“Después de Palestina y el Líbano, el gobierno israelí, que ha enloquecido en Tierra Santa, apuntará probablemente a nuestra patria con su fanatismo religioso. Netanyahu incluye a Anatolia en sus sueños”, aseguró el presidente turco Recep Tayyip Erdogan en un discurso el pasado 1 de octubre, horas después de que las tropas israelíes iniciaran la invasión de territorio libanés. Era el último dardo de una retórica que Erdogan ha ido elevando al calor de la guerra en la Franja de Gaza.
Las palabras del mandatario turco sobre un hipotético ataque de Israel son una cortina de humo, a juicio de Ilter Turan, profesor de relaciones internacionales y ex rector de la Universidad Bilgi de Estambul. “Erdogan estaba intentando distraer la atención de cuestiones importantes internas, como la economía, llevando la atención pública hacia Israel. No veo posible este ataque que menciona”, señala Turan en conversación con El Independiente.
Turquía vs Irán
Durante meses, varios países han advertido de una escalada en Oriente Medio. La preocupación se ha multiplicado tras el ataque de Irán contra Israel. La República Islámica y Turquía son grandes potencias regionales y aunque “ambos tienen un historial de respeto mutuo de las líneas rojas y evitan cualquier confrontación directa”, como indica Berkay Mandıracı, analista senior en el International Crisis Group, “han tenido diferentes fricciones, principalmente debido a su objetivo de liderazgo regional”, añade Valeria Giannotta, experta en política y relaciones internacionales de Turquía.
Una diferencia fundamental entre Turquía e Irán radica en sus distintas interpretaciones del islam: Turquía es principalmente suní y su gobierno apoya a grupos suníes como Hamás, considerado terrorista por la Unión Europea. En cambio, la población iraní es principalmente chií, lo que explica las estrechas relaciones de Teherán con grupos de esta rama del islam como Hizbulá en el Líbano y los hutíes en Yemen. Estas diferencias también se reflejan en las recientes expresiones de condolencias de Ankara: cuando el líder de Hamás Ismail Haniyeh fue asesinado, Erdogan declaró luto en su honor. Pero tras la muerte del líder de Hizbulá Hassan Nasralá expresó su solidaridad con el pueblo libanés sin mencionar expresamente al secretario general de la milicia. “Resulta comprensible y para nada sorprendente que no haya expresado una simpatía igual entre ambos”, dice Turan.
Anfitrión de Hamás
Giannotta subraya que “el objetivo de Turquía es evitar la ampliación de cualquier conflicto regional, ya que es muy consciente de que limita geográficamente con situaciones críticas y países inestables”. Una misión que choca con la otra realidad: el apoyo de Ankara a los palestinos y a Hamás, la sucursal palestina de los Hermanos Musulmanes egipcios con los que Erdogan comparte principios del islam político. “Turquía no ve a Hamás como una organización terrorista, sino como una organización de resistencia, por eso permite que los miembros se exilien en su territorio”, cuenta Turan.
Lo cierto es que “las relaciones con Israel no son buenas en este momento, ya que Turquía acusa al gobierno israelí de llevar a cabo un genocidio y de violar el derecho internacional. En Gaza se está produciendo una crisis humanitaria y Turquía ha participado activamente desde el principio en la entrega de toneladas de ayuda”, recalca Giannotta. A pesar de su apoyo a Hamás –a los que ha calificado de "luchadores por la libertad"–, Turquía no ha desempeñado el papel de mediador que sí ha ejercido en el contencioso entre Rusia y Ucrania, pergeñando, por ejemplo, en la guerra del grano. Qatar y Egipto, al frente de las negociaciones indirectas entre Israel y Hamás para el alto el fuego y la liberación de los rehenes, le han arrebatado totalmente el protagonismo.
Turquía reconoció a Israel en 1949
Los lazos entre ambos países han dependido de las dinámicas regionales. Turquía fue el primer país de la región en reconocer el Estado de Israel en 1949 y con la celebración de los acuerdos de Oslo las dos partes fortalecieron notablemente las relaciones. Hubo un deterioro tras el asalto de tropas israelíes a seis barcos de la “flotilla de la libertad” en los que viajaban activistas de 37 países para romper el bloqueo de la Franja de Gaza. Nueve ciudadanos turcos perdieron la vida durante el ataque, por lo que Erdogan llegó a calificar la actuación israelí como “terrorismo de Estado”. El entonces ministro de Exteriores, Ahmet Davutoglu, declaró que Turquía rompería relaciones con Israel si no se emitía una disculpa oficial, se concedían indemnizaciones y se abría una investigación internacional sobre lo acontecido.
Las aguas comenzaron a volver a su cauce en 2016. Fue entonces cuando volvieron a nombrar embajadores como parte del acuerdo de reconciliación, pero las relaciones bilaterales habían sufrido un considerable deterioro. Anteriormente a esta crisis, ambos países habían firmado numerosos acuerdos en la gestión de recursos, energía y cooperación militar. Ya entonces, uno de los principales puntos de disenso era Hamás. Un deshielo similar se empezó a gestar en marzo de 2022 cuando Isaac Herzog se convirtió en el primer presidente israelí en visitar Ankara.
“A día de hoy las relaciones diplomáticas están rotas, Turquía e Israel retiraron a sus embajadores hace casi un año. Por otra parte, Turquía apoya el caso contra Israel sobre el genocidio en la Corte Internacional de Justicia, así como mediante el suministro de pruebas a través de un grupo de expertos”, expone Giannotta.
Fuego cruzado entre Erdogan y Netanyahu
El cruce de acusaciones entre Erdogan y Netanyahu se ha sucedido desde el 7 de octubre de 2023. En su discurso ante la Asamblea de las Naciones Unidas del mes pasado, el presidente turco clamó: “De la misma forma que Hitler fue detenido por una alianza en favor de la humanidad hace 70 años, Netanyahu y su red de asesinos deben de ser hoy detenidos. La administración israelí está realizando una limpieza étnica: directamente un genocidio contra una nación, mientras menosprecia los derechos humanos más básicos y ocupa las tierras”. No se trata de la única ocasión en la que Erdogan ha comparado al líder del partido Likud con el cabecilla nazi. La primera vez que Netanyahu respondió a estos calificativos fue en diciembre de 2023 a través de su cuenta en la red social X. Entonces le devolvió el golpe acusando a Erdogan cometer “un genocidio contra los kurdos”.
Como un capítulo más de esa crisis diplomática, el Ministerio de Comercio de Turquía anunció en mayo la suspensión de toda exportación e importación de productos a y desde Israel en protesta por la “violación del derecho internacional y de los derechos humanos” en su ataque a Gaza. Ambos países mantienen un acuerdo de libre comercio desde 1997 y su relación comercial bilateral superaba los 6.000 millones de euros anuales. De ellos, tres cuartas partes correspondían a exportaciones turcas a Israel, fundamentalmente cemento y otros materiales de construcción cuya venta se había restringido ya en abril después de que Israel se negase a que Turquía lanzase ayuda humanitaria a Gaza desde el aire, como sí permite a Estados Unidos y otros países como Jordania.
Turquía es un miembro histórico de la OTAN, el segundo ejército más grande de la alianza
El riesgo de una guerra abierta
Si bien existen razones y tensiones que podrían desembocar en una intervención de Turquía en el conflicto, hay otras tantas que evitarían una escalada de la guerra con el país otomano como actor. Una de ellas, como comenta Ilter Turan, es “el petróleo azerbaiyano, el cual sigue fluyendo a Israel a través de Turquía”.
Azerbaiyán es un estrecho aliado de Turquía, pero al mismo tiempo mantiene sólidas relaciones con Israel. El oleoducto Baku-Tbilisi-Ceyhan (BTC) muestra que es algo más que consideraciones geopolíticas lo que mantiene el flujo de petróleo hacia Israel. Los acuerdos del BTC obligan a Turquía a mantener el flujo de petróleo incluso en casos de conflicto o terrorismo.
Para Giannotta, la OTAN y el artículo cinco de su tratado es también un factor que protege a Turquía de una involucración o un ataque de Israel: “Turquía es un miembro histórico de la OTAN, el segundo ejército más grande de la alianza. Podría intervenir solo si existiera una amenaza directa contra ella, lo cual aún no es el caso ya que no veo ningún riesgo en este sentido”. En julio Erdogan, en un ejemplo más de su dialéctica, amenazó con invadir Israel para poner fin al conflicto palestino si tuviese suficiente fuerza armamentística. Estas declaraciones fueron rápidamente denunciadas por el gobierno israelí, que pidió la expulsión de Turquía de la OTAN. A pesar de las idas y venidas que han marcado la era Erdogan y su relación con el Estado judío, Turan considera que “la posición de Turquía es clara”: “Israel debe poner fin a su intervención en Gaza y en el Líbano y acudir a la mesa de negociaciones”.
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