17 de enero de 2024

Hoy hace exactamente tres años que volví a Rusia tras recuperarme de mi envenenamiento. Me detuvieron en el aeropuerto.

Y llevo tres años en la cárcel.

Y llevo tres años respondiendo a la misma pregunta. Los presos lo preguntan de la forma más sencilla y directa.

Los funcionarios de prisiones indagan sobre ello con cautela, con los dispositivos de grabación apagados.

«¿Por qué volviste?»

Parecen creer que si volví es porque hice un trato con alguien. Y salió mal

Al responder a esta pregunta, me siento frustrado de dos formas. Está en primer lugar lo insatisfecho que estoy conmigo mismo por no ser capaz de encontrar las palabras adecuadas que hagan que todo el mundo entienda lo que quiero decir y poner fin así a este interrogatorio incesante. En segundo lugar, está la frustración hacia el panorama político de las últimas décadas en Rusia. Este panorama ha inculcado el cinismo y las teorías de la conspiración tan profundamente en la sociedad que la gente desconfía por naturaleza de los motivos más simples. Parecen creer que si volví es porque hice un trato con alguien. Y salió mal. O todavía no ha funcionado. Hay un plan oculto relacionado con las torres del Kremlin. Tiene que haber un secreto acechando bajo la superficie. Porque, en política, nada es tan simple como parece.

Alexéi y su familia en la clínica Charité, en 2020, poco después de que Alexéi saliera del coma provocado por el envenenamiento por novichok.
Alexéi y su familia en la clínica Charité, en 2020, poco después de que Alexéi saliera del coma provocado por el envenenamiento por novichok. | Álbum familiar

Pero no hay secretos ni sentidos retorcidos. Todo es de verdad así de simple.

Tengo mi país y mis convicciones. No quiero renunciar a mi país ni traicionarlo. Si tus convicciones significan algo para ti, debes estar dispuesto a defenderlas y hacer sacrificios en caso necesario.

Y, si no estás preparado para hacer eso, entonces es que no tienes convicciones. Solo crees tenerlas. Pero eso no son convicciones y principios; son pensamientos en tu cabeza.

No quiero renunciar a mi país ni traicionarlo. Si tus convicciones significan algo para ti, debes estar dispuesto a defenderlas y hacer sacrificios en caso necesario

Desde luego eso no significa que todos los que no están en la cárcel no tengan convicciones. Hay muchas formas de pagar un precio. Para muchas personas, el precio es elevado aun no estando entre rejas.

Yo tomé parte en unas elecciones y competí por puestos de liderazgo. Lo que se me exige a mí es diferente. Viajé a lo largo y a lo ancho del país diciendo desde todos los escenarios: «Prometo que no os defraudaré, que no os engañaré y que no os abandonaré». Volviendo a Rusia cumplí esa promesa que les hice a los votantes. Es necesario que haya alguien en Rusia que no les mienta, al fin y al cabo.

Resultó que, en Rusia, el precio por defender el derecho a tener y a no esconder tus convicciones es una celda de aislamiento. No me gusta estar aquí, está claro. Pero no renunciaré ni a mis ideas ni a mi patria.

Mis convicciones no son ni exóticas ni sectarias ni radicales. Al contrario: todo en lo que creo se basa en la ciencia y en la experiencia histórica.

Quienes están en el poder deben cambiar. La mejor manera de elegir líderes es por medio de elecciones libres y limpias. Todo el mundo necesita un sistema legal imparcial. La corrupción destruye al Estado. No debe haber censura.

El futuro reside en esos principios.

Pero, por el momento, los sectarios y los marginales están en el poder. No tienen ideas. Su único objetivo es aferrarse al poder. La hipocresía les permite ponerse cualquier chaqueta. Así, los polígamos se han vuelto conservadores. Los miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética se han vuelto ortodoxos. Los propietarios de «pasaportes dorados» y de cuentas en paraísos fiscales son fervientes patriotas.

Se desmoronará y se hundirá. El Estado de Putin no es sostenible. La victoria es inevitable

Mentiras, y nada más que mentiras.

Se desmoronará y se hundirá. El Estado de Putin no es sostenible.

Un día dirigiremos la vista hacia él y no estará allí.

La victoria es inevitable.

Pero, por ahora, no debemos rendirnos, y tenemos que defender nuestras convicciones.


Extracto publicado en Patriota, las memorias de Alexéi Navalni publicadas esta semana en todo el mundo. En España ha sido publicada por Península.

Navalni empezó a escribir Patriota en 2020, poco después del envenenamiento que casi le cuesta la vida. Este libro es la historia de su vida de principio a fin: su juventud en la URSS, su despertar político, su absoluto compromiso en la lucha contra un superpoder decidido a silenciarlo y a erradicar la democracia, su inquebrantable amor por Rusia y sus últimos años en la cárcel.

Con una prosa vívida y una afinada capacidad de observación, Navalni narra el ascenso al poder de Vladímir Putin y da cuenta del resultado de las investigaciones que sacaron a la luz las mentiras, los engaños y la corrupción en las altas esferas. A lo largo del libro, somos testigos de sus múltiples detenciones, del acoso al que se vio sometido y, finalmente, del intento de acabar con su vida. Sus diarios de prisión, nunca publicados hasta ahora, revelan a un hombre que demostró un espíritu y un compromiso inexpugnables y sirven de llamativo recordatorio de por qué los principios de la libertad individual son importantes.

Alexéi Navalni fue un líder opositor ruso, político, activista anticorrupción y preso político que se ganó el reconocimiento y el respeto en todo el mundo. Recibió numerosas distinciones internacionales, entre ellas, el Premio Sájarov, el galardón de derechos humanos que concede anualmente el Parlamento Europeo; el Premio al Coraje de la Cumbre de Ginebra por los Derechos Humanos y la Democracia, y el Premio Dresde de la Paz. Murió el 16 de febrero de 2024 en la prisión IK-3 de Jarp, en Yamalia-Nenetsia, en las inmediaciones del círculo polar ártico.