Las cámaras de vigilancia rodean la parcela de Fakhri Abu Diab. Una verja de nueva construcción protege su finca, situada al sur de la muralla que rodea la ciudad vieja de Jerusalén. El escenario parece más propio de una zona de guerra. Y, en cierto modo, su propiedad lo es. En su interior Fakhri, palestino de 62 años, alberga los escombros de la que fue durante décadas la vivienda familiar. Todo lo que queda del inmueble son fragmentos de muros mezclados con los objetos que una vez colgaron de ellos.
“Llegaron y, sin previo aviso, lo destruyeron todo”, maldice Fakhri mientras observa los restos del naufragio. Su casa es una de las últimas víctimas de las demoliciones masivas que las autoridades israelíes acometen en el barrio de Silwan, en los confines del Jerusalén Este ocupado. Hace unos meses las excavadoras derribaron las cuatro paredes en las que nació. “Aquí me tuvo mi madre y aquí me casé y creció mi familia. Aquí estaba todo: mi biografía, mis recuerdos, mis hijos y también mi infancia”.
Decenas de familia en riesgo de desplazamiento forzoso
La suya no es una experiencia aislada en las calles de Al Bustan, el área del barrio de Silwan más afectada por los derribos. El vecindario, mayoritariamente palestino, afronta un futuro incierto. El plan de las autoridades de ocupación israelí es expulsar a sus residentes y firmar una remozado radical del distrito. En las callejuelas que hoy conforman el barrio han proyectado levantar el parque Gan Hamelech, destinado a recuperar el jardín de la Ciudad de David, el asentamiento original de Jerusalén y donde supuestamente tuvo su palacio David, rey del antiguo Israel y Judá, según la Biblia hebrea.
La iniciativa contempla la expansión de los actuales yacimientos arqueológicos y la instalación de un jardín, una zona turística con restaurantes, galerías y museos y un distrito residencial para los colonos judíos, que ya superan las 3.000 personas en Silwan. Apenas unos metros separan a Fakhri de un colono. “Aquella buganvilla de allá es de un colono”, señala con su bastón. “Los primeros colonos llegaron al barrio en 1992. Han ido ocupando la zona con la excusa de que la Ciudad de David estuvo aquí”, relata. “Hoy poseen decenas de viviendas”.
Silwan es el barrio palestino más próximo a la Ciudad Vieja. Es una estrategia calculada
En los últimos meses, al calor de la guerra en la Franja de Gaza y la campaña militar en Cisjordania, el proyecto se ha acelerado. La municipalidad de Israel ha despachado un centenar de notificaciones de demolición. El objetivo es despojar de techo a 1.550 personas y repoblar el área con 25.000 colonos. “En los últimos diez años no han concedido permisos de obras. Su política es que construyamos sin licencia para venir luego a demolerlo. Silwan es el barrio palestino más próximo a la Ciudad Vieja. Es una estrategia calculada”, lamenta Fakhri, miembro del comité vecinal que ha tratado desde hace años de unir fuerzas para detener las demoliciones. Es uno de los rostros más destacados de la lucha para salvar Silwan.
Las excavadoras llegaron a su inmueble hace unos meses. Primero los funcionarios -una decena de hombres, alguno en uniforme de policía- le visitaron con una notificación de derribo. La carta le dejó diez días de margen para hacer las maletas y emprender el éxodo. “Las autoridades israelíes tienen tres métodos: el 30% de las viviendas que han expropiado lo han hecho por la ley de absentismo. Si los propietarios se marchan, el Gobierno se hace con sus casas. Otro método es decir que fueron judías antes de 1948 y el tercero comprarla a través de un intermediario. En cualquier caso, lo hacen sin aportar pruebas y estamos indefensos porque el tribunal, la policía y el Gobierno son israelíes”, lamenta.
"Están destruyendo el pasado y el futuro"
Expirado el ultimátum, una comitiva de obreros municipales desfiló hasta su finca para iniciar la demolición. “Están destruyendo nuestro pasado y también nuestro futuro; lo arrasan todo a su paso”, vocea el jubilado. Cuando se marcharon las máquinas, mandó instalar una nueva verja y fortificar los restos de su parcela para tratar de evitar la expulsión. Desde entonces se afana en la tarea de limpiar los escombros a los que quedó reducido su hogar, separando los cascotes de los objetos que quedaron bajo toneladas de cemento. “Este reloj lo recuperé de la demolición. Lo compró mi abuela en un peregrinaje a la Meca”, esboza mientras recorre lo que fue su salón.
Incansable, ha comenzado incluso a reconstruir algunas de las estancias, a la espera de un nuevo techo. En un rincón del patio ha instalado una vivienda prefabricada con todos los servicios. “Si no la tuviera, dormiría bajo los árboles como hicieron mis antepasados”, murmura. La suya es una batalla contra los elementos. En los últimos meses, en pleno boom de derribos, los vecinos de Silwan han recibido la visita de diplomáticos europeos. Pero ni la condena de la comunidad internacional detiene el frenético curso de las demoliciones.
“Todo se debe a una planificada agenda política. Quieren expulsarnos para ampliar el asentamiento israelí”, detalla Fakhri. La zona está incluida en los límites de Jerusalén Este, la que debía ser la capital de Palestina, y se halla bajo ocupación israelí desde la guerra de 1967. “Antes de 1967 era un distrito de paz, sin ningún problema. Lo siguió siendo una o dos después de que llegaran los israelíes. Pero después los colonos comenzaron a tener más poder, a ocupar casas y construir. Ahora es un infierno”.
Una calma tensa que se desvanece cuando las excavadoras enfilan el camino hacia Silwan, con el anuncio de nuevos desalojos y derribos. Entonces las manifestaciones estallan y el ejército israelí carga con gases lacrimógenos y pelotas de goma. Detrás del movimiento israelí que en nombre de los vestigios del jardín del rey David propugna la oleada de demoliciones se halla El'Ad, una organización benéfica vinculada con los colonos de extrema derecha que se encarga tanto de las excavaciones arqueológicas como del pujante sector inmobiliario que transforma el rostro del vecindario.
Los colonos se pasean con armas de fuego y ya se han producido varios tiroteos
Su proyecto, denuncian los habitantes de Silwan, busca borrar cualquier rastro de la presencia palestina, también en la reconstrucción histórica del distrito. Los páramos que perecieron bajo los derribos han dado paso a edificaciones que tratan de revivir la arquitectura que los académicos indican como las más probable en tiempos del rey hebreo. “La sensación de impunidad ha empeorado desde los ataques del 7 de octubre de 2023 [firmados por Hamás]. Los colonos se pasean con armas de fuego y ya se han producido varios tiroteos. Tres jóvenes del barrio han sido asesinados sin que nadie pague por ello. ¿Quiénes son los asesinos? ¿la policía o los colonos?”, se pregunta el residente.
La resistencia de Fakhri es de largo aliento. Recibió la primera advertencia de demolición hace doce años. La municipalidad presentó su proyecto para modificar por completo la zona -incluida la demografía, mayoritariamente palestina- en 2004. La destrucción arrancó un año después, acompañada de desplazamientos forzosos de su población. Durante años el anciano trató de convencer a las autoridades locales con un plan alternativo para evitar el desalojo masivo. La demolición de su propio hogar frustró cualquier negociación. Ahora se enfrenta no solo al horizonte del éxodo sino también a una deuda. “Si uno no la derriba, la municipalidad carga los gastos de las excavadoras y el despliegue policial al propietario. Mi abogado me ha comentado que me piden unos 30.000 euros por el coste”.
Sin esperanza
Fakhri resiste solo. Los 9 miembros de su familia que una vez vivieron en las estancias destruidas -su esposa, su hijo y su cónyuge junto a sus seis nietos- han alquilado otra vivienda en el extrarradio. “Cuando ellos están delante, digo que sí existe esperanza. Pero ahora te reconozco que no. Silwan fue ocupada en 1967 y todo lo que pasa está por encima de la legislación internacional. Nadie nos ayuda porque somos palestinos y hemos sido abandonados por el mundo. Ellos hacen lo que quieren”, confiesa.
Las órdenes de desplazamiento y derribo también afectan a otros barrios limítrofes, como Batn al Hawa. Paz Ahora, la organización israelí que vigila y denuncia la expansión de los asentamientos, alerta que la intención de los colonos, apoyados por el Gobierno isralíes, es provocar el éxodo de las comunidades palestinas de Jerusalén Este basándose en que las leyes del Estado hebreo sólo concede a sus ciudadanos judíos. Son tan imparables que ni siquiera la justicia internacional ha logrado detenerlas. El pasado julio la Corte Internacional de Justicia estableció en una opinión consultiva que la presencia de Israel en el territorio palestino ocupado, incluido Jerusalén Este, “es ilegal y debe terminar inmediatamente”. Según el tribunal, Israel debe retirar sus asentamientos, permitir el regreso de los palestinos desplazados y ofrecer reparaciones por daños a bienes inmuebles.
La comunidad internacional debe tomar todas las medidas posibles para impedir nuevos desplazamientos de palestinos
“Israel debe detener inmediatamente el desplazamiento forzoso de palestinos y la demolición de sus hogares y propiedades en Al Bustan y en todo el territorio palestino ocupado”, apunta Nathan Carey, responsable de incidencia política para Oriente Medio y el Norte de África del Consejo Noruego para los Refugiados (NRC), una de las ONG que trabajan en la zona. “La comunidad internacional debe tomar todas las medidas posibles para impedir nuevos desplazamientos de palestinos, detener la expansión de los asentamientos israelíes y exigir responsabilidades a Israel por violar el derecho internacional”.
En lo que va de año, se han demolido 19 propiedades palestinas, lo que ha provocado el desplazamiento de 52 personas. 2023 pulverizó registros como el año con mayor número de demoliciones en Cisjordania ocupada desde que la ONU comenzó a levantar acta este tipo de acciones. A pesar del futuro sombrío, Fakhry se muestra decidido a mantener su guerra pacífica contra las excavadoras: “Si vuelven a destruir mi casa, la reconstruiré de nuevo. Y si regresan de nuevo, haré lo mismo. Así hasta que me muera”.
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