"Es el fin de los tiempos del mal. Es el fin del mandato del PiS. Lo hemos logrado", dijo Donald Tusk, líder de Coalición Cívica hace justo un año, cuando supo que el Partido Ley y Justicia no contaba con la mayoría para seguir en el gobierno de Polonia. "Ganó la democracia, ganó la libertad, ganó nuestra amada Polonia. Este día será recordado como el día del renacimiento de Polonia". El desafío de Tusk era reinventar el Estado de derecho, desmantelado lentamente desde 2015 por el gobierno nacionalpopulista. ¿Lo ha logrado Donald Tusk?
La movilización en las elecciones legislativas del 15 de octubre de 2023 fue enorme: la participación fue de un 74.4%. El PiS fue el partido más votado con un 35,4% pero la Coalición Cívica de Donald Tusk logró la mayoría al sumar sus apoyos a los de Lewica (Izquierda) y Tercera Vía (conservadores). Ley y Justicia consiguió 194 diputados, mientras que Tusk y sus aliados llegaron a los 248 escaños de un total de 460. "La mayoría es la mayoría", era el lema que solía repetir el canciller alemán Gerhard Schröder.
Polonia, primera en vencer el populismo
Polonia es un laboratorio político. Es el primer país europeo donde las fuerzas liberales y proeuropeístas han desbancado del poder al nacionalpopulismo. Donald Tusk prometió usar una "escoba de hierro" para barrer todos los desmanes del PiS, que se hizo con el control de los medios de comunicación públicos, intervino las instancias judiciales y favoreció un sistema de prebendas a empresarios y medios afines.
"El PiS cayó precisamente por los abusos relacionados con el Estado de derecho", señala una fuente clave del gobierno anterior que prefiere mantener el anonimato. Desde Bruselas, se optó por saludar los buenos propósitos del gobierno de Tusk con la suspensión del procedimiento para aplicar el artículo 7, por las violaciones del Estado de derecho de los nacionalpopulistas polacos.
La misión es, sin embargo, prácticamente imposible de acometer sin saltarse la legalidad, ya que el presidente, Andrzej Duda, del Partido Ley y Justicia, tiene un poder de veto al que recurre para obstaculizar la tarea de gobierno. "En Polonia la paticularidad es que se trata de superar la herencia del populismo cuando parte del antiguo régimen está en el poder y me refiero al presidente Duda. El 15 de octubre no cambió todo el sistema de gobernanza, porque todavía sigue un presidente legítimo que es parte del antiguo régimen que lo defiende a cualquier precio sin tener nada que perder, ya que no puede presentarse a la reelección", explica Piotr Buras, director del European Council on Foreign Relations (ECFR) en Varsovia.
Tuvimos un golpe de Estado durante ocho años porque el PiS desmanteló el sistema constitucional poco a poco y al revertir el proceso en meses parece otro golpe de Estado"
"Hay algunas decisiones que se pueden tomar sin el presidente gracias a reformas realizadas por el PiS, paradójicamente, sobre todo en el sistema judicial, sin cambiar la legislación. Han cambiado el paisaje mediático, sobre todo, pero mucho más allá no se puede ir y por ello Tusk se presenta como un luchador por la democracia y por ello ha dado algunos pasos controvertidos como no hacer caso de decisiones del Constitucional que el gobierno considera ilegítimas, aunque sean legales", apunta Buras.
"Es muy arriesgado porque así puede legitimarse cualquier cosa en nombre de la defensa de la democracia". Y lo resume así: "Tuvimos un golpe de Estado durante ocho años porque el PiS fue desmantelando poco a poco el sistema constitucional y ahora el gobierno tiene que revertir el proceso en unos meses de una manera que parece un golpe de Estado".
Piotr Buras considera que el gobierno de Tusk "sí ha logrado recuperar los medios de comunicación públicos, que se habían convertido en plataformas de propaganda" y en cuanto a la independencia de los jueces al menos han conseguido acabar con la intimidación a los magistrados. "El ministro del PiS se hizo con tanto poder que ahora el titular de la cartera puede actuar en sentido contrario", añade el investigador. Pero aún siguen en sus puestos los llamados neojueces, nombrados por el presidente por inclinación política.
El origen del sistema semipresidencialista
Polonia ya fue el laboratorio donde se ensayó la transición del comunismo al liberalismo. El periodista polaco Adam Michnik lo expresó en su artículo "Vuestro presidente, nuestro primer ministro"en julio de 1989. Aludía a la coexistencia entre el antiguo régimen representado por el general Wojciech Jaruzelski, secretario general del Partido Obrero Unificado Polaco (POUP), que sería presidente del país en virtud los Acuerdos de la Mesa Redonda, y el primer jefe del gobierno elegido en comicios semilibres, Tadeusz Mazowiecki, del 4 de junio de 1989.
Al general Jaruzelski le sucedió en diciembre de 1990 el carismático Lech Wałęsa, que fue elegido por sufragio universal. Su gran popularidad, ya que había sido el rostro visible del sindicato Solidaridad, el primero legal en un país de la órbita comunista en los ochenta, hacía temer que quisiera acaparar mucho poder.
Presidente con poder de veto
De esta manera, se decidió que el sistema sería híbrido. El presidente tendría, sobre todo, poder de veto. Las riendas del Ejecutivo las llevaría el jefe del gobierno. El presidente tiene la potestad de iniciar procesos legislativos, en los que tiene poder de veto, y puede apelar al Constitucional, en la actualidad dominado por leales al PiS, para asegurarse de que un proyecto de ley cumple con la Carta Magna. Para anular el veto del presidente se necesitan dos tercios del Sejm (Cámara Baja).
Así el presidente puede vetar la ley del aborto, una promesa electoral de Tusk, que no se pone de acuerdo con los miembros de su coalición (Tercera Vía quiere una norma muy restrictiva y Lewica más laxa). La actual coalición no tiene una mayoría de dos tercios. También puede oponerse al nombramiento de embajadores y el gobierno ha tenido que a una maniobra (designar a los sucesores como segundos de la legación y llamar a volver a Varsovia a los elegidos por el PiS).
Lo que se creó para evitar los problemas del presidencialismo francés ha llevado ahora a una cohabitación imposible entre Donald Tusk y Andrzej Duda. El primer ministro confía en que acabe este calvario (cuenta los días que faltan para que Duda deje la Presidencia) en las presidenciales de la próxima primavera.
La polarización permanente
Pero la polarización es máxima en Polonia. Los sondeos apuntan que Coalición Cívica ronda el 34% y el PiS está en torno al 32%. Los socios de Tusk, Tercera Vía y Lewica, están en el 11% y el 9%, respectivamente. La ultraderecha de Confederación llega al 12%, según el Poll of Polls de Politico. Dado que Tusk sabe que Ley y Justicia sigue contando con una amplia base de votantes algunas de sus políticas apenas se diferencian con las del PiS. Así se entiende que haya anunciado que pedirá la suspensión del derecho de asilo a la Unión Europea, con el argumento de que Rusia y Bielorrusia libran su particular guerra híbrida con Polonia alentando el paso de refugiados, como sucedió a finales de 2021.
En las presidenciales de la primavera de 2025 asistiremos a un nuevo choque, y ya llevan décadas enfrentándose, entre Donald Tusk y Jarosław Kaczyński, el hombre fuerte en la sombra del PiS. Ni Coalición Cívica ni el PiS han elegido todavía a su candidato pero quien figura mejor situado en las filas del principal partido en el gobierno es el alcalde de Varsovia, Rafał Trzaskowski, quien en la pasada primavera logró la reelección en primera vuelta. El candidato de Coalición Cívica en segunda ronda sumaría los apoyos de todo el campo liberal. En el PiS aún hay dudas sobre quién sucederá como candidato a Duda, aunque sin duda aspira al puesto el ex primer ministro Mateusz Morawiecki, ex directivo del Santander, pero no es del gusto de Kaczyński.
También hay que tener que el resultado de las elecciones en EEUU tendrá impacto. En caso de que Donald Trump gane el 5 de noviembre es posible que Donald Tusk dé el paso de optar a la Presidencia para poder plantar cara a la Administración de Washington con una figura fuerte. La victoria de Trump daría esperanza a los nacionalpopulistas polacos. Duda no ha ocultado sus preferencias por el republicano y Joe Biden evitó invitar a Polonia a la cumbre que iba a celebrarse el sábado pasado sobre Ucrania, probablemente para no tener que encontrarse con el presidente polaco. Finalmente Biden no viajó por el huracán Milton y la cumbre se canceló.
Las encuestas marcan la política exterior
Esa polarización condiciona también la política exterior. Uno de los eslóganes más repetidos por Ley y Justicia contra Tusk era su subordinación a Alemania. Berlín vio con esperanza la llegada del liberal, después de años de relaciones nefastas con el PiS. Sin embargo, la debilidad del canciller socialdemócrata Olaf Scholz, y las dificultades económicas en Alemania, han impedido que el gobierno de Berlín dé un paso, una cantidad significativa para los últimos supervivientes polacos vivos del régimen nazi, y levante un monumento simbólico en la capital alemana.
Desde de la cumbre germano-polaca en Varsovia, en el verano, el distanciamiento ha sido cada vez más evidente. Y la precampaña presidencial no favorece que vaya a revitalizarse la relación con Berlín. Francia también se percibe en decadencia, y entregada a Marine Le Pen, que tiene en sus manos al nuevo gobierno de Michel Barnier. La Polonia de Tusk ve más sólidos a los países nórdicos y a los Bálticos.
Otra prueba de cómo Tusk da prioridad a mantener su apoyo lo más alto posible en las encuesta es cómo ha puesto sobre la pesa la cuestión del ajuste de cuentas con Ucrania por la matanza de Volinia, cuando nacionalistas ucranianos masacraron a miles de polacos el 11 de julio de 1943. Polonia exige que Ucrania pida perdón, pero cuando el país vecino está inmerso en una guerra con Rusia la demanda parece poco oportuna.
En la UE, a pesar del voto de confianza por haber derrotado al populismo, no se han dado avances en la Agenda Verde y la política migratoria de Tusk es cada vez más restrictiva. En lo que sí marca la diferencia Polonia es en política de defensa: el gobierno de Varsovia tiene claro que la única manera de disuadir a Putin de atacarles es que sepa que el coste va a ser difícil de asumir.
En este primer aniversario de unas elecciones históricas, Donald Tusk está ya en tiempo de descuento para las presidenciales de primavera. Sabe que su combate por la democracia será imposible sin contar con un jefe del Estado que colabore y no bloquee.
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