El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca abre un nuevo escenario en la diplomacia internacional que se dedica a la lucha contra el cambio climático. El que será el presidente número 47 de los EEUU ya sacó a su país del Acuerdo de París durante su primer mandato, pero Joe Biden firmó el retorno el primer día en el cargo. Los países que suscriben este acuerdo se comprometen a reducir sus emisiones para evitar la subida de la temperatura media del planeta más allá de 1,5 ºC o 2 ºC. Según el nivel actual de emisiones el planeta superará una peligrosa temperatura media global de 3 ºC.
Durante la campaña electoral, Trump ha vuelto a dejar claro que no cree que exista el cambio climático y su política será explotar al máximo los combustibles fósiles de su país, causante de las emisiones que están alterando el clima en el mundo. ¿Cómo afectará la diplomacia climática internacional la llegada a la Casa Blanca de Trump? ¿Y a la política medioambiental doméstica?
Salida del Acuerdo de París
Con bastante probabilidad el nuevo presidente volverá a sacar a EEUU del Acuerdo de París ya que así lo ha anunciado. Con todo, no podrá salir del acuerdo climático hasta pasado un año de solicitud oficial, como ya ocurrió en 2017. El año que viene EEUU tendría que presentar su compromiso de reducción de emisiones de efecto invernadero para los próximos años.
Pero en esta ocasión Trump podría ir más lejos y retirar a EEUU de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Esta es una venganza en toda regla ya que bajo el paraguas de esta convención se celebra la cumbre del clima anual, en una de estas cumbres, la de 2015 es en la que se alcanzó el Acuerdo de París.
Pero este escenario no está claro ya que la Convención Marco fue aprobada por el Senado estadounidense casi por unanimidad y no está claro que el presidente pueda abandonar un tratado ya que la constitución estadounidense especifica que puede ratificar un tratado pero no detalla cómo salirse de él.
La ventaja de un país tan descentralizado con EEUU hace que muchos estados, en manos de políticos no negacionistas, pueden servir de contrapeso a las políticas de Trump. Durante su primer mandato muchos estados crearon su propia agenda de descarbonización y muchas ciudades se unieron para reducir las emisiones al margen de la Casa Blanca.
Sociedad civil y administraciones se aliaron para “Resistir” hasta que pasara la tormenta de Trump. Ese fue el eslogan de Greenpeace para afrontar las políticas de su Gobierno. “Como organización de justicia medioambiental y climática, debemos resistirnos a los intentos de hacer retroceder las protecciones medioambientales y climáticas existentes, que han sido detalladas en el Proyecto 2025 [iniciativa para transformar el país de Donald Trump]. Debemos apoyarnos en la justicia climática y la protección de la democracia, dados los crecientes ataques a las libertades de expresión, reunión y asociación”, afirma Sushma Raman directora ejecutiva de Greenpeace EEUU.
Inversión en fósiles frente a renovables
El tiempo que Donald Trump ocupó la Casa Blanca el país sufrió un retraso en inversiones en nuevas tecnologías verdes -dando ventaja competitiva a países como China- y la agenda energética de Trump se concentra en su mantra “drill baby drill” -”perfora, nena, perfora”-. Existe el temor entre los ecologistas a que se abran nuevas explotaciones petrolíferas en lugares hasta ahora protegidos medioambientalmente, siempre que los precios del crudo lo favorezcan.
Pero lo que preocupa a muchos sectores, algunos de los cuales han apoyado a Trump es que elimine la Ley de Reducción de la Inflación de Biden (IRA), vigente desde 2022. Se trata de la mayor inversión individual en clima y energía en la historia de Estados Unidos, que tenía como objetivo recuperar el tiempo perdido con Trump en tecnología verde y ceñirse a los planes de la diplomacia climática intencional.
Según el análisis del portal de información climática Carbon Brief que ha agregado varios modelos elaborados por varios grupos de investigación estadounidenses el objetivo actual de Estados Unidos en el marco del Acuerdo de París - esto es, lograr una reducción de emisiones de 50-52% para 2030- quedaría muy, muy lejos.
Según su cálculo, la victoria de Donald Trump podría significar la generación de 4.000 millones de toneladas adicionales de emisiones en Estados Unidos para 2030 en comparación con los planes de Joe Biden. Esa cantidad equivale a las emisiones anuales combinadas de la UE y Japón.
Impulso verde imparable
La poderosa iniciativa privada en materia de inversión en energías renovables está ya en marcha en EEUU y seguirá su curso con el nuevo presidente en el poder. Especialmente gracias al impulso de la administración Biden que ha regado con millones la transición energética. De hecho muchos aliados de Trump, como reveló Reuters, se han beneficiado de esas ayudas de la Ley de Reducción de la Inflación, entre ellos el yerno de Trump, Jared Kushner. A esto hay que sumar que las grandes compañías petroleras no han querido perder el tren de las energías verdes y están diversificando. Además Tesla, de Elon Musk, se ha beneficiado de los créditos para vehículos eléctricos y solares del IRA.
En Estados Unidos hay al menos 10 millones de empleos en la economía verde, frente a los 300.000 de la industria de los combustibles fósiles
Pero puede que la realidad del mercado sea más poderosa que el negacionismo de Trump. “El mundo se encuentra en un lugar muy diferente a cuando Trump estuvo en el poder por última vez. La transición mundial hacia las energías renovables se está produciendo a un ritmo sin precedentes”, afirma Friederike Otto, profesora titular del Centro de Política Medioambiental del Imperial College de Londres (Reino Unido). “Nada de lo que pueda hacer el Gobierno estadounidense cambiará el simple hecho de que las energías renovables son más baratas y fiables que el petróleo, el gas y el carbón. Los combustibles fósiles son cosa del pasado. El mundo avanza”, ha asegurado en declaraciones al Science Media Center de España (SMC).
En este sentido incide Mark Maslin, catedrático de Climatología del University College de Londres (Reino Unido) afirma a SCM que Trump no puede parar lo imparable: “La otra gran tendencia sobre la que Trump tiene poca influencia es el crecimiento de la economía ecológica mundial, que mueve más de 10 billones de dólares anuales, el 10 % del PIB mundial. En Estados Unidos hay al menos 10 millones de empleos en la economía verde, frente a los 300.000 de la industria de los combustibles fósiles. Por lo tanto, si se quiere hacer crecer la economía y crear puestos de trabajo, será esencial invertir en la economía verde”.
Donde más impacto puede tener la política antiecologista de Trump es en la naturaleza y en la salud de sus conciudadanos. En su primera presidencia revocó muchas normas que regulaban el aire limpio, el agua, la vida silvestre y los productos químicos tóxicos. En total, según un análisis del New York Times contabilizó cerca de un centenar de normas ambientales desmanteladas durante su gobierno.
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