Es prácticamente imposible encontrar en China una voz autorizada que no sea pesimista respecto a las relaciones bilaterales con EEUU. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca presagia tiempos muy turbulentos y una onda de choque de alto calibre que reafirmará la rivalidad estratégica entre ambas potencias. 

Si bien en esta campaña electoral, China como objeto de debate ha estado mucho menos presente que en anteriores ocasiones, ello se ha debido, no a un cambio de percepción respecto a su consideración como la mayor amenaza para la hegemonía estadounidense, sino al alto nivel de consenso con los demócratas a propósito de la naturaleza que representa el desafío. 

Transformación del comercio bilateral

La presión de Trump sobre China abarcará varios frentes. La economía, el primero, por ser esta la principal punta de lanza de la estrategia de Pekín para incrementar su poder e influencia en el mundo. Recuérdese que fue Trump quien inició la guerra comercial en 2018. No resolvió en absoluto el problema del déficit comercial bilateral, pero sí contribuyó de forma notable a transformar la radiografía de su comercio. La dependencia mutua bajó y el desacoplamiento se aceleró, también con las medidas que a seguir adoptó la Administración Biden. La participación de China en el comercio exterior estadounidense cayó del 21% en 2017 al 11,6% en 2023.

Los tres principales socios comerciales de China, en orden, también han pasado de Estados Unidos, la UE y la ASEAN en 2017 a la ASEAN, la UE y Estados Unidos en 2022 y 2023. Ahora, Trump promete aranceles del 60%, e incluso más, a todos los productos chinos.... y cabe esperar otra vuelta de tuerca sobre las restricciones al sector chino de alta tecnología.

La estrategia en el Indo-Pacífico

Un segundo frente es la presión estratégica. Recuérdese que también fue Trump el que en su primer mandato promovió la Estrategia para el Indo-Pacífico (2017) y su vicepresidente Mike Pence, en el Instituto Hudson, anunció al año siguiente el cambio de rumbo radical en la relación con China.

Biden siguió esa misma senda, multiplicando la presencia militar en el vecindario chino, con más alianzas y acuerdos de seguridad, al punto de reforzar de forma exponencial la tenaza estratégica de contención. No es probable que esto cambie sustancialmente a partir de 2025 a pesar del vaticinio aislacionista de su política.

Sobre Taiwán planea una ambigüedad paradójica. Trump es consciente del valor de la carta de Taiwán en su estrategia de presión sobre China. Hizo pública la conversación con la entonces presidenta Tsai Ing-wen, en 2016. Y este fue solo uno de los muchos tabúes reventados: elevó el perfil político de los intercambios, insistió en las ventas de armas, aprobó leyes para respaldar su apoyo diplomático, etc. Ahora, Trump pide a Taiwán que pague más por su defensa o que devuelva la industria de chips a EEUU. John Bolton, su ex asesor de seguridad nacional, dijo a la BBC que si Trump ganara un segundo mandato, estaría "muy preocupado" por Taiwán y que "Taiwán podría estar acabado".

En cualquier caso, su equívoco anuncio a favor de poner coto a las guerras como también su disensión con la afirmación de Biden de enviar tropas a defender la isla, alejaría la hipótesis de un conflicto en el Estrecho de Taiwán. Trump, con un estilo más arbitrario, dicen en Taiwán, es impredecible. En esta apreciación coinciden con Pekín. 

¿Algo bueno para China?

Más allá de un incierto replanteamiento de la relación Washington-Taipéi que hipotéticamente podría beneficiar las tesis continentales, la intensificación de la confrontación con China en un segundo mandato Trump es un hecho seguro; no obstante,  su nivel va a depender también del juego de presencias influyentes en su equipo. ¿Regresará con él su secretario de Estado Mike Pompeo? ¿Qué papel desempeñará Elon Musk? Este tiene importantes intereses industriales en China donde produce la mitad de los vehículos eléctricos de Tesla. Tiene poderosas razones para ejercer una influencia moderadora, también en el asunto de Taiwán, destacando por ser más pro-continental. ¿Cómo se equilibrará esto con la probable presencia en su gabinete de Mike Waltz o el ex asesor de seguridad nacional Robert O’ Brien, ambos más pro Taiwán?

La intensificación de la confrontación con China es un hecho seguro; su nivel va a depender también del juego de presencias influyentes en el equipo de Trump"

Por otra parte, internamente, es previsible que el PCCh tenga ya preestablecida una batería de respuestas basadas en el hecho de que ya fuera Harris o Trump el ganador, la situación no iba a mejorar. La economía china tiene dificultades y estas se acentuarán con el incremento de la tensión bilateral. Pero el balance de los mandatos de Trump y Biden nos remite a una China no más débil sino más fuerte, con una amplia holgura aún para superar los problemas. La imagen de una China temerosa y acorralada es falsa y la presión de Trump no hará sino acelerar los planes de reestructuración en profundidad de su economía en un contexto político y social mucho más estable que el estadounidense. 

Asimismo, es previsible que la relación de EEUU con sus aliados más cercanos se vea perjudicada. Nadie, salvo Israel, daría nada por Trump. Recuérdese que el primer empeño internacional de Biden fue reparar los daños diplomáticos, regresando a tratados y organizaciones internacionales desautorizadas por Trump.

Su adscripción al unilateralismo, su desacomplejada crítica de la agenda climática, la hipocresía respecto al libre comercio, etc., ensalzan a China como una potencia responsable y más a la altura de las exigencias de los tiempos. ¿Qué pasará con el AUKUS o el QUAD? El anuncio de desmantelamiento del IPEF (Marco Económico para el Indo-Pacífico), tras haber hecho lo propio anteriormente con el TPP (Acuerdo Transpacífico), redundará en la escasa credibilidad regional de la política estadounidense y destacará la inexorable virtuosidad de China por la continuidad de sus propuestas.

Y en ese mismo marco, ante la incertidumbre propiciada desde el otro lado del Atlántico y la tesitura de un agrandamiento mayor de sus grietas internas, la UE quizá podría verse en la disyuntiva de reconsiderar la relación con Pekín en aras de mejorar las perspectivas de una estabilidad que, todos lo reconocen, puede resentirse agudamente en los años por venir.


Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China.