"Un nuevo viento recorre Europa". Geert Wilders, el líder del partido vencedor de las últimas elecciones legislativas en Países Bajos, se ha mostrado triunfante este jueves en las reunión previa al Consejo Europeo focalizada en inmigración. La agenda de los Patriotas, el grupo en el que se integra la formación de Wilders, se están adoptando por numerosos países europeos. Lo certifica la primera ministra danesa, la socialdemócrata Mette Frederiksen: "Los tiempos están cambiando". La libre circulación de personas acordada en Schengen corre serio peligro. Lo llamativo es que Frontex (Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas) confirma en su último informe que el número de entradas de migrantes en la UE ha descendido un 42%.

Cerrar fronteras, dar con cuentagotas los permisos de asilo y externalizar a los solicitantes en centros de deportados en terceros países, como ha empezado a hacer Italia en Albania, empieza a ser aceptado por una mayoría, no solo por los nacionalpopulistas como la italiana Giorgia Meloni y el primer ministro húngaro, Viktor Orbán. La agenda migratoria en la Unión Europea la están marcando los partidos ultranacionalistas que han convertido a quien aspira a labrarse un futuro mejor en los Veintisiete en el chivo expiatorio de todos los males que nos acucian.

Descenso en Balcanes y Mediterráneo Central

Los datos, dados a conocer esta semana por Frontex, indican que en los nueve primeros meses de 2024 el número de entradas irregulares en la UE ha descendido un 42% y ahora se sitúa en 166.000. El descenso más relevante se detecta en las rutas de los Balcanes Occidentales, un 79%, y el Mediterráneo Central, un 64%.

Sin embargo, se han incrementado las entradas por la frontera oriental, un 192%, y por África Occidental (Canarias), un 100%. Supera los 30.600. Los migrantes proceden especialmente de Siria, Mali y Ucrania.

¿Es un aluvión de migrantes? Los datos no indican que sean oleadas como en 2015, cuando solo Alemania recibió a un millón de refugiados sirios y afganos en su mayoría. A toda la UE llegaron dos millones. Hay que recordar que esos sirios y afganos llegara a Europa huyendo de guerras cruentas en las que Occidente tenía cierta responsabilidad.

El precedente de 2015

En el caso de Siria, el entonces presidente de EEUU, Barack Obama, no paró los pies al sirio Bashar Assad cuando empleó armas quemicas contra los que se habían rebelado en su contra. El francés François Hollande sí estaba dispuesto a dar el paso cuando se sobrepasó esta línea roja. La población siria estaba atrapada entre la mano de hierro de Assad y los terroristas del autoproclamado Estado Islámico y otros yihadistas. 

En Afganistán, la política de Occidente fue aliarse con los señores de la guerra para frenar a los talibanes, algo que perjudicó a la población, que a la larga quedó en manos de los talibanes. 

Dado el riesgo de catástrofe humana, la canciller, Angela Merkel, abrió las puertas de Alemania a sirios y afganos, lo que aprovechó la ultraderecha para crear un relato de invasión. De hecho, hasta entonces su agenda estaba vinculada a un rechazo al euro pero se transformó en una férrea crítica a la acogida. 

Los datos de Frontex sobre las rutas dejan claro que cuando se ponen obstáculos en una ruta (Mediterráneo oriental), quienes tratan de huir del horror en sus países o de la miseria buscan otra vía (África occidental).  Pero el discurso de los partidos nacionalpopulistas insiste en sobredimensionar las entradas y retratar al migrante como una amenaza. Llama la atención que en muchos de los países más restrictivos hay serios problemas demográficos.

Ultraderecha en ascenso en la UE

Los partidos antiinmigración, de extrema derecha y nacionalconservadores, están en el poder en siete países de la UE, desde Finlandia a Italia, y apuntalan un gobierno minoritario en Suecia. El ultraderechista FPÖ (Partido de la Libertad, euroescéptico) fue el más votado en Austria, y la AfD (Alternativa para Alemania) ha logrado avances históricos en Alemania en las últimas elecciones en Turignia, donde quedó en cabeza, y en Brandemburgo y Sajonia, donde logró el segundo puesto.

El canciller federal alemán, Olaf Scholz, después de los pésimos resultados de socialistas, verdes y liberales en esas elecciones en tres Länder de la antigua República Democrática Alemana, donde la ultraderecha impuso su discurso anti inmigración, anunció que iba a restablecer los controles fronterizos. 

Como suelen hacer estos partidos nacionalpopulistas, AfD aprovecho un crimen cometido por un extranjero pendiente de deportación, con problemas psiquiátricos, para sembrar el miedo al extranjero. Las tasas de  inmigración en los cinco Länder de Alemania oriental son muy bajas, sin embargo, y dada la despoblación la llegada de población de fuera beneficia a la economía. Pero esa lectura no conviene a la ultraderecha. 

En Francia, el nuevo gobierno de Michel Barnier está en manos de Marine Le Pen, de la ultraderechista Agrupación Nacional, y una de sus exigencias es restringir los "insufribles" niveles de migración. Barnier quiere que se aceleren los procesos de expulsión de migrantes.

El caso de Polonia

El sábado pasado, el primer ministro polaco, el liberal Donald Tusk, dijo que su gobierno va a pedir la suspensión temporal del derecho de asilo a los migrantes que entren en el país por Bielorrusia. En 2020 y 2021 Bielorrusia, alentada por Rusia, utilizó la cuestión migratoria en su guerra híbrida contra Polonia, el país más detestado por Putin.

Polonia representa el ideal al que aspiran los liberales del mundo eslavo, rusos y bielorrusos. En Polonia se celebran presidenciales en la próxima primavera y la polarización es máxima. Tusk, con guiños como este, intenta convencer a los indecisos que en ocasiones han votados a los populistas, que él actúa con mano de hierro contra estas tácticas de Moscú y Minsk.

Curiosamente Polonia acoge a un millón de ucranianos y unos 300.000 bielorrusos, que se han integrado bastante bien en la sociedad. La tasa de natalidad en Polonia está en caída libre, de modo que la llegada de esta población joven y formada ha beneficiado al país. Y tiene uno de las tasas de solicitud de asilo más bajas de la UE. 

De esta manera, ya no son solo los partidos nacionalpopulistas los que demandan deportaciones en caliente, o externalizar a los refugiados (algo que está haciendo Italia y estudian los Países Bajos, y es un modelo después de los acuerdos alcanzados con Turquía tras las oleadas de 2015 y 2016). Ahora también los conservadores y liberales suscriben este discurso. Solo Bélgica y España se oponen a ello claramente. De hecho, el Pacto Migratorio que se alcanzó en la primavera pasada ya iba en esa línea pero cada vez son más los países que exigen que Europa se convierta en una fortaleza a cambio de subarrendar los servicios de terceros países en los que esperarían los solicitantes de asilo la decisión sobre sus solicitud de refugio. 

Un debate crucial para la UE

El debate sobre la migración es crucial para el futuro de la Unión Europea. En un momento en el que los ucranianos están luchando contra Rusia por su deseo de formar parte de una comunidad que defiende la libertad, el Estado de derecho, la justicia, en suma, esas reglas que han permitido una convivencia en paz durante décadas, las fuerzas políticas que son cuando menos condescendientes con un autócrata como Putin están imponiendo su agenda.

Putin sabe que el debate migratorio divide a la UE y lo utiliza en su guerra híbrida contra Europa. Es consciente de que hay grietas en la defensa de los valores europeos y las aprovecha. Si la UE sigue atrincherándose sin ofrecer vías seguras y legales, incluso cuando necesita inmigración, y se deja llevar por los mensajes que atizan el miedo, por el cortoplacismo electoral, dejará de ser esa Europa a la que aspiran quienes viven bajo regímenes de terror.

Nada complacerá más a Putin que la Unión de Patriotas, como Wilders y Orbán, se impusieran en los Veintisiete.