Es una figura clave en la política estadounidense hacia Oriente Próximo. Durante 25 años trabajó para secretarios de Estado demócratas y republicanos y sirvió como asesor principal para las negociaciones árabe-israelíes. “El camino de Estados Unidos para ayudar a árabes e israelíes a avanzar hacia la paz está sembrado de dos tipos de obstáculos: los que provienen de la política árabe e israelí y los que provienen de la nuestra propia. Para Estados Unidos, ese viaje conlleva tanto riesgos como posibilidades. En el camino, el éxito de cualquier tipo negociando un acuerdo pequeño, mediano o grande significa ser duro, inteligente y sensible a ambos desafíos”, escribió Aaron David Miller en La tierra demasiado prometida: La esquiva búsqueda estadounidense de la paz árabe-israelí.
16 años después de la publicación del libro, la paz entre palestinos e israelíes sigue resultando esquiva mientras la ausencia de solución inflama la región hasta límites nuevos e insospechados, siempre un poco más próximo del abismo. Doctorado en Historia Diplomática de Oriente Medio y Estados Unidos por la Universidad de Michigan, Miller observa ahora las dinámicas diabólicas de Oriente Medio y Estados Unidos como investigador del Carnegie Endowment for International Peace.
Pregunta.- ¿Hay realmente diferencias entre Trump y Harris en Oriente Próximo?
Respuesta.- Muy diferente. El instinto de Trump es dejarle a Israel un margen muy amplio para maniobrar. Basado en lo que conocemos de su primer mandato, Trump demostró una abierta hostilidad hacia los palestinos que, en el mejor de los casos, hará su inversión en tratar de hacer algo serio con respecto a la ayuda humanitaria, por no hablar de crear condiciones que puedan conducir a una negociación con los israelíes, lo que es muy poco probable. Adoptaría una postura muy diferente, tanto retórica como prácticamente, en la cuestión palestina. En cuanto a Irán, aunque se mostró muy reacio al riesgo durante su primer mandato, cuando los iraníes atacaron dos instalaciones petrolíferas saudíes en septiembre de 2019, básicamente no hizo nada. Puede que endurezca sus políticas hacia Irán, ciertamente, con respecto a las sanciones, no estará de acuerdo en el camino de la diplomacia. En caso de que Israel quiera aprovechar sus recientes éxitos militares y tal vez ampliar los objetivos, la visión de Trump sería muy diferente a la de Biden. Creo que sería mucho más permisivo a la hora de permitir a los israelíes hacer lo que quisieran. Ahora bien, dicho todo esto, Trump es una persona muy imprevisible. Lo que él quiere evitar a toda costa es una gran guerra en Oriente Medio porque es una pérdida de dinero, según Trump, es una pérdida de tiempo, es una pérdida de esfuerzo.
Harris no buscará pelea con Netanyahu. Estará demasiado ocupada con muchos otros asuntos en caso de que gane
Esa sensación de que Trump no vería con buenos ojos una explosión de Oriente Medio, si los israelíes fueran, de hecho, una de las principales razones de ello, podría crear cierta tensión entre la administración Trump y el gobierno de Netanyahu. Eso es difícil de predecir ahora mismo. Pero a primera vista, creo que se podría argumentar que Kamala Harris hará de Oriente Medio una prioridad porque no tiene elección. Trump hará todo lo posible por evitar eso, pero no está claro, dado lo tensa que está la situación ahí fuera, que ni siquiera Trump sea capaz de evitar las tres guerras de desgaste básicas, que están en marcha ahora y que enmarcarán el futuro de la región en un futuro previsible. En primer lugar, la guerra Israel-Hamás, aunque Hamás ha sido eliminada como amenaza militar para Israel, sobrevivirá como insurgencia. En segundo lugar, el conflicto Israel-Hizbulá, que está lejos de haber terminado. Hizbulá se ha debilitado drásticamente, pero de ningún modo ha sido diezmado. Y en tercer lugar, por supuesto, el gran acontecimiento, el conflicto israelí-iraní. Ninguno de ellos estará resuelto para cuando Trump se convierta en presidente, en caso de que gane.
Es interesante especular sobre si, gane o no Harris, la administración Biden utilizará los próximos tres meses en la medida de lo posible para trabajar en estos problemas. La cuestión, por supuesto, es que cualquier logro que se hiciera, Trump podría revertir fácilmente. Netanyahu va a ser muy reacio a tomar grandes decisiones mientras Biden sea presidente, porque cree, con razón, que Trump le permitirá salirse con la suya, tanto con Irán como con los palestinos, y presumiblemente también con Hizbulá. Creo que, a primera vista, así están las cosas. Sin embargo, me atrevería a aconsejar que tuvierámos mucho cuidado a la hora de hacer juicios de categoría sobre cómo responderían Harris o, francamente, Trump si llegaran a la Presidencia. Hay muchas incógnitas, muchas incertidumbres. Pero en general, creo que es justo decir que Kamala seguirá el enfoque de Biden.
A Biden le preocupó más que los republicanos le atacaran por no apoyar a Israel que los demócratas le abandonaran por hacerlo
P.- Y eso ha sido un apoyo incondicional a Israel…
R.- Sí. Un apoyo incondicional, pero en cierto modo, con tres cuestiones, la administración ha tenido influencia sobre los israelíes en el transcurso del último año. Número uno, no habría habido ayuda humanitaria en Gaza sin la presión de EEUU. Número dos, no habría habido liberación de rehenes. El intercambio de noviembre del año pasado, 105 rehenes por más de 300 prisioneros palestinos no habría ocurrido sin la presión estadounidense. Número tres, está claro que la administración ayudó a delimitar lo que los israelíes pueden haber estado pensando con respecto a lo sucedido en el transcurso de la última semana con la represalia contra Irán. Ahora, no está claro para mí si la visión de Netanyahu del objetivo fijado era fundamentalmente diferente a la de la administración. Eso no lo sabemos. Los israelíes no están siendo muy comunicativos a la hora de explicar lo que les hubiera gustado hacer. ¿Hablaba en serio Netanyahu, por ejemplo, sobre atacar emplazamientos nucleares y atacar infraestructuras económicas? Creo que era ambivalente. Creo que la administración Biden ayudó a aclarar el pensamiento de Israel. Apoyo incondicional, sí, cuando se trata de la negativa a condicionar o restringir la ayuda militar estadounidense a Israel, que es la palanca clave que cualquier administración, especialmente ésta, podría haber tirado pero decidió no hacerlo, en medio de una serie de desafíos militares sin precedentes a los que se enfrenta Israel.
P.- ¿Por qué Biden optó por esta posición?
R.- Teniendo en cuenta quién era, las sensibilidades que le llevaron al despacho oval, su compromiso proisraelí, fue incapaz emocional y políticamente de imponer serias restricciones a la ayuda militar a Israel. Cuando dices apoyo incondicional, tienes razón. Pero yo te diría que este presidente tenía muy pocas opciones en este asunto. Simplemente no se atrevió a hacerlo. Harris no Joe Biden. No creció con 30 años de apoyo a Israel. No se describe a sí misma como sionista cristiana. No dice cosas como: «Si no existiera Israel, tendríamos que crear uno». Pero es una demócrata moderada. En general, basándome en mi experiencia, el último presidente estadounidense que amenazó con imponer serias sanciones y restricciones a Israel fue Dwight Eisenhower, que amenazó a Ben Gurion en 1956 y 1957 diciéndole que si no retiraba sus fuerzas del Sinaí, estaba dispuesto a sancionar a los israelíes, y hablaba en serio. Trabajé para media docena de administraciones, republicanas y demócratas. Ningún presidente para el que trabajé, desde Ronald Reagan hasta George W. Bush, contempló jamás la presión sostenida y seria sobre Israel que podría haberse interpretado como una presión significativa. Harris no buscará pelea con Netanyahu. Estará demasiado ocupada con muchos otro asuntos en caso de que gane.
P.- ¿Va a tener la guerra en Gaza un coste electoral para principalmente los demócratas?
R.- En unas elecciones reñidas, como serán éstas, según todas las encuestas, cualquier cuestión puede decantar la balanza hacia un lado u otro. No creo que la mayoría de los estadounidenses, cuando voten el próximo martes, vayan a pensar en Gaza. Si el presidente estuviera tan preocupado por el impacto político que hubiera tenido su apoyo a Israel, se podría argumentar que habría hecho algo al respecto, pero no lo hizo. No hizo ningún esfuerzo para acercarse a votantes no comprometidos que estaban enfadados. No estoy seguro de que hubiera podido hacer algo para que volvieran. Pero hasta qué punto Gaza será decisiva en términos de quién gana y quién pierde, no lo sabremos hasta semanas después de las elecciones, cuando el desglose y las encuestas de por qué ganó Harris o Trump aporten pruebas. Gaza puede ser un factor en un estado como Michigan si Harris no gana. Simplemente no lo sabemos. Todo lo que te digo es que esta administración, este presidente, no actuó durante el último año con consideraciones políticas en mente, al menos en lo que se refiere a satisfacer al ala izquierda del Partido Demócrata; estaba mucho más preocupado por que los republicanos le atacaran por no apoyar a Israel que por que los demócratas le abandonaran por apoyar a Israel. No es un tema fácil y, francamente, a nadie le va a importar una vez pasadas las elecciones por qué alguien votó de esta manera o no, y no tendrá ningún impacto en la política estadounidense de cara al futuro.
Ningún presidente estadounidense desde la década de 1950 contempló jamás la presión sostenida y seria sobre Israel
P.- ¿Puede EEUU, bajo el gobierno de Trump o Harris, desempeñar un papel para forzar a Israel y a los palestinos a llegar a un acuerdo político?
R.- No. A los europeos les cuesta mucho entenderlo. Utilizas la palabra fuerza. Esta palabra debería ser eliminada del vocabulario permanentemente. Estados Unidos ha ejercido presión en diversos momentos de la negociación bajo administraciones republicanas y demócratas. Pero la idea generalizada de que Estados Unidos va a obligar a Israel y a los palestinos a hacer algo es una fantasía. La razón por la que no hay dos Estados o alguna solución al conflicto palestino-israelí tiene que ver con un hecho elemental: nunca ha habido dos líderes dispuestos o capaces de tomar el tipo de decisiones que permitirían a un tercero, es decir, a Estados Unidos, actuar como intermediario. Yo estuve en el último esfuerzo serio por resolver el problema palestino-israelí en julio de 2000, cuando el Presidente Clinton llevó a Camp David a Ehud Barak, primer Ministro de Israel, y a Yaser Arafat. Al final de esos 13 días, las diferencias que separaban a israelíes y palestinos en las cuestiones fundamentales (la frontera, la seguridad, los refugiados, Jerusalén y el fin del conflicto) eran tan grandes como el Gran Cañón. Esas diferencias no han hecho más que aumentar. Es la ausencia de liderazgo, la ausencia de líderes que sean dueños de su política, no prisioneros de sus ideologías. Líderes que realmente, por sus propias razones, sin referencia a presiones externas, crean que es necesario comprometerse y llegar a acuerdos. Piense en Reagan y Sadat, en Rabin y el rey Husein de Jordania, en Nelson Mandela y Frederick De Kler. Eso es lo que se necesita. Sin eso, EEUU no va a obligar a nadie a hacer nada.
P.- Es evidente que el único país del mundo que puede ejercer alguna presión sobre Israel es EE.UU..
R.- Sí, pero la presión por sí sola es insuficiente. Sólo para que te hagas una idea, de los tres avances, menos los Acuerdos de Abraham, que fueron únicos, eran acuerdos fuera de la zona de conflicto. Todos los avances, Israel-Egipto, Israel-Jordania, Israel-Palestina, se produjeron sin la presencia de Estados Unidos. Sólo después de que israelíes y egipcios, israelíes y palestinos, israelíes y jordanos crearan un clima de confianza entre ellos, Estados Unidos pudo intervenir y, en un par de casos, actuar como mediador.
P.- La única solución es un nuevo liderazgo en Israel y Palestina…
R.- Sí. Y hay que tener en cuenta que si eres un mediador y estás intentando llegar a acuerdos, necesitas aplicar mucha miel y muchos incentivos, pero también necesitas aplicar mucho vinagre, muchos desincentivos. Son los incentivos y los desincentivos los que constituyen una mediación eficaz. Pero eso solo puede ser eficaz si tienes dos líderes que quieren ir por el camino que tú quieres ir.
P.- Ese podría ser el escenario con Harris…
R.- Pero no con Trump.
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