presidencial que lleva un semanas prácticamente en empate. A justo un mes de los comicios, Harris está por delante a nivel nacional, pero en los estados decisivos la carrera continúa estando extraordinariamente apretada. Ninguno de los dos candidatos tiene la ventaja suficiente para conseguir llevarse la presidencia, lo que implica que distritos muy pequeños podrían terminar resultando decisivos. Pero echemos un vistazo más de cerca a cómo están la diferentes encuestas a un mes del 5 de noviembre.

Según la media de encuestas que elabora FiveThirtyEight, elaborada por el famoso estadístico Nate Silver, a día de hoy la vicepresidenta Kamala Harris está 2,6 puntos por delante de Donald Trump, y en teoría obtendría un 48,4% del voto frente al 45,9% del expresidente. La afroamericana y asiático-americana viene manteniendo prácticamente la misma ventaja durante semanas. A principios de septiembre llegó a estar a más de tres puntos de ventaja del empresario, y a finales de agosto casi rozó los cuatro puntos, después de un inicio de carrera mucho más apretado -al comienzo de agosto apenas los separaban una o dos décimas-. Hay que recordar que Harris es la candidata del partido a presidenta desde agosto, puesto que el presidente Joe Biden no retiró su propia candidatura hasta el 21 de julio.

Sin embargo, en Estados Unidos no gana las elecciones quien saca más votos a nivel nacional, sino quien consigue 270 o más delegados, y eso depende, además de de los deseos de los votantes, de cuántos delegados asignados tenga cada estado. Es decir, en los comicios americanos juega un papel increíblemente importante la arquitectura electoral. Por eso, desde 1992 los republicanos han sido capaces de ganar tres elecciones aunque a nivel nacional solo han sacado más votos que los demócratas en una ocasión. Ni Trump, ni George W. Bush, los dos únicos presidentes republicanos que ha tenido el país en ese periodo, consiguieron ganar el voto popular a sus rivales y aún así ganaron la elecciones.

La historia obliga a prestar mucha atención a los llamados estados clave, decisivos o en inglés swing states, los que no siempre votan en el mismo sentido y que por tanto podrían decantar la balanza.

Los siete estados clave

Pensilvania, Georgia, Carolina del Norte, Míchigan, Arizona, Wisconsin y Nevada son los siete estados decisivos. A los "estados balancín" se les conoce así porque no votan siempre al mismo partido político todos los años. Esto en España puede sonar extraño o exagerado, pero en Estados Unidos hay estados que llevan votando a exactamente el mismo partido desde los años 70. Hay nueve estados que siempre han votado al Partido Republicano desde 1968: Dakota del Norte y Dakota del Sur, Nebraska, Kansas, Oklahoma, Wyoming, Utah, Idaho y Alaska, es decir, toda la zona central del país. De su lado, suele votar demócrata toda la región de Nueva Inglaterra (en el noreste del país), la zona del Pacífico (o costa oeste), Minnesota e Illinois.

Según las encuestas del New York Times, Trump está dos puntos por delante de Harris en dos de ellos (Georgia y Arizona), mientras que ella le saca a él esa misma ventaja en solo uno (Wisconsin). En el resto, los sondeos prevén que los ciudadanos elegirán a Harris pero solo con un punto de ventaja y salvo en el caso de Carolina del Norte, donde ganaría Trump. La media de FiveThirtyEight arroja las mismas conclusiones, pero prevé que el resultado esté aún más ajustado en todos ellos, con diferencias entre ambos candidatos de apenas un punto en todos ellos.

Trump volvería a la Casa Blanca si se lleva Georgia, Arizona, Carolina del Norte y Pensilvania

Harris ganaría las elecciones si los americanos votan tal y como ahora muestran las encuestas, aunque no puede esperarse que acierten del todo. Sin embargo, no se puede descartar que las muestras estén infraestimando a Trump, como sucedió cuando ganó en 2016, o que mejore sus números en los estados clave. Con que el expresidente gane en Georgia, Arizona y Carolina del Norte (los estados en los que está previsto que gane) más Pensilvania, ya conseguiría 281 votos electorales y por tanto volvería a la Casa Blanca.

En 2016, Trump se proclamó vencedor en seis de los siete estados clave, todos salvo Nevada. En cambio, en 2020 Biden le ganó por lo mismo, en seis estados de siete, todos salvo Carolina del Norte, y en muchos casos por un margen estrechísimo, en muchos casos de menos de un punto. Fue el caso de Georgia, donde los demócratas sacaron un margen del 0,23% del voto, o de Arizona, donde la diferencia fue del 0,4%.

¿Cuánto se equivocan la encuestas?

Las encuestas fallaron en 2020 en Wisconsin, donde los demócratas sacaron nueve puntos más que lo pronosticado, y en las elecciones de medio mandato de 2022 lo hicieron en Michigan (seis puntos). Del lado contrario, en 2016 las encuestas infravaloraron a los votantes de Trump en Carolina del Norte (sacó seis puntos más de lo previsto) y en Georgia (obtuvo dos puntos más).

El sector de las encuestas lleva años intentando identificar y arreglar esos errores, pero hay aspectos que no dependen de los estadísticos. Según una investigación de la Asociación Americana por la Opinión Pública, en 2016 fueron muchos los votantes que no decidieron qué nombre iban a poner en la papeleta hasta literalmente el último minuto, lo que hacía imposible incluirlos en las encuestas. Por otro lado, también parece que algunos votantes prefirieron no decir que iban a votar por Trump por vergüenza.

Sin embargo sí hubo aspectos que pudieron medirse mejor. Las encuestas de hace ocho años fueron muy criticadas por no introducir un factor educacional, con lo que se subestimaron los votantes que no tenían estudios universitario y que terminaron votando en gran medida por el expresidente, en parte porque quienes tienen educación universitaria -y votan más demócrata- suelen responder más a menudo las encuestas. También han empezado a ponderar -antes muchas encuestas no lo hacían- la población, asignando a cada respuesta un peso diferente dependiendo de cómo de representativo sea ese votante en el conjunto del distrito o del estado.

Aun así, es complicado. Lo explicaba el jefe de política del New York Times, el experto en encuestas Nate Cohn en una entrevista con The New Yorker: "Lo que hizo tan difícil evitar el sesgo de la falta de respuesta en 2020 es que, incluso si una encuesta tiene el adecuado número de demócratas registrados, y el número adecuado de republicanos registrados, incluso aunque tenga el número necesario de estudiantes universitarios y de gente sin estudio universitarios, el número exacto de gente mayor y joven, de blancos y negros, todavía fallaban porque dentro de cada uno de esos grupos demográficos había demasiada gente que respaldaba a Biden y no los suficientes que apoyaban a Trump. Ese sesgo de la no respuesta no puede siquiera apreciarse. No teníamos pistas de que estábamos registrando a demasiados pocos votantes de Trump. Pero eso, por naturaleza, es extremadamente difícil de diagnosticar".